miércoles, 6 de octubre de 2010

Santa Faustina Kowalska y la Eucaristía



En diversas partes de su Diario, Santa Faustina aborda el tema de la Santa Eucaristía.

En su diaria comunión ella encontró fortaleza, inspiración y conocimiento de las cosas del cielo, así como una “fuerza transformadora” que la conduciría a la santidad. En sus propias palabras: “Todo lo bueno que hay en mí es gracias a la Santa Comunión, le debo todo”, asimismo declararía la Santa Comunión como “el momento más solemne de mi vida”.

Resulta aleccionador (y enternecedor a la vez) apreciar la bellísima humildad de la Santa ante la Eucaristía:

“Hoy mi alma se prepara para la Santa Comunión como para un banquete de bodas en que todos los participantes lucen una belleza inexpresable. Y yo también estoy invitada a este banquete, pero no veo en mí esta belleza, sino un abismo de miseria. Y aunque no me siento digna de sentarme a la mesa, sin embargo me deslizaré por debajo de la mesa, y a los pies de Jesús mendigaré al menos las migas que caigan debajo de la mesa. Conociendo Tu misericordia me acerco a Ti, Jesús, porque antes faltará mi miseria que se agote la piedad de Tu Corazón”.

Resulta asimismo de extrema importancia el llamado de Jesús:

“Quiero decirte, sin embargo, que la vida eterna debe iniciarse ya aquí en la tierra a través de la Santa Comunión. Cada Santa Comunión te hace más capaz para la comunión con Dios por toda la eternidad”.

Los momentos más solemnes de su vida:


1804 El momento más solemne de mi vida es cuando recibo la Santa Comunión. Anhelo cada Santa Comunión y agradezco a la Santísima Trinidad por cada Santa Comunión.

Si los ángeles pudieran envidiar, nos envidiarían dos cosas: primero, la Santa Comunión y segundo, el sufrimiento.


Su fuente de santidad, fortaleza, y conocimiento celestial:

1392 Todo lo bueno que hay en mí es gracias a la Santa Comunión, le debo todo. Siento que este sagrado fuego me ha transformado totalmente. Oh, cuánto me alegro de ser Tu morada, oh Señor; mi corazón es un templo en que permaneces continuamente...

1404 Oh Jesús oculto, en Ti está toda mi fuerza. Ya en los años más tempranos, Jesús en el Santísimo Sacramento me ha atraído hacia Sí. A los siete años, cuando estaba en las vísperas y el Señor Jesús estaba expuesto en la custodia, entonces, por primera vez se me comunicó el amor de Dios y llenó mi pequeño corazón y el Señor me hizo comprender las cosas divinas; a partir de aquel día hasta hoy mi amor al Dios oculto ha crecido hasta alcanzar la más estrecha intimidad. Todo el poder de mi alma procede del Santísimo Sacramento. Todos los momentos libres los paso conversando con Él; Él es mi Maestro.

1819 Al recibir la Santa Comunión, tuve un conocimiento más profundo del Padre celestial y de su paternidad para con las almas.

Hoy vivo de la adoración de la Santísima Trinidad. Agradezco a Dios por haberse dignado adoptarnos, por medio de la gracia, como a sus hijos.

840 23 de diciembre de 1936. Vivo este tiempo con la Santísima Virgen y me preparo a este solemne momento de la venida de Jesús. La Santísima Virgen me enseña sobre la vida interior del alma con Jesús, especialmente en la Santa Comunión. Solamente en la eternidad conoceremos qué gran misterio realiza en nosotros la Santa Comunión. ¡Oh los momentos más preciosos de mi vida!

1037 Me veo tan débil que si no tuviera la Santa Comunión, caería continuamente; una sola cosa me sostiene y es la Santa Comunión. De ella tomo fuerza, en ella está mi fortaleza. Temo la vida si algún día no recibo la Santa Comunión. Tengo miedo de mí misma. Jesús oculto en la Hostia es todo para mí. Del tabernáculo tomo fuerza, poder, valor, luz; es aquí donde busco alivio en los momentos de tormento. No sabría como glorificar a Dios si no tuviera la Eucaristía en mi corazón.

1826 (...) Cuando mis fuerzas empiecen a disminuir, entonces la Santa Comunión me sostendrá y fortalecerá. De verdad, temo el día en que no reciba la Santa Comunión. Mi alma recibe una fuerza admirable de la Santa Comunión.

¡Oh Hostia viva, luz de mi alma!

