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viernes, 1 de julio de 2011

Peregrinación a Luján con Misa Tridentina


Más información clickeá sobre la imagen.

viernes, 27 de mayo de 2011

Comentario Oficial sobre la Instrucción Universæ Ecclesiæ


Anunciada desde el 30 de diciembre de 2007 por el Cardenal Tarcisio Bertone, la Instrucción Universæ Ecclesiæ, relativa a la aplicación del Motu Propio Summorum Pontificum (7 de julio de 2007), fue publicada el 13 de mayo de 2011 por la Comisión pontifical Ecclesia Dei.

Este documento romano, firmado por el Cardenal William Levada, Prefecto de la Congregación por la Doctrina de la Fe, y por Monseñor Guido Pozzo, Secretario de la Comisión Ecclesia Dei, fue elaborado después de que los obispos del mundo entero comunicaron a Roma el balance de los tres años transcurridos desde la publicación del Motu Propio, según el deseo expresado por Benedicto XVI en la Carta del 7 de julio de 2007.

Esta demora significativa manifiesta la importancia de las dificultades que encontró la aplicación de Summorum Pontificum por parte de los obispos. Por eso Universæ Ecclesiæ tiene oficialmente por fin no sólo “garantizar la correcta interpretación y la recta aplicación del Motu Proprio Summorum Pontificum” (nº 12) sino también, y sobre todo, facilitar la aplicación del Motu Propio, que los obispos sólo permiten parsimoniosamente. La brecha previsible entre el derecho de la misa tradicional, reconocido por el Motu Propio, y el hecho de este reconocimiento por los obispos ya había sido anunciada por Mons. Fellay desde el 7 de julio de 2007, en su Carta a los fieles de la Fraternidad San Pío X.

Dicha situación de hecho obliga al documento romano a recordar ciertos puntos:

- Con ese Motu Propio, el Sumo Pontífice Benedicto XVI promulgó una ley universal para la Iglesia, con la intención de dar un nuevo cuadro normativo al uso de la liturgia romana vigente en 1962 (nº 2).

- El Santo Padre reafirma el principio tradicional, reconocido desde tiempo inmemorial, y que se ha de conservar en el porvenir, según el cual “cada Iglesia particular debe concordar con la Iglesia universal, no solo en cuanto a la doctrina de la fe y a los signos sacramentales, sino también respecto a los usos universalmente aceptados de la ininterrumpida Tradición apostólica, que deben observarse no solo para evitar errores, sino también para transmitir la integridad de la fe, para que la ley de la oración de la Iglesia corresponda a su ley de fe” (nº 3).

- El Motu Propio se propone:

a) ofrecer a todos los fieles la liturgia romana en el usus antiquior, como un tesoro que se debe conservar cuidadosamente;

b) garantizar y asegurar realmente el uso de la forma extraordinaria para todos los que lo piden, quedando en claro que el uso de la liturgia vigente en 1962 es una facultad conferida para el bien de los fieles, y que por esta razón se la debe interpretar en un sentido favorable a los fieles, que son los principales destinatarios de la misma;

c) fomentar la reconciliación en el seno de la Iglesia (nº 8).

Igualmente, debido a los problemas ocasionados por la poca buena voluntad de los obispos en aplicar el Motu Propio, la Instrucción concede a la Comisión Ecclesia Dei un poder reforzado:

- La Pontificia Comisión ejerce este poder no sólo gracias a las facultades concedidas anteriormente por el Papa Juan Pablo II y confirmadas por el Papa Benedicto XVI (cf. Motu Propio Summorum Pontificum, art. 11-12), sino también en virtud del poder de pronunciar una decisión, como Superior jerárquico, sobre los recursos que se le presenta legítimamente contra una decisión administrativa del Ordinario aparentemente contraria al Motu Propio (nº 10, §1).

- En caso de litigio o duda fundada relativos a la celebración según la forma extraordinaria, el que emitirá el juicio será la Pontificia Comisión Ecclesia Dei (nº 11).

También está previsto un posible recurso:

- Los decretos a través de los cuales se expresan las decisiones de la Pontificia Comisión relativas a los litigios o dudas podrán ser impugnados ad norma iuris ante el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica (nº 10, § 2).

Por consiguiente, en los próximos meses convendrá observar cuidadosamente si estas disposiciones se muestran eficaces y si los hechos de los obispos se armonizan realmente con el derecho que Comisión Ecclesia Dei tiene que hacer respetar.

*****

Este documento romano, muy atento a las oposiciones y deseoso de tener en cuenta los puntos de vista divergentes, tiene un carácter diplomático fácilmente perceptible. En este sentido, pueden verse varias paradojas que, a pesar del confesado deseo de unidad, evidencian las disensiones que hubo que tener en cuenta:

- Resulta extraño que los mismos obispos deseosos de aplicar generosamente el Motu Propio se encuentren en imposibilidad de ordenar seminaristas de su diócesis según el rito tradicional. En efecto, el nº 31 indica: “Sólo en los institutos de vida consagrada y en las sociedades de vida apostólica que dependen de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei y en aquellos donde se mantiene el uso de los libros litúrgicos de la forma extraordinaria se permite el uso del Pontificale Romanum de 1962 para conferir las órdenes menores y mayores”.

Al respecto, el texto recuerda la legislación posconciliar que suprimió las órdenes menores y el subdiaconado. Se incardina a los candidatos al sacerdocio sólo cuando reciben el diaconado, pero se podrá conferir la tonsura, las órdenes menores y el subdiaconado según el rito antiguo, sin que por eso se les reconozca algún valor canónico. Este punto se opone claramente al principio recordado en el nº 3, sobre la adhesión a los “usos universalmente aceptados de la ininterrumpida Tradición apostólica”.

- Paradójicamente se excluye de las disposiciones del documento romano a los sacerdotes más apegados a la misa tradicional como “tesoro precioso que hay que conservar” (nº 8), los cuales, por esta misma razón, no son biritualistas. Efectivamente, el nº 19 afirma: “Los fieles que piden la celebración en la forma extraordinaria no deben sostener o pertenecer de ninguna manera a grupos que se manifiesten contrarios a la validez o legitimidad de la Santa Misa o de los sacramentos celebrados en la forma ordinaria o al Romano Pontífice como Pastor Supremo de la Iglesia universal”.

Notemos aquí un matiz: la Instrucción habla de “validez” o “legitimidad”, mientras la carta de Benedicto XVI a los obispos del 7 de julio de 2007 exigía un “reconocimiento del valor y santidad” del Novus Ordo Missæ, y la no exclusividad de la celebración tradicional. Sin embargo, este nº 19 ofrece a los obispos la posibilidad de neutralizar fácilmente la Instrucción, paralizando el deseo de una aplicación amplia del Motu Propio “para el bien de los fieles” (nº 8).

Algunos comentarios precipitados llevaron a pensar que también se excluía a la Fraternidad San Pío X a causa de su oposición al Pontífice Romano. Esto no es exacto, ya que el levantamiento de las “excomuniones” de sus obispos fue realizado precisamente porque Roma consideró que no se oponían al primado del Papa. En efecto, el decreto del 21 de enero de 2009 reproducía los términos de una carta dirigida por Mons. Fellay al Cardenal Castrillón Hoyos el 15 de diciembre de 2008: “creyendo firmemente en el primado de Pedro y sus prerrogativas”.

*****

Las paradojas de esta Instrucción manifiestan los compromisos diplomáticos realizados con el fin de hacer más fácil la aplicación —hasta ahora dificultosa— del Motu Propio Summorum Pontificum , pero se fundan esencialmente sobre la reiterada afirmación de la continuidad doctrinal entre la Misa Tridentina y el Novus Ordo Missæ: “Los textos del Misal Romano del papa Pablo VI y del Misal que se remonta a la última edición del papa Juan XXIII, son dos formas de la Liturgia Romana, definidas respectivamente ordinaria y extraordinaria: son dos usos del único Rito Romano, que se colocan uno al lado del otro. Ambas formas son expresión de la misma lex orandi de la Iglesia” (nº 6).

Ahora bien, vemos una oposición sobre este punto entre dos Prefectos sucesivos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Alfredo Ottaviani, en su Breve examen crítico de la misa nueva, y el Cardenal William Levada, quien firmó la presente Instrucción.

