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sábado, 21 de abril de 2012

jueves, 21 de abril de 2011

miércoles, 12 de enero de 2011

Oh bendita entre todas las mujeres - San Anselmo


¡Oh bendita entre todas las mujeres,
que vences en pureza a los ángeles,
que superas a los santos en piedad!
Mi espíritu moribundo aspira a una mirada de tu gran benignidad,
pero se avergüenza al espectro de tan hermoso brillo.
¡Oh Señora mía!, yo quisiera suplicarte que,
por una mirada de tu misericordia,
curases las llagas y úlceras de mis pecados;
pero estoy confuso ante ti a causa de su infección y suciedad.
Tengo vergüenza, ¡oh Señora mía!,
de mostrarme a ti en mis impurezas tan horribles,
por temor de que tú a tu vez tengas
horror de mí a causa de ellas,
y sin embargo, yo no puedo,
desgraciado de mí, ser visto sin ellas.


domingo, 2 de enero de 2011

Os suplicamos, ¡oh Reina del cielo y soberana del universo! - San Anselmo de Canterbury


Os suplicamos, ¡oh Reina del cielo y soberana del universo!, por la gracia que Dios os hizo al elevaros a tan excelsa grandeza, os suplicamos insistentemente que nos obtengáis que la plenitud de la gracia de que fuisteis colmada nos haga un día participantes de vuestra gloria. Interesaos, ¡oh Madre llena de misericordia!, por hacernos gozar de aquel bien inefable por el cual Dios Salvador se dignó encerrarse nueve meses en vuestras castas entrañas. Si os dignáis pedir a vuestro Hijo por nosotros, El escuchará vuestras súplicas. ¿Y quien podría estrechar las entrañas de vuestra misericordia maternal? Mas si Vos no tenéis piedad de nosotros, ¿que será de nosotros, que somos tan miserables? ¿Y cual será nuestra suerte cuando vuestro divino Hijo venga a juzgarnos?

viernes, 14 de mayo de 2010

Busco Tu rostro - San Anselmo de Canterbury


Deja un momento tus ocupaciones habituales, hombre insignificante.
Entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos.
Arroja lejos de ti las preocupaciones agobiantes y aparta de ti las inquietudes que te oprimen.
Reposa en Dios un momento.
Descansa siquiera un momento en Él.
Entra en lo más profundo de tu alma.
Aparta de ti todo, excepto a Dios y todo lo que pueda ayudarte a alcanzarlo.
Cierra la puerta de tu habitación y búscalo en el silencio.
Di con todas tus fuerzas, di al Señor:
“Busco Tu rostro. Tu rostro busco, Señor”.
Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo Te encontraré.
Si no estás en mí, Señor, si estás ausente, ¿dónde Te buscaré?
Si estás en todas partes, ¿por qué no Te veo aquí presente?
Es cierto que Tú habitas en una luz inaccesible, pero ¿dónde está esa luz que no se extingue?
¿Cómo me aproximaré a ella?
¿Quién me guiará y me introducirá en esa luz para que en ella Te contemple?
¿Bajo qué signos, bajo qué aspectos Te buscaré?
Nunca Te he visto, Señor y Dios mío.
No conozco Tu rostro.
Dios Altísimo, ¿qué hará este desterrado lejos de Ti?
¿Qué hará este servidor Tuyo sediento de Tu amor, que se encuentra alejado de Ti?
Desea verte y Tu rostro está muy lejos de él.
Anhela acercarse a Ti y no puede acceder a Tu morada.
Anda en deseos de encontrarte e ignora dónde vives.
No suspira más que por Ti y jamás ha visto Tu rostro.
Señor, Tú eres mi Dios, Tú eres mi Señor y nunca Te he visto.
Tú me creaste y me redimiste, Tú me has dado todos los bienes que poseo y aún no Te conozco.
He sido creado para verte y todavía no he podido alcanzar el fin para el cual fui creado.
Y Tú, Señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros.
Colma nuestros deseos y seremos felices.
Sin Ti todo es hastío y tristeza.
Ten piedad de nuestros trabajos y de los esfuerzos que hacemos por llegar hasta Ti, ya que sin Ti nada podemos.
Enséñanos a buscarte.
Muéstrame Tu rostro, porque si Tú no me lo enseñas no puedo buscarte.
Te buscaré deseándote.
Te desearé buscándote.
Amándote, Te encontraré.
Encontrándote, Te amaré.

San Anselmo de Canterbury, Proslogion.

miércoles, 21 de abril de 2010

San Anselmo de Canterbury - 21 de abril



San Anselmo era originario de Aosta, en el Piamonte, en Italia, donde nació en el año 1033. A pesar de ello es más comúnmente conocido como san Anselmo de Canterbury, al haber sido arzobispo de dicha ciudad durante algunos años, donde murió en 1109. Su educación corrió a cargo de los benedictinos, luego de una experiencia poco afortunada con el primero de los profesores a los que fue encomendado, al no haberle sabido transmitir el aprecio por los estudios.


