viernes, 31 de agosto de 2012

Evangelio del día 31 de agosto de 2012


Evangelio según San Mateo 25,1-13. Viernes de la vigésima primera semana del tiempo ordinario


Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos', pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.



Comentario:



“Vigilad, porque no sabéis el día ni la hora” - San Efrén



Para atajar toda pregunta de sus discípulos sobre el momento de su venida, Cristo dijo: “Esa hora nadie la sabe, ni los ángeles ni el Hijo.
No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas”(Mt 24,36; Ac 1,7). Quiso ocultarnos esto para que permanezcamos en vela y para que cada uno de nosotros pueda pensar que ese acontecimiento se producirá durante su vida...

Velad, pues cuando el cuerpo duerme, es la naturaleza quien nos domina; y nuestra actividad entonces no está dirigida por la voluntad, sino por los impulsos de la naturaleza. Y cuando reina sobre el alma un pesado sopor –por ejemplo, la pusilanimidad o la melancolía–, es el enemigo quien domina al alma y la conduce contra su propio gusto... Por eso ha hablado nuestro Señor de la vigilancia del alma y del cuerpo, para que el cuerpo no caiga en un pesado sopor ni el alma en el entorpecimiento y el temor, como dice la Escritura: “Sacudíos la modorra, como es razón” (1Co 15,34); y también: “Me he levantado y estoy contigo” (Sal. 138,18); y todavía: “No os acobardéis” (cf Ef. 3,13)...

"Cinco de ellas, dice el Señor, eran insensatas y cinco eran prudentes". No es su virginidad lo que cualificó su sabiduría, ya que eran todas vírgenes, sino sus buenas obras. Si tu castidad iguala la santidad de los ángeles, observa que la santidad de los ángeles no tiene envidia y ni otro mal. Así pues, si no te reprenden por la impureza, vigila que no lo seas tampoco por la ira y la cólera... “Que vuestros cinturones estén ajustados a la cintura", para que la castidad nos alivie. "Y vuestras lámparas encendidas" (Lc 12,35), porque el mundo, que está sumergido en la noche, necesita la luz de los justos. "Que vuestra luz brille delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5,16).


San Efrén (v. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia. Comentario al Diatéseron , §18, 15s ; SC 121 (trad.SC p. 325 rev. ; cf breviario, jueves, I semana de Adviento)

Santo Dominguito del Val, mártir - 31 de agosto


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San Ramón Nonato - 31 de agosto


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jueves, 30 de agosto de 2012

Santa Rosa de Lima - 30 de Agosto


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miércoles, 29 de agosto de 2012

Martirio de San Juan Bautista - 29 de agosto

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martes, 28 de agosto de 2012

San Agustín de Hipona - 28 de agosto


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lunes, 27 de agosto de 2012

Santa Mónica - 27 de agosto


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domingo, 26 de agosto de 2012

Evangelio del día 26 de agosto de 2012


Evangelio según San Juan 6,60-69. Vigésimo primer Domingo del tiempo ordinario

Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


Comentario:



«Tú tienes palabras de vida eterna» - San Pio de Pietrelcina



Ten paciencia y persevera en la práctica de la meditación. Al principio conténtate con no adelantar sino a pasos pequeños. Más adelante tendrás piernas que no desearán sino correr, mejor aún, alas para volar.

Conténtate con obedecer. No es nunca fácil, pero es a Dios a quien hemos escogido. Acepta no ser sino una pequeña abeja en el nido de la colmena; muy pronto llegarás a ser una de estas grandes obreras hábiles para la fabricación de la miel. Permanece siempre delante de Dios y de los hombres, humilde en el amor. Entonces el Señor te hablará en verdad y te enriquecerá con sus dones.

Ocurre a menudo que las abejas, al atravesar los prados, recorren grandes distancias antes de llegar a las flores que han escogido; seguidamente, fatigadas pero satisfechas y cargadas de polen, vuelven a entrar en la colmena para realizar allí la transformación silenciosa, pero fecunda, del néctar de las flores en néctar de vida. Haz tú lo mismo: después de escuchar la Palabra, medítala atentamente, examina los diversos elementos que contiene, busca su significado profundo. Entonces se te hará clara y luminosa; tendrá el poder de transformar tus inclinaciones naturales en una pura elevación del espíritu; y tu corazón estará cada vez más estrechamente unido al corazón de Cristo.


San Pio de Pietrelcina (1887-1968), capuchino. Epistolario 3, 980; GF, 196s

San Ceferino, Papa - 26 de agosto


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San Maximiliano de Roma - 26 de agosto


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sábado, 25 de agosto de 2012

San Luis Rey - 25 de Agosto


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viernes, 24 de agosto de 2012

San Bartolomé, Apóstol y mártir - 24 de agosto


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jueves, 23 de agosto de 2012

San Felipe Benicio, confesor - 23 de Agosto


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miércoles, 22 de agosto de 2012

Evangelio del día 22 de agosto de 2012


Evangelio según San Mateo 20,1-16a. Miércoles de la vigésima semana del tiempo ordinario

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".


Comentario:



¿Por qué permanecisteis allí todo el día sin hacer nada? - San Gregorio Magno




Podemos repartir estas diversas horas del día entre los años de vida del hombre. El amanecer, es la infancia de nuestra inteligencia. La tercera hora puede aplicarse a la adolescencia, porque el sol deslumbra ya, por decirlo así, desde la altura, en los ardores de la juventud que empiezan a calentarse. La sexta hora, es la edad de la madurez: el sol se establece allí como su punto de equilibrio, ya que el hombre está en la plenitud de su fuerza. La novena hora designa la vejez, dónde el sol desciende, en cierto modo, desde lo alto del cielo, para que los ardores de la edad madura se refresquen. En fin, la undécima hora es la edad que se nombra como vejez avanzada...

Unos son conducidos a una vida honrada desde la infancia, otros durante la adolescencia, otros en la edad madura, otros en la vejez y otros por fin en edad muy avanzada, es como si fueran llamados a la vid, a diferentes horas del día. Examinad pues vuestro modo de vivir, hermanos, y ved si vosotros actuáis como obreros de Dios. Reflexionad bien, y considerad si trabajáis en la vid del Señor... El que se descuidó de vivir para Dios hasta su última edad, es como el obrero que ha estado sin hacer nada hasta la undécima hora... "¿Por qué habéis estado todo el día sin hacer nada?" Es como si dijéramos claramente: "Si no habéis querido vivir para Dios durante vuestra juventud y edad madura, arrepentíos, por lo menos, en vuestra última edad... Venid, a pesar de todo, hacia los caminos de la vida"... ¿No fue a la undécima hora cuando el ladrón regresó? (Lc 23,39s) No fue por su edad avanzada, sino por el suplicio con que se encontró al llegar a la tarde de su vida. Confesó a Dios sobre la cruz, y expiró casi en el momento en el que el Señor le daba su sentencia. Y el Dueño de todo, admitiendo al ladrón antes que a Pedro en el descanso del paraíso, distribuyó bien el salario comenzando por el último.

San Gregorio Magno (v. 540-604), papa y doctor de la Iglesia. Homilías sobre los Evangelios, n° 19

Inmaculado Corazón de María - 22 de agosto


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martes, 21 de agosto de 2012

Es preciso que el obispo sobresalga en el conocimiento de las sagradas Escrituras - San Isidoro de Sevilla



Es preciso que el obispo sobresalga en el conocimiento de las sagradas Escrituras, porque, si solamente puede presentar una vida santa, para sí exclusivamente aprovecha; pero, si es eminente en ciencia y pedagogía, podrá enseñar a los demás y refutar a los contestatarios, quienes, si no se les va a la mano y se les desenmascara, fácilmente seducen a los incautos.

El lenguaje del obispo debe ser limpio, sencillo, abierto, lleno de gravedad y corrección, dulce y suave. Su principal deber es estudiar la santa Biblia, repasar los cánones, seguir el ejemplo de los santos, moderarse en el sueño, comer poco y orar mucho, mantener la paz con los hermanos, a nadie tener en menos, no condenar a ninguno si no estuviere convicto, no excomulgar sino a los incorregibles.

