sábado, 30 de abril de 2011

Evangelio del día 30 de abril de 2011




Evangelio según San Marcos 16,9-15. Sábado de la Octava de Pascua


Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación".


Comentario:


No era fácil la situación. Todo había sido demasiado real, demasiado duro, como para pensar ahora que había Jesús había resucitado. Pensaban que todo eran imaginaciones, visiones de unas mentes confusas y unos corazones destrozados, desilusionados ante un sueño que se les había venido abajo brutalmente, como para ahora pensar que todo había sido un sueño y, lógicamente, no les creyeron.

Esa desconfianza les costó un toque de atención serio por parte de Jesús. Tampoco le sorprendió de modo especial, qué podía esperar de aquellos hombres tan torpes para entender, pero al mismo tiempo cautivados por su fuerza. Así que después de la reprimenda viene el envío: "id y proclamad la buena noticia a toda la creación". Y a ella se lanzaron poniendo toda su vida en juego, ése será el gran milagro.

A mí me toca apoyarme en el testimonio de esos hombres y mujeres que trastocaron su vida, les he creído y apuesto con ellos la proclamación de tu evangelio. Hoy no sigue resonando como buena noticia para muchos, igual que entonces. Para muchos moriste entonces o ni siquiera exististe, y así nos debatimos en un mundo incierto y oscuro, cargado de malas noticias, demasiadas. Y siento que me urges a coger el testigo de aquellos hombres y mujeres para seguir anunciando que vives, que caminas con nosotros, para seguir proclamando tu evangelio de paz y de amor.



San Pío V, Papa - 30 de abril




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viernes, 29 de abril de 2011

Nuevo Ritual De Exorcismos



Entrevista del P. Gabriele Amorth concedida a la revista italiana 30 GIORNI, en junio de 2001, aludiendo al Nuevo Ritual entre otros dijo:


«30 GIORNI: PADRE AMORTH, POR FIN ESTÁ LISTA LA TRADUCCIÓN ITALIANA DEL NUEVO RITUAL PARA LOS EXORCISTAS.


PADRE AMORTH: Sí, está lista. El año pasado la CEI (Conferencia Episcopal Italiana) se negó a aprobarla porque había errores de traducción del latín al italiano. Y los exorcistas, que tenemos que utilizarla, aprovechamos para señalar, una vez más, que no estamos de acuerdo con muchos puntos del nuevo Ritual. El texto latino sigue siendo el mismo en esta traducción. Un Ritual tan esperado, al final, se ha transformado en una farsa. Un increíble obstáculo que podría impedirnos actuar contra el demonio.

30 GIORNI: ES UNA ACUSACIÓN DURA. ¿A QUÉ SE REFIERE?


AMORTH: Le doy sólo dos ejemplos, ambos increíbles. En el punto 15 se habla de los maleficios y de cómo comportarse al enfrentarlos. El maleficio es un mal causado a una persona recurriendo al diablo. Se puede hacer de varias formas, como hechizos, maldiciones, mal de ojo, vudú, macumba. El Ritual romano antiguo explicaba cómo había que afrontar esto. El nuevo Ritual, en cambio, declara, categóricamente, que está totalmente prohibido hacer exorcismos en estos casos. Absurdo. Los maleficios son, por mucho, la causa más frecuente de posesiones y de males causados por el demonio, por lo menos el 90 por ciento de los casos. Esto es como decirles a los exorcistas que dejen de llevar a cabo exorcismos. El punto 16 declara, solemnemente, que no se deben de hacer exorcismos si no se tiene la certeza de la presencia del diablo. Esto es una obra maestra de incompetencia: la certeza de que el diablo está presente en una persona, se tiene sólo haciendo el exorcismo. Más aún, los redactores del Ritual no se dieron cuenta de que, en ambos puntos, contradicen el Catecismo de la Iglesia Católica, que indica que hay que hacer exorcismos, tanto en el caso de posesiones diabólicas, como en los casos de males causados por el demonio. Y dice, además, que hay que hacerlo tanto, sobre las personas, como sobre las cosas. Y en las cosas nunca está presente el demonio, sólo su influencia. Las declaraciones contenidas en el nuevo Ritual son gravísimas y muy perjudiciales, fruto de la ignorancia e inexperiencia.

30 GIORNI: ¿PERO NO LO HABÍAN PREPARADO EXPERTOS?


AMORTH: ¡En absoluto! En estos diez años, dos comisiones han trabajado en el Ritual: una compuesta por cardenales, que se ocupó de la Prenotanda, es decir, las disposiciones iniciales, y otra que se ocupó de las oraciones. Yo puedo afirmar, con certeza, que ninguno de los miembros de las dos comisiones ha hecho nunca un exorcismo, ni ha estado presente en exorcismos, ni tiene la menor idea de qué es un exorcismo. Este es el error, el pecado original, de este Ritual. Ninguno de los que colaboraron en él es un experto en exorcismos.

30 GIORNI: ¿CÓMO ES POSIBLE?


AMORTH: No me lo pregunte a mí. Durante el Concilio Ecuménico Vaticano II, en todas las comisiones había un grupo de expertos que ayudaban a los obispos. Esta costumbre se ha mantenido después del Concilio, cada vez que se han modificado partes del Ritual. Pero no fue así en este caso. Y si había un tema en el que eran necesarios los expertos, era éste.

30 GIORNI: ¿Y QUÉ ES LO QUE HA PASADO?


AMORTH: Pues que los exorcistas nunca fuimos consultados. Y, además, las comisiones han recibido con desdén las sugerencias que hemos dado. Todo este asunto es perverso...

30 GIORNI: ENTONCES, ¿QUIERE ESO DECIR QUE EL NUEVO RITUAL ES INUTILIZABLE EN SU LUCHA CONTRA EL DEMONIO?


AMORTH: Sí. Querían darnos un arma sin filo. Se han eliminado las oraciones eficaces, oraciones que tenían doce siglos de existencia fueron substituidas por nuevas oraciones ineficaces. Pero, por suerte, en el último momento, nos dieron un salvavidas.

30 GIORNI: ¿CUÁL?


AMORTH: El nuevo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el Cardenal Jorge Medina, añadió una Notificación, al Ritual, en la que se especifica que los exorcistas no están obligados a usar este Ritual, y que, si así lo desean, pueden pedir la autorización de sus obispos, para seguir usando el antiguo Ritual. Los obispos, a su vea, deben pedir autorización a la Congregación, la cual, como escribe el Cardenal, "la concede gustosamente"."
El mismo P. Amorth a la edición Online de L’espresso numero 24 Junio-11-17 2004:
"Ellos (la Curia Romana) publicaron un Nuevo Ritual que es un desastre para nosotros los exorcistas. Nos prohibe hacer exorcismos en caso de hechizos, cuando es sabido que el 90 por ciento de los casos de posesión provienen de ellos. Tambien nos prohibe hacer un exorcismo si no tenemos previa certeza que hay una acción diabolica, pero no podemos adquirir esta certeza sino llevando a cabo un exorcismo. Somos afortunados que el viejo Ritual continúe siendo valido. Yo lo uso, de lo contrario tendría que dejar mi trabajo."

Evangelio del día 29 de abril de 2011


Evangelio según San Juan 21,1-14. Viernes de la Octava de Pascua

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".
El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Comentario:

Jesús está en la orilla - San Pedro Crisólogo


Después de su Pasión donde la confusión invadió a la tierra, impresionado el cielo, sorprendido los siglos, desolado el infierno, el Señor viene a la orilla del mar y ve a sus seguidores vagando en la noche, en las olas oscuras. El sol se ha ido, ni el resplandor de la luna ni las estrellas podrán calmar la angustia de esta noche ...Al amanecer, dice el Evangelio, "Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que era Jesús". Toda la creación ha escapado a la indignación infligida a su Creador ... La tierra ve desmoronarse sus cimientos y tiembla, el sol desaparece para no ver y el día se retira para no estar allí; las piedras, a pesar de su dureza, se resquebrajan... El infierno ve penetrar en su seno al mismo Juez; derrotado, deja a sus cautivos en un grito de dolor (Mt 27,45-52)...
El mundo entero fue arrojado a la confusión y no duda que la muerte del Creador le ha hundido en el abismo y en el caos (Gen 1.2). Pero de repente, a la luz de su resurrección, el Señor trae el día y devuelve al mundo su rostro familiar. Resucita con Él y en su gloria a todos aquellos que ha visto tristemente abatidos...« Cuando amaneció, Jesús apareció en la orilla». En primer lugar para llevar a su Iglesia... a la firmeza de la fe. Encontró a sus discípulos faltos de fe, desposeídos de la fuerza del hombre... Estaba Pedro, quien le negó, Tomás que dudó, Juan que huyó; Por eso no les habla como a valientes soldados sino como a niños asustados...: "Niños, ¿tenéis algo que comer?". Así su humanidad les devuelve a la gracia, el pan a la confianza, el alimento a la fe. Ellos no creían en efecto que había resucitado con su cuerpo a no ser que le vieran sometido a las necesidades de la vida y la comida. Esto es por lo que uno que es la abundancia de todos los bienes pide alimentarse. Come pan porque tiene hambre, no de alimentos, sino del amor de los suyos:"Niños, ¿tenéis algo que comer?"."Ellos le responden: no". ¿Qué poseían, ellos que no tenían a Cristo --aunque esté entre ellos-- y no vean todavía al Señor --aunque se apareció delante?. "Les dijo: Tirad la red a la derecha de la barca y encontrareis".

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), Obispo de Rávena, doctor de la Iglesia
Sermón 78; PL 52, 420

Santa Catalina de Siena, Virgen - 29 de abril


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jueves, 28 de abril de 2011

San Luis María Grignion de Montfort, ¿Doctor de la Iglesia?


El 8 de junio de 1981 los Superiores generales de las 3 Congregaciones monfortianas enviaron al Santo Padre una carta en que le solicitaban que San Luis María de Montfort fuese declarado Doctor de la Iglesia. El dossier fue preparado y entregado al Santo Padre y a la Congregación de la Causa de los Santos, el día 28 de abril de 1982. Ahí había 2239 cartas de petición: 433 de obispos y cardenales, 394 de superiores generales. En el año 1986, un libro de 449 páginas fue entregado a las autoridades del Vaticano: “Montfort un maestro espiritual para nuestra época”. Se describían los ejemplos de siete institutos o grupos importantes en los cuales sus reglas y sus vidas concretas manifestaban la actualidad de Montfort.

Quizás sea oportuno recordar al Cardenal Mercier (de Bélgica). En el Congreso Mariano de Antuérpia, en 1924, dijo: “Vengo para pedirles un servicio. Es el de practicar y propagar la Verdadera Devoción a María de Montfort”.