A los quince años intentó ingresar en un monasterio, impidiéndoselo su padre, que le tenía reservados otros menesteres más mundanos; pero luego de haberse sometido a su voluntad, y haber olvidado durante algún tiempo sus inclinaciones religiosas, ingresó a los 27 años en el monasterio de Bec, en Normandía, donde se convirtió en amigo y discípulo del Abad Lanfranco. Posteriormente fue nombrado él mismo Abad de dicho monasterio, donde compuso dos de sus obras más conocidas: El Monologion, meditación teológico-filosófica sobre las razones de la fe, en donde nos presenta algunas pruebas de la existencia de Dios, propias de la tradición agustiniana , y el Proslogion, donde encontramos el llamado "argumento ontológico", que constituye la aportación más original de san Anselmo a la filosofía medieval.

En 1092 se dirigió a Inglaterra, a Canterbury, donde luego de varias negativas a aceptar el cargo, fue nombrado arzobispo de la sede, ejerciendo como tal hasta su muerte, a pesar de verse obligado a abandonar la ciudad en varias ocasiones, por diversos conflictos mantenidos con Guillermo el Rojo y, posteriormente, con Enrique I.

La filosofía de San Anselmo

San Anselmo de Canterbury fue uno de los filósofos más relevantes de la tradición agustiniana, por lo que debemos situarlo en la esfera de influencia filosófica del platonismo. No obstante, sus preocupaciones fundamentales eran de tipo religioso y espiritual. En este sentido concibe la filosofía como una ayuda para comprender la fe: hay una sola verdad, la revelada por Dios, que es objeto de fe; pero la razón puede añadir comprensión a la fe y, así, reforzarla. La expresión "credo, ut intelligam" resume su actitud: la razón sola no tiene autonomía ni capacidad para alcanzar la verdad por sí misma, pero resulta útil para esclarecer la creencia. La razón queda situada en una relación de estricta dependencia con respecto a la fe.

En su obra "Monologion" San Anselmo había presentado ya algunos argumentos sobre la demostración de la existencia de Dios, acompañando a otras reflexiones de carácter marcadamente teológico. La demostración que nos ofrece en el "Proslogion" fue motivada, según sus propias palabras, por la petición de sus compañeros benedictinos de reunir en un solo argumento la fuerza probatoria que los argumentos presentados en el "Monologion" ofrecían en conjunto. Con esta prueba, conocida como "argumento ontológico", San Anselmo pretende no sólo satisfacer dicha petición sino también dotar al creyente de una razón sólida que el confirme indudablemente en su fe. El argumento en cuestión lo formula San Anselmo como sigue, en el capítulo II del Proslogion:

"Así, pues, ¡oh Señor!, Tú que das inteligencia a la fe, concédeme, cuanto conozcas que me sea conveniente, entender que existes, como lo creemos, y que eres lo que creemos. Ciertamente, creemos que Tú eres algo mayor que lo cual nada puede ser pensado.

Se trata de saber si existe una naturaleza que sea tal, porque el insensato ha dicho en su corazón: no hay Dios.

Pero cuando me oye decir que hay algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que entiende está en su entendimiento, incluso aunque no crea que aquello existe.

Porque una cosa es que la cosa exista en el entendimiento, y otra que entienda que la cosa existe. Porque cuando el pintor piensa de antemano el cuadro que va a hacer, lo tiene ciertamente en su entendimiento, pero no entiende todavía que exista lo que todavía no ha realizado. Cuando, por el contrario, lo tiene pintado, no solamente lo tiene en el entendimiento sino que entiende también que existe lo que ha hecho. El insensato tiene que conceder que tiene en el entendimiento algo por encima de lo cual no se puede pensar nada mayor, porque cuando oye esto, lo entiende, y todo lo que se entiende existe en el entendimiento.

Y ciertamente aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir sólo en el entendimiento. Pues si existe, aunque sólo sea también en el entendimiento, puede pensarse que exista también en la realidad, lo cual es mayor. Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existiese sólo en el entendimiento, se podría pensar algo mayor que aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor.

Conclusión

Luego existe sin duda, en el entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede ser pensado."