Sobresalga tanto en la humildad como en la autoridad; que, ni por apocamiento queden por corregir los desmanes, ni por exceso de autoridad atemorice a los súbditos. Esfuércese en abundar en la caridad, sin la cual toda virtud es nada. Ocúpese con particular diligencia del cuidado de los pobres, alimente a los hambrientos, vista al desnudo, acoja al peregrino, redima al cautivo, sea amparo de viudas y huérfanos.

Debe dar tales pruebas de hospitalidad que a todo el mundo abra sus puertas con caridad y benignidad. Si todo fiel cristiano debe procurar que Cristo le diga: Fui forastero y me hospedasteis, cuánto más el obispo, cuya residencia es la casa de todos. Un seglar cumple con el deber de hospitalidad abriendo su casa a algún que otro peregrino. El obispo, si no tiene su puerta abierta a todo el que llegue, es un hombre sin corazón.

San Isidoro de Sevilla

Evangelio del día 21 de agosto de 2012



Evangelio según San Mateo 19,23-30. Martes de la vigésima semana del tiempo ordinario


Jesús dijo entonces a sus discípulos: "Les aseguro que difícilmente un rico entrará en el Reino de los Cielos. Sí, les repito, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos".
Los discípulos quedaron muy sorprendidos al oír esto y dijeron: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible".
Pedro, tomando la palabra, dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.



Comentario:


“Ven, y sígueme!” (Mt 19,21) - San Ireneo de Lión









Por haber seguido la Palabra de Dios, su llamada, espontánea y libremente con la generosidad de su fe, Abrahán fue “el amigo de Dios” (Sant 2,23). No era a causa de una indigencia que el Verbo de Dios adquirió esta amistad de Abrahán, ya que el Verbo es perfecto desde su origen. “Antes que Abrahán, Yo soy!” (Jn 8,58) Lo hizo en su gran bondad para poder dar a Abrahán la vida eterna... Tampoco en el principio, cuando Dios modeló a Adán, no lo hizo por una necesidad sino por tener a alguien en quien depositar sus beneficios.

Del mismo modo, Jesús tampoco necesita nuestro servicio, sino que nos llama a su seguimiento para darnos la salvación. Ya que seguir al Señor es tener parte en la salvación, como el que sigue la luz tiene parte en la luz. Cuando los hombres caminan en la luz, no son ellos los que iluminan la luz ni la hacen brillar, antes bien son iluminados y resplandecientes gracias a ella... Dios concede sus beneficios a los que le sirven porque le sirven y a los que lo siguen porque le siguen. Pero no recibe de ellos beneficio alguno ya que él es perfecto y no necesita nada.

Si Dios solicita los servicios de los hombres es para poder conceder sus beneficios de bondad y misericordia a los que perseveran en su servicio. Porque, si Dios no necesita nada, el hombre sí que necesita de la comunión con Dios. La gloria del hombre es que persevere en el servicio de Dios. Por esto, el Señor dijo a sus discípulos: “No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros,” (Jn 15,16) indicando así que...por haber seguido al Hijo de Dios, serían glorificados con él: “Padre, quiero que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo, para que contemplen la gloria que me has dado, porque tú me amaste antes de la creación del mundo.” (Jn 17,24)


San Ireneo de Lión (hacia 130) obispo, mártir, doctor de la Iglesia. Contra las herejías, IV, 14,1; SC 100, pag. 537

San Pío X, Papa - 21 de agosto




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lunes, 20 de agosto de 2012

Catequesis sobre San Bernardo de Claraval por SS Benedicto XVI




Queridos hermanos y hermanas:

Hoy quiero hablar sobre san Bernardo de Claraval, llamado el "último de los Padres" de la Iglesia, porque en el siglo XII, una vez más, renovó e hizo presente la gran teología de los Padres. No conocemos con detalles los años de su juventud, aunque sabemos que nació en el año 1090 en Fontaines, en Francia, en una familia numerosa y discretamente acomodada. De joven, se entregó al estudio de las llamadas artes liberales —especialmente de la gramática, la retórica y la dialéctica— en la escuela de los canónigos de la iglesia de Saint-Vorles, en Châtillon-sur-Seine, y maduró lentamente la decisión de entrar en la vida religiosa. Alrededor de los veinte años entró en el Císter, una fundación monástica nueva, más ágil respecto de los antiguos y venerables monasterios de entonces y, al mismo tiempo, más rigurosa en la práctica de los consejos evangélicos. Algunos años más tarde, en 1115, san Bernardo fue enviado por san Esteban Harding, tercer abad del Císter, a fundar el monasterio de Claraval (Clairvaux). Allí el joven abad, que tenía sólo 25 años, pudo afinar su propia concepción de la vida monástica, esforzándose por traducirla en la práctica. Mirando la disciplina de otros monasterios, san Bernardo reclamó con decisión la necesidad de una vida sobria y moderada, tanto en la mesa como en la indumentaria y en los edificios monásticos, recomendando la sustentación y la solicitud por los pobres. Entretanto la comunidad de Claraval crecía en número y multiplicaba sus fundaciones.

En esos mismos años, antes de 1130, san Bernardo inició una vasta correspondencia con muchas personas, tanto importantes como de modestas condiciones sociales. A las muchas Cartas de este período hay que añadir numerosos Sermones, así como Sentencias y Tratados. También a esta época se remonta la gran amistad de Bernardo con Guillermo, abad de Saint-Thierry, y con Guillermo de Champeaux, personalidades muy importantes del siglo XII. Desde 1130 en adelante empezó a ocuparse de no pocos y graves asuntos de la Santa Sede y de la Iglesia. Por este motivo tuvo que salir cada vez más a menudo de su monasterio, en ocasiones incluso fuera de Francia. Fundó también algunos monasterios femeninos, y fue protagonista de un notable epistolario con Pedro el Venerable, abad de Cluny, del que hablé el miércoles pasado. Dirigió principalmente sus escritos polémicos contra Abelardo, un gran pensador que inició una nueva forma de hacer teología, introduciendo sobre todo el método dialéctico-filosófico en la construcción del pensamiento teológico.

Otro frente contra el que san Bernardo luchó fue la herejía de los cátaros, que despreciaban la materia y el cuerpo humano, despreciando, en consecuencia, al Creador. Él, en cambio, sintió el deber de defender a los judíos, condenando los rebrotes de antisemitismo cada vez más generalizados. Por este último aspecto de su acción apostólica, algunas decenas de años más tarde, Ephraim, rabino de Bonn, rindió a san Bernardo un vibrante homenaje. En ese mismo periodo el santo abad escribió sus obras más famosas, como los celebérrimos Sermones sobre el Cantar de los cantares. En los últimos años de su vida —su muerte sobrevino en 1153— san Bernardo tuvo que reducir los viajes, aunque sin interrumpirlos del todo. Aprovechó para revisar definitivamente el conjunto de las Cartas, de los Sermones y de los Tratados. Es digno de mención un libro bastante particular, que terminó precisamente en este período, en 1145, cuando un alumno suyo, Bernardo Pignatelli, fue elegido Papa con el nombre de Eugenio III. En esta circunstancia, san Bernardo, en calidad de padre espiritual, escribió a este hijo espiritual suyo el texto De Consideratione, que contiene enseñanzas para poder ser un buen Papa. En este libro, que sigue siendo una lectura conveniente para los Papas de todos los tiempos, san Bernardo no sólo indica cómo ser un buen Papa, sino que también expresa una profunda visión del misterio de la Iglesia y del misterio de Cristo, que desemboca, al final, en la contemplación del misterio de Dios trino y uno: "Debería proseguir la búsqueda de este Dios, al que no se busca suficientemente —escribe el santo abad—, pero quizá se puede buscar mejor y encontrar más fácilmente con la oración que con la discusión. Pongamos, por tanto, aquí término al libro, pero no a la búsqueda" (XIV, 32: PL 182, 808), a estar en camino hacia Dios.