Un año después escribió una carta que tuvo gran repercusión en la Iglesia. En ella explicaba los motivos para declarar dogma de fe la Mediación de María y declarar Santo al Padre de Montfort, tan unido a esta preciosa enseñanza de la Iglesia. El entregó personalmente la carta al Papa Benedicto XV. Después fue enviada los obispos del mundo entero. Antes morir, en enero de 1926, el Cardenal tuvo la satisfacción de recibir 425 respuestas positivas de todos los rincones del mundo. Quizás así –dice el P. Humberto Jongen, smm- nació la idea de que el humilde siervo de María, figurase algún día en el insigne elenco de los doctores de la Iglesia.

Evangelio del día 28 de abril de 2011


Evangelio según San Lucas 24,35-48. Jueves de la Octava de Pascua


Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto.


Comentario:

Ved mis manos y mis pies... Tocadme - San Ignacio de Antioquía


Doy gracias a Jesucristo Dios, por haberos otorgado tan gran sabiduría; he podido ver, en efecto, cómo os mantenéis estables e inconmovibles en vuestra fe, como si estuvierais clavados en cuerpo y alma a la cruz del Señor Jesucristo, y cómo os mantenéis firmes en la caridad por la sangre de Cristo, creyendo con fe plena y firme en nuestro Señor, el cual procede verdaderamente "de la estirpe de David, según la carne"(Rm 1,3), es Hijo de Dios por la voluntad y el poder del mismo Dios, nació verdaderamente de la Virgen, fue bautizado por Juan « para cumplir así todo lo que Dios quiere»(Mt 3,15); finalmente, su cuerpo fue verdaderamente crucificado bajo el poder de Poncio Pilatos y del tetrarca Herodes (y de su divina y bienaventurada pasión somos fruto nosotros), para, mediante su resurrección,« elevar su estandarte»(Is 5,26) para siempre en favor de sus santos y fieles, tanto judíos como gentiles, reunidos todos en el único cuerpo de su Iglesia.

Todo esto lo sufrió por nosotros, para que alcanzáramos la salvación; y sufrió verdaderamente, como también se resucitó a sí mismo verdaderamente.

Yo sé que después de su resurrección tuvo un cuerpo verdadero, como sigue aún teniéndolo. Por esto, cuando se apareció a Pedro y a sus compañeros, les dijo: Tocadme y palpadme, y daos cuenta de que no soy un ser fantasmal e incorpóreo. Y, al punto, lo tocaron y creyeron, adhiriéndose a la realidad de su carne y de su espíritu. Esta fe les hizo capaces de despreciar y vencer la misma muerte. Después de su resurrección, el Señor comió y bebió con ellos como cualquier otro hombre de carne y hueso, aunque espiritualmente estaba unido al Padre.

Quiero insistir acerca de estas cosas, queridos hermanos, aunque ya sé que las creéis.

San Ignacio de Antioquía (?-v. 110), Obispo y Mártir
Carta a la Iglesia de Esmirna

Santa Gianna Beretta Molla - 28 de abril


Gianna Beretta nació en Magenta (provincia de Milán) el día 4 de octubre de 1922. Desde su tierna infancia, acoge el don de la fe y la educación cristiana que recibe de sus padres. Considera la vida como un don maravilloso de Dios, confiándose plenamente a la Providencia, y convencida de la necesidad y de la eficacia de la oración.

Durante los años de Liceo y de Universidad, en los que se dedica con diligencia a los estudios, traduce su fe en fruto generoso de apostolado en la Acción católica y en la Sociedad de San Vicente de Paúl, dedicándose a los jóvenes y al servicio caritativo con los ancianos y necesitados. Habiendo obtenido el título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1949 en la Universidad de Pavía, abre en 1950 un ambulatorio de consulta en Mésero, municipio vecino a Magenta. En 1952 se especializa en Pediatría en la Universidad de Milán. En la práctica de la medicina, presta una atención particular a las madres, a los niños, a los ancianos y a los pobres.

Su trabajo profesional, que considera como una «misión», no le impide el dedicarse más y más a la Acción católica, intensificando su apostolado entre las jovencitas.

Se dedica también a sus deportes favoritos, el esquí y el alpinismo, encontrando en ellos una ocasión para expresar su alegría de vivir, recreándose ante el encanto de la creación.

Se interroga sobre su porvenir, reza y pide oraciones, para conocer la voluntad de Dios. Llega a la conclusión de que Dios la llama al matrimonio. Llena de entusiasmo, se entrega a esta vocación, con voluntad firme y decidida de formar una familia verdaderamente cristiana.

Conoce al ingeniero Pietro Molla. Comienza el período de noviazgo, tiempo de gozo y alegría, de profundización en la vida espiritual, de oración y de acción de gracias al Señor. El día 24 de septiembre de 1955, Gianna y Pietro contraen matrimonio en Magenta, en la Basílica de S. Martín. Los nuevos esposos se sienten felices. En noviembre de 1956, Gianna da a luz a su primer hijo, Pierluigi. En diciembre de 1957 viene al mundo Mariolina y en julio de 1959, Laura. Gianna armoniza, con simplicidad y equilibrio, los deberes de madre, de esposa, de médico y la alegría de vivir.

En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo, es presa del sufrimiento. El diagnóstico: un tumor en el útero. Se hace necesaria una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplica al cirujano que salve, a toda costa, la vida que lleva en su seno, y se confía a la oración y a la Providencia. Se salva la vida de la criatura. Ella da gracias al Señor y pasa los siete meses antes del parto con incomparable fuerza de ánimo y con plena dedicación a sus deberes de madre y de médico. Se estremece al pensar que la criatura pueda nacer enferma, y pide al Señor que no suceda tal cosa.

Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, está dispuesta a dar su vida para salvar la de la criatura: «Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo».

La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela.

El día 28 de abril, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria «Jesús, te amo; Jesús, te amo», muere santamente. Tenía 39 años.

Sus funerales fueron una gran manifestación llena de emoción profunda, de fe y de oración. La Sierva de Dios reposa en el cementerio de Mésero, a 4 kilómetros de Magenta.

San Luis María Grignion de Montfort - 28 de abril

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miércoles, 27 de abril de 2011

Evangelio del día 26 de abril de 2011


Evangelio según San Lucas 24,13-35. Miércoles de la Octava de Pascua


Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.
En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste,
y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".
"¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo,
y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.
Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro
y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".
Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?"
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos.
Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,
y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Comentario:

El último capítulo del “Evangelio de la misericordia” nos narra un acontecimiento que se ha repetido en prosa y en cantos, que ha inspirado a las obras de arte más conocidas, que ha suscitado conversiones e inspirado a los cristianos en el camino a la santidad.

Comienza con dos discípulos desencantados, que están abandonando la causa por la cual, tres años antes, habían dejado todo. Pero ahora, después de tres días de esperar al Maestro en el que habían creído, se habían convencido de su tontería, y partían para tratar de reconstruir las vidas que habían dejado atrás. En un fin de semana se les había escapado el único ideal que había llenado sus corazones jóvenes.

En su camino se les aparece Cristo, pero aunque lo veían, algo les impedía reconocerle. Aquí nos tenemos que preguntar, ¿por qué? ¿Por qué no reconocen su rostro después de haberlo seguido por tres años? ¿Por qué no reconocen su voz después de haber dejado todo el día que escucharon su llamada? ¿Por qué no reconocen sus palabras después de haberlo oído predicar?

Tal vez es porque, como ellos mismos admiten, Él ha desilusionado las esperanzas que tenían, de que Él fuera el libertador de la nación de Israel. El obstáculo no es que no tengan a Jesús al lado, caminando con ellos, es que ellos esperan ver a alguien diferente. Así nunca verán a Jesús, por más claro que se les aparezca. ¡La esperanza que ellos habían tenido, pequeña y a su medida, no les deja aceptar la gloria y el gozo de la resurrección!

Pero Jesús no los deja alejarse. Quiere conquistárselos para siempre. Hace la finta de seguir adelante para que lo inviten a cenar. Y ahí, en la intimidad de un pequeño cuarto, se les revela al entregarse en la Eucaristía. Eufóricos, corren hasta Jerusalén bajo la luz de las estrellas. ¡Ha resucitado, y vive con ellos para siempre! Se dejaron conquistar por la esperanza que les ofrece Jesús, y en la Eucaristía lo llevan consigo para siempre.

Ntra. Sra. de Montserrat - 27 de Abril

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martes, 26 de abril de 2011

El nuevo año nos ha reservado muchas sorpresas, más bien desagradables, para no decir dramáticas - Monseñor Bernard Fellay



Queridos amigos y benefactores:

El nuevo año nos ha reservado muchas sorpresas, más bien desagradables, para no decir dramáticas. Hablamos, por supuesto, de los acontecimientos que afectan a la Iglesia, no de la serie de desastres de Japón, o los trastornos en los países árabes y en África, ¡que sin embargo deberían servir de advertencia a todos! ¿Pero quién los interpreta así?

En efecto, las catástrofes que perjudican y aniquilan las almas son mucho más perniciosas que toda catástrofe natural, con sus muertos, sus tragedias y sus sufrimientos muy dolorosos. El rostro del mundo cambiaría si los hombres se preocupasen por sus almas al igual que de sus cuerpos. Sin embargo, lo que a justo título lleva a reaccionar y buscar la curación a nivel del cuerpo humano, a causa del dolor inmediato experimentado, prácticamente no existe a nivel de nuestro espíritu. El pecado, que tanto mal causa a toda la humanidad y a cada ser humano, es muy poco sentido y por eso no se buscan los remedios adecuados. Nos referimos a una catástrofe espiritual. En efecto, ¿qué otro nombre se puede dar a un acontecimiento que descarría a una multitud de almas y que pone en peligro la salvación de millones, quizás miles de millones de almas? Ahora bien, en Roma, a comienzos de este año, se anunciaron al menos dos hechos susceptibles de acarrear la no conversión, y por ende la condenación eterna de las almas: la beatificación del Papa Juan Pablo II y la renovación de la jornada de oraciones de Asís, con motivo del 25º aniversario del primer encuentro de todas las religiones organizados en Asís por el mismo Juan Pablo II.

Para aquellos a quienes se les dificulte entender el significado de estos dos acontecimientos, reproduciremos simplemente lo que escribió el Padre Franz Schmidberger, primer sucesor de Monseñor Marcel Lefebvre al frente de la Fraternidad San Pío X, hace veinticinco años en esta misma Carta a los amigos y benefactores. Daba una lista no exhaustiva de los actos realizados por el Papa Juan Pablo II, que será beatificado:

“El 25 de enero de 1986, el Papa, en un sermón dado en la Basílica de San Pablo Extramuros, invitó a todas las religiones a Asís para rezar juntos por la paz. Basta echar un vistazo sobre los acontecimientos de los últimos tres años para ver hasta qué punto nos acercamos ahora al establecimiento de una gran religión universal encabezada por el Papa y con la libertad, la igualdad y la fraternidad de la Revolución Francesa y de las logias masónicas como único dogma.