El argumento ontológico fue llamado así por primera vez por Kant (s. XVIII), y ha sido uno de los argumentos más polémicos de la historia de la filosofía. Filósofos de la talla de Descartes y Hegel lo consideran válido y lo introducen en sus respectivos sistemas. Otros, como Sto. Tomás, Hume y Kant, rechazarán la validez del argumento, negando su fuerza probatoria. San Anselmo introduce el argumento en el contexto de una plegaria a Dios y su estructura lógica puede resumirse como sigue:

a) Concebimos a Dios como aquello mayor que lo cual nada puede pensarse, y esa idea de Dios es comprendida por cualquiera.
b) Pero aquello mayor que lo cual nada puede pensarse debe existir no sólo mentalmente, en la idea, sino también extramentalmente, en la realidad, pues siendo la existencia real una perfección, será más perfecto ("mayor que..".) el ser existente en la realidad que otro que posea los mismos atributos pero que sólo exista mentalmente; de otro modo caeríamos en una flagrante contradicción, lo que no puede ser aceptado por la razón.
c) En consecuencia, Dios existe no sólo en la mente (como idea) sino también extramentalmente, en la realidad.

La premisa mayor presenta simplemente, según San Anselmo, la idea de Dios, la idea que tiene de Dios un hombre, aunque niegue su existencia. La premisa menor está clara, puesto que si aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existiese sólo en la mente no sería aquello mayor que lo cual nada puede pensarse. Algo más grande podría pensarse, a saber, un ser que existiese en la realidad extramental y no únicamente en la idea.

El argumento se desarrolla, pues, a partir de una definición de Dios que, a juicio de San Anselmo, puede ser comprendida y aceptada por cualquiera. En un segundo momento se centra en el análisis de esa misma idea y en sus implicaciones, recalcando el absurdo que resultaría de concebir mentalmente un ser perfecto y negarle la mayor perfección: la existencia. Concluye afirmado la existencia necesaria de Dios como una exigencia de la razón para evitar tal absurdo. Todo el desarrollo del argumento transcurre en el ámbito del pensamiento, progresando de la simple idea a la necesidad de admitir la existencia de Dios, sin apelar a otra instancia que a la razón y a uno de sus principios fundamentales: el de no admitir la contradicción.

Gaunilon, monje contemporáneo de San Anselmo, critica en el "Liber pro insipiente" la validez del argumento alegando que el paso de lo ideal (lo pensado) a lo real (lo existente) no está justificado, dado que dichos elementos no son homogéneos. Para explicar la ilegitimidad del mismo se sirve de una metáfora: supongamos que alguien tiene la idea de unas Islas Afortunadas perfectas y paradisíacas, y concluye que, a partir de tal idea, deben existir necesariamente debido a su perfección, pues la existencia es una perfección. Nadie daría crédito a la persona que argumentara de tal modo y pretendiera demostrar así la existencia de dichas islas, resultando clara la ilegitimidad del argumento, tal como ocurre con la prueba anselmiana de la existencia de Dios.

San Anselmo replica a Gaunilon destacando lo impropio de la comparación. En primer lugar, no se puede equiparar la existencia de Dios, inmaterial, con la existencia de las Islas Afortunadas, materiales. En segundo lugar, Dios es un ser necesario, mientras que las Islas son contingentes, por lo que no hay en su idea (concepto) nada que nos conduzca a pensarlas como necesarias y, por lo tanto, como existentes. Pero si esto es así, entonces san Anselmo introduce ya en la idea de Dios exigencias metafísicas, como la existencia de seres contingentes y un ser necesario, o la organización de lo real en distintos grados de ser, alejándose del punto de partida del argumento, que debería ser la idea de Dios que cualquiera pueda concebir en su mente, suponiendo ya así la idea de la que se parte lo que se debería demostrar.

Parece entonces que la idea de Dios que pide al principio de su prueba San Anselmo no es la que puede tener cualquiera en su mente, sino que supone compartir varios presupuestos doctrinales o filosóficos, entre los que se han destacado los siguientes:

a) Partir de la idea de Dios suministrada por la Revelación.
b) Identificar el orden lógico con el real.
c) Concebir la existencia divina como un simple atributo de su esencia.

Por esta razón Sto. Tomás rechazará la validez del argumento, eligiendo un dirección totalmente opuesta a la de San Anselmo en sus cinco pruebas en las que tomará la experiencia, la realidad sensible, como el punto de partida de su argumentación, siguiendo su formación aristotélica, que no acepta otro punto de partida del conocimiento sino la experiencia.
La abadía de Leoncel, en la región de Drome, Francia, fundada en 1137 bajo la dirección del monje cisterciense Amédé de Hauterives Clermont

Respecto al tema de la creación del mundo, otra de las cuestiones teológicas de las que se ocupó la filosofía medieval, San Anselmo la trata en los capítulos 7 y 8 del "Monologion", siguiendo las pautas trazadas por la tradición agustiniana. La idea de creación es extraña al pensamiento griego, y no hay posibilidad de encontrar entre ninguno de sus filósofos referencias útiles al tema, sino más bien numerosos argumentos sobre la imposibilidad de concebir racionalmente el paso del ser al no ser, o del no ser al ser.