En su estudio, entregado a Pablo VI el 3 de septiembre de 1969, el Cardenal Ottaviani escribía: “El Novus Ordo Missæ se aleja de manera impresionante, en conjunto y en detalle, de la teología católica de la Santa Misa que fue formulada definitivamente por el Concilio de Trento”. El Cardenal Alfons Maria Stickler, Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana y archivista de los Archivos Secretos del Vaticano, con ocasión de la reedición del Breve examen crítico de los Cardenales Ottaviani y Bacci, escribía lo siguiente el el 27 de noviembre de 2004: “El análisis del Novus Ordo hecho por estos dos cardenales no perdió para nada su valor, ni —lamentablemente— su actualidad… Hoy en día muchos juzgan que los resultados de la reforma fueron devastadores. Los Cardenales Ottaviani y Bacci tuvieron el mérito de descubrir rápidamente que la modificación de los ritos llevaba a un cambio fundamental de la doctrina”.

Estas graves carencias del Novus Ordo Missæ y de las reformas introducidas bajo Pablo VI son la causa del serio cuestionamiento de la Fraternidad San Pío X, si no sobre la validez de principio, al menos sobre la “legitimidad de la Santa Misa o de los sacramentos celebrados en la forma ordinaria” (nº 19), en la medida que, según lo había observado ya en 1969 el Cardenal Ottaviani, es muy difícil considerar que la misa de San Pío V y la de Pablo VI se sitúan en la misma “ininterrumpida Tradición apostólica” (nº 3).

No cabe duda que la Instrucción Universæ Ecclesiæ, que se inscribe en la línea del Motu Propio Summorum Pontificum, constituye una etapa importante en el reconocimiento de los derechos de la misa tradicional. Sin embargo, el fin que persigue la Instrucción —la remoción de las dificultades de aplicación— no se logrará plenamente sino estudiando la profunda divergencia que existe, no tanto entre la Fraternidad San Pío X y la Santa Sede, sino entre la misa tradicional y el Novus Ordo Missæ. Esa divergencia no puede ser objeto de un debate sobre la forma (“extraordinaria” u “ordinaria”) sino sobre el fondo doctrinal (DICI nº 235, 19/05/11).

domingo, 20 de febrero de 2011

En defensa del Motu Proprio Summorum Pontificum


Los rumores que han aparecido hasta el momento en la red, sobre el documento que aclarará la aplicación del Motu Proprio Summorum Pontificum no son, desde luego, muy halagüeños.

Así que, siguiendo la iniciativa ya aparecida en otros medios, dejo aquí la Súplica al Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, respecto a la instrucción/aclaración sobre el Motu Proprio Summorum Pontificum:

Beatísimo Padre, nosotros, los abajo firmantes:

1. Expresamos nuestra profunda gratitud a Vuestra Santidad por vuestro ejemplo litúrgico personal para la Iglesia Universal. Vuestra Santidad sois un verdadero homo liturgicus, cuyo amor por la sagrada liturgia es una fuente de inspiración; vuestro ejemplo enseña con mayor claridad que las meras palabras la centralidad de la liturgia en la vida de la Iglesia.

2. Damos las gracias a Vuestra Santidad por vuestro regalo a la Iglesia en el 2007, el Motu ProprioSummorum Pontificum. Desde el 2007, el motu proprio ha producido muchos frutos, incluyendo una mayor unidad en la Iglesia de Cristo y un enriquecimiento generalizado de la vida litúrgica católica.

3. Observamos con tristeza la continua y real oposición a la aplicación de Summorum Pontificum en muchas diócesis y por parte de numerosos miembros de la jerarquía, así como el sufrimiento y la angustia que ello sigue causando para muchos de los fieles y el obstáculo que esta oposición es a una efectiva reconciliación dentro de la Iglesia.

4. Tomamos nota con ansiedad de los señales aparentes de que una venidera Instrucción para la aplicación de Summorum Pontificum de alguna manera se separe de lo que se establece jurídicamente en ese Motu Proprio y de la amplitud y generosidad de espíritu tan elocuentemente explicados por Vuestra Santidad en la carta que lo acompaña: “Abramos generosamente nuestro corazón y dejemos entrar todo a lo que la fe misma ofrece espacio.”

5. Expresamos nuestra profunda preocupación de que las medidas restrictivas pudieran ser causa de escándalo, de desunión y de sufrimiento en la Iglesia y frustraran la reconciliación que Vuestra Santidad fervientemente auspiciáis, así como impidieran una mayor renovación litúrgica y el desarrollo en continuidad con la Tradición, que ya es un fruto tan grande de vuestro pontificado.

6. Expresamos nuestra esperanza, nuestro deseo y nuestro llamamiento urgente a fin de que el bien que Vuestra Santidad habéis iniciado personalmente a través de Summorum Pontificum no sea obstaculizado por tales restricciones.

7. Con confianza filial y como hijos y hijas obedientes, nos dirigimos a Vuestra Santidad y os pedimos que consideréis con urgencia nuestras preocupaciones, y vuestra intervención, si necesaria.

8. Aseguramos a Vuestra Santidad nuestras oraciones continuas, nuestro profundo afecto y nuestra lealtad.

Para firmar: aquí.

¡Oremos!

sábado, 27 de noviembre de 2010

Breve Examen Critico del Novus Ordo Missae


De los Cardenales Alfredo Ottaviani y Antonio Bacci

I

Al celebrarse en Roma en el mes de octubre de 1967 el Sínodo episcopal se le pidió a la misma asamblea de Padres un juicio sobre la así llamada "Misa normativa", a saber, de esa "Misa", que había sido excogitada por el Consilium ad exsequendam Constitutionem de sacra Liturgia. Pero el esbozo de semejante Misa suscitó perplejidades entre los Padres convocados al Sínodo, de modo tal que, mientras de los 187 sufragios 43 la rechazaron abiertamente, 62 no la aprobaron sino juxta modum (con reservas). Tampoco se debe pasar por alto el hecho de que la prensa y los diarios internacionales anunciaron que aquélla nueva forma de la Misa había sido sin más rechazada por el Sínodo. En cambio, las publicaciones de los innovadores prefirieron pasar en silencio el asunto: No obstante, una revista bastante conocida, destinada a los obispos y que divulga las opiniones de éstos, describió el nuevo rito sintéticamente con las siguientes palabras: " Aquí se ordena hacer tabla rasa de toda la teología de la Misa. En pocas palabras, se acerca a esa teología de los protestantes, que ya abolió y destruyó totalmente el Sacrificio de la Misa".

Pues bien, en el Novus Ordo Missae, recientemente publicado por la Constitución Apostólica Missale romanum, se encuentra desgraciadamente casi la misma "missa normativa". Tampoco consta que las Conferencias episcopales, difundidas por todo el mundo, hayan sido entre tanto interrogadas, al menos en cuanto tales.

Efectivamente, en la Constitución Apostólica se afirma que el antiguo Misal promulgado por San Pío V el día 13 de julio del año 1570 (pero que en gran parte debe ser atribuido ya a San Gregorio Magno, y más aún, que se deriva de los primitivos orígenes de la religión cristiana) en los últimos cuatro siglos fue para los sacerdotes de rito latino la norma para celebrar el Sacrificio; y no es sorprendente si en tal y tan grande Misal en todas partes del mundo "innumerables y además santísimos varones alimentaron con gran copiosidad la piedad de sus almas para con Dios, sacando de él ya sus lecturas de las Sagradas Escrituras, ya sus oraciones". Así leemos en el Novus Ordo; y, sin embargo, esta nueva reforma de la Liturgia, que arranca y extermina de raíz aquel Misal de San Pío V, es considerada necesaria por el Novus Ordo, "desde el tiempo en que con más amplitud comenzó a robustecerse y prevalecer en el pueblo cristiano el afán por fomentar la Liturgia".

Sin embargo, con la debida reverencia, sea permitido declarar que en este asunto hay un grave equívoco; pues si alguna vez se manifestó algún deseo del pueblo cristiano, esto aconteció - estimulándolo principalmente el gran San Pío X cuando el pueblo mismo comenzó a descubrir los tesoros eternos de su Liturgia. El pueblo cristiano no pidió nunca una Liturgia cambiada o mutilada para comprenderla mejor; pidió más bien que se entendiese la Liturgia inmutable, pero nunca que la misma fuese adulterada.

Además, el Misal Romano, promulgado por mandato de San Pío V y venerado siempre religiosamente, fue muy querido para los corazones católicos tanto de los sacerdotes como de los laicos; de tal manera que nada parece haber en ese Misal que, previa una Oportuna catequesis, pueda inhibir una más plena participación de los fieles y un conocimiento más profundo de la sagrada Liturgia; y, por lo tanto, no aparece suficientemente claro por qué causa se cree que un Misal semejante, refulgente con tan grandes notas reconocidas además por todos, se haya convertido en un erial tal que ya no pueda seguir alimentando la piedad litúrgica del pueblo cristiano.