1. El nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado por el propio Papa el 25 de enero de 1983, suprimió el estado clerical. En lo sucesivo la Iglesia es el «pueblo de Dios», en un sentido protestante e igualitario, sin subordinados y sin autoridades. La jerarquía no es más que un «servicio»; según palabras de Juan Pablo II en su Constitución, la Iglesia se define como una «comunión» y por su «preocupación por el ecumenismo». El Canon 844 permite expresamente la intercomunión; el Canon 204 entremezcla el sacerdocio ministerial con el sacerdocio espiritual de los fieles, etc.

2. El domingo 11 de diciembre de 1983, el Papa predica en una iglesia protestante de Roma, y ello después de haberse invitado más o menos a sí mismo.

3. El Obispo de Sherbrooke, en Québec (Canadá), ha acogido reiteradas veces a los protestantes en su catedral para realizar falsas ordenaciones. Él mismo participó en una de estas ceremonias y recibió la “comunión” de manos de una pastora recientemente ordenada.

4. El 18 de febrero de 1984 se firmó un nuevo Concordato entre la Santa Sede e Italia. En lo sucesivo, por aplicación de la Declaración conciliar sobre la libertad religiosa, Italia ya no es un Estado católico sino un Estado laico, es decir, ateo. Según el mismo documento, Roma ya no es más una ciudad sagrada.

5. El 10 de mayo de 1984 el Papa visita un templo budista en Tailandia, se descalza y se sienta a la par del bonzo budista, sentado él mismo ante el altar en el que se encuentra una gran estatua de Buda.

6. En su carta pastoral del 16 de septiembre de 1984, los obispos suizos llegan a la importante conclusión de que «el deseo de recibir juntos el mismo pan en la misma mesa, es decir, el deseo de que la misa y la cena ya no sean celebrados separadamente, tiene su origen en Dios (…) Sin embargo, debe considerarse con cautela el momento en que concretaremos este deseo», añaden los obispos. Además, apoyaron el proyecto de ley que apuntaba a cambiar las normas matrimoniales y que destruye, ni más ni menos, el matrimonio y la familia. Y bien, gracias a este apoyo el 22 de septiembre de 1985 se aprobaron en Suiza las nuevas normas matrimoniales. Una vez más los obispos parecen ser no sólo los sepultureros del orden sobrenatural, sino también del orden natural establecido por Dios.

7. El episcopado francés continúa difundiendo el catecismo herético «Pierres vivantes» en la instrucción religiosa, con gran detrimento de los niños. «Mas quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le colgasen del cuello una de esas piedras de molino que mueve un asno, y así fuese sumergido en el profundo del mar» (San Mateo, 18, 6).

8. Una declaración conjunta del Cardenal Höffner y M. Lohse, Presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania, firmada el 1º de enero de 1985, concede a los esposos de matrimonios mixtos la libertad de casarse, hacer bautizar a sus hijos y educarlos en una u otra Iglesia. Ahora bien, el Código de Derecho Canónico de 1917, Canon 2319, reprime cada uno de estos tres delitos con una excomunión especial.

9. En su libro «Entrevista sobre la fe» (1985), el Cardenal Ratzinger afirma que las demás religiones, estrictamente hablando, son medios «extraordinarios» de salvación. ¡No, Eminencia, sólo Jesucristo, únicamente Él es la Vía, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre sino por Él!

10. En una nota sobre la presentación del judaísmo en la catequesis, publicada el 24 de junio de 1985, ¡el Cardenal Willebrands afirma que esperamos el Mesías junto a los judíos! Y se remite al propio Papa, que declaró ante los judíos, el 17 de noviembre de 1980 en Maguncia, que la Antigua Alianza no ha sido aún abolida.

11. Durante el verano de 1985, el Vaticano envía una delegación oficial a la colocación de la piedra fundamental de una nueva mezquita gigante en Roma.

12. En agosto de 1985 proclama ante jóvenes musulmanes en Casablanca (Marruecos), que nosotros, los cristianos, adoramos el mismo Dios que ellos —¡como si en el Islam existiese la Santísima Trinidad y la Encarnación de Dios!—. Pocos días después se encamina junto a sacerdotes animistas y su séquito a la periferia de Lahomay, a un culto en el «bosque sagrado» en el que se evoca «la fuerza del agua» y las almas divinizadas de los antepasados. Y por lo menos en dos ocasiones, en Kara y en Togoville —¡en Kara antes de la Santa Misa!—, vierte agua y arroja harina de maíz en el fondo seco de una cáscara de calabaza, gesto con el cual se profesa una falsa creencia religiosa.

13. Una comisión católico-evangélica, constituida para concluir la visita del Papa a Alemania en 1980, declara en su informe final publicado el 24 de enero de 1986 que ya no existen divergencias entre las dos confesiones en lo que se refiere a la justificación, la eucaristía, el sacerdocio y el papado. A un observador avisado no se le escapa que aquí se proclama abiertamente la religión ecuménica unificada.

14. Y ahora, el 25 de enero de 1986, convoca a todas las religiones a reunirse en Asís en otoño para orar por la paz (…). «¿A qué Dios van a rezar, pues, los que niegan expresamente la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo? Se configura allí una verdadera invocación del diablo», comenta Monseñor Lefebvre.

15. En fin, durante un viaje en la India, el Papa no habla sino de diálogo, de comprensión recíproca de las religiones, en aras de promover conjuntamente la fraternidad humana y el bienestar social.

¿Creen Ustedes, queridos amigos, que esta enumeración representa para nosotros una buena noticia? La hemos redactado transidos de dolor, preocupados por el bien de la Santa Iglesia. Asimismo, estamos lejos de querer juzgar al Papa; declinamos de grado esta empresa delicada a un juicio ulterior de la Iglesia. No nos enrolamos entre quienes declaran a la rápida que la sede papal está vacante, sino que nos dejamos guiar por la historia de la Iglesia. El Papa Honorio fue anatematizado por el 6º Concilio Ecuménico a causa de sus falsas enseñanzas, pero jamás se ha pretendido que Honorio no era Papa. Con todo, nos resulta imposible cerrar los ojos ante los hechos.

Las directivas secretas de los Carbonarios y su correspondencia, alrededor de 1820, ¡también son hechos! Allí leemos: «El trabajo que vamos a emprender (...) puede durar varios años, quizás un siglo (…) Lo que debemos buscar y esperar, como los judíos esperan el Mesías, es un Papa según nuestras necesidades (...) Con ello, para destrozar la roca sobre la que Dios construyó su Iglesia (…) tenemos el dedo meñique del sucesor de Pedro comprometido en la conjura (…) Para asegurarnos un Papa de las debidas proporciones, se trata primero de modelar para ese Papa una generación digna del reino que soñamos (…) Ganaos una reputación de buen católico (…) Esta reputación hará llegar con facilidad nuestras doctrinas al seno del joven clero (…) Dentro de algunos años este clero joven, por lógica consecuencia, desempeñará todas las funciones (…) Será el llamado a elegir al Pontífice (…) y este Pontífice, como la mayor parte de sus contemporáneos, estará necesariamente más o menos imbuido de los principios (…) humanitarios que comenzaremos a poner en circulación».

«Debemos (…) llegar por medios pequeños, bien graduados, al triunfo de la idea revolucionaria gracias a un Papa (…) Este proyecto siempre me ha parecido sobrehumano».

Por otra parte, leemos en el pequeño exorcismo de León XIII, en su versión original: «Los más insidiosos enemigos han llenado de amargura a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, le han dado a beber ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que Ella tiene de más preciado. Han erigido el trono de abominación de su impiedad donde fue establecida la Sede de San Pedro y la Cátedra de la Verdad como luz para las naciones, de modo que, golpeado el Pastor, puedan dispersar la grey».

¿Qué se puede hacer frente a esta situación desesperada humanamente hablando? Rezar, trabajar y sufrir con la Iglesia”.

¿Acaso veinte años más tarde estas palabras han perdido su vigor? Con el advenimiento de Benedicto XVI se pudo esperar un cambio de la situación, ya que él mismo admitía que la Santa Iglesia se encontraba en una situación dramática. Y de hecho, en medio de una gran hostilidad, ha plantado varios hitos que pueden servir ciertamente para una restauración. Tenemos muy presentes en nuestra memoria agradecida los actos de buena voluntad que ha realizado a favor de nuestra Fraternidad. Sin embargo, la reiteración de Asís, incluso edulcorada, aún cuando modificada, según parece ser su intención, evocará inevitablemente el primer Asís, que fue escandaloso bajo tantos aspectos; uno de los más notables fue aquel triste y lamentable espectáculo, en el que se pudo ver al Vicario de Cristo a la par de una multitud abigarrada de paganos, invocando a sus falsos dioses y a sus ídolos —la colocación de la estatua de Buda sobre el sagrario de la iglesia de San Pedro de Asís sigue siendo la más increíble y abominable ilustración. Ahora bien, proyectándose festejar el aniversario de tal reunión se renuncia, por lo mismo, a criticar a su iniciador. A un pastor evangelista, que protestaba contra este nuevo Asís, Benedicto XVI le escribió que haría todo lo posible para evitar el sincretismo. Sin embargo, ¿se dirá a los participantes provenientes de otras religiones que no existe sino sólo una verdadera que salva? ¿Se les dirá que no existe bajo el cielo ningún otro nombre por el cual podamos ser salvos, sino el nombre de Jesús, como enseñó San Pedro, el primer Papa? (cfr. Hechos 4, 12). Estos son dogmas de fe.

Si se silencian ante ellos verdades tan esenciales, ¡se les engaña! Si se les oculta lo único necesario, unum necessarium, haciéndoles creer que todo está bien, ya que el Espíritu Santo también se sirve de las otras religiones como medios de salvación, incluso si se habla de medios extraordinarios según el magisterio nuevo del Concilio Vaticano II, se les induce a error y se les priva de los medios de salvación.

En cuanto a la beatificación de Juan Pablo II, su efecto inmediato será consagrar el conjunto de su pontificado, todas sus empresas, incluso las más escandalosas, como las que están expuestas más arriba y las otras, como besar el Corán y las múltiples ceremonias de arrepentimiento, que llevan a pensar que la Iglesia es culpable de los cismas, por los que se perdieron multitud de almas cristianas que se separaron de nuestra Madre, la Santa Iglesia, y adhirieron al error y a la herejía. En la práctica todo ello conduce al indiferentismo en la vida de todos los días y los ocasionales esfuerzos de Roma para revertir un poco un atolladero tan nocivo para la Iglesia sólo reportan magros resultados: es que la Iglesia misma está exangüe.

Se nos dirá que exageramos, que dramatizamos o que apelamos a una retórica de circunstancia; con todo, esta dramática comprobación sale de boca misma de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Aparece, empero, como una estrella fugaz en el firmamento; se olvida rápidamente y deja totalmente indiferente a la multitud, que no se preocupa por mirar hacia arriba, en dirección al Cielo.