No obstante, el intento de conciliar la filosofía con la teología cristiana, aunque la filosofía fuera considerada sólo como un instrumento o una "sierva" de la teología, lleva a los filósofos medievales a buscar alguna solución, que difícilmente puede mantenerse sin aceptar el recurso a lo extraordinario: la creación, para San Anselmo es, pues, obra de Dios, y tuvo lugar "ex nihilo", a partir de la nada. Ello no debe interpretarse como si la nada fuese la causa de la creación, nos dice: la causa de la creación es Dios. Tampoco debe interpretarse la nada como si fuese "algo" indeterminado, o una materia preexistente sobre la que Dios actuara al modo del Demiurgo platónico. La creación es un acto libre de Dios mediante el cual el mundo es traído a la existencia de un modo radical, absoluto, originario

lunes, 19 de octubre de 2009

Existencia de Dios - San Anselmo de Canterbury


San Anselmo de Canterbury (Aosta, 1033 - Canterbury, 1109; también conocido como Anselmo de Aosta -por el lugar donde nació- o Anselmo de Bec -por el lugar donde estudió) fue un monje benedictino, y arzobispo de Canterbury durante el periodo 1093-1109. Destacó como teólogo escolástico.

De gran personalidad, fue un gran defensor de la Inmaculada Concepción de María. Fue canonizado en 1494 y proclamado doctor de la Iglesia en 1720.


Argumento de San Anselmo

Sometió todas las verdades agustinianas a un examen racional e intentó demostrar la existencia de Dios. Para esto, en su obra Monologion (1076) expuso diversos argumentos a posteriori que pueden clasificarse en tres grandes grupos: por la participación en el bien supremo, por la participación en el ser soberano y por grados de perfección. Posteriormente, en el capítulo II de Proslogion (1078) formuló otro argumento (esta vez a priori y siguiendo el método escolástico), el cual es conocido como Argumento ontológico y dice aproximadamente lo siguiente:

1. Todo ser humano tiene la idea de un ser superior tal que no existe ningún otro mayor que él que pueda ser pensado (aliquid quo nihil majus cogitari possit).
2. Un cuadro pintado es superior a un cuadro que un pintor concibió y nunca pintó.
3. "Si ese ente tal que nada mayor puede concebirse está en la sola inteligencia, esto mismo que nada mayor puede ser concebido es tal que algo mayor que él puede ser concebido, pero ello es imposible." (textual)
4. Ergo, dicho ser existe.

El supuesto implícito que está funcionando en este argumento es que la existencia es un atributo de perfección. Es decir, cualquier cosa que exista es más perfecta que aquellas cosas que sólo existen en el pensamiento pero no en la realidad. Este supuesto y la definición de Dios del primer punto han sido el aspecto más criticado por filósofos posteriores.


CAPITULO II

Que Dios existe verdaderamente.


Luego, Señor, tú que das el entendimiento a la fe, dame de entender, tanto como consideres bueno, que tú eres como creemos y lo que creemos. Y bien, creemos que tú eres algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna. Ahora, ¿acaso no existe esta naturaleza, porque dijo el necio en su corazón: no hay Dios? (Salmos XIII, 1). Pero por cierto ese mismo necio, cuando oye lo que estoy diciendo, es decir algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna, entiende lo que oye y lo que entiende está en su entendimiento, aún cuando no entienda que ese algo existe. En efecto una cosa es la presencia de algo en el entendimiento, otra cosa es entender que ese algo existe. Así, cuando el pintor piensa con anticipación el objeto que está por hacer, ya lo tiene en su entendimiento, pero no entiende todavía como existente algo que no ha sido hecho aún. En cambio, cuando ya lo ha pintado, primero lo tiene en su entendimiento y, además, entiende como existente la cosa que hizo. Luego el mismo necio ha de convencerse de que existe en el entendimiento algo mayor que lo cual no puede pensarse cosa alguna, porque oyéndolo lo entiende, y todo lo entendido está en el entendimiento. Y por cierto, aquello mayor que lo cual es imposible pensar nada no puede estar en el entendimiento sólo. En efecto, si estuviera en el entendimiento sólo, podría pensarse que existe además en realidad, lo que seria algo, mayor. Luego si aquello mayor, que lo cual no puede pensarse cosa alguna está en el entendimiento sólo, aquello mismo mayor que lo cual nada puede ser pensado viene a ser algo mayor que lo cual es posible pensar algo: y esto, evidentemente, no puede ser. Luego, a todas luces, existe algo mayor que lo cual no se puede pensar cosa alguna, tanto en el entendimiento como en la realidad.
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