Sin embargo, la "misa normativa ", aunque rechazada ya "sustancialmente" por el Sínodo de los Obispos, hoy es nuevamente propuesta e impuesta como "Novus Ordo Missae", por más que tal Ordo nunca haya sido sometido al juicio colegial de las Conferencias. [Episcopales. N. del T.]. Pero si el pueblo cristiano ha rechazado cualquier reforma de . la Sacrosanta Misa (y esto mucho más en tierras de misiones), no vemos por qué causa se imponga esta nueva ley, que, como por lo demás lo reconoce la misma predicha Constitución, subvierte una tradición inmutable en la Iglesia ya desde los siglos IV y V.

Por lo tanto, como esta reforma carece objetivamente de fundamento racional, no puede ser defendida con razones adecuadas, por las cuales no sólo se justifique ella misma si no también se torne aceptable para el pueblo católico.

Es verdad que los Padres del Concilio, en el párrafo 50 de la Constitución Sacrosanctum Concilium decretaron que las diversas partes de la Misa se ordenaran de tal modo, "que aparezcan con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes como también su mutua conexión". Pero de inmediato veremos cuán poco el Ordo recientemente promulgado responde a esos deseos, de los cuales apenas si parece quedar allí algún recuerdo.

Pues examinando con mayor atención y pesando de nuevo en la balanza cada uno de los elementos del Novus Ordo se llegará a esa conclusión de que aquí se han añadido o quitado tantas y tan grandes cosas que con razón se debe aplicar también aquí idéntico juicio al de la "Missa normativa". Por consiguiente, no es nada extraño que tanto este Ordo como la "Missa normativa " agraden en muchos puntos a aquellos que entre los mismos protestantes son más "modernistas".

II


Comencemos por la definición misma de la Misa, que se propone en el párrafo 7, o sea, al comienzo del segundo capítulo del Novus Ordo. "Acerca de la estructura de la Misa"; "La cena del Señor o Misa es la sagrada sinaxis o asamblea del pueblo de Dios reunido en común, bajo la presidencia del sacerdote, para celebrar el memorial del Señor . Por lo tanto, para la asamblea local de la santa Iglesia vale en grado eminente la promesa de Cristo: 'Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos' (Mt. 18, 20)

Por consiguiente, la definición de la Misa se circunscribe a la sola noción de "Cena"; y ello se repite siempre ya cada paso (n'!s. 8, 48, on- 55, 56); además, tal "cena" está constituida por la reunión de los fieles bajo la presidencia del sacerdote, y consiste en la renovación del memorial del Señor, a saber, en la conmemoración de lo que el Señor realizó el Jueves Santo. Pero todo esto ni implica la presencia real, ni la verdad del Sacrificio, ni la sacramentalidad del sacerdote consagrante, ni el valor intrínseco del Sacrificio eucarístico, el cual no depende en absoluto de la presencia de la asamblea .
En una palabra, esta Cena no implica ninguno de aquellos "valores dogmáticos" esenciales de la Misa, que constituyen . su verdadera definición. Ahora bien, esta omisión, en cuanto voluntaria, equivale a la "superación" de aquellos valores y, por lo tanto, al menos en la práctica, a su negación .

En la segunda parte del mismo párrafo (agravando el ya gravísimo equívoco) se afirma algo asombroso, o sea, que para esta asamblea vale en grado eminente la promesa de Cristo: "Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt. 18, 20). Con esta promesa, que sólo corresponde a la presencia espiritual de Cristo, se compara y se coloca en el mismo orden y modo de presencia, aunque con mayor fuerza y. vigor aquélla institución que, por el contrario, atañe al orden físico o al modo sustancial de la presencia sacramental eucarística.

Sigue inmediatamente en el texto (Nº 8) la bipartición de la Misa en Liturgia de la palabra y Liturgia eucarística, y allí se afirma, sin hacer ninguna distinción, que en la Misa se prepara la Mesa de la palabra de Dios y la mesa del Cuerpo de Cristo, para que los fieles sean "instruidos y alimentados"; esta asimilación equivalente de las dos partes de la Misa, como si estos dos signos tuvieran idéntica significación simbólica, debe ser declarada absolutamente ilegítima. Pero sobre esto ya volveremos más tarde.

Por otra parte, las denominaciones de la Misa son innumerables; las cuales pueden aceptarse por cierto en sentido relativo; pero todas deben ser rechazadas si -como de hecho ocurre- son usadas aisladamente y en sentido absoluto: Acción de Cristo y del pueblo de Dios, Cena del Señor o Misa, Banquete pascual, Participación común en la mesa del Señor, Memorial del Señor, Plegaria eucarística, Liturgia de la palabra y Liturgia eucarística, etc.

Como se evidencia esplendorosamente, en tales definiciones se pone el acento -como con exagerada estudiosidad- en la Cena y el memorial, pero no en la renovación incruenta del Sacrificio del Señor realizado en el Monte Calvario. Ni tampoco la fórmula misma "Memorial de la Pasión y Resurrección del Señor" puede decirse totalmente correcta; pues la Misa por su propia esencia es el memorial del único Sacrificio, que es en sí mismo redentor; mientras que, por el contrario, la Resurrección es el fruto consiguiente a aquél . Luego veremos cómo y con qué coherencia estos equívocos se introducen y se repiten en la fórmula misma de la Consagraci6n y, en general, en todo el Novus Ordo.

III


Vayamos ahora a los fines de la Misa.

1) FIN ÚLTIMO. El fin último del sacrificio de la Misa es la alabanza que debe tributarse a la Santísima Trinidad, según la explícita intención de Jesucristo en el mismo misterio de su Encarnación: "Al entrar al mundo dice: 'No quisiste hostia ni ofrenda: en cambio a mí me preparaste un cuerpo' " (Heb. 10, 5; cfr. Ps. 39, 7-9).
Por cierto, este fin buscado ha desaparecido completamente en el Novus Ordo: desapareció ciertamente del Ofertorio, pues la plegaria "Recibe, oh Trinidad Santa" ha sido eliminada; desapareció de la conclusión de la Misa, ya no se dirá más "Seate agradable, oh Trinidad Santa"; también fue suprimida del Prefacio, ya que el Prefacio de la Santísima Trinidad, que hasta ahora se recitaba oportunísimamente todos los domingos, ahora en el Novus Ordo sólo se dirá en la fiesta de la Santísima Trinidad, y por lo tanto solamente una vez al año.

2) FIN ORDINARIO. El fin ordinario del Sacrificio es el propiciatorio. En cambio, en el Novus Ordo, este fin se aparta de su verdadera senda, pues ya no se pone más el acento en la remisión de los pecados, sea de los vivos, sea de los difuntos, sino en la nutrición y santificación de los presentes (nº 54). Por cierto, Cristo instituyó el sacramento de la Eucaristía en la última Cena y se puso a Sí mismo en estado de víctima para unirnos a Él, a ese estado victimal; pero este fin antecede a la misma manducación y tiene un pleno valor redentor antecedente, que se deriva de la inmolación cruenta de Cristo; de allí que el pueblo asistente a Misa no esté obligado de suyo a recibir la comunión sacramental.

3) FIN INMANENTE. Cualquiera sea la naturaleza del sacrificio, pertenece a la esencia de la finalidad de la Misa el que sea agradable a Dios, aceptable y aceptado por Él. Por lo tanto, en la condición de los hombres que estaban inficionados por la mancha original, ningún sacrificio hubiera sido aceptable a Dios; el único sacrificio aceptado ahora con derecho por Dios es el Sacrificio de Cristo. Por el contrario, en el Novus Ordo la naturaleza misma de la oblación es deformada en un mero intercambio de dones entre Dios y el hombre: el hombre ofrece el pan que Dios transmuta en "pan de vida"; el hombre lleva el vino que Dios transmuta en "bebida espiritual": "Bendito eres, Señor Dios del universo, porque de tu largueza recibimos el pan (o: el vino) que te ofrecemos, fruto de la tierra (o: de la vid) y de la obra de las manos de los hombres, del cual se hará para nosotros el pan de vida (o: la bebida espiritual)".

Superfluo es advertir cuán totalmente vagas e indefinidas son estas dos fórmulas "pan de vida" y "bebida espiritual", que, de por sí, pueden significar cualquier cosa. Hallamos aquí el mismo equívoco capital que examinamos en la definición de la Misa: allí Cristo se hace presente entre los suyos únicamente de un modo espiritual; aquí se dan el pan y el vino, que son cambiados "espiritualmente" (pero no substancialmente!) .