¿Qué hacer? ¿Qué podemos hacer por nuestra parte, queridos amigos? “Oración y penitencia” fue la consigna que nos dejó nuestra buena Madre del Cielo, la Santísima Virgen María, tanto en Lourdes como en Fátima. Estas directivas celestes siguen vigentes, e incluso con mayor razón que cuando fueron pronunciadas. Muchos de ustedes se preguntan cuál fue el efecto de nuestra Cruzada de Rosarios terminada el año pasado. Hemos transmitido el resultado, acompañado de una petición, al Sumo Pontífice, que no nos ha respondido, aunque más no fuese acusando recibo. Sin embargo, esto no debe desalentarnos. Nuestra oración se dirigió al Cielo, a Nuestra Señora, a nuestra Madre tan buena y misericordiosa, y al Dios de las misericordias. No tenemos, pues, derecho a dudar que no seremos escuchados según las disposiciones infalibles de la Divina Providencia. Sepamos tener confianza en Dios. Con todo, la situación de la Iglesia y del mundo nos sugieren que les pidamos instantemente no detener este movimiento de oración por el bien de la Iglesia y del mundo, y por el triunfo del Corazón Inmaculado de María. La intensidad de la crisis, la proliferación de todo tipo de calamidades que afectan o amenazan a la humanidad, exigen de nuestra parte una actitud correlativa: “Conviene orar perseverantemente y no desfallecer”, oportet semper orare et numquam deficere (San Lucas, 18, 1).

Por tanto, nos parece más que oportuno y urgente, a vista del aumento de la intensidad de los males que abruman la Santa Iglesia, lanzar una nueva Cruzada de Rosarios, una cruzada de oración y penitencia. Los invitamos a unir todos sus esfuerzos, todas sus energías, para conformar a partir de Pascua de este año hasta Pentecostés de 2012 un nuevo ramillete espiritual, un nuevo eslabón de estas rosas tan agradables a Nuestra Señora, para suplicarle que interceda a favor de sus hijos ante su Divino Hijo y del Padre omnipotente. La confusión no deja de aumentar entre las almas, que están a merced de lobos rapaces presentes en el redil. La tribulación es tan grande, que incluso los elegidos se perderían si no fuese abreviada. Los pocos datos reconfortantes de estos últimos años no son suficientes para atreverse a decir que las cosas hayan cambiado verdaderamente en profundidad. Dan grande esperanza para el futuro, a la manera de una luz que se percibe cuando uno aún se encuentra adentrado en un túnel. Así, pues, pidamos de todo corazón la intervención de nuestra Madre del Cielo, a fin de que esta prueba terrible sea abreviada, que el corsé modernista que blinda la Iglesia —al menos desde el Vaticano II— se rasgue, que las autoridades cumplan con su papel salvífico para con las almas, que la Iglesia recobre su esplendor y su belleza espiritual, que las almas del mundo entero puedan escuchar la Buena Nueva que convierte y recibir los sacramentos que salvan, volviendo a hallar el único redil. ¡Ah, cuánto desearíamos poder utilizar un lenguaje menos dramático! Pero sería una mentira y una negligencia culpable de nuestra parte tranquilizarlos, dejándoos en la esperanza de que las cosas se recompondrán por sí solas.

Contamos con la generosidad de todos para conformar una vez más un ramillete de, al menos, doce millones de rosarios, para que la Iglesia sea librada de los males que la aquejan o que la amenazan en el futuro próximo, se consagre a Rusia y que llegue pronto el triunfo de la Inmaculada.

A fin de que nuestras oraciones sean aún más eficaces y que todos puedan obtener un beneficio mayor, querríamos concluir recordando que cuando se reza el Rosario, lo más importante no es la cantidad de Ave María que se dicen, sino la manera en que se los reza. El peligro de la monotonía o de la distracción pueden ser conjurados eficazmente rezando el Rosario según las indicaciones dadas por María misma: al desgranar las cuentas, hay que meditar las escenas de la vida y los misterios de Nuestro Señor y de su Santa Madre. Lo más importante es este contacto con la vida del Salvador que se establece cuando se medita amorosamente en los acontecimientos enunciados en cada decena, los “misterios” del Rosario. Los diez Ave Marías se transforman en una melodía de fondo, que acompaña y sostiene este contacto suave y potente con Dios, con Nuestro Señor y Nuestra Señora. Sor Lucía de Fátima, haciéndose eco de los Papas, ha dicho que Dios que ha querido conceder una eficacia especial a esta plegaria, de suerte que no existe problema alguno que no pueda ser resuelto por esta magnífica oración. Nos permitimos insistir sobre la oración en familia, que todos los días da pruebas de eficacia al proteger a los niños y a los jóvenes de las tentaciones y peligros espantosos del mundo moderno, que protege la unidad familiar en medio de tantas amenazas que la acechan. No debemos desanimarnos por el aparente silencio de la Divina Providencia tras nuestra última cruzada. En las cosas importantes, Dios quiere que, por nuestra perseverancia en la oración le probemos que sabemos lo que vale lo que le pedimos y que estamos dispuestos a pagar el precio correspondiente.

A las puertas de entrar en la Pasión de Nuestro Señor, la Semana Santa y la gloriosa Resurrección del Salvador, pedimos a Nuestra Señora que se digne bendecir vuestra generosidad, acogeros bajo su graciosa protección y prestar oídos a vuestras instantes plegarias.

Menzingen, Primer Domingo de Pasión.
+ Bernard Fellay
Superior General
de la Fraternidad San Pío X

Evangelio del día 26 de abril de 2011


Evangelio según San Juan 20,11-18. Martes de la Octava de Pascua


María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Comentario:


He visto al Señor y me ha dicho - Beato John Henry Newman

"No me toques, porque aún no he subido al Padre". ¿Por qué el Señor no puede ser tocado antes de su ascensión, y cómo podrá ser tocado después? ... No me toques, porque he aquí que, para vuestro bien, me apresuro de la tierra al cielo, de la carne y la sangre a la gloria, de un cuerpo humano a un cuerpo espiritual (1 Cor 15,44)... Asciendo, en cuerpo y alma, a mi Padre... Por lo tanto, yo estaré presente, aunque invisible: más realmente presente que ahora. Entonces me podrás tocar y coger - sin un abrazo visible, pero más real, a través de la fe y devoción...
"Tú me has visto, María, pero no has podido retenerme. Te me has acercado, lo suficiente como para besar mis pies y ser tocada por mi mano. Tú has dicho: ¡Oh, si yo supiera cómo guardarlo, retenerlo para siempre! Si pudiera tenerlo y nunca perderlo! (Job 23,3; Ct 5,6) Tu deseo hecho realidad: cuando yo me haya ido al cielo, no verás nada, pero lo tendrás todo. A mi deseada sombra te podrás sentar, y mi fruto será dulce a tu paladar (Canto 2:3). Me tendrás plena y enteramente. Estaré cerca de ti, en ti; entraré en tu corazón, plenamente Salvador, enteramente Cristo, en toda mi plenitud, Dios y el hombre, por la fuerza prodigiosa de mi cuerpo y mi sangre".

Beato John Henry Newman (1801-1890), Padre, fundador y teólogo
Sobre la Justificación, n°9, §8

San Cleto y San Marcelino, Papas y Mártires - 26 de abril



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lunes, 25 de abril de 2011

Evangelio del día 25 de abril de 2011


Evangelio según San Mateo 28,8-15. Lunes de la Octava de Pascua


Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.


Comentario:

Id a anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me veréis - San Odilón de Cluny


El evangelio nos muestra la carrera feliz de los discípulos: "ambos corrieron juntos, pero el otro discípulo iba delante, más rápido que Pedro y llegó primero a la tumba" (Jn 20,4). ¿Quién no quiere también encontrar a Cristo sentado a la derecha del Padre y para llegar a encontrarlo al final de su búsqueda, quién no buscará corriendo en espíritu, cuando recuerda con alegría la carrera de aquellos apóstoles? Para animarnos en este deseo, que cada uno de nosotros repitamos con ánimo cada verso del Cantar de los Cantares: «Entremos más adentro, corremos tras el olor tus perfumes» (3,4 LXX). Correr tras el olor de tus perfumes, es caminar sin descanso, al paso del Espíritu, al lado de nuestro Creador, reconfortado por el santo olor de las virtudes.
Tal fue la carrera, digna de elogio, de estas santas mujeres que, de acuerdo con los Evangelios, habían seguido el Señor por la Galilea y permanecieron fieles en el momento de su Pasión, mientras que los discípulos huyeron (Mt 27.55); ellas han corrido al olor de los perfumes, en espíritu e incluso según lo escrito, porque compraron algunos perfumes para la unción de los miembros del Señor, como lo atestigua Marc (16,1).
Hermanos, a ejemplo del solícito cuidado de los discípulos, hombres y mujeres, en la tumba de su Señor... proclamemos a nuestra manera la alegría de la resurrección del Señor. Sería una pena que una lengua humana silenciara la alabanza debida a nuestro Creador, en este día en que su carne ha resucitado. Esta magnífica resurrección nos lleva a proclamar la grandeza del autor de tanta alegría y anunciar la victoria contra nuestro antiguo enemigo...: a causa de su muerte, la muerte ha sido desplazada; Hoy, por Cristo, la vida es devuelta a los mortales. Hoy, las cadenas del demonio se rompen, la libertad del Señor se les da a los cristianos en este día.
San Odilón de Cluny (961-1048), monje 2º Sermón para la resurrección; PL 142, 1005

San Marcos - 25 de Abril


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domingo, 24 de abril de 2011

La Pascua de Resurrección


1. La Pascua judía. El nombre de Pascua deriva de la palabra hebrea Phase o Phazahah, y significa "paso" o "tránsito", o más propiamente "salto". El objeto principal de la Pascua judía fue conmemorar el "pasó" del Ángel exterminador por las casas de los egipcios, matando a sus primogénitos; pasando por alto, o "saltando", y perdonando a los de los hebreos.
Refiriéndose a este "paso" del Ángel exterminador, dice el texto bíblico: Llamó Moisés a todos los ancianos de Israel, y díjoles: Id y tomad el animal por vuestras familias, e inmolad la Pascua, etc. (1)
Al propio tiempo que conmemora el paso del Ángel exterminador por las casas de los egipcios, la Pascua judía les recordaba a los hebreos la comida del Cordero, y el insigne beneficio de haber sido ellos librados de la esclavitud, "pasando" a pie enjuto el mar Rojo.
Este Cordero es el animal que en el versículo 21 del Éxodo, antes citado, les mandaba Moisés tomar a los hebreos, por familias, e inmolarlo para celebrar la Pascua, o "paso" del Ángel. De él habla minuciosamente' el Éxodo en el capítulo XII, vers. 5, 6, 8, 9, 10, 11, 26 y 2.7.
Tales eran, en resumen, las ceremonias de la Pascua judía, y tales los sucesos que con ella conmemoraban. Todo en ella era figura de la Pascua cristiana. El Cordero pascual, especialmente, era una imagen tan viva y tan perfecta de Jesucristo, que los mismos Apóstoles la hicieron resaltar en sus escritos.