Ahora quiero detenerme sólo en dos aspectos centrales de la rica doctrina de san Bernardo: se refieren a Jesucristo y a María santísima, su Madre. Su solicitud por la íntima y vital participación del cristiano en el amor de Dios en Jesucristo no trae orientaciones nuevas en el estatuto científico de la teología. Pero, de forma más decidida que nunca, el abad de Claraval relaciona al teólogo con el contemplativo y el místico. Sólo Jesús —insiste san Bernardo ante los complejos razonamientos dialécticos de su tiempo—, sólo Jesús es "miel en la boca, cántico en el oído, júbilo en el corazón" (mel in ore, in aure melos, in corde iubilum)". Precisamente de aquí proviene el título, que le atribuye la tradición, de Doctor mellifluus: de hecho, su alabanza de Jesucristo "fluye como la miel". En las intensas batallas entre nominalistas y realistas —dos corrientes filosóficas de la época— el abad de Claraval no se cansa de repetir que sólo hay un nombre que cuenta, el de Jesús Nazareno. "Árido es todo alimento del alma —confiesa— si no se lo rocía con este aceite; insípido, si no se lo sazona con esta sal. Lo que escribes no tiene sabor para mí, si no leo allí a Jesús". Y concluye: "Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mí, si no siento resonar el nombre de Jesús" (Sermones in Cantica canticorum xv, 6: PL 183, 847). Para san Bernardo, de hecho, el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor. Y esto, queridos hermanos y hermanas, vale para todo cristiano: la fe es ante todo encuentro personal íntimo con Jesús, es hacer experiencia de su cercanía, de su amistad, de su amor, y sólo así se aprende a conocerlo cada vez más, a amarlo y seguirlo cada vez más. ¡Que esto nos suceda a cada uno de nosotros!

En otro célebre Sermón en el domingo dentro de la octava de la Asunción, el santo abad describe en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. "¡Oh santa Madre —exclama—, verdaderamente una espada ha traspasado tu alma!... Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en intensidad los sufrimientos físicos del martirio" (14: PL 183, 437-438). San Bernardo no tiene dudas: "per Mariam ad Iesum", a través de María somos llevados a Jesús. Él atestigua con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional. Pero el cuerpo del Sermón documenta también el lugar privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación, dada su particularísima participación como Madre (compassio) en el sacrificio del Hijo. Por eso, un siglo y medio después de la muerte de san Bernardo, Dante Alighieri, en el último canto de la Divina Comedia, pondrá en los labios del Doctor melifluo la sublime oración a María: "Virgen Madre, hija de tu Hijo, / humilde y elevada más que cualquier criatura / término fijo de eterno consejo, ..." (Paraíso 33, vv. 1 ss).

Estas reflexiones, características de un enamorado de Jesús y de María como san Bernardo, siguen inspirando hoy de forma saludable no sólo a los teólogos, sino a todos los creyentes. A veces se pretende resolver las cuestiones fundamentales sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo únicamente con las fuerzas de la razón. San Bernardo, en cambio, sólidamente fundado en la Biblia y en los Padres de la Iglesia, nos recuerda que sin una profunda fe en Dios, alimentada por la oración y por la contemplación, por una relación íntima con el Señor, nuestras reflexiones sobre los misterios divinos corren el riesgo de ser un vano ejercicio intelectual, y pierden su credibilidad. La teología remite a la "ciencia de los santos", a su intuición de los misterios del Dios vivo, a su sabiduría, don del Espíritu Santo, que son punto de referencia del pensamiento teológico. Junto con san Bernardo de Claraval, también nosotros debemos reconocer que el hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios "con la oración que con la discusión". Al final, la figura más verdadera del teólogo y de todo evangelizador sigue siendo la del apóstol san Juan, que reclinó su cabeza sobre el corazón del Maestro.

Quiero concluir estas reflexiones sobre san Bernardo con las invocaciones a María que leemos en una bella homilía suya: "En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres —dice— piensa en María, invoca a María. Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si la sigues, no puedes desviarte; si la invocas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte. Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta..." (Hom. ii super "Missus est", 17: PL 183, 70-71).

http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2009/documents/hf_ben-xvi_aud_20091021_sp.html

Invoca a María - San Bernardo de Claraval




"Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: invoca a María!".






San Bernardo de Claraval

Evangelio del día 20 de agosto de 2012



Evangelio según San Mateo 19,16-22. Lunes de la vigésima semana del tiempo ordinario


Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?".
Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos". "¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo".
El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?". "Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.


Comentario:


“La alegría del desprendimiento espiritual” - Relato de tres compañeros de San Francisco de Asís




Un día, Messire Bernard se acercó en secreto a Francisco que entonces todavía no tenía ningún compañero. “Hermano, dice Bernardo, por amor de mi Señor, quien me los ha confiado, quiero distribuir todos mis bienes de la manera que tú juzgues más conveniente.” Francisco respondió: “Mañana iremos a la iglesia y el libro de los evangelios nos dirá de qué manera el Señor instruye a sus discípulos.” La mañana siguiente se levantaron y fueron, junto con otro hombre que se llamaba Pedro y que también quería ser fraile menor, a la iglesia... Entraron para orar y como no tenían instrucción y no sabían dónde encontrar la palabra del evangelio sobre la renuncia del mundo, pedían al Señor que se dignase mostrarles su voluntad al abrir los evangelios.

Una vez terminada la oración, el bienaventurado Francisco tomó el libro, se arrodilló delante del altar y lo abrió. En el lugar abierto se presentó el consejo del Señor: “Si quieres ser perfecto, va, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo.” (Mt 19,21) Al leer esto, el bienaventurado Francisco se alegró mucho y dio gracias a Dios. Pero, como tenía una gran devoción a la Santísima Trinidad, quería tener la confirmación por un triple testimonio. Abrió, pues, el libro de los evangelios por segunda y por tercera vez. En el segundo lugar encontró: “No llevéis nada por el camino.” (cf Lc 9,3) y en el tercero: “El que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga.” (Lc 9,23ss) Francisco dijo: “Hermanos, he aquí nuestra vida y nuestra Regla y la de todos los que querrán juntarse a nuestro grupo. Id, y lo que habéis comprendido, ponedlo en práctica.”

Bernardo, que era muy rico, se fue: vendió todo lo que poseía, reunió una gran cantidad de dinero y lo distribuyó todo entre los pobres de la ciudad... A partir de aquella hora, los tres vivieron según la Regla del santo evangelio que el Señor les había mostrado. Esto es lo que dice el bienaventurado Francisco en su testamento: “El mismo Señor me ha revelado que debía vivir según el santo evangelio.”

Relato de tres compañeros de San Francisco de Asís (hacia 1244). § 27-29

San Bernardo de Claraval, Doctor de la Iglesia - 20 de agosto



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domingo, 19 de agosto de 2012

San Andrés de Cilicia y compañeros mártires - 19 de Agosto



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sábado, 18 de agosto de 2012

A 509 años del fallecimiento de SS Alejandro VI




Clickenado la imagen: la Homilía realizada para la conmemoración del V Centenario del fallecimiento de SS Alejandro VI

San Alberto Hurtado - 18 de Agosto


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Santa Elena - 18 de agosto


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viernes, 17 de agosto de 2012

Santa Beatriz de Silva - 17 de agosto


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San Jacinto de Cracovia - 17 de agosto


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jueves, 16 de agosto de 2012

Una buena inspiración - Santa Teresa de Ávila


“He experimentado que cuando me determino a hacer algo por Dios, aunque sienta que me cuesta horrores el comienzo, el mismo Dios viene luego en nuestra ayuda dándonos gran alegría en aquello mismo que nos ocasionaba espanto.
Jamás hay que dejar de llevar a la práctica una buena inspiración por los miedos que nos acometan, siempre que esos buenos proyectos vayan sinceramente dirigidos hacia Dios.”

Santa Teresa de Ávila

Evangelio del día 16 de agosto de 2012


Evangelio según San Mateo 18,21-35.19,1. Jueves de la decimonovena semana del tiempo ordinario

Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.