Igualmente, en la preparación de las ofrendas se descubre idéntico juego de equívocos, pues se suprimen las dos maravillosas plegarias de la antigua Misa. La oración: "Oh, Dios, que admirablemente formaste la dignidad de la naturaleza humana y que más admirablemente aún la reformaste" recordaba a la vez la primitiva condición de inocencia del hombre y su presente condición de restauración, en la que fue redimido por la Sangre de Cristo. Era, por lo tanto, una verdadera, sabia y rápida recapitulación de toda la Economía del Sacrificio, desde Adán hasta la historia presente. En la otra plegaria, la oblación propiciatoria del cáliz para que subiera "con olor de suavidad" a la vista de la Divina Majestad, cuya clemencia se imploraba, repetía con suma sabiduría esta Economía de la salvación. Mientras que suprimida esta continua elevación hacia Dios por medio de la plegaria eucarística, no queda ya ninguna distinción entre sacrificio divino y humano.

Eliminado el eje cardinal, se inventan vacilantes estructuras; echados a pique los verdaderos fines de la Misa, se mendigan fines ficticios. De aquí que aparecen los gestos que en la nueva Misa deberían expresar la unión entre el sacerdote y los fieles, o entre los mismos fieles; aparecen las oblaciones por los pobres y por la Iglesia que ocupan el lugar de la Hostia que debe ser inmolada. Todo esto pronto caerá en el ridículo, hasta que el sentido primigenio de la oblación de la Única Hostia caiga poco a poco completamente en el olvido; así también las reuniones que se hacen para celebrar la inmolación de la Hostia se convertirán en conventículos de filántropos y en banquetes de beneficencia.

IV

Pasemos a considerar la esencia del Sacrificio.

El Misterio de la Cruz ya no está expresado explícitamente, sino en forma algo oscura, con palabras falseadas que no pueden ser percibidas por el pueblo. Y he aquí por qué causa.

1) SIGNIFICACIÓN DE LA "PLEGARIA EUCARÍSTICA"

El sentido que se atribuye en el Novus Ordo a la así llamada "Plegaria eucarística" es éste: "Para que toda la asamblea de los fieles se una con Cristo en la confesión de las grandezas de Dios y en la oblación del sacrificio" (nº 54, al final) .Pero uno pregunta: ¿de qué sacrificio se trata? ¿quién es el que ofrece? A estos interrogantes no se da ninguna respuesta.

La definición de la "Plegaria Eucarística" dada en la misma Instrucción es la siguiente: " Ahora se inicia el centro y culmen de toda la celebración, a saber, la misma Plegaria eucarística, o sea, la plegaria de acción de gracias y de santificación" (nº 54 pr .) .Por consiguiente, se ponen los efectos en lugar de las causas, de las que nada se dice en el texto. Nada reemplaza a la mención acerca del fin de la oblación, que antes estaba explícita en la antigua plegaría "Recibe, oh Padre Santo".

En verdad, el cambio de la formulación revela también un cambio de la doctrina.

2) EL SACRIFICO EUCARÍSTICO Y LA PRESENCIA REAL DE CRISTO

La razón por la cual el Sacrificio no tiene ninguna indicación lo suficientemente explícita en el Novus Ordo está en que la Presencia Real perdió su lugar verdaderamente central (tan esplendoroso en la antigua Misa). Sólo se hace una mención -a saber, la única cita al pie, sacada del Concilio de Trento- y que se refiere a la Presencia Real en cuanto nutrimento (nº 241, nota 63). Pero no se señala nunca la Presencia Real y Permanente del Cuerpo y Sangre de Cristo, junto con su Alma Divinidad, que se da bajo las especies luego de la transubstanciación. Más aún, la misma palabra "Transubstanciación" se ignora totalmente.

Además, la razón de por qué se suprime la invocación a la tercera Persona de la Santísima Trinidad (Ven, Santificador. ..), por la cual se imploraba al Espíritu Santo que descendiera sobre las oblatas preparadas para obrar el milagro de la Presencia Divina, como antes en el seno de la Santísima Virgen, es objetivamente la misma: vale decir, pertenece al mismo tipo de silencio y de negación tácita, más aún a la continua cadena de negaciones sobre la Presencia Real.

Quedan también abolidas:
• a) las genuflexiones, de las que sólo quedan tres por parte del sacerdote y una por parte del pueblo en el momento de la Consagración (y ésta, sometida a muchas excepciones);
• b) las abluciones de los dedos sobre el cáliz;
• c) la preservación de los mismos dedos de cualquier contacto profano después de la Consagración;
• d) la purificación de los vasos (sagrados, N. del T.), que no se manda hacer necesariamente de inmediato después de la asunción del cáliz, ni sobre el mismo corporal;
• e) la palia, con la cual se protegía la Preciosísima Sangre de Cristo en el cáliz;
• f) el dorado de los vasos sagrados;
• g) la consagración del altar móvil;
• h) la piedra sagrada y las reliquias en el altar móvil, e incluso sobre la mesa cada vez que la celebración se realice en lugares no sacros. Admitida esta excepción, queda abierto el camino para las "cenas eucarísticas" en casas privadas ;
• i) los tres manteles del altar, de los cuales ahora sólo se prescribe uno.
• k) la acción de gracias, que debía hacerse de rodillas, y a la que substituye una torpe acción de gracias del sacerdote y de los fieles sentados; añádase que la Comunión se recibe irreverentemente por los fieles
de pie;
• I) finalmente, las santas prescripciones antiguas para el caso de la Hostia consagrada caída en tierra, que se reducen mezquinamente a sólo esto: "tómese reverentemente la Hostia " (nº 239).
Todas estas cosas juntas, con su repetición manifiestan y confirman injuriosamente la implícita negación de la Fe en el augustísimo dogma de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

3) LA FUNCIÓN DEL ALTAR EN LA NUEVA MISA (Nº 262)

El altar casi siempre es llamado mesa : "El altar o mesa del Señor, que es el centro de toda la liturgia eucarística" (nº 49; cfr. 262); pero se prescribe que el altar esté siempre separado de las paredes, para que así cualquiera pueda girar alrededor de la mesa y que la misa se celebre de cara al pueblo (n'? 262); con mayor insistencia se determina que el altar debe convertirse en el centro de la asamblea de los fieles, de manera tal que su atención se dirija espontáneamente hacia el altar (ib). Pero considerados a la vez los números 262 y 276, parece excluirse que el Santísimo Sacramento de la Eucaristía pueda conservarse sobre este altar. De aquí surge una irreparable división: por una parte estará la mística presencia del Sumo y Eterno Sacerdote en el presbítero celebrante; y por otra parte estará la Presencia Real Sacramental del mismo Cristo en persona. En la antigua Misa estaba manifiesta una sola presencia de Cristo a la vez .

En la nueva Misa se nos invita a conservar el Santísimo Sacramento en otro lugar apartado, donde se alimente la devoción privada de los fieles, como si la Hostia no fuese sino una simple reliquia; de manera que ya no sea más el tabernáculo el que atraiga los ojos y la fe de los fieles que ingresan al templo, sino una mesa tosca y sin adorno. He aquí nuevamente cómo la piedad privada se opone a la piedad litúrgica; se erige el altar contra el altar.

También, la tan frecuente recomendación de distribuir la Comunión sólo de las especies consagradas en la Misa; más aún, que se consagre un pan de grandes dimensiones, de modo que el sacerdote pueda dividir su pan con al menos alguna parte de los fieles, con firma y acrecienta la indiferencia anímica y el desprecio hacia el Tabernáculo, como también hacia toda piedad eucarística fuera de la Misa. He aquí una nueva injuria a la fe en la Presencia Real de Cristo, mientras perduran las Especies Eucarísticas consagradas.

4) FÓRMULAS CONSAGRATORIAS

La antigua fórmula de la Consagración era clara y propiamente sacramental, pero no meramente narrativa,. mientras que las tres consideraciones siguientes parecen demostrar que en el Novus Ordo se insinúa lo contrario:

a) No se reproduce más literalmente el texto de la Sagrada Escritura; además, la inserción de las palabras paulinas "Mysterium Fidei" significaba la inmediata confesión de fe que debía proferir el sacerdote ante el Misterio operado por la Iglesia a través de su sacerdocio jerárquico.

b) Las nuevas puntuaciones de las palabras y la nueva tipografía. En efecto, en el antiguo Misal el mismo punto y aparte significaba claramente el paso del modo narrativo al modo sacramental y afirmativo, las mismas palabras consagratorias se trazaban en el antiguo Misal con letras mayúsculas y en el medio de la pagina; más aún, con frecuencia escritas también en color diferente, de manera que se separasen del contexto meramente histórico. y todas es tas cosas, por cierto, conferían sapientísimamente a toda la fórmula consagratoria una fuerza propia de significación absolutamente individual y singular .

c) La anamnesis ("Cuantas veces hiciereis es tas cosas, las haréis en memoria mía"), que en griego se dice así: "eis tén emoú anámnesin". La anamnesis en el Canon Romano se refería a Cristo operante en acto, pero no a la mera memoria de Cristo o de un mero acontecimiento; se nos mandaba recordar lo que Él mismo hizo ( " ...estas cosas. ..haréis en memoria mía"), y el modo cómo Él las hizo, pero no únicamente su persona o su cena. En cambio, la fórmula paulina ("Haced esto en conmemoración mía"), que en el Novus Ordo reemplaza a la fórmula antigua -repetida todos los días en las lenguas vernáculas- cambiará irreparablemente la fuerza misma del significado en las mentes de los oyentes, de modo tal que la memoria de Cristo, que debe ser el principio de la acción eucarística, parezca convertirse en el término único de esta acción o rito. O sea, la "conmemoración", que cierra la fórmula de la consagración, ocupará poco a poco el lugar de la "acción sacramental".