2. La Pascua cristiana. La Pascua cristiana, de la que la judía, como hemos ya dicho, era una mera figura, fué establecida, en los tiempos apostólicos, para conmemorar, según unos, la Pasión de Nuestro Señor, y según otros, su Resurrección. De todos los modos, hoy tiene por objeto celebrar el gran acontecimiento de la Resurrección de Jesucristo, que fué un "tránsito" glorioso de la muerte a la vida, después de haber pasado por el mar Rojo de la sangrienta Pasión.
La Pascua judía celebrábase el 14 del primer mes judío (el 14 de Nisán), día y mes que Jesucristo fué inmolado en la Cruz. Está demostrado que la muerte del Señor acaeció en viernes: el Viernes Santo, que nosotros festejamos. Desde el principio se suscitó entre los cristianos, a este respecto, una controversia, la "controversia pascual", que tuvo su resonancia en todas las Iglesias. Disputábase entre ellas acerca del día en que debía celebrarse la Pascua. Las Iglesias de Asia fijaban la data de la Pascua, a' la usanza judía, el 14 de Nisán, fuese cual fuese aquél el día de la semana; mientras Roma, y con ella casi todo el Occidente, la retardaba al domingo siguiente, precisamente para no coincidir con los judíos. De esta suerte, la Pascua era, para los unos, el aniversario de la Muerte del Señor, y para los otros, de su Resurrección. La cristiandad estaba, pues, frente a un grave conflicto litúrgico. Unos y otros invocaban en su favor la autoridad y la tradición apostólica: los asiáticos, la de San' Felipe y San Juan, que vivieron y murieron entre ellos; los romanos, la de San Pedro. ¿Cuál de ellos triunfará?
Entre el Papa Aniceto (157-168) y San Policarpo, obispo de Esmirna, se plantea abiertamente la cuestión; pero nada se resuelve. El Papa Víctor I (190-198), la vuelve a encarar con ánimo de zanjarla, y, al efecto, invita a todas las Iglesias de Oriente y de Occidente a reunirse en sínodos para deliberar. Los occidentales abogaban, casi por unanimidad, por el uso romano; en cambio los asiáticos se aferraban a su tradición. El Papa, dispuesto a poner término al conflicto, separa a los hermanos de Asia de la comunión católica, y después de intervenciones conciliatorias por ambas partes, el Oriente y el Occidente convienen celebrar la Pascua en domingo, práctica que definitivamente quedó consagrada en el concilio de Nicea (2).
Pero si todas las Iglesias de la cristiandad estaban ya de acuerdo en celebrar la Pascua, no ya el 14 de Nisán, como los judíos, sino en un domingo; faltaba todavía fijar para siempre el tal domingo, ya que de eso dependía todo el ciclo litúrgico anual. Después de muchos y difíciles estudios y de tantear, durante largos años, los diversos sistemas astronómicos en uso, para concordar en lo posible los años solares y lunares; por fin, la Iglesia romana fijó definitivamente la celebración de la Pascual el domingo siguiente a la luna llena del equinoccio de primavera, o del 21 de marzo, pudiendo por lo tanto, oscilar la fiesta entre el 22 de marzo y el 25 de abril.
La data de la Pascua es, en el calendario actual de la Iglesia, la más importante de todo el año, pues regula todas las fiestas movibles, influyendo en los períodos litúrgicos que la preceden y la siguen. Es ella la fiesta movible por excelencia, y lo es porque se rige por la edad de la luna, mientras las fiestas fijas siguen el cómputo solar. La edad siempre cambiante de la luna y en retardo siempre con respecto al sol, origina entre el año solar y lunar un conflicto difícil de conciliar. La solución dada por los peritos para el calendario -eclesiástico es, a no dudarlo, la más racional; pero no ha podido evitar el constante desacuerdo entre el año litúrgico y el civil, ni que, de tiempo en tiempo, se suscite entre los astrónomos y economistas polémicas tendientes a la estabilidad de la Pascua y, por lo mismo, a la creación de un calendario único universal. En las últimas discusiones háse propuesto como fecha invariable de la Pascua, o bien un domingo, y éste sería el ségundo de abril; o bien el 1º de abril, sea el día que fuere de la semana. Nada ha dicho todavía al respecto la Iglesia, y si algo determina algún día no será, ciertamente, para desplazar del domingo la Pascua, al que está ligada por tantas y tan poderosas razones.
De elegirse un domingo fijo, el que sigue al 25 de marzo tendría la ventaja de hacer honor a una fecha considerada en la antigüedad como la de la concepción y muerte del Señor, que sirvió probablemente para fijar la data de Navidad el 25 de diciembre (3).

3. La solemnidad pascual. Los oficios pascuales propiamente dichos, preludian el Sábado Santo, con la Bendición del fuego y todo lo demás, que, originariamente, correspondía a la noche de ese día y a la madrugada del domingo; pero la Pascua verdadera comienza con la Resurrección de Jesucristo, en la aurora del domingo. He aquí cómo la anuncia al mundo católico el Martirologio Romano:

En este día que hizo el Señor, celebramos la Solemnidad de las solemnidades, y nuestra PASCUA, es decir: La Resurrección de Nuestro Salvador Jesucristo, según la carne.

En el Breviario romano, los Maitines de Pascua son los más cortos del, año, debido a que los eclesiásticos habían pasado en vela, toda la noche del sábado con los oficios bautismales, y a que era de rigor colocar los Laudes al rayar el alba, para con ellos saludar la Resurrección.
En la Edad Media, estuvo muy en boga la costumbre de representar dramáticamente en los templos la escena de la Resurrección, inmediatamente después de los Maitines y antes de Laudes. Con variantes locales, el drama litúrgico reducíase a lo siguiente:

El clero y los fieles iban en procesión, con cirios encendidos en las manos, y, a veces, con incienso y aromas, a un cierto lugar del templo en que se había instalado un Sepulcro imaginario. Allí esperaban varios clérigos vestidos de albas, representando a las tres Marías y a los. Apóstoles San Pedro y San Juan, a los que asociaban los niños del coro, personificando a los Ángeles mensajeros de la Resurrección. Al acercarse al sepulcro, los Ángeles preguntaban, cantando, a las Marías

Quem quaéritis in Sepulchro? - ¿A quién buscáis en el Sepulcro?

Y respondían ellas

Jesum Nazarenum. - A Jesús Nazareno. Contestándoles los Ángeles

Surrexit; non est hic. - Ha resucitado; no está aquí. Y levantando el velo o sudario que cubría el, Sepulcro imaginario, los Ángeles se lo mostraban vacío a las Marías y a toda la concurrencia. Inmediatamente, se entablaba entre ellos el gracioso diálogo de la Secuencia Victimae Paschali laudes, de la Misa de Pascua, terminando el acto con el T e Deum (4).
En algunas iglesias, en la Capilla llamada del Santo Sepulcro, y cubierto con el Sudario, se ocultaba desde el jueves Santo el Santísimo. Sacramento; y hecha toda esa triunfante representación escénica, se le descubría, y se le llevaba en procesión por el interior del templo, para festejar así la victoria de la Resurrección.

En otras iglesias se celebraba el desentierro del aleluya, como un complemento de la ceremonia del entierro realizada la víspera de Septuagésima; cuya aparición se saludaba con cánticos de regocijo.
Seguramente es un vestigio de estos antiguos usos populares la típica procesión que en algunos países se celebra actualmente todavía en la mañana de Pascua para representar el encuentro de Jesús con la Virgen su Madre, y los mutuos saludos de parabienes que se dirigen por boca de algunos de los concurrentes.

1. La Misa. La liturgia de la Misa de Pascua como toda la de este día, tanto en su parte textual como melódica, es un desbordamiento de gozo por el triunfo insuperable de la Resurrección. La pieza típica, en la Misa, es la prosa Victimae pascháli, que le sirve de Secuencia y que dramatiza el hecho de la Resurrección.
En Roma, la estación y la Misa papal celebrábanse en la basílica de Santa María la Mayor, Era lógico que la primera visita y los primeros honores pascuales se le reservaran a la Madre de Dios, a quien también su Hijo visitaría antes que a nadie, para hacerla participante del triunfo de la Resurrección.

La Secuencia Victimae paschali háse atribuído a Wipo (t 1050), capellán en la corte de Conrado II y de Enrique III. En el texto del Misal se ha suprimido, no sabemos por qué, toda la quinta estrofa, que corresponde a los cantores y que dice:

Credéndum est magis sol¡
Mariae veráci
Quam judeórum
Turbae falláci.

Hay que creer más al solo
testimonio veraz de María,
que al falaz de todo el
Turbae falláci.
pueblo judío.

En muchas iglesias benedictinas (y, en algunos países, en otras que no lo son), al Ofertorio de la Misa se bendicen los huevos pascuales, cómo en el Sábado Santo se bendijo el Cordero pascual.
Ambos ritos atestiguan la fe y exquisita piedad de los antiguos cristianos, quienes, así como se habían abstenido por obedecer a la Iglesia, durante toda la Cuaresma, de carnes, huevos y otros manjares regalados, se, resistían a volver a usarlos sin antes presentarlos a la bendición de la misma Iglesia, su Madre amantísima. Para expresar que con la bendición pierden los huevos su ser y hasta su aspecto vulgar, se acostumbra a pintarlos de colores y a decorarlos con aleluyas y emblemas alusivos a la Resurrección (5).

2. Las Vísperas. Las Vísperas de Pascua no ofrecen hoy notabilidad alguna, pero en los ocho primeros siglos de la Iglesia, constituían para el pueblo cristiano un verdadero acontecimiento litúrgico. Por la mañana, había ocupado la atención de todos el hecho primordial de la Resurrección; en cambio, por la tarde, eran los neófitos los héroes de la fiesta. Vestidos ellos de blanco y rodeados de toda la asamblea de los fieles, asistían a las Vísperas, que, en Roma, celebraba el Papa con toda la pompa pontifical.

Terminado el tercer salmo, organizábase una brillante procesión para conducir a los neófitos al baptisterio en que, la noche anterior, habían sido solemnemente bautizados. Encabezaba la procesión el Cirio pascual, tras del cual iba un diácono con el vaso del Santo Crisma, y, en pos de él, la Cruz mayor acompañada de siete acólitos con siete candeleros de oro, que representaban los del Apocalipsis. Seguían el clero y el Pontífice, y, por fin, los neófitos de dos en dos, y todos los demás asistentes. Colocados los neófitos en derredor de la piscina, el prelado incensaba las aguas bautismales, mientras la asamblea continuaba cantando los demás salmos y antífonas de Vísperas. De regreso a, la basílica, los neófitos se estacionaban debajo del Crucifijo que se elevaba en el arco triunfal, para rendir homenaje al divino Libertador.

4. Usos y costumbres antiguos. Además de las representaciones escénicas y ritos litúrgicos, como la bendición de los huevos, a que hemos aludido, los ceremoniales y tratados de liturgia medioevales reseñan algunos usos y costumbres pascuales, que nos place desenterrar para solaz de los cristianos ilustrados.