223 Oh Hostia Viva, mi única Fortaleza, Fuente de Amor y de Misericordia, abraza al mundo entero, fortifica a las almas débiles. Oh, bendito sea el instante y el momento en que Jesús nos dejó su misericordiosísimo Corazón.

814 Hoy he estado solamente en la Santa Comunión y un poco más en la Santa Misa. Toda mi fuerza está en Ti, Pan vivo. Me sería difícil vivir un día sin recibir la Santa Comunión. Él es mi escudo; sin Ti, Jesús, no sé vivir.

1233 Oh Hostia santa, fuente de la dulzura divina,

Tu das fortaleza a mi alma,

Tú que eres omnipotente y Te encarnaste de la Virgen

Vienes oculto a mi corazón

Y no Te alcanza el poder de mis sentidos.


Su perseverancia en la recepción de la Santa Comunión:

105 Sin embargo, en todos estos sufrimientos y combates no abandoné la Santa Comunión. Cuando me parecía que no debía recibirla, entonces iba a ver a la Maestra y le decía que no podía ir a la Santa Comunión, que me parecía que no debía recibirla. Sin embargo ella no me permitía abandonar la Santa Comunión; y yo iba a recibirla, y me daba cuenta de que sólo la obediencia me había salvado. ...

La ocasión en que la Santa Comunión le fue impartida por un ángel:


1675 – 1676 (...) Por la noche vino la hermana que me iba a asistir. “Mañana usted, hermana, no tendrá al Señor Jesús porque está muy cansada y luego veremos como será”. Eso me dolió muchísimo, pero contesté con gran calma: “Está bien”. Abandonándome completamente al Señor traté de dormir. Por la mañana hice la meditación y me preparé para la Santa Comunión, aunque no iba a recibir al Señor Jesús. Cuando mi anhelo y mi amor llegaron al punto culminante, de repente, junto a mi cama vi a un Serafín que me dio la Santa Comunión diciendo estas palabras: "He aquí el Señor de los ángeles". Cuando recibí al Señor, mi espíritu se sumergió en el amor de Dios y en el asombro. Eso se repitió durante 13 días, sin tener yo la certeza de que al día siguiente me la trajera, pero abandonándome a Dios, tenía confianza en su bondad; sin embargo ni siquiera me atrevía pensar si al día siguiente recibiría la Santa Comunión de este modo. (...) El cáliz era de cristal, cubierto de un velo transparente. Apenas me dio al Señor, desapareció.


Jesús Sacramentado como su Patrono anual:

360 A Jesús le agrada participar en los más pequeños detalles de nuestra vida y a veces cumple mis deseos secretos, aquellos que más de una vez le oculto a Él mismo, aunque sé que para Él no puede haber nada secreto.

El día de Año Nuevo hay entre nosotras la costumbre de sacar por suerte el patrono particular para todo el año. Por la mañana, durante la meditación, se despertó en mí uno de estos deseos secretos: aquél que Jesús Eucarístico fuera mi patrono particular también para ese año, como anteriormente. Sin embargo, ocultando a mi Dilecto ese deseo, hablé con Él de todo excepto de aquello que deseaba tenerlo como patrono. Al venir al refectorio a desayunar, después de hacer la señal de la cruz, empezó el sorteo de los patronos, tomé una, sin reflexionar, sin leer enseguida; quise mortificarme algunos minutos. De repente oí una voz en el alma: "Soy tu patrono, lee". En aquel mismo momento miré la inscripción y leí: “Patrono para el año 1935, la Santísima Eucaristía”. Mi corazón se estremeció de alegría y me alejé secretamente del grupo de las hermanas y fui delante del Santísimo Sacramento, al menos por un breve instante y allí me desahogué de los sentimientos de mi corazón. Sin embargo, Jesús me llamó dulcemente la atención de que estuviera en aquel momento junto con otras hermanas; fui inmediatamente, ateniéndome a la regla.


Su humildad ante la Sagrada Eucaristía:


1827 Hoy mi alma se prepara para la Santa Comunión como para un banquete de bodas en que todos los participantes lucen una belleza inexpresable. Y yo también estoy invitada a este banquete, pero no veo en mí esta belleza, sino un abismo de miseria. Y aunque no me siento digna de sentarme a la mesa, sin embargo me deslizaré por debajo de la mesa, y a los pies de Jesús mendigaré al menos las migas que caigan debajo de la mesa. Conociendo Tu misericordia me acerco a Ti, Jesús, porque antes faltará mi miseria que se agote la piedad de Tu Corazón.

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