San Esteban de Hungría - 16 de agosto


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San Roque, confesor - 16 de agosto


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miércoles, 15 de agosto de 2012

Evangelio del día 15 de agosto de 2012


Evangelio según San Lucas 1,39-56. Solemnidad de la Asunción de la Virgen María


En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".
María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


Comentario:


“Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” - Liturgia latina



Oh Virgen, Templo de la Trinidad, el Dios de bondad se fijó en tu humildad; te envió a un mensajero para anunciarte lo que iba a nacer de ti. El ángel te trajo el saludo de la gracia,..te explica, y consientes, y en seguida el Rey de gloria se encarna en ti. Por este gozo, te rogamos, que nos hagas dignos de este gran Rey...

Tu segundo gozo: cuando diste a luz al Sol, tú la estrella,.. este alumbramiento no produce en ti cambio ni pena. Como la flor que no pierde su esplendor dando su perfume, tu virginidad no se perdió cuando el Creador se dignó nacer de ti. María, madre de bondad, sé para nosotros el camino recto que nos conduce a tu Hijo...

Una estrella te anuncia el tercer gozo: aquella que ves posarse sobre tu hijo, para que los magos lo adoren y le ofrezcan las variadas riquezas de la tierra... María, estrella del mundo, purifícanos del pecado

El cuarto gozo, lo tuviste cuando Cristo resucitó de entre los muertos: la esperanza renace, la muerte es aniquilada. ¡Cuánta parte tienes en estas maravillas, Llena de gracia! (Lc 1,28) El enemigo es vencido,.. el hombre es liberado y se eleva hasta los cielos. Madre del Creador, dígnate rogar con perseverancia: que por este gozo pascual, después de los trabajos de esta vida, seamos admitidos en los coros celestiales.

Tu quinto gozo: cuando viste a tu hijo ascender al cielo, la gloria de la que fue rodeado te reveló más que nunca a aquel del que eras la madre, tu propio Creador. Ascendiendo a los cielos, mostró el camino por donde el hombre asciende a los atrios celestes... Por este nuevo gozo, María, haznos ascender al cielo para gozar contigo y con tu hijo de la felicidad eterna...

Es el divino Paráclito quien, bajo la forma de lenguas de fuego, fortificando... e inflamando a los apóstoles, te produce el sexto gozo: para curar al hombre, al que la lengua había perdido y purificar su alma del pecado. Por el gozo de esta visita, ruega a tu hijo, Virgen María, que se borre en nosotros toda mancha hasta el día del juicio.

Cristo te proporcionó el séptimo gozo, cuando te llamó de este mundo a su reino celeste, cuando te elevó sobre el trono donde recibes honores incomparables. Una gloria que te rodea más que a ningún otro habitante del cielo... Oh Virgen, madre de bondad, haznos sentir los efectos de tu ternura... Por este gozo, purifícanos, condúcenos a la alegría eterna. Llévanos contigo al gozo del paraíso. Amén.


Liturgia latina. Secuencia de los siglos XIV – XV

Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora - 15 de agosto



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martes, 14 de agosto de 2012

El nombre de Jesús, luz de los predicadores - San Bernardino de Siena


"El nombre de Jesús es la luz de los predicadores, pues es su resplandor el que hace anunciar y oír su palabra. ¿Por qué crees que se extendió tan rápidamente y con tanta fuerza la fe por el mundo entero, sino por la predicación del nombre de Jesús? ¿No ha sido por esta luz y por el gusto de este nombre como nos llamó Dios a su luz maravillosa? Iluminados todos y viendo ya la luz en esta luz, puede decirnos el Apóstol: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor; caminad como hijos de la luz".

San Bernardino de Siena

Evangelio del día 14 de agosto de 2012


Evangelio según San Mateo 18,1-5.10.12-14. Martes de la decimonovena semana del tiempo ordinario


En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?".
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial. ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.


Comentario:


“Vuestro Padre que está en el cielo, no quiere que se pierda ni uno sólo de estos pequeños” - San Clemente de Alejandría



Tras haber mostrado que la Escritura nos da a todos el nombre de niños, y que cuando seguimos a Cristo se nos llama alegóricamente “pequeños” (Mt 18,3; 19,13; Jn 21,5)... debemos decir quién es nuestro Pedagogo.

Se llama Jesús. Algunas veces se llama a sí mismo “pastor”, y dice: “Yo soy el buen pastor” (Jn 10,11. 14). Con una metáfora tomada de los pastores que guían sus ovejas se indica al Pedagogo, guía de los niños, solícito pastor de los pequeños; porque se les denomina alegóricamente ovejas a los pequeños por su sencillez.

“Y todos formarán —afirma— un solo rebaño y un solo pastor”(Jn 10,16). Con razón el Verbo es llamado pedagogo, puesto que a nosotros, los niños, nos conduce a la salvación. Con toda claridad, él dice de sí mismo por boca de Oseas: “Yo soy su educador” (Os 5,2).

La religión es una pedagogía que comporta el aprendizaje del servicio de Dios, la educación para alcanzar el conocimiento de la verdad, y la recta formación que conduce al cielo... como el piloto que gobierna su nave y procura poner a salvo a la tripulación, así también el Pedagogo guía a los niños hacia un género de vida saludable, por el solícito cuidado que tiene de nosotros... Pero nuestro Pedagogo, en cambio, es el Santo Dios Jesús, el Verbo que guía a toda la humanidad; Dios mismo, que ama a los hombres, es nuestro pedagogo.

En el “Cántico”, el Espíritu Santo habla de Él así: “Proveyó de lo necesario, cuando estaba atormentado por la ardiente sed en los áridos parajes; lo protegió, lo educó y lo guardó como a la pupila de sus ojos; como el águila protege su nido y a sus polluelos, así él, extendiendo sus alas, los tomó y los llevó sobre sus plumas. Sólo el Señor los guiaba, y entre ellos no había ningún dios extranjero” (Dt 32,10-12).


San Clemente de Alejandría (150-v. 215), teólogo. El Pedagogo, I, 53-56 ; SC 70

San Maximiliano Kolbe, Presbítero y mártir - 14 de agosto


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lunes, 13 de agosto de 2012

Evangelio del día 13 de agosto de 2012


Evangelio según San Mateo 18,1-5.10.12-14. Lunes de la decimonovena semana del tiempo ordinario

En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?". Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.
¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron.
De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños.


Comentario:



«Los hijos son libres» - San Ambrosio




Cuando Cristo reconcilió el mundo con Dios, personalmente no tuvo necesidad de reconciliación el mismo. El que no tuvo ni sombra de pecado no podía expiar sus propios pecados. Así, cuando le pidieron los judíos el didracma del tributo que, según la Ley, se tenía que pagar por el pecado, pregunto a Pedro: «Simón, ¿ los reyes del mundo a quien le cobran impuestos? ¿ A sus hijos o a los extraños?» Pedro contestó:«A los extraños». Jesús le dijo:«Los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti».

Cristo dio a entender con esto que él no estaba obligado a pagar para expiar pecados propios, porque no era esclavo del pecado, sino que, siendo como era Hijo de Dios, estaba exento de toda culpa. El Hijo libera y el esclavo está sujeto al pecado. Por tanto es libre de todo, Jesús no tiene por qué dar ningún precio en rescate de sí mismo, el precio de su sangre es más que suficiente para satisfacer por los pecados de todo el mundo. El que nada debe esté en perfectas condiciones para satisfacer por los demás.

Pero yo veo más. Cristo no necesita pagar por la redención y la expiación de los pecados personales. Si tú consideras a todo hombre creyente, tu le puedes decir que ninguno debe pagar por su propia expiación, porque Cristo ha expiado por la redención de todos.


San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia. Comentario del Salmo 48,14-15

San Tarsicio, mártir de la Eucaristía - 13 Agosto


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San Estanislao de Kostka, Seminarista - 13 de Agosto


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domingo, 12 de agosto de 2012

"Todo lo que ahora te preocupa" - San Josemaría Escrivá de Balaguer


"Todo lo que ahora te preocupa cabe dentro de una sonrisa".