1. Habiendo sido el tiempo de Cuaresma días de austeridades y privaciones, así para los templos materiales como para los espirituales, que somos nosotros; parecía lógico que, al llegar la Pascua, uno y otros se aliñasen y adornasen como para semejante fiesta.
Al efecto, acostumbrábase con ese motivo a tomar baños, a arreglarse las barbas, las tonsuras y el peinado, y a vestirse con trajes de color, preferentemente blancas, para así estimularse mutuamente a la limpieza interior, y a la vez contribuir al mayor esplendor de la Solemnidad. El templo material, por su parte, hacía gala en esta fiesta de sus mejores ropas y adornos, ora en los paños murales, cubriéndolos con cortinas y tapices de seda; ora en las sillerías del coro, aforrando con ricos tapetes de colores los respaldos y reclinatorios; ora en los altares, aderezándolos con candeleros y relicarios de oro o de plata, con estuches para textos del Evangelio, etc.

2. El día de Pascua era el día clásico para la Comunión pascual, y, para acercarse libres de rencores a la mesa eucarística, estaba en uso darse antes los cristianos el ósculo de paz, el cual servía te las nuevas Pascuas.

La ceremonia se verificaba, ora después de Maitines, ora en el momento de las representaciones dramáticas, ora al principio de la Misa. El que daba el ósculo decía entre tanto: Resurrexit Dóminus, "el Señor ha resucitado"; ' y el que lo recibía le contestaba: Deo gracias, "a Dios gracias". La liturgia griega ponía en labios de los fieles, augurios como éstos: Esta es la Pascua felicísima, la Pascua del Señor, la Pascua santísima. Abracémonos mutuamente con alegría, ya que ella ha venido a remediar nuestra tristeza... Es hoy el día de la Resurrección; resplandezcamos de gozo, abracémonos, llamemos hermanos aun 'a los que nos odian, depongamos toda clase de resentimientos en atención a la Resurrección del Señor...

3. En algunos países, los buenos cristianos no sólo no se animaban a reanudar el día de Pascua la comida de carnes y huevos sin el beneplácito de la Iglesia, pero ni siquiera a probar ningún otro manjar sin la bendición del sacerdote.
A ese fin, llevaba cada familia al atrio o vestíbulo del templo los comestibles necesarios, que el sacerdote bendecía solemnemente, revestido de ornamentos y con Cruz alzada. Cumplida la bendición, era usanza, practicada ya en el Antiguo Testamento, que el sacerdote se reservara el alimento necesario para aquel día.
En este mismo orden de cosas, era también costumbre tener en las iglesias cierta provisión de pan y vino, para dar a los hombres que comulgaban aquel día -que eran los más-, un "bocado de pan y un cortadillo de vino", según la expresión de la Regla de San Benito, de donde tomó origen la costumbre. El objeto era precaver los desvanecimientos de los comulgantes débiles y los consiguientes peligros de profanar las sagradas especies.

4. Siendo la Pascua de Resurrección la verdadera fiesta de la libertad cristiana, ya que en ella nos rescató Jesucristo del ominoso yugo de Satanás y del pecado, otra de las costumbres pascuales era abrir, durante la semana, las puertas de las cárceles y presidios de toda especie, para que los cautivos participaran libremente del común gozo de la sociedad. Otro tanto practicaban los amos con sus siervos y esclavos y con los criados en general.
Es interesante oír cómo aquellos amos razonaban al otorgarles esta libertad pasajera: "Dámosles -decían- a nuestros siervos y criados y a los pastores de nuestros rebaños y a toda nuestra servidumbre, unos días de asueto y de libertad, para que puedan desahogada y tranquilamente asistir a los divinos Oficios, y comulgar".
Asimismo hacíaseles inhumano a los acreedores exigir el pago de las deudas, ya que en días de Pascua todas las cosas decíanse ser a todos comunes.

5. A éstas se unía otro género de libertades, por cierto hoy algo chocantes entre prelados y súbditos, entre amos y criados, y entre esposos las cuales, a la vez que de la ingenuidad de costumbres, nos ilustran acerca del influjo que ejercían en aquellos tiempos las fiestas litúrgicas.
Parece ser que, en algunos sitios, los prelados y su clero, se trababan en juegos inocentes, como el de la pelota, y que los amos y los criados alternaban en fiestas y bailoteos. A estas expansiones las llamaban "libertades de diciembre", en recuerdo de las que en dicho mes solían permitirse los patronos con sus peones, y viceversa, para celebrar divertidamente el éxito feliz de la cosecha. Más extraño se nos hace todavía saber, que el lunes de Pascua podían las mujeres azotar a sus maridos, y el martes ellos a ellas; y los criados acusar impunemente a sus amos. Hacíanlo para indicar que debían corregirse mutuamente, y que, en esos días tan santos, estaban unos y otros desobligados del deber conyugal (6).

5. La infraoctava de Pascua. La fiesta de Pascua tiene hoy una octava privilegiada, de primera clase, con oficios y misas propios compuestos de textos alusivos a la gloria de la Resurrección y al Bautismo de los nuevos neófitos. En realidad la octava entera no es más que la continuación y prolongación del mismo día de Pascua, como muy bien lo indican el Prefacio, el Gradual y el Versículo "Haec Dies" tantas veces repetidos durante la semana.
Antiguamente toda la octava era fiesta de precepto para todos. Ni los comercios, ni las boticas, ni almacenes permitían abrirse si no era para surtirse de lo indispensable para la vida. Andando el tiempo, se les concedió á los hombres ir al' campo los tres días últimos, para las labores más urgentes. Hasta hace muy poco, en algunos países; se observaban como feriados el lunes y el martes; luego, solamente el lunes; hasta que, al fin, el precepto se ha limitado al domingo.
Los neófitos asistían diariamente a la Misa cantada y a las Vísperas, vestidos de los trajes blancos que recibieron el día de su bautismo, y con la vela bautismal. Toda la liturgia de la semana tendía a confirmarlos más y más en la fe y a incitarlos a una vida del todo nueva y fervorosa; de modo que los divinos oficios venían a resultar para ellos y para los que los acompañaban como un catecismo de perseverancia.
Todas las tardes, después del tercer salmo de Vísperas, se dirigían, en la misma forma que lo hicieran el día de Pascua, al baptisterio presididos por el clero y por el Cirio pascual, para hacer los honores a la Pila bautismal. Las calles y las plazas de Roma ofrecían todos los días el encantador y emocionante espectáculo de una nutrida procesión de fieles y de neófitos que se dirigía, por la mañana, a la basílica "estacional" para la Misa solemne, y, por la tarde, a otra basílica para las Vísperas, y luego al baptisterio de Letrán.

6. El Sábado "in albis". El día más interesante de la semana era el sábado, llamado in albis deponendis, porque en él debían despojarse los neófitos de los trajes blancos del bautismo, para mezclarse ya con los demás fieles. La Iglesia habíase prendado de su inocencia, y al despedirlos, hacíalo con regaladas expresiones de ternura, de las que todavía se percibe el eco en la misa y oficio del día.
La Misa se celebraba en San Juan de Letrán. Por la tarde acudían allí mismo todos los neófitos con sus padrinos y madrinas, para la solemne deposición de sus traes bautismales. Antes de darles orden de despojarse de sus vestiduras blancas, el Pontífice dirigíales una conmovedora exhortación de despedida, encareciéndoles sobremanera la guarda de la inocencia bautismal, gracia que pedía a Dios para ellos con una bellísima oración.

7. Los "Agnus Dei". El acto final de esta ceremonia y de la octava pascual, era la entrega a los neófitos del Agnus Dei, reliquia que ya en la Misa había sido distribuída por el Papa a los cardenales y dignatarios eclesiásticos, y después de ella, al clero y a los fieles asistentes.
Eran los Agnus Dei unos medallones hechos con la cera sobrante del Cirio pascual del año anterior, bendecidos y ungidos con el santo Crisma por el Papa, y marcados con la efigie del Cordero, símbolo el más expresivo de Jesucristo, Redentor y Salvador del mundo. Los rituales del siglo XIV describían así la ceremonia de la distribución: Durante el canto del Agnus Dei, el Papa distribuye los Agnus Dei de cera a los .cardenales y a los prelados, colocándoselos en sus mitras. Una vez terminado el Santo Sacrificio, van todos al triclinio y se sientan a comer, y, en tre tanto, preséntase un acólito con una bandeja de plata llena de Agnus Dei, y le dice: "Señor, éstos son los tiernos corderillos que nos han anunciado el Aleluya; acaban de salir de las fuentes, y están radiantes de claridad, aleluya". El clérigo avanza entonces al medio de la sala, y repite el mismo anuncio; luego se acerca más al Pontífice, y, en tono más agudo, repítele por tercera vez y con mayor encarecimiento su mensaje, depositando, por fin, la bandeja sobre la mesa papal. El Papa entonces distribuye los Agnus Dei a sus familiares, a los sacerdotes, a los capellanes, a los acólitos, y envía algunos como regalo a .los soberanos católicos." (7) En realidad, esos "tiernos corderillos" recién salidos de la fuente bautismal y anunciando los regocijos pascuales, eran los neófitos, objeto aquella semana, y especialmente aquel día, de las complacencias del augusto Pastor y de todo el pueblo cristiano.

El origen de los Agnus Dei no es ni pagano ni supersticioso, como quieren demostrar algunos arqueólogos, sino cristiano, y probablemente romano. No se remonta más allá del siglo IX. Actualmente, siguiendo un ceremonial del siglo XVI, lo bendice el Papa solemnemente, al principio de su pontificado, y luego cada cinco años; pero existe otra fórmula privada con la cual acostumbra a bendecirlos cuando se han agotado, o en cualquiera otra circunstancia que lo estime conveniente. Su tamaño oscila entre 3 y 23 centímetros, y asimismo el tamaño de la imagen. Ésta representa al Cordero acostado sobre el libro cerrado con siete sellos, nimbado con la cruz, y ostentando la bandera de la Resurrección. A su alrededor va escrita la leyenda: Ecce Agnus Dei, etc. En el reverso suele representarse uno o varios Santos, y allí mismo, o en el anverso, se graba el nombre del Papa reinante. Por la bendición y unciones que se les aplican, los Agnus Dei son considerados como reliquias sagradas, las que en algunas iglesias, como en las benedictinas, se exponen en el altar mayor, el Sábado "in albis" (8).

NOTAS:

(1) Exodo, c. XII, v. 21, 22, 23, 28 y 29.
(2) Sobre esta "controversia" hablan todas las Historias eclesiásticas. Recomendamos., además: La Iglesia primitiva y el Catolicismo, pág. 159 y sgts.
(3) Cf. Dom Carol: Revue du clergé français, 1 marzo 1912; y también: La Vie et les Arts Lit., mayo 1921.
(4) Cf. Rationale Div. Of f., por Beleth (siglo XII). Patr. Lat., MI, col. 119; Dom. Schuster: Li b. Sacram., vol. IV, p. 18.
(5) Dom Guéranger: Année Lit. (Temes. Pascal)
(6) Sobre todos estos usos habla Beleth en el ya citado Rationale, col. 119-126.
(7) Dom Schuster: Lib. Sacram., vol. V, p. 96.
(8) Para más noticias, consúltense: el Dic. d'Arch. et de Lit. (Agnus Dei); el Dic. de Théol. Cath., t. 1, col. 605; Molien: ob. cit., p. 466.