La forma narrativa se pone ahora de relieve de hecho con las mismas palabras en la Instrucci6n oficial: "Narraci6n de la Institución" (nº 55d) ; y ella se confirma en la definición de la anamnesis, donde se dice: "La Iglesia celebra la memoria de Cristo mismo" (nº 55c).

En síntesis, la teoría que se propone sobre la epiclesis y la misma innovación en cuanto a las palabras de la Consagración y de la anamamnesis implican que también se ha realizado un cambio en el modo de significar;. pues las fórmulas consagratorias son ahora pronuncia das por el sacerdote como parte de alguna narración histórica y no son enunciadas en cambio como expresando un juicio categórico y operativo, proferido por Aquél en cuya representación el sacerdote mismo obra, diciendo: "Esto es mi Cuerpo", pero no: "Esto es el Cuerpo de Cristo" .

Además, la aclamación asignada al pueblo para decir después de la Consagración ("Anunciamos tu muerte, Señor, etc., hasta que vengas") introduce, bajo la apariencia de escatologismo, una nueva ambigüedad sobre la Presencia Real. En efecto, se proclama oralmente, sin solución de continuidad después de la Consagración, la expectación de la segunda: venida de Cristo en la consumación de los tiempos, en el mismo momento en el que Él se halla verdadera, real y substancialmente presente sobre el altar, como si sólo aquélla última fuera Su verdadera venida, pero no ésta.
Y esto se recalca con mayor vigor en la fórmula de aclamación a elegir libremente: "Cada vez que comemos este pan y bebemos el cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vengas"; donde se mezclan con la máxima ambigüedad cosas diversas, como la inmolación y la manducación, la Presencia Real y la segunda venida de Cristo .

V
Y ahora pasemos a cada uno de los elementos concretos del Sacrificio.
En la Misa anterior, eran cuatro los elementos del Sacrificio: 1) Cristo; 2) el sacerdote; 3) la Iglesia; 4) los fieles.

1ª Comencemos por los fieles. En el Novus Ordo, la parte asignada a los fieles es autónoma o absoluta, y, por consiguiente, totalmente falsa ya desde la misma definición propuesta al comienzo ("La Misa es la sagrada sinaxis o asamblea del pueblo"), hasta el saludo con el cual el sacerdote expresa al pueblo la "presencia " del Señor en la comunidad reunida (nº 28): "Con este saludo y con la respuesta del pueblo se manifiesta el misterio de la Iglesia reunida". Por lo tanto, se trata aquí de una, por cierto, verdadera presencia de Cristo, pero meramente espiritual, y asimismo del misterio de la Iglesia, pero en cuanto simple comunidad que manifiesta y solicita tal presencia espiritual. y esto se encontrará por doquier: recuérdese el carácter comunitario de la Misa recalcado con tanta insistencia (nº 32); 74-152); la impía distinción entre "Misa con pueblo" y "Misa sin pueblo" (nº 203-232); la definición de la "oración universal o de los fieles" (nº 45), donde nuevamente se pone de relieve "el oficio sacerdotal" del pueblo ("el pueblo ejerciendo el oficio de su sacerdocio") proponiéndolo en forma equívoca; en efecto, no se indica en modo alguno que está subordinado al oficio del sacerdote jerárquico. Y esto tanto más se confirma por el hecho de que el sacerdote, en cuanto que ha sido consagrado mediador, está constituido intérprete, según la vieja Misa, de todas las intenciones del pueblo, sea en la plegaria "Te igitur", sea en los dos "Memento".

También en la "Plegaria eucarística " III ("Vere Sanctus", pag. 123) se nos ordena dirigirnos así al Señor: "No dejas de congregar a tu pueblo, para que desde la salida del sol hasta el ocaso sea ofrecida una oblación pura a tu nombre": donde la partícula "para que" insinúa que el elemento necesario sobre todos los demás para celebrar la Misa es el pueblo, y no el sacerdote. y como en ninguna parte del texto se indica quién es el sacrificador secundario y particular , todo el pueblo mismo es presentado provisto de un poder sacerdotal propio y pleno. ¡Lo cual es falso!

¡Nada de extrañar pues si, con esta manera de obrar, bien pronto se le atribuya también al pueblo la facultad de unirse al sacerdote en la pronunciación de las mismas palabras consagratorias (lo cual, por lo demás, se nos informa, que ya sucede en ciertos lugares)!

2º El ministerio del sacerdote aparece disminuido, alterado, viciado. En primer lugar , por cierto, respecto del pueblo. Se lo presenta (al sacerdote), como un simple presidente o hermano (no mediador), más bien que como un ministro consagrado, que celebra en representación de Cristo; luego, respecto de la Igle sia, en cuanto que es propuesto como "uno del pueblo". También en la definición de la epiclesis (nº 55c) las invocaciones se atribuyen en forma anónima e incierta a la Iglesia. El oficio de mediador, propio del sacerdote, desaparece.

En la oración del "Confiteor", que se recita ahora sólo en forma colectiva, el sacerdote ya no es más juez. testigo y mediador ante Dios; por consiguiente, no se imparte más al pueblo la absolución sacerdotal, que se tenía en el antiguo rito. En efecto, el sacerdote viene simplemente connumerado entre los "hermanos". De donde, incluso el mismo monaguillo que ayuda en una "Misa sin pueblo" lo llama con este nombre de hermano.
Pero ya antes de esta última reforma de la Misa, se había abrogado la significativa distinción entre la Comunión de los fieles y la Comunión del sacerdote (momento en el cual el Sumo Eterno Sacerdote y el que actuaba en representación de Él se confunden en una casi diríamos íntima unión y se logra la consumación del Sacrificio).

Ahora, en cambio, ni una palabra siquiera acerca del poder del sacrificador, sobre su acto consagratorio, por medio del cual se renueva realmente la Presencia eucarística. y de este modo, el sacerdote católico ya reviste la figura de un ministro protestante.

Además, la omisión o el libre uso de muchas vestiduras sagradas ( pues en algunos casos bastan el alba y la simple estola: nº 298) debilita aún más la primigenia conformación del sacerdote con Cristo; en efecto, el sacerdote ya no se presenta más revestido con las virtudes de Cristo; él es ya un simple "funcionario" que apenas se distingue de la multitud de los fieles por uno o dos signos "él mismo un poco más hombre que los demás hombres": así lo describió, bella y humorísticamente aunque en forma involuntaria, cierto predicador contemporáneo .

Por lo tanto, nuevamente se divide lo que Dios ha unido: a saber, así como ya viene separado el Tabernáculo del altar de la Misa, así ahora se desgarra el único sacerdocio del Verbo de Dios y el sacerdocio de Sus Ministros consagrados.

Por último, trataremos simultáneamente de Cristo y de la Iglesia. En un solo texto, donde se trata de la "Misa sin pueblo", como con displicencia se reconoce a la Misa en cuanto que es "acción de Cristo y de la Iglesia" (nº 4; cfr. Presb. Ord., nº 13) ; mientras que por el contrario en el caso de la Misa "con pueblo" no se recuerda ninguna otra finalidad sino la de hacer "memoria de Cristo" y la santificación de los presentes. "El presbítero celebrante. ..asocia a sí mismo. ..al pueblo al ofrecer el sacrificio por medio de Cristo a Dios Padre en el Espíritu Santo" (nº 60), en vez de asociar el pueblo a Cristo, quien se ofrece a Sí Mismo en sacrificio "por el Espíritu Santo a Dios Padre".