San Josemaría Escrivá de Balaguer

Evangelio del día 12 de agosto de 2012


Evangelio según San Juan 6,41-51. Decimonoveno Domingo del tiempo ordinario


Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo". Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?"
Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".

Comentario:



“Quien coma de este pan, vivirá eternamente” - Santa Faustina Kowalska



Oh Jesús, deleite de mi alma, Pan de los ángeles, (Sal. 77,25),
Todo mi ser se sumerge en Ti
Y vivo de Tu vida divina, como los elegidos en el cielo,
Y la autenticidad de esta vida no cesará aunque descanse en la tumba.

Oh Jesús, Eucaristía, Dios inmortal,
Que permaneces continuamente en mi corazón,
Y cuando estás conmigo, ni siquiera la muerte puede dañarme.
El amor me dice que Te veré al final de la vida.

Rebosada de Tu vida divina,
Miro tranquila hacia los cielos abiertos para mí,
Y la muerte avergonzada se irá con nada,
Porque Tu vida divina está encerrada en mi alma.

Y aunque por tu santa voluntad, oh Señor,
La muerte ha de tocar mi cuerpo,
Deseo que esta separación suceda cuanto antes,
Ya que con ella entraré en la vida eterna.

Oh Jesús, Eucaristía, vida de mi alma,
Tú me has elevado a las esferas eternas,
Por la Pasión y la agonía entre atroces tormentos.


Santa Faustina Kowalska (1905-1938), religiosa. Diario, nº 1393 (Editorial Padres Marianos, 4ª edic. autorizada Stockbridge, Massachussets 2001)

San Eleazar, mártir - 12 de agosto


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sábado, 11 de agosto de 2012

Santa Clara de Asis por SS Benedicto XVI


Al venerado hermano
Domenico Sorrentino
Obispo de Asís - Nocera Umbra - Gualdo Tadino

He sabido con alegría que, en esa diócesis, al igual que entre los franciscanos y las clarisas de todo el mundo, se está recordando a santa Clara con un «Año clariano», con ocasión del VIII centenario de su «conversión» y consagración. Ese acontecimiento, cuya datación oscila entre 1211 y 1212, completaba, por así decirlo, «en femenino» la gracia que había alcanzado pocos años antes la comunidad de Asís con la conversión del hijo de Pietro Bernardone. Y, tal como le había ocurrido a Francisco, también en la decisión de Clara se escondía el germen de una nueva fraternidad, la Orden clarisa que, convertida en árbol robusto, en el silencio fecundo de los claustros continúa esparciendo la buena semilla del Evangelio y sirviendo a la causa del reino de Dios.

Esta alegre circunstancia me impulsa a volver idealmente a Asís, para reflexionar con usted, venerado hermano, y con la comunidad a usted confiada, e, igualmente, con los hijos de san Francisco y las hijas de santa Clara, sobre el sentido de aquel acontecimiento, que de hecho también interesa a nuestra generación, y es atractivo sobre todo para los jóvenes, a los cuales se dirige mi afectuoso pensamiento con ocasión de la Jornada mundial de la juventud, que este año, según la costumbre, se celebra en las Iglesias particulares precisamente en este día del domingo de Ramos.

La santa misma, en su Testamento, habla de su elección radical de Cristo en términos de «conversión» (cf. FF 2825). De este aspecto quiero partir, como retomando el hilo del discurso desarrollado en referencia a la conversión de Francisco el 17 de junio de 2007, cuando tuve la alegría de visitar esa diócesis. La historia de la conversión de Clara gira en torno a la fiesta litúrgica del domingo de Ramos. En efecto, su biógrafo escribe: «Estaba cerca el día solemne de Ramos, cuando la joven acudió al hombre de Dios para preguntarle sobre su conversión, cuándo y de qué manera debía actuar. El padre Francisco le ordenó que el día de la fiesta, elegante y adornada, fuera a la misa de Ramos en medio de la multitud del pueblo y después, la noche siguiente, saliendo fuera de la ciudad, convirtiera la alegría mundana en el luto del domingo de Pasión. Así, cuando llegó el día de domingo, en medio de las otras damas, la joven, resplandeciente de luz festiva, entró en la iglesia con las demás. Allí, con digno presentimiento, ocurrió que, mientras los demás corrían a recibir los ramos, Clara, por vergüenza, permaneció inmóvil y entonces el obispo, bajando los escalones, llegó hasta ella y le puso el ramo en sus manos» (Legenda Sanctae Clarae virginis, 7: FF 3168).

Habían pasado alrededor de seis años desde que el joven Francisco había emprendido el camino de la santidad. En las palabras del Crucifijo de san Damián —«Ve, Francisco, repara mi casa»—, y en el abrazo a los leprosos, rostro doliente de Cristo, había encontrado su vocación. De allí había surgido el gesto liberador del «despojo de sus vestidos» ante la presencia del obispo Guido. Entre el ídolo del dinero que le propuso su padre terreno, y el amor de Dios que prometía llenarle el corazón, no había tenido dudas, y con impulso había exclamado: «De ahora en adelante podré decir libremente: Padre nuestro, que estás en los cielos, y no padre Pietro Bernardone» (Vida segunda, 12: FF 597). La decisión de Francisco había desconcertado a la ciudad. Los primeros años de su nueva vida estuvieron marcados por dificultades, amarguras e incomprensiones. Pero muchos comenzaron a reflexionar. También la joven Clara, entonces adolescente, fue tocada por aquel testimonio. Dotada de un notable sentido religioso, fue conquistada por el «cambio» existencial de aquel que había sido el «rey de las fiestas». Halló el modo de encontrarse con él y se dejó implicar por su celo por Cristo. El biógrafo describe al joven convertido mientras instruye a la nueva discípula: «El padre Francisco la exhortaba al desprecio del mundo, demostrándole, con palabras vivas, que la esperanza en este mundo es árida y decepciona, y le infundía en los oídos la dulce unión de Cristo» (Vita Sanctae Clarae Virginis, 5: FF 3164).

Según el Testamento de santa Clara, antes incluso de recibir a otros compañeros, Francisco había profetizado el camino de su primera hija espiritual y de sus hermanas. De hecho, mientras trabajaba para la restauración de la iglesia de San Damián, donde el Crucifijo le había hablado, había anunciado que aquel lugar sería habitado por mujeres que glorificarían a Dios con su santo estilo de vida (cf. FF 2826; Tomás de Celano, Vida segunda, 13: FF 599). El Crucifijo original se encuentra ahora en la basílica de Santa Clara. Aquellos grandes ojos de Cristo que habían fascinado a Francisco, se transformaron en el «espejo» de Clara. No por casualidad el tema del espejo le resultará muy querido y, en la iv carta a Inés de Praga, escribirá: «Mira cada día este espejo, oh reina esposa de Jesucristo, y escruta en él continuamente tu rostro» (FF 2902). En los años en que se encontraba con Francisco para aprender de él el camino de Dios, Clara era una chica atractiva. El Poverello de Asís le mostró una belleza superior, que no se mide con el espejo de la vanidad, sino que se desarrolla en una vida de amor auténtico, tras las huellas de Cristo crucificado. ¡Dios es la verdadera belleza! El corazón de Clara se iluminó con este esplendor, y esto le dio la valentía para dejarse cortar la cabellera y comenzar una vida penitente. Para ella, al igual que para Francisco, esta decisión estuvo marcada por muchas dificultades. Aunque algunos familiares no tardaron en comprenderla, e incluso su madre Ortolana y dos hermanas la siguieron en su elección de vida, otros reaccionaron de manera violenta. Su huida de casa, en la noche del domingo de Ramos al Lunes Santo, fue una aventura. En los días siguientes la buscaron en los lugares donde Francisco le había preparado un refugio y en vano intentaron, incluso a la fuerza, hacerla desistir de su propósito.