Tomado de: Stat Veritas

Evangelio del día 24 de abril de 2011


Evangelio según San Juan 20,1-9. Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Comentario:

Este es el día que actuó el Señor" (Sal 117,24)- San Máximo de Turín

Manifestemos nuestra alegría, hermanos, hoy como ayer. Si las sombras de la noche han interrumpido nuestras fiestas, el día santo no ha terminado...: la claridad que propaga la alegría del Señor es eterna. Cristo nos iluminó ayer y hoy todavía resplandece su luz. "Jesucristo es el mismo ayer y hoy", dice el bienaventurado apóstol Pablo (Heb 13,8). Sí, para nosotros Cristo ha nacido. Para nosotros ha nacido hoy, según lo anunciado por Dios por boca de David:"Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy" (Sal 2,7). ¿Qué significa esto? Que Él no engendró a su hijo un día, sino que ha engendrado el día y la luz al mismo tiempo...
Sí, Cristo es nuestro hoy: esplendor vivo y sin disminución, Él no deja de alumbrar el mundo (He 1.3) y este incendio eterno parece no ser sólo de un día. "Mil años en tu presencia son un ayer que pasó", exclamó el profeta (Sal 89,4). Sí, Cristo es ese día único porque única es la eternidad de Dios. Él es nuestro hoy: el pasado, huyó, se escapó; el futuro desconocido no tiene secretos para él. Luz soberana, abrazó todo, lo sabe todo, en todo tiempo está presente y lo posee todo. Antes que él, el pasado no se puede derrumbar, ni el futuro eludir... Hoy no es sólo el tiempo donde la carne nació de la Virgen María, ni sólo donde la divinidad, sale de la boca de Dios su Padre, sino el tiempo donde ha resucitado de entre los muertos: "Él ha resucitado a Jesús, dice el apóstol Pablo; Así está escrito en el Salmo segundo: "Tú eres mi Hijo; "Yo te he engendrado hoy'" (Hechos 13,33).
Verdaderamente, Él es nuestro hoy, cuando, al salir de oscura noche del infierno, abrazó a los hombres. Realmente, Él es nuestro día, al que no pudieron oscurecer los ataques de sus enemigos. Ningún día mejor que este día para acoger la luz: a todos los muertos, les ha dado el día y la vida. El hombre viejo nos llevó a la muerte; Él nos ha resucitado con la fuerza de su hoy.

San Máximo de Turín (?-v. 420), Obispo Sermón 36; PL 57, 605

San Fidel de Sigmaringa, martir - 24 de Abril


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sábado, 23 de abril de 2011

SS Benedicto XVI responde a preguntas del público por la TV italiana


Por primera vez en la historia de la Iglesia Católica, el Papa Benedicto XVI protagonizó ayer un programa televisivo, donde respondió a las interrogantes que difentes personas enviaron por internet.

La intervención se produjo en el programa "A sua immagine" de la televisión pública italiana, RAI, que se emitió en directo, aunque las preguntas fueron grabadas previamente, así como las respuestas del Pontífice, que fueron tomadas hace varios días en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano.

"Estoy muy asustada, porque la casa en que me sentía segura se sacudió muy fuerte y muchos niños murieron. ¿Por qué los niños tienen que vivir con tanta tristeza?, preguntó la japonesa Elena de siete años, víctima del reciente terremoto en Japón.

"Eso mismo me pregunto yo, pero sólo te puedo decir que algún día entenderemos que hasta el sufrimiento que nos parece injusto es parte del diseño de Dios para nosotros", contestó Benedicto XVI.

Por su parte Bintú, una mujer musulmana de Costa de Marfil, narró en su pregunta la crisis política y social que vive su país, y tras subrayar que Jesucristo es maestro de paz, pidió consejo al Papa, a quien llamó "embajador de Jesús".

"La violencia nunca viene de Dios, nunca ayuda a producir cosas buenas, es un medio destructivo y no el camino para salir de las dificultades", contestó el Pontífice, quien expresó su tristeza por lo que ocurre en el país africano e hizo un llamado a renunciar a la violencia y a buscar vías de paz y diálogo.

"Su Santidad, ¿el alma de mi hijo, que ha estado en estado vegetal desde 2009, dejó su cuerpo o aún está con él?", preguntó María Teresa, que en las cercanías de Milán, cuida de su hijo Francesco Grillo, de 40 años, en estado vegetativo desde hace dos años.

"Por supuesto, su alma está todavía presente en el cuerpo. La situación es un poco como la de una guitarra que tiene las cuerdas rotas y que no se puede tocar. Así el instrumento del cuerpo es frágil y vulnerable y el alma no puede sonar, por así decirlo, en modo alguno, pero sigue presente", respondió Benedicto XVI.

Originalmente el Pontífice alemán había acordado responder sólo tres preguntas, sin embargo, de los tres mil videos que llegaron a Roma desde todas partes del planeta, el Papa terminó por responder siete, incluidas las de siete amigos cristianos perseguidos en Irak por su religión.

Toma la cruz y sigue al Señor


Inmolemos cada día nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de Cristo con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la cruz. Si quieres imitar a Simón de Cirene, toma la cruz y sigue al Señor

San Gregorio Nacianceno
Disertac. 45, 23-24

Evangelio del día 23 de abril de 2011


Evangelio según San Mateo 28,1-10. Sábado Santo de la Sepultura del Señor - Santa Vigilia Pascual

Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro.
De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.
Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve.
Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.
El Angel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado.
No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba,
y vayan en seguida a decir a sus discípulos: 'Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán'. Esto es lo que tenía que decirles".
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".


Comentario:

La noche en que veló el Señor para sacarlos de la tierra de Egipto (Ex 12,42)- San Cromacio de Aquilea


Todas las vigilias que hemos celebrado en honor del Señor, son agradables a Dios y aceptadas por Él, más esta vigilia le es agradable por encima de todas las demás. Es por esto que esta noche lleva particularmente el título de "Vigilia del Señor". Leemos en efecto: « Es la noche de vela, en honor del Señor, para los hijos de Israel por todas las generaciones» (Ex 12,42). Esta vigilia lleva bien el nombre porque el Señor permanece en vela viviendo para que nosotros no nos durmiéramos en la muerte. En efecto, Él ha sufrido por nosotros el sueño de la muerte por el misterio de la Pasión; más este sueño del Señor ha traído la vigilia del mundo entero, porque la muerte de Cristo ha alejado de nosotros el sueño eterno de la muerte. Lo dijo Él mismo por el Profeta:« Yo me he dormido y me he despertado, y mi sueño ha sido dulce» (Sal 3,6; Jr 31,26). Este sueño de Cristo que nos ha llamado de la amargura de muerte a la dulzura de la vida, no podría ser más que dulce.
Salomón escribió:"Yo duermo pero mi corazón vela" (Cantar 5,2). Estas palabras muestran claramente el misterio de lo divino y lo humano del Señor. Se durmió según la carne, pero su divinidad veló, ya que la divinidad no podía dormir...;« nunca duerme ni descansa el guardián de Israel» (Sal 120,4)... Durmió según la carne, pero su divinidad visitó los infiernos para liberar al hombre que estuvo cautivo; nuestro Señor y Salvador quería visitar todos los lugares para tener misericordia de todos. Él descendió del cielo a la tierra para visitar el mundo y descendió también de la tierra a los infiernos para llevar la luz a los que estaban cautivos, según la palabra del profeta:"Tú, que habitabas en tinieblas y sombra de muerte, una luz ha resplandecido sobre ti"(Is 9:1).
Por eso, los ángeles en el cielo, los hombres sobre la tierra, y las almas de los difuntos celebran esta vigilia del Señor... Si el arrepentimiento de un solo pecador, como leemos en el Evangelio, es motivo de alegría para los ángeles, en el cielo (Lc 15,7.10) ¿no será mayor la redención del mundo entero?... Esta noche, por lo tanto, no es sólo una fiesta para los hombres y los ángeles, sino mucho más para el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, porque la salvación del mundo es la alegría de la Trinidad.

San Cromacio de Aquilea (?-407), Obispo 1er Sermón para la Noche de Pascua

San Jorge, martir - 23 de abril


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viernes, 22 de abril de 2011

¿Por qué "adorar" la cruz?


Un amigo me hizo las siguientes preguntas: “Dado que la adoración es un acto específico que la creatura dirige sólo a la divinidad, ¿porqué entre los ritos del Viernes Santo está el de la adoración de la Cruz? ¿No se configura como un acto de idolatría? Entonces, ¿porqué usar esta terminología, que aparece como blasfema, contra el clarísimo primer mandamiento de la Biblia? ¿Porqué usar esta terminología que podría desviar a aquella parte del pueblo de Dios que no tiene instrumentos culturales suficientes para comprender que no se trata, en definitiva, de un culto dirigido a un objeto de madera? ¿Cómo nació este uso en la Iglesia Católica? ¿A qué época se remonta? Cada vez que participo en la celebración del Viernes Santo siempre afloran de nuevo estas preguntas. Mentalmente las resuelvo siempre diciéndome que se trata de un acto de veneración”. Para responder estos interrogantes he escrito este pequeño artículo.


1. ¿Qué entendemos por ‘adoración’?

Quiero, ante todo, aclarar la terminología. La palabra adoración es genérica. Deriva del latín ad-orare, cuyo primer sentido es elevar una súplica. Después significa tener veneración por alguien, y de aquí, adorar. Ahora bien, como sucede con toda cosa genérica, requiere la especificación. Cuando la veneración se dirige a Aquel que tiene la excelencia absoluta, es decir, a Dios esta adoración se llama adoración de latría.

Por otro lado, Dios comunica su excelencia a algunas creaturas, aunque no según igualdad con Él, sino según cierta participación. Por eso veneramos a Dios con una veneración particular que llamamos latría, y a ciertas excelentes creaturas con otra veneración que llamamos dulía. Pero es necesario estar muy atentos, porque el honor y la reverencia son debidos solamente a la creatura racional. Por lo tanto, la dulía corresponde solamente a la creatura racional.

En consecuencia, en sentido estricto, tenemos una adoración de latría que es sólo para Dios y una adoración de dulía, para las creaturas. Vemos entonces que el sentido vulgar de la palabra adoración (que coincide con el último sentido de la palabra latina) se identifica con aquello que hemos llamado, con Santo Tomás de Aquino, ‘adoración de latría’.


2. ¿Debemos adorar la cruz de Jesús con adoración de latría?