Nótense en este contexto otras cosas: la gravísima omisión en las oraciones de las cláusulas "Por Cristo Nuestro Señor", quien fue dado a la Iglesia de todos los tiempos como única garantía de ser escuchada (Jo.. 14, 13-14; 15, 16; 16, 23-24) ; además, un pertinaz y ansioso "pascualismo", como si la comunicación de las gracias no tuviese otros aspectos igualmente fecundos; también, ese "escatologismo" vesánico y peligroso, en el cual la comunicación de la gracia, que de suyo es permanente y eterna, es rebajada a meras dimensiones temporales; el "pueblo", como ejército en marcha (en italiano: "popolo in marcia"), la "Iglesia peregrinante" (¡ojo! ya no más militante contra la Potestad de las tinieblas) hacia cierto "futuro" que no está vinculado a la eternidad venidera ( y que por lo mismo no depende de ella en el presente) , sino que corresponde a la verdadera y propia posteridad temporal.

La Iglesia -Una, Santa, Católica, Apostólica -es humillada en cuanto tal por la fórmula de la "Plegaria Eucarística IV", en la cual la oración del Canon Romano: "Por todos los ortodoxos y seguidores de la fe católica y apostólica " se cambia de tal modo que todos estos creyentes son sustituidos simplemente ¡por todos los que te buscan con corazón sincero!

También en el "Memento" de los difuntos, los muertos ya no son aquellos "que nos precedieron con el signo de la Fe y duermen el sueño de la paz", sino solamente "los que murieron en la paz de tu Cristo". A quienes además se añade (no sin un nuevo y patente abandono de la legítima noción de la unidad y visibilidad de la Iglesia) la turba de "todos los difuntos cuya fe Tú solo conociste".

En cambio, en ninguna de las tres nuevas Plegarias Eucarísticas se hace alguna mención -como ya más arriba dijimos- sobre el estado de penas y tribulaciones de las almas en el Purgatorio; en ninguna de ellas se da lugar a que se haga un "Memento" los difuntos en particular. Todo lo cual enerva nuevamente la fe en la naturaleza propiciatoria y redentora del Sacrificio.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Misa Tridentina: Siempre es útil recordar


1. ¿ Porqué se oficia la Misa en Latín ?

La Misa en latín con frecuencia se denomina “Misa Tridentina,” en referencia al hecho de que fué coodificada por San Pío V poco después del Concilio de Trento (1545-1563), de donde proviene el término “Tridentino.” Contrario a lo que algunas personas piensan, San Pío V no creó una nueva Misa, sino unificó toda la Liturgia existente: Ordenando y estructurandola bajo un “Ordo,” de tal manera; que toda la Liturgia de la Iglesia permaneciera sin mutación con el correr de los Siglos. Su Bula “Quo Primum Tempore” no solamente declaró que había que mantener la Misa permanentemente inalterable, sino también prohibió la introducción de nuevas Liturgias en la Misa. La Misa en Latín puede de hecho llamarse Misa de los Apóstoles, porque data del tiempo de Nuestro Señor y de los Apóstoles. Los pormenores de las primeras Liturgias se asemejan a la Misa en Latín en sus detalles esenciales.

2. ¿ Originalmente en que Idioma se decía la Santa Misa en la Iglesia ?

La Misa se decía originalmente en Arameo o Hebreo, puesto que estas eran las lenguas que hablaban Cristo y los Apóstoles; las expresiones: “Amen, Alleluia, Hosanna y Sabbaoth” son palabras Arameas que se mantuvieron y aun permanecen actualmente en la Santa Misa en Latín. Cuando la Iglesia se extendió por todo el mundo gentil en el Siglo I; adoptó el Griego en su Liturgia porque este era el Idioma común del Imperio Romano. El uso del Griego continuó hasta el siglo II y parte del siglo III. El Kyrie eléison, y el Símbolo Litúrgico IHS (deriva de la palabra Jesús en Griego) son una prueba víva del uso de este Idioma en la Liturgia de la Iglesia; pues permanecen aun en la Santa Misa en Latín. Las Misas Romanas iniciales se encuentran en los escritos de San Justo “que datan del año 150 del Cristianismo” y también en los de San Hipólito del “año 215.” El Latín finalmente remplazó al griego como lengua oficial del Imperio.

3. ¿ Desde cuándo se usa el latín en la Iglesia ?

Hacia el año 250 de la fundación de la Iglesia, la Misa se decía en Latín en la mayor parte del mundo Romano. Incluyendo las ciudades del Norte de África y de Italia, como Milán. La Iglesia en el Imperio Occidental adoptó el latín en la Misa al rededor del año 380 del Cristianismo. El Canon de la Santa Misa en latín, como lo conocemos actualmente, ya estaba completo para el año 399 del Cristianismo. El Latín dejó de ser lengua vernacula hacia los Siglos VII y IX; sin embargo, la Misa siguió ofreciendose en Latín porque mucha de su Liturgia ya había sido creada en esa lengua. Los Santos Padres de la Iglesia, por entonces, no vieron razón alguna para adoptar las nuevas lenguas vernaculas que estaban en desarrollo al rededor del mundo conocido. Este fué un medio providencial; por que el latín, aunque lengua muerta, sirvió como medio de comunicación en la Iglesia y através de los Siglos. Sin duda era este el medio por el cual, Dios prometiera en el santo Evangelio, que estaría con nosotros hasta el fin de los tiempos; esto es parte del Plan de Dios para preservar a su Iglesia hasta el final.

4. ¿ Qué razones tuvo la Santa Iglesia para mandar que se oficiara la Misa en Latín ?

El único objetivo de San Pío V al mandar coodificar la Misa, no fue sino el de la Unidad de la Iglesia, la única de las razones de peso; por la que se asegura la Unidad en el Culto Católico y se evita la disparidad de Rito, el único medio era la Uniformidad en el Idioma, y así se preservaría no solo de Cisma sino también de los errores que pudieran ser introducidos. Mandó San Pío V fuése dicha, la Misa en lo que sería en adelante el Idioma Oficial de la Santa Iglesia: “El Latín.”

5. ¿ Cómo asegurar la perpetuidad de los Ritos Católicos, através de tanta diversidad de Idiomas, Naciones, costumbres y que además esas mismas diferencias cambiarían através del correr de los años?

Las razones son evidentes, había que asegurarse de que el Idioma que la Iglesia tomara como oficial, no fuera modificado através de los tiempos y los lugares; pues la Historia nos demuestra que los vocablos de los Idiomas cambian de significado o se introducen modismos, por el habla Popular con el tiempo.
Hasta los reformistas protestantes reconocen la conexión entre las enseñanzas de la Iglesia y la Misa. Lutero creyó que eliminando la Misa, podría derrocar al papado. El y otros reformistas protestantes se dedicaron a erradicar la noción del sacrificio de sus liturgias “reformadas.” Eliminaron los altares y los crucifijos, y las lecturas de las Escrituras y los sermones remplazaron el concepto de la Real Presencia de Cristo en el Sagrado Sacramento. Esto se fue haciendo gradualmente, para que los católicos quienes, después de todo, iban a las mismas iglesias y con frecuencia tenían los mismos pastores, difícilmente se dieran cuenta de que poco a poco se iban convirtiendo en protestantes.
La repuesta Sabia de la Iglesia, a todas estas incógnitas Preocupantes, las soluciona adoptando una Lengua que en sí misma sea inalterable, inmutable en lo esencial de sus vocablos.

6. ¿ Qué lengua entre el Griego, Latín, Hebreo y el llamado Siriaco-Arameo resolvía éstas incógnitas ?

El Latín ofrecía esta garantía; es por eso que se mandó, se adoptase en toda la Liturgia de la Iglesia: “El Latín Lengua Muerta” a ecepción de los Ritos Católicos que tuvieran más de 200 años de existencia. Son por estas razones y no por otras, por las que se dice la Misa en Latín (Lengua Muerta). Como no se habla actualmente como lengua vernacula de país alguno; las palabras en Latín no cambian de siginificado. Por ejemplo el Idioma Inglés será más fácil de entender, pero a causa del habla popular, los Coloquialismos, y la influencia de los Regionalismos, las palabras que usamos varían de significado de un sitio a otro y de un año a otro. Como lo dijo su Santidad Pío XII de felíz memoria: “El uso del Latín”es una señal hermosa y manifiesta de la Unidad, así como un antídoto efectivo contra cualquier corrupción en la Verdad Doctrinal” (Mediator Dei).

7. ¿ Qué podemos decír de las personas que objetan que hay dificultad actualmente para entender el latín por lo que les resulta aburrida la Misa ?