Clara se había preparado para esta lucha. Y si Francisco era su guía, un apoyo paterno le venía también del obispo Guido, como sugiere más de un indicio. Así se explica el gesto del prelado que se acercó a ella para ofrecerle el ramo, como para bendecir su valiente elección. Sin el apoyo del obispo, difícilmente se habría podido realizar el proyecto ideado por Francisco y realizado por Clara, tanto en la consagración que esta hizo de sí misma en la iglesia de la Porciúncula en presencia de Francisco y de sus hermanos, como en la hospitalidad que recibió en los días sucesivos en el monasterio de San Pablo de las Abadesas y en la comunidad de San Ángel en Panzo, antes de la llegada definitiva a San Damián. Así, la historia de Clara, como la de Francisco, muestra un rasgo eclesial particular. En ella se encuentran un pastor iluminado y dos hijos de la Iglesia que se confían a su discernimiento. Institución y carisma interactúan estupendamente. El amor y la obediencia a la Iglesia, tan remarcados en la espiritualidad franciscano-clarisa, hunden sus raíces en esta bella experiencia de la comunidad cristiana de Asís, que no sólo engendró en la fe a Francisco y a su «plantita», sino que también los acompañó de la mano por el camino de la santidad.

Francisco había visto bien la razón para sugerir a Clara la huida de casa al inicio de la Semana Santa. Toda la vida cristiana, y por tanto también la vida de especial consagración, son un fruto del Misterio pascual y una participación en la muerte y en la resurrección de Cristo. En la liturgia del domingo de Ramos dolor y gloria se entrelazan, como un tema que se irá desarrollando después en los días sucesivos a través de la oscuridad de la Pasión hasta la luz de la Pascua. Clara, con su elección, revive este Misterio. El día de Ramos recibe, por decirlo así, su programa. Después entra en el drama de la Pasión, despojándose de su cabellera, y con ella renunciando por completo a sí misma para ser esposa de Cristo en la humildad y en la pobreza. Francisco y sus compañeros ya son su familia. Pronto llegarán hermanas también desde lejos, pero los primeros brotes, como en el caso de Francisco, despuntarán precisamente en Asís. Y la santa permanecerá siempre vinculada a su ciudad, mostrándolo especialmente en algunas circunstancias difíciles, cuando su oración ahorró a la ciudad de Asís violencia y devastación. Dijo entonces a las hermanas: «De esta ciudad, queridísimas hijas, hemos recibido cada día muchos bienes; sería muy injusto que no le prestáramos auxilio como podemos en el tiempo oportuno» (Legenda Sanctae Clarae Virginis 23: FF 3203).

En su significado profundo, la «conversión» de Clara es una conversión al amor. Ella ya no llevará nunca los vestidos refinados de la nobleza de Asís, sino la elegancia de un alma que se entrega totalmente a la alabanza de Dios. En el pequeño espacio del monasterio de San Damián, contemplado con afecto conyugal en la escuela de Jesús Eucaristía, se irán desarrollando día tras día los rasgos de una fraternidad regulada por el amor a Dios y por la oración, por la solicitud y por el servicio. En este contexto de fe profunda y de gran humanidad Clara se convierte en fiel intérprete del ideal franciscano, implorando el «privilegio» de la pobreza, o sea, la renuncia a poseer bienes incluso sólo comunitariamente, que desconcertó durante largo tiempo al mismo Sumo Pontífice, el cual al final se rindió al heroísmo de su santidad.

¿Cómo no proponer a Clara, junto a Francisco, a la atención de los jóvenes de hoy? El tiempo que nos separa de la época de estos dos santos no ha disminuido su atractivo. Al contrario, se puede ver su actualidad si se compara con las ilusiones y las desilusiones que a menudo marcan la actual condición juvenil. Nunca un tiempo hizo soñar tanto a los jóvenes, con los miles de atractivos de una vida en la que todo parece posible y lícito. Y, sin embargo, ¡cuánta insatisfacción existe!, ¡cuántas veces la búsqueda de felicidad, de realización, termina por desembocar en caminos que llevan a paraísos artificiales, como los de la droga y de la sensualidad desenfrenada! También la situación actual con la dificultad para encontrar un trabajo digno y formar una familia unida y feliz, añade nubes al horizonte. No faltan, sin embargo, jóvenes que, incluso en nuestros días, recogen la invitación a fiarse de Cristo y a afrontar con valentía, responsabilidad y esperanza el camino de la vida, también realizando la elección de dejarlo todo para seguirlo en el servicio total a él y a los hermanos. La historia de Clara, junto a la de Francisco, es una invitación a reflexionar sobre el sentido de la existencia y a buscar en Dios el secreto de la verdadera alegría. Es una prueba concreta de que quien cumple la voluntad del Señor y confía en él no sólo no pierde nada, sino que encuentra el verdadero tesoro capaz de dar sentido a todo.

A usted, venerado hermano, a esa Iglesia que tiene el honor de haber dado origen a Francisco y a Clara, a las clarisas, que muestran diariamente la belleza y la fecundidad de la vida contemplativa, en apoyo del camino de todo el pueblo de Dios, y a los franciscanos de todo el mundo, a tantos jóvenes que andan buscando y necesitan luz, entrego esta breve reflexión. Espero que contribuya a hacer redescubrir cada vez más estas dos figuras luminosas del firmamento de la Iglesia. Con un saludo especial a las hijas de Santa Clara del Protomonasterio, de los demás monasterios de Asís y del mundo entero, imparto de corazón a todos mi bendición apostólica.

Vaticano, 1 de abril de 2012, domingo de Ramos.



BENEDICTUS PP. XVI

Nuevo nacimiento del alma - San Cirilo de Jerusalén


"Porque los que conserven adherida la aspereza del pecado, a manera de una piel velluda, serán colocados a la izquierda, por no haberse querido beneficiar de la gracia de Dios, que se obtiene por Cristo a través del baño de regeneración. Me refiero no a una regeneración corporal, sino al nuevo nacimiento del alma. Los cuerpos, en efecto, son engendrados por nuestros padres terrenos, pero las almas son regeneradas por la fe, porque el Espíritu sopla donde quiere. Y así entonces, si te has hecho digno de ello, podrás escuchar aquella voz: Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor, a saber, si tu conciencia es hallada limpia y sin falsedad".

San Cirilo de Jerusalén

Evangelio del día 11 de agosto de 2012


Evangelio según San Mateo 17,14-20. Sábado de la decimoctava semana del tiempo ordinario


Cuando se reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le dijo: "Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar".
Jesús respondió: "¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí".
Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó curado.
Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". "Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: 'Trasládate de aquí a allá', y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes".


Comentario:


«Auméntanos la fe» (Lc 17,5)- San Cirilo de Jerusalén



La palabra «fe» es única en cuanto vocablo, pero tiene una doble significación. En efecto, hay un aspecto de la fe que se refiere a los dogmas; se trata del asentimiento sobre alguna verdad dada. Este aspecto de la fe es provechoso al alma, según dice el Señor: «El que escucha mis palabras y cree en el que me ha enviado, tiene la vida eterna» (Jn 5,24)...

Pero hay un segundo aspecto de la fe: es la fe que nos es dada, gratuitamente, por Cristo como un carisma, como un don espiritual. «Uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar» (1Co 12, 8-9). Esta fe que nos es dada como una gracia por el Espíritu, no es solamente la fe dogmática, sino que tiene el poder de realizar aquello que sobrepasa a las fuerzas humanas. El que posee esta fe, dirá a esta montaña: «Desplázate de aquí a allá, y se desplazará». Porque cuando se pronuncia una palabra con fe «no con dudas sino con fe en que sucederá lo que dice» (Mc 11,23), entonces recibe la gracia de verlo realizado. Es hablando de esta fe que se dice: «Si tenéis una fe como un grano de mostaza». En efecto, el grano de mostaza es muy pequeño pero posee una energía de fuego; simiente minúscula, se desarrolla hasta el punto de que extiende sus largas ramas y puede incluso albergar a los pájaros (Mt 13,32). De la misma manera la fe actúa en el alma haciéndole realizar grandes gestas en un abrir y cerrar de ojos.

Cuando un alma es iluminada por la fe, hace presente a Dios y le contempla tanto cuanto es posible. Abraza hasta los límites del universo y, antes del final de los tiempos, ve ya realizado el juicio y cumplidas las promesas.