Santo Tomás se hace esta misma pregunta[1]. Nos referimos a la misma cruz de Jesús, aquella en la cual fue clavado. Esta es la respuesta: la adoración de latría solamente debe ser dirigida a Dios. La dulía (proviene de la palabra griega doûlos que significa siervo) debe ser dirigida solamente a las creaturas racionales. Pero a las creaturas materiales (‘insensibles’, dice Santo Tomás) podemos presentarle honor y obsequio en razón de la naturaleza racional. Esto podemos hacerlo de dos modos: el primer modo es en cuanto la creatura insensible representa a la naturaleza racional; el segundo es en cuanto la creatura insensible está unida a la naturaleza racional.

“De ambos modos debe ser venerada por nosotros la cruz de Jesús –dice Santo Tomás. Del primer modo, en cuanto representa para nosotros la figura de Cristo extendido sobre la cruz. Del segundo modo, a causa del contacto que tuvo la cruz con los miembros de Cristo y porque fue bañada con su sangre. Por lo tanto –continúa diciendo Santo Tomás- de ambos modos la cruz es adorada con la misma adoración que recibe Cristo, es decir, adoración de latría”.

Debemos estar atentos a aquello que dice Santo Tomás. No damos a la cruz (objeto de madera) el culto de latría en cuanto objeto de madera sino en cuanto representa a Cristo y en cuanto estuvo en contacto con su cuerpo y con su sangre, es decir, en razón de Cristo. Esto quiere decir que la adoración de latría va dirigida a Cristo y no a un pedazo de madera. Dice el P. Fuentes respecto a esto: “Evidentemente el concepto clave es aquí la distinción, dentro de la adoración de latría (...), entre latría absoluta y latría relativa: latría absoluta es la que se da a una cosa en sí misma (por ejemplo, a Dios, a Jesucristo, etc.); latría relativa es la que se da a una cosa no por sí misma sino en orden a lo que es representado por ella (las imágenes). Por tanto, si bien la cruz no es adorada con culto de latría absoluta, sí lo es con el de latría relativa”[2].

Ahora bien, ¿qué sucede con las cruces que nosotros tenemos ahora? Estas cruces son imitaciones de la ‘vera cruz’ de Jesús, cruces hechas de piedra, de madera o metal. La respuesta a esta pregunta pienso que aclarará un poco más nuestro tema.


3. ¿Debemos adorar las imágenes de Cristo con adoración de latría?

Partimos del punto que estas cruces de las cuales hablamos no son otra cosa que imágenes de Jesús, es decir, tratan de representar pictóricamente al Dios encarnado, al Verbo hecho hombre. Exponemos la doctrina de Santo Tomás respecto a la actitud que nosotros debemos tener hacia las imágenes pictóricas de Cristo.

Podemos considerar las imágenes en general en dos sentidos. Primero, en cuanto es una cierta cosa, hecha con un material determinado. Segundo, en cuanto es imagen de una realidad, la cual se configura como ejemplar o modelo de dicha imagen. En el primer sentido, esto es, en cuanto es una cosa cualquiera, a las imágenes de Cristo (y también a las cruces hechas actualmente; por ejemplo, de madera esculpida o pintada), no se les debe dar ninguna reverencia, porque solamente debemos dar reverencia a la creatura racional. Por lo tanto, a las imágenes de Cristo (y también a las de los santos), tomadas en este primer sentido, no debe brindárseles ni adoración de latría, ni dulía, ni siquiera veneración.

En el segundo sentido la cosa es diferente. Porque cuando yo me dirijo a una imagen en cuanto representa otra realidad y me la recuerda, no me estoy dirigiendo a la imagen misma sino a la realidad que representa. Es en este sentido que nosotros presentamos honor y obsequio a las imágenes de Cristo (y a las cruces). Por eso, en este sentido, damos a las imágenes de Cristo la misma reverencia y veneración que damos a la persona de Cristo. Y dado que a Cristo lo adoramos con adoración de latría, en consecuencia a su imagen debemos adorarla también con adoración de latría. Para ser más exactos digamos que también a las imágenes de Cristo las adoramos con latría relativa. Esto lo dice San Juan Damasceno bellamente: “Imaginis honor ad prototypum pervenit”, esto es, “el honor dado a una imagen se dirige y llega hasta el prototipo”.

Resumiendo: adoramos las imágenes de Cristo y las cruces en cuanto son símbolos de una realidad ulterior y divina. Por eso dice el Libro Ceremonial de los Obispos: “Entre las imágenes sagradas, la figura de la cruz ‘preciosa y vivificante’ ocupa el primer lugar, porque es el símbolo de todo el misterio pascual. Ninguna imagen más estimada ni más antigua para el pueblo cristiano. Por la Santa Cruz se representa la pasión de Cristo y su triunfo sobre la muerte, y al mismo tiempo anuncia la segunda y gloriosa venida, según la enseñanza de los Santos Padres” (n. 1011).


4. Respuesta puntual a las preguntas

Podemos ahora responder puntualmente a las preguntas puestas al principio de este pequeño artículo.

1) “Dado que la adoración es un acto específico que la creatura dirige sólo a la divinidad, ¿porqué entre los ritos del Viernes Santo está el de la adoración de la Cruz?” Porque la Iglesia quiere que, a través de la cruz, que representa a Cristo y estuvo en contacto con Él, adoremos al que es hombre y Dios. Ella es el “símbolo por antonomasia de la pasión de Jesucristo” y “representa al mismo Jesucristo en el acto de su inmolación. Por eso debe ser adorada con una acto de adoración de ‘latría relativa’ en cuanto imagen de Cristo y por razón del contacto que con Él tuvo”[3].

2) “¿No se configura como un acto de idolatría?” No, porque el culto de latría no va dirigido al pedazo de madera sino a Cristo.

3) “Entonces, ¿porqué usar esta terminología, que aparece como blasfema, contra el clarísimo primer mandamiento de la Biblia?” Esta terminología, teológicamente hablando, es correctísima. Se puede decir con toda propiedad ‘adoración de la cruz’ porque se puede dar culto de latría relativa a un objeto insensible en razón de Cristo, que es Dios.

Respecto al problema bíblico es verdad que el primer mandamiento dice: “No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto” (Éx.20,4-5). Pero en realidad “ese precepto no prohíbe hacer alguna escultura o imagen, sino que prohíbe hacerlas para ser adoradas. Por eso se agrega inmediatamente: ‘No te postrarás ante ellas ni les darás culto’ (Éx.20,5). Y dado que el movimiento de adoración que se dirige a la imagen es el mismo que va dirigido y termina en la cosa, al prohibir la adoración de las imágenes lo que se prohíbe es la adoración de la cosa, semejanza de la cual es la imagen. Por lo tanto debe entenderse que ese precepto prohíbe la fabricación y la adoración de las imágenes que los gentiles hacían para adorar a sus dioses, es decir, a los demonios. Por eso, en el mismo paso de la Escritura, antes se dice: ‘No habrá para ti otros dioses delante de mi’ (Éx.20,3)”[4]. Esto que acabamos de decir queda confirmado por el mismo Yahveh cuando manda a Moisés hacer la escultura de dos ángeles para que adornen el arca de la Alianza: “Harás dos querubines de oro macizo; los pondrás en los dos extremos del propiciatorio” (Éx.25,18). Si la prohibición fuese de hacer imágenes en absoluto, el primero en quebrantar dicha prohibición hubiese sido el mismo Dios. El mismo Dios, según vemos en este texto, manda hacer dos esculturas para ser veneradas.

Además hay que tener en cuenta que en el Antiguo Testamento esta prohibición de hacer y adorar imágenes adquiría un sentido especial porque el verdadero Dios se había revelado como un ser espiritual e incorpóreo y, por lo tanto, no era posible hacer alguna imagen corporal que expresara adecuadamente a ese Dios incorpóreo. “Pero dado que en el Nuevo Testamento Dios se hizo hombre, puede ser adorado en su imagen corporal”[5]. Por lo tanto, vemos que ni en el acto de adoración de la cruz ni en la terminología usada para expresarlo hay algo que se oponga a la revelación del Antiguo o del Nuevo Testamento. Al contrario, el Nuevo Testamento, al revelarnos la encarnación de Dios, nos autoriza a adorarlo en su imagen corporal.

4) “¿Porqué usar esta terminología que podría desviar a aquella parte del pueblo de Dios que no tiene instrumentos culturales suficientes para comprender que no se trata, en definitiva, de un culto dirigido a un objeto de madera?” El problema no es la terminología que, como dijimos, es correcta. Tanto la terminología como el tema en sí mismo podría explicarse de tal manera que todos lo entiendan, aún aquellos que tienen menos ‘instrumentos culturales’. Hay muchos misterios en nuestra religión que no son fáciles de entender en el primer intento. Necesitan una explicación llena de ciencia y caridad, es decir, con la capacidad de adaptarse a las condiciones del oyente. Esa es la tarea de los pastores. Precisamente, uno de los problemas más graves de nuestro tiempo, como ya lo hacía notar el Papa Pablo VI[6], es el dramático alejamiento y posterior ruptura entre Evangelio y cultura. Por eso hace falta afrontar una evangelización profunda, que llegue hasta los fundamentos culturales de las distintas sociedades.

5) “¿Cómo nació este uso en la Iglesia Católica? ¿A qué época se remonta?” Pienso, junto con Santo Tomás, que este uso nació de los mismos apóstoles. Lo que Santo Tomás dice respecto a las imágenes de Cristo se puede aplicar, y con mayor razón, a la cruz misma de Cristo. Dice este santo: “Los Apóstoles, por el familiar instinto del Espíritu Santo, transmitieron ciertas cosas a las iglesias para que sean conservadas que no dejaron en sus escritos, sino que las han entregado a la sucesión de los fieles para que sean ordenadas como precepto de la Iglesia. Por eso dice San Pablo: ‘Manteneos firmes y conservad las tradiciones en las cuales fuisteis instruidos, sea por medio de nuestra viva voz (es decir, oralmente), sea por medio de nuestra carta (es decir, transmitido por escrito)’ (2Tes.2,15). Y entre estas tradiciones recibidas oralmente está la de la adoración de la imagen de Cristo. De hecho se dice que San Lucas evangelista (que fue compañero de los apóstoles) pintó una imagen de Cristo, que se encuentra en Roma”[7].

Sin duda que ya las primeras comunidades cristianas adoraban la cruz, como es testigo aquel antiquísimo cántico que se dirige a la cruz como si fuese una persona y le atribuye poder para dar la salvación: O Crux, ave, spes unica. Hoc passionis tempore, auge piis iustitiam, reisque dona veniam. “Ave, oh Cruz, esperanza única. En este tiempo de pasión aumenta la justicia de los santos y a los culpables dales el perdón”. Los Santos Padres de los primeros siglos, como San Agustín y San Juan Damasceno, hablan del rito de la adoración de la cruz como algo ya consolidado en la Iglesia.

En el siglo IV Santa Elena, la madre del emperador Constantino, impulsada por esta devoción a la cruz de Cristo, se empeña en buscarla y la encuentra. Sin duda que este hallazgo de la ‘vera cruz’ habrá estimulado muchísimo la devoción a ella.


Autor: P. Lic. José Antonio Marcone,V.E. | Fuente: apologetica.org
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