Es evidente, estan olvidando que el acto de Adoración Supremo (Misa) no es una reunion social que sirva para alagar a los sentidos ni mucho menos un estímulo para favorecer el sentimentalismo; muy al contrario es la “Aceptación de la Soberania infinita de Dios y de sus Perfecciónes con la sumisión absoluta de la criatura para con su Señor y Creador. Nos encontramos por desgracia en una situación en donde los modismos y costumbres en los Idiomas se suceden una y otra vez sin interrupción; de tal manera que al cabo de solo 2 o 3 años ya no tienen el mismo significado tal o cual palabra, la prueba esta en que experimentamos cambios en la forma de hablar de las generaciones pasadas a las actuales y sin embargo lo aceptamos gustosos. Entonces, ¿ Porqué no aceptar un Idioma que además de ser Mandado por la Iglesia Católica es a la vez una garantía de seguridad que preserva a nuestra Fe Católica de todo contagio de error y de corrupción?. Para los que se quejan de no entender el latín no es sino una manera fácil de justificar su falta de piedad y de Fe y por este motivo culpan a un Idioma que facilita la Unidad de la Iglesia y que además a sido Inspirado por el Espiritu Santo y por eso se conforman con el progresismo religioso de los Templos actuales; condenado por la Santa Iglesia.


8. ¿ Cuál es la manera Católica de guiarnos cuando asistimos los domingos a las Misas en latín?

Existe una diversidad de Misales que traen el texto en Latín y adjunto la traducción en el Idioma de cada País; recordemos que el Culto de “Dulía que ofrecemos a los Santos” y el Culto de “Latría o de Adoración que es el que se tributa solo a Dios” lo hacemos conforme lo manda La Santa Iglesia y que éste solo hecho debe bastarnos para satisfacer nuestras exigencias de entender el Latín, pues aunque por el oído no lo entendamos sabemos que adoramos a Dios de la manera como quiere ser Adorado, del modo, forma y medida que el Espiritu Santo a proporcionado a su Iglesia. Sus Ministros lo entienden y nos trasmiten los sentimientos de la Iglesia en cada mínimo gesto litúrgico; y basta con que ellos nos expliquen con claridad cada parte del Culto Oficial de la Iglesia que es: “la Liturgia” y como consecuencia el Centro de ella “La Santa Misa.”

9. ¡Qué es lo que sucede actualmente! ¿Porqué razón, no se ofician más Misas Católicas, es decir, en el Idioma Oficial y con las disposiciones mandadas y ordenadas por la Iglesia?

La razón es que las Misas que se dicen apartir del 20 de Noviembre de 1960, mandadas por el hereje Pablo VI (Montini), no son ya Misas Católicas, puesto que se separan de una manera impresionante de la Misa Tridentina (Cardenal Ottaviani); el Novus Ordo Missae o nueva Misa; no es ni será jamás, Un Ordo Católico; muy alcontrario no representa mas que un Misal arreglado y ordenado a merced de las aspiraciones protestantes: la Nueva Misa, no representa más que el sueño dorado del Pérfido Martín Lutero; pues su máxima favorita era: “¡Destruíd la Misa y Habréis acabado con Papado!” Y en efecto se cortó el canal de la gracia (la Misa) que es el Centro de Toda la Liturgia; y se consiguió lo que aspiraban, protestantizar a la que ellos consideraban su enemigo acérrimo la “Iglesia Católica”. La nueva Misa es en verdad una Asamblea protestante. Ella es el reflejo vívo de la secta protestante; y en honor a la verdad si Ud. ¡No lo cree!, lo ínsto a que lo compruebe con sus propios ojos, si puede Ud. encontrar alguna diferencia entre una asamblea protestante Y la Misa nueva; basta con presenciar personalmente las dos Asambleas; la protestante y la que dicen en los Templos modernos mal llamados Católicos.

10. ¿Cuáles fueron las consecuencias al querer imponer a todos los sacerdotes la nueva Misa ?

Aunque la Misa en Latín data del año 150 del Cristianismo, el advenimiento de la nueva Misa Protestante (Novus Ordo Missae) hecha oficial por el hereje Pablo VI el 22 de Marzo de 1970, causó la Apostasía de muchos Sacerdotes. Pero también la reacción de muchos otros que permanecieron fieles a las Enseñanzas de la Iglesia, los cuales concientes de la importancia de la Unidad cuya nota, es la principal para conocer la Verdadera Religión; han continuado Oficiando la Santa Misa tal como fué coodificada por la Santa Iglesia poco depués del Concilio de Trento, sin agregar ni disminuir nada de lo que allí establecieron; según aquello del conmmonitorio: “no traspases los límites que han establesido vuestros antepasados”. Los sacerdotes de la Congregación “María Reina Inmaculada” (CMRI) que comenzó en el año de 1967, siempre han ofrecido la Misa Católica (Tradicional en Latín) con las circunsatancias que rodean actualmente a la Santa Iglesia, como es el: Declarar que la Sede Apostólica esta Vacante, por razón cierta y comprobada que los últimos Papas predecesores a Pío XII han caído consuetudinariamente en las heréticas y depravadas prácticas de Doctrinas condenadas por la Iglesia, separandose así del Cuerpo Místico de Cristo tales son los casos de Juan XXXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II los cuales habiendo reformado; la Misa, Sacramentos, y aún la Liturgia en general, se han plegado a los errores Modernistas condenados por San Pío X. Pues es clara la Iglesia cuando la escuchamos decir por San Roberto Belarmino: ¿Puede un Papa caer en herejía? Y no duda al responder que, Sí, cuando atenta contra los Dogmas, y lo establesido a “perpetuidad” concerniente a ( Moral y Doctrina Católica ) que ya la Iglesia por medio de los Pontífices antecesores haya Decretado, quien pretenda hacer lo contrario, y reformese lo ya establesido quedará ipsofacto fuero de la Santa Iglesia, esta es doctrina clara de la misma; es hereje quien niegue, reforme, agregando o disminuyendo lo que la Iglesia manda que creea, reciba y obedezca; cualquiera que haya sido su condición o Autoridad dentro de la Santa Iglesia llamese: Obispo, Arzobispo, Cardenal y en definitiva Papa.

11. ¡Acaso la Liturgia no puede acomodarse a las necesidades de los tiempos actuales! ¿Porqué la Misa en latín es tan importante para ustedes?

El Papa Pío XII declara expresamente que la Sagrada Liturgia está íntimamente vinculada a las verdades de la Fe Católica y por lo tanto debe conformarse a ella y reflejar esas verdades; no podemos so pretexto, de acomodar la Liturgia a las exigencias de los pueblos y de los tiempos modernos, comprometer una sola Verdad de Fe; es absolutamente importante conservar inalterable la Liturgia para que ella sirva actualmente salvaguardando la integridad de la Fe (Mediator Dei). Si la Liturgia en este sentido representa el depósito de la Fe Católica, resultaría herético y sacrílego, querer acomodar la Santa Misa a merced del capricho humano, atropellando con ello toda una tradición infalible.

12. Estimo que el latín es una lengua Anticuada ¿ Acaso no se opone al progresismo cultural de los pueblos ?

No podemos objetar el que una lengua como el latín haya pasado de uso en estos tiempos tan modernos o el que peligremos habernos quedado anclados en el Siglo XV; como afirman muchas personas de juicio ligero. Contrario a estos criterios equívocos, no solamente afirmamos que quedamos anclados en el Siglo XV sino en el año 33 de Nuestro Señor; por eso cuando se nos acusa de novedosos podemos reponderles: “no hay nada mas nuevo que permanecer en los Origenes”.( Sta. Teresa de Jesús) No es pues la Misa en latín, una manera selectiva o novedosa de oficiarla ni tampoco elitista o exclusivista, todo lo contrario, es la única manera católica, es decir, Universal de oficiarla, acomodada para que sea escuchada por toda persona bautizada del mundo sin importar la Nacionalidad que tuviera (Chino, Alemán, Norteamericano etc.). Esta fué la intención de la Iglesia al mandar coodificar la Misa en una lengua que através de los tiempos y los lugares no sufriera cambios, pues pertenecemos a la Iglesia Católica que es Una: en el Bautismo, Una en los Sacramentos, Una en la Fe; como dice el Apostol San Pablo. Por estas razones, la Iglesia siempre ha protegido cuidadosamente el Téxto de la Misa, para evitar que se incorporen a la Liturgia errores doctrinales. La Misa tradicional en latín es entonces la expresión perfecta de las verdades inmanentes de la Iglesia Católica. Hasta los protestantes reformistas reconocen la conexión entre las enseñanzas de la Iglesia y la Misa. Lutero creyó que eliminando la Misa, podría derrocar el Papado. El y todos los demás protestantes se dedicaron a quitar la Noción de Sacrificio de sus Liturgias, “inventadas” por ellos: eliminaron los altares y los crucifijos, y las lecturas de las Escrituras y los sermones reemplazaron el concepto de la Real Presencia de Cristo en el Sagrado Sacramento. Esto se fué haciendo de un modo gradual y despacio para que los Católicos, quienes después de todo, observaban atónitos los cambios y novedades que se iban introduciendo en sus iglesias, ni siquiera advirtiesen que se iban convirtiendo en protestantes.