San Cirilo de Jerusalén (313-350), obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia. Catequesis bautismales 5, 10-11; PG 33, 518-519

Santa Clara de Asís - 11 de agosto


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viernes, 10 de agosto de 2012

La Oración continua por San Juan Casiano



CONFERENCIA X, CAPÍTULO X: Del método de la oración continua.


El símil que has tomado, de la oración continua que admirablemente has comparado con la enseñanza a los niños, está plenamente justificado. Los niños sólo pueden tomar las primeras lecciones del alfabeto y reconocer las formas de las letras, y dibujar sus figuras con una mano firme si la tienen, mediante la copia de formas cuidadosamente impresas en cera, se acostumbran a expresar sus figuras, por la constante mirada e imitación diaria. Análogamente en la ciencia del espíritu, es preciso que tengamos un modelo hacia el cual orientar con insistencia nuestra mirada.

Tenemos que darle la forma de esta contemplación espiritual, en la que siempre se puede fijar la mirada con la máxima firmeza, y aprender a considerarlo beneficioso en la continuidad ininterrumpida, así como lograr por la práctica de la misma y por la meditación subir a una conciencia aún más elevada. Esta fórmula debe entonces ser propuesta tomándola de este sistema de oración, que tú quieres y que todo monje está acostumbrado a considerar en su progreso hacia el continuo recogimiento en Dios, renovándola sin cesar en su corazón, dejando de lado todo tipo de pensamientos, porque no podría sostenerla si no se ha liberado a sí mismo de todos los cuidados y ansiedades.

Y así como esto fue entregado a nosotros por unos pocos de los más antiguos padres que quedaron, es sólo divulgado por nosotros a muy pocos y a aquellos que están realmente interesados.

Y así, para mantener el recogimiento continuo de Dios, esta fórmula piadosa debe estar siempre puesta delante de ti. "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”. Este versículo no ha sido tomado de todas la Escritura para este fin injustificadamente. Porque contiene todos los sentimientos que pueden ser implantados en la naturaleza humana, y puede ser bien adaptada a cualquier condición, y a todos los peligros.

Dado que contiene una invocación a Dios en contra de todos los peligros, una piadosa y humilde confesión, y una vigilancia sobre la ansiedad y el miedo continuo. Contiene la conciencia de la propia debilidad, la confianza en la respuesta, y la certeza de una ayuda presente y siempre disponible. Para quien está constantemente llamando a su protector, es la certeza de que Él está siempre a mano. Contiene el resplandor del amor y la caridad, es como la exclamación del alma a la vista de las acechanzas que la rodean, que tiembla ante los enemigos que la asedian día y noche, y de quienes sabe que no puede librarse sin la ayuda de su defensor.

Este versículo es un muro inexpugnable y protector, una coraza impenetrable y un escudo firmísimo contra todos los embates. Quien vive dominado por la aflicción de espíritu o la tristeza, o abrumado por algún pensamiento, encuentra en estas palabras un remedio saludable. Ya que nos muestra que aquel a quien invocamos es testigo de nuestros combates y no se aleja nunca de los que en Él confían.

Se nos advierte a nosotros cuya herencia es el éxito espiritual y el deleite de corazón, que no debemos estar exaltados o inflamados por nuestra condición de felicidad, esta nos asegura que no puede durar sin Dios como nuestro protector, al tiempo que le implora a El que venga siempre, e incluso pronto a ayudarnos. Este versículo será útil y provechoso a cada uno de nosotros en cualquier condición en que podamos encontrarnos.
Para alguien que siempre y en todos los asuntos quiere ser ayudado, muestra que necesita la ayuda de Dios no sólo en asuntos difíciles o tristes, sino también por igual en los prósperos y felices, para que pueda ser liberado de unos y también para poder continuar en los otros, puesto que de Dios depende tanto el librarnos de la adversidad como el hacernos vivir en la alegría. Ya que la debilidad humana no puede, sin la ayuda de Dios, mantenerse ni frente a los bienes ni frente a los males de la existencia.

Supongamos que estoy afectado por la pasión de la gula. Pido alimentos de los que el desierto no sabe nada, y en lo más profundo del desierto son llevados a mí los olores de los deleites del rey y creo que incluso en contra de mi voluntad me siento atraído mucho por ellos.Debo decir de inmediato: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Me siento inclinado a anticipar la hora fijada para la cena, o estoy tratando con gran dolor de corazón mantenerme en los límites de mi magra ración de pobre. Tengo que gritar con gemidos: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme.”

La debilidad del estómago me impide querer ayunar más severamente, a causa de los asaltos de la carne, o la sequedad del vientre y el estreñimiento me asustan. A fin de poder cumplir mis deseos, o bien que el fuego de la lujuria carnal pueda ser apagado sin el recurso de un ayuno más estricto, tengo que orar: ""Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Cuando voy a la cena, a la hora indicada y detesto tomar los alimentos y me veo impedido de comer cualquier cosa para satisfacer las exigencias de la naturaleza: tengo que llorar con un suspiro: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Cuando quiero en aras de la firmeza de corazón dedicarme a la lectura, un dolor de cabeza interfiere y me detiene, o me vence el sueño a las nueve de la mañana. Si levanto la cabeza y me hago violencia para leer, no tardaré en seguida en caer rendido sobre mi libro sagrado. ¿Qué haré yo en este estado? Clamar a Dios desde el fondo de mi corazón: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

El sueño permanece alejado de mis ojos, y muchas noches me encuentro cansado con falta de sueño e ilusiones causadas por el diablo. Sin poder pegar los ojos, me resulta imposible tomar el descanso reparador que necesito por la noche. Entonces tengo que suspirar y orar: ""Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Mientras todavía estoy en medio de una lucha con el pecado, de repente una irritación de la carne me afecta y trata con una sensación placentera hacerme consentir, mientras duermo. A fin de que un voraz incendio no queme las flores fragantes de la castidad, tengo que gritar: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Siento que la tentación a la lujuria se retira, y que el calor de la pasión se ha desvanecido de mis miembros: Con el fin de que este buen estado adquirido, o más bien que esta gracia de Dios pueda quedarse más tiempo o para siempre conmigo, yo sinceramente debo decir: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Estoy preocupado por los dolores de la ira, la codicia, la oscuridad, que llevaron a perturbar el estado de paz en que yo estaba y que era querido para mí. Para no me deje llevar por la pasión rabiosa en la amargura de la hiel, tengo que gritar con profundos gemidos: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Me encuentro juzgando, por estar inflamado por la acedía, la vanagloria y el orgullo, y mi mente con pensamientos sutiles se halaga a causa de la frialdad y el descuido de los demás. Con el fin de que esta sugerencia peligrosa del enemigo no pueda obtener el dominio sobre mí, tengo que orar con toda contrición de corazón: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

He ganado la gracia de la humildad y sencillez, y al estar continuamente mortificando mi espíritu, me he librado de la petulancia del orgullo: a fin de que no “venga contra mí el pie del orgullo" y "la mano del pecador no me moleste", y para que no pueda ser más seriamente dañado por la euforia de mi éxito, he de llorar con todas mis fuerzas: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Estoy sobre ascuas con innumerables y variados vagabundeos de mi alma y astucia de mi corazón, y no puedo recoger mis pensamientos dispersos, ni siquiera puedo decir mis oraciones sin interrupción de imágenes de figuras vanas y el recuerdo de conversaciones y acciones, y me siento atado por la sequedad y la esterilidad, y siento que no puedo dar a luz las ideas espirituales. Para que me sea concedida la liberación de este estado desolador, cuando ni las lágrimas ni los suspiros han sido suficientes, debo ponerme a salvo con esta plegaria: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Una vez más, siento que por la visita del Espíritu Santo he adquirido propósito del alma, firmeza de pensamiento, agudeza de corazón, junto con un gozo inefable y el transporte de la mente, y en la exuberancia de los sentimientos espirituales he percibido por una súbita iluminación de parte del Señor una abundante revelación de santas ideas que antes estaban escondidas para mí. A fin de que me sea concedido gozar largo tiempo de esta luz, debo decir a menudo y con toda el alma: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Rodeado por los horrores nocturnos de los demonios estoy agitado, y estoy perturbado por sus apariciones fantasmales. Mi esperanza de vida y salvación es retirada por el horror del miedo. Volando hacia el refugio seguro de este versículo, como en un puerto de salvación, voy a gritar con todas las fuerzas: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Una vez más, cuando he sido restaurado por el consuelo del Señor, y, animado por su venida, me siento como acompañado por miles y miles de ángeles, de modo que, de repente, me atrevo a buscar el conflicto y provocar una batalla con quienes hace poco tiempo atrás yo temía más que a la muerte, y cuya cercanía o toque sentía con estremecimiento de la mente y el cuerpo. A fin de que el vigor de este coraje pueda, por la gracia de Dios, continuar en mí por más tiempo, tengo que gritar con todas mis fuerzas: "Oh Dios, ven pronto en mi ayuda: Oh Señor, date prisa en socorrerme”

Sea, pues, este versículo el alimento constante de nuestra oración. En la adversidad, para vernos libres de ella; en la prosperidad, para mantenernos firmes y precavidos contra la soberbia. Que el pensamiento de este versículo sea repetido sin cesar en tu pecho. Cualquiera que sea el trabajo que estés haciendo, o el oficio de tus manos, o el viaje que estés haciendo, no dejes de entonar esto. Cuando vas a la cama, o a comer, y en las últimas necesidades de la naturaleza, piensa en esto. Este pensamiento en tu corazón vendrá a ser para ti una fórmula de salvación, y no sólo mantenerte sano y salvo de todos los ataques de los demonios, sino también purificarte de todas las faltas y las manchas terrenales, llevándote a la contemplación celestial e invisible, a aquel ardor inefable de oración de los cuales muy pocos tienen experiencia. Que el sueño venga sobre ti mientras pronuncias este versículo, hasta que, a fuerza de repetirlo, adquieras el hábito de decirlo incluso hasta en el sueño.

Cuando te despiertes que sea lo primero que venga a tu mente, deja que anticipe todos tus pensamientos de vigilia, al levantarte ponte de rodillas y que desde entonces a lo largo de tus acciones no te abandone durante todo el día. Deberías pensar sobre esto, de acuerdo al mandato del Legislador: "en casa y yendo de camino, durmiendo y despiertos”.

Esto deberías escribir en el umbral y la puerta de tu boca, esto deberías colocar en las paredes de tu casa y en el fondo de tu corazón para que cuando caes de rodillas en oración este pueda ser tu canto mientras te pones de rodillas, y cuando te levantes para atender todas las ocupaciones necesarias de la vida, pueda ser tu oración constante.


APRENDER A MEDITAR SEGUN LA TRADICION CRISTIANA


Para entrar en la misteriosa y santa comunión con la Palabra de Dios en nosotros, es necesario entrar con coraje y decisión en el silencio interior, volvernos más y más silenciosos. En un profundo silencio creador, nuestro reencuentro con Dios trasciende todas nuestras capacidades de razonamiento y de palabra.
El descubrimiento de nuestros propios límites nos lleva a un silencio que exige estar atentos, concentrados y presentes, más allá del pensamiento.
Sobre este silencio, Padre John Main nos dice:
"El misterio de nuestra relación con Dios es tan vasto que es solo desarrollando nuestra capacidad de alcanzar un silencio pleno de respeto y veneración que podremos tomar conciencia de su maravilla,…. Sabemos que Dios está en lo más profundo de nosotros, y que nos trasciende de manera absoluta. Es solo por un silencio profundo y liberador que podemos conciliar los polos de esa misteriosa paradoja. En efecto, la liberación experimentada en la oración silenciosa, nos permite eximirnos de los efectos de distorsión inevitables de toda verbalización, desde el principio de nuestra experiencia de la trascendencia de Dios y de su presencia en lo más profundo de nosotros." (Padre John Main - La palabra dentro del silencio).
La meditación es un estado de completa apertura, un estado de total vigilia y atención a la maravilla de nuestro ser, así como a la de Dios, una toma de conciencia absoluta que nos hace uno con Dios.
Es el objetivo al cual nos exhorta el salmista: "Deténganse, conozcan que yo soy Dios". Para alcanzar ese objetivo, tenemos a nuestra disposición un medio muy simple, aquel que San Benito trajo a la atención de sus monjes hace mas de seis siglos recomendándoles la lectura de las Conferencias de Juan Casiano (Regla de San Benito 42,6,13; 73,14).
Casiano recomendaba a todas las personas deseosas de aprender la oración continua, repetir sin cesar un simple y corto versículo. En su Décima Conferencia, recomienda este método de repetición simple y constante, para apartar de nuestro espíritu toda distracción y todo pensamiento, y llegar así a un estado de reposo en Dios (Juan Casiano - Conferencia 10,10).
Toda la enseñanza de Casiano sobre la oración está basada en el Evangelio: "En vuestras oraciones, no machaquen como los paganos, ellos se imaginan que hablando mucho serán mejor escuchados. No hagan como ellos, ya que vuestro Padre sabe bien lo que les hace falta, antes de que ustedes se lo pidan" (Mateo 6:7-8).
En resumen, no se trata cuando se ora, de hablar a Dios, sino escucharlo o estar con él. Esto es lo que Juan Casiano intenta transmitir cuando aconseja a quien quiera orar, permanecer atento, calmado e inmóvil, recitando continuamente un corto versículo. El método recomendado por Casiano le llegó de una anciana tradición ya bien establecida en su tiempo, una tradición universal e inmutable. Mas de mil años después de Casiano, el autor (desconocido) de la Nube del no saber, recomienda repetir una simple palabra: "Y es por eso que hace falta orar en la altura y en la profundidad, en el largo y ancho de nuestro espíritu, y esto no por vocablos y numerosas palabras, sino con un pequeño vocablo de una breve sílaba".
En la tradición oriental, esa palabra se llama Mantra. Así, en adelante "palabra oración", "palabra sagrada" o mantra, significarán lo mismo.

Sobre esta palabra oración o mantra, John Main explica:

"En ausencia de maestro para guiarlos, sería juicioso elegir una palabra que haya sido consagrada en el curso de los siglos por nuestra tradición cristiana. Desde el principio la Iglesia ha utilizado ciertas palabras como Mantras para la meditación cristiana, y yo recomiendo a la mayoría de los principiantes utilizar una de entre ellas: "Maranatha", palabra aramea que significa: "Ven Señor", "Ven Señor Jesús". Por otra parte, San Pablo termina su epístola a los Corintios con esa palabra, igual que San Juan en su Apocalipsis. Se le encuentra también en algunas de las primeras liturgias cristianas. Más allá de esto, prefiero la forma aramea a cualquier otra ya que ella no posee ninguna connotación verbal o conceptual para la mayoría de nosotros, lo que facilita la meditación. Se podría muy bien optar por el nombre de Jesús o aún mas por la palabra que Jesús utilizaba en su oración:: "Abba", palabra aramea que significa "Padre". Pero, lo que es mas importante referente al Mantra, es que hace falta escoger uno de preferencia con la ayuda de un guía y conservarlo. No lo modifiquen de ninguna manera, vuestra progresión en la meditación se vería retardada" (John Main - La palabra dentro del silencio).
Según Juan Casiano, el objeto de la meditación es restringir el espíritu a la pobreza de un humilde versículo. La meditación nos hará ciertamente ver la pobreza de otra manera. La perseverancia en la repetición del Mantra, llevará a una comprensión más y más profunda, a partir de la experiencia personal, de esta declaración de Jesús: "Bienaventurados los pobres de espíritu" (Mateo 5:3). Aún más, perseverando en la repetición fiel del Mantra, se aprenderá de manera muy concreta el sentido del término fidelidad. Así, en la meditación proclamamos nuestra pobreza personal. Renunciamos a todo pensamiento, palabra o imagen, restringiendo la actividad de nuestro espíritu a la pobreza de un único versículo. El proceso de la meditación es entonces la simplicidad misma.
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