13. ¿ Cuál fué el origen de la nueva Misa conocida como: “NOVUS ORDO MISSAE”?

Desde principios de la decada de los 60's muchos de estos primeros cambios se fueron gradualmente introduciendo en las iglesias Católicas. Fué entonces en ésta época cuando la Misa experimentó cambios por una comisión del Vaticano II asistida por seis protestantes. En la nueva Liturgia que areglaron ellos no hay referencias a la Misa como un sacrificio, pues la definen como: “El memorial del Señor” y se identifica perfectamente con el servicio protestante. Al transformar toda la Liturgia alejandose impresionantemente de la Teología Católica, éstas reformas han demostrado a la sociedad que los nuevos cambios litúrgicos solo conducen a una total desorientación en los Católicos que dieron señales de indiferencia y de disminución de la Fe, otros pasaron por una torturante crisis de conciencia y finalmente miles apostataron; pues la nueva Misa no era ya la expresión de una Fe Católica sino la de una nueva religión ecuménica.

14. ¿ Acaso no debe la liturgia acomodarse a las necesidades de las culturas y de los pueblos para Evangelizarlos?

La Misa es el acto supremo de Adoración a Dios, quién está por sobre el tiempo, las lenguas y las culturas. La finalidad de la Misa es honrar a Dios y Adorarlo. Durante Siglos, un Católico podía asistir a la Misa en cualquier parte del mundo y siempre hallaba la misma forma Católica de seguirla y cumplir con el precepto. Si pudiésemos viajar através del tiempo, encontrariamos la misma Verdad: una Misa ofrecida por un sacerdote Católico que viviera en Roma en el año 570 sería igual a una ofrecida por un sacerdote que viviera en Nagasaki en 1940, o la de un sacerdote del Monte San Miguel en el año 2002. Este hecho refleja claramente dos de las cuatro Notas de la Iglesia Católica; su Unidad y su Catolicidad en relación con el tiempo y el espacio.

15. ¿ Cuáles son los fines de la Santa Misa ?

Recordando nuestro Catecismo; los propósitos por los que se ofrece la Misa son: 1) Adorar a Dios como Señor y Creador 2) Darle gracias a Dios por todos los favores recibidos 3) Pedir a Dios que derrame sus bendiciones sobre todos los hombres 4) Satisfacer la Justicia de Dios por los pecados que se cometen.La Misa es, aún más, la Adoración pública ofrecida por la Iglesia entera a Dios através de Jesucristo, quién, como el Sumo Sacerdote Eterno se ofrece de nuevo a su Eterno Padre como lo hiciera en la Cruz. Él es el Cordero de Dios, la Víctima sin mancha cuyo sacrificio lava los pecados del mundo. La Misa, es entonces el cumplimiento de la profesía: “De Levante a Poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se sacrifica y se ofrece al Nombre Mío una ofrenda pura” ( Mal. I,11).

Principales oraciones en latín



SIGNVM SANCTAE CRUCIS


Per signum Sanctae (†) Crucis, de inimicis (†) nostris, libera nos, (†) Domine Deus noster. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor Dios nuetro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


PATER NOSTER


Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen.

Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.



AVE MARIA

Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae. Amen.

Dios te salve, Maria; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa Maria, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.



GLORIA PATRI seu DOXOLOGIA MINOR


Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in saecula saeculorum. Amen.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.



CREDO seu SYMBOLVM APOSTOLORVM


Credo in Deum Patrem omnipotentem, Creatorem caeli et terrae. Et in Iesum Christum, Filium eius unicum, Dominum nostrum, qui conceptus est de Spiritu Sancto, natus ex Maria Virgine, passus sub Pontio Pilato, crucifixus, mortuus, et sepultus, descendit ad inferos, tertia die resurrexit a mortuis, ascendit ad caelos, sedet ad dexteram Dei Patris omnipotentis, inde venturus est iudicare vivos et mortuos. Credo in Spiritum Sanctum, sanctam Ecclesiam catholicam, sanctorum communionem, remissionem peccatorum, carnis resurrectionem, vitam aeternam. Amen.

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo. su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.



SALVE REGINA


Salve Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo, et spes nostra, salve. Ad te clamamus exsules filii Hevae. Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle. Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte. Et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende. O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.

V. Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

Dios te salve, reina y madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorandoen este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.



SVB TVVM PRAESIDIVM


Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genetrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta. Amen.

Domina nostra, Mediatrix nostra, Advocata nostra: tuo Filio nos reconcilia, tuo Filio nos commenda, tuo Filio nos repraesenta.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

Señora nuestra, Medianera nuestra, Abogada nuestra: reconcílianos con tu Hijo, encomiéndanos a tu Hijo, preséntanos ante tu Hijo.



MEMORARE

Memorare, O piissima Virgo Maria,a saeculo non esse auditum, quemquam ad tua currentem praesidia, tua implorantem auxilia, tua petentem suffragia, esse derelictum.Ego tali animatus confidentia, ad te, Virgo Virginum, Mater, curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto. Noli, Mater Verbi, verba mea despicere; sed audi propitia et exaudi. Amen.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.



AD SANCTVM IOSEPH


Virginum custos et pater, sancte Joseph, cujus fideli custodiae ipsa Innocentia Christus Jesus et Virgo virginum Maria commisa fuit; te per hoc utrumque carissimum pignus Jesum et Mariam obsecro et obtestor, ut me, ab omni immunditia praeservatum, mente incontaminata, puro corde et casto corpore Jesu et Mariae semper facias castissime famulari. Amen.

Fac nos innocuam, Ioseph, decurrere vitam. Sitque tuo Semper tuta patrocinio.

Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.


AD SACRAM FAMILIAM


Iesu, Maria, Ioseph, vobis cor et animam meam dono.
Iesu, Maria, Ioseph, adstate mihi in extremo agone.
Iesu, Maria, Ioseph, in pace vobiscum dormiam et requiescam.

¡Jesús, José y María, Os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!



AD SANCTVM MICHAËLEM


Sancte Michaël Archangele, defende nos in proelio ut non pereamus in tremendo iudicio.

Oh San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla para que no perezcamos en el tremendo juicio.



AD SANCTVM ANGELVM CVSTODEM


Angele Dei, qui custos es mei, Me tibi commissum pietate superna: (hodie, hac nocte) illumina, custodi, rege, et guberna. Amen.

Ángel de Dios, que eres mi custodio: ya que la piedad de lo Alto me ha confiado a ti, ilumíname, guárdame, guíame, gobiérname.



AD OMNES ANGELOS ET SANCTOS


Omnes beatorum Spirituum ordines: orate pro nobis.
Omnes Sancti et Sanctae Dei: intercedite pro nobis.

Todos los órdenes de los bienaventurados espíritus: rogad por nosotros.
Todos los Santos y Santas de Dios: intercede por nosotros.



BENEDICTIO MENSAE


Benedic, Domine, nos (+) et haec (+) tua dona quae de tua largitate sumus sumpturi. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

Iube, Domine benedicere.

(Ad prandium:) Mensae caelestis participes faciat nos, Rex aeternae gloriae. Amen.
(Ad coenam:) Ad cenam vitae aeternae perducat nos, Rex aeternae gloriae. Amen.

Bendícenos (+), Señor, y bendice (+) estos dones con los cuales seremos alimentados por tu largueza.

Manda, Señor, bendecirme

(A la comida:) Que el Rey de la gloria eterna nos haga partícipes de la mesa celestial. Amén.
(A la cena:) Que el Rey de la eterna gloria nos conduzca a la cena de la vida eterna. Amén.


PRO PAPA


Oremus pro Pontifice nostro Benedicto. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius.

V. Tu es Petrus.
R. Et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam.

Oremus. Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum N., quem pastorem Ecclesiae tuae praeesse voluisti, propitius respice: da ei, quaesumus, verbo et exemplo, quibus praeest, proficere: ut ad vitam, una cum grege sibi credito, perveniat sempiternam. Per Christum, Dominum nostrum. R. Amen.

Roguemos por nuestro Pontífice Benedicto. El Señor le conserve y le guarde, le haga feliz en la tierra y no permita que caiga en manos de sus enemigos.

V. Tu eres Pedro.
R. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Oremos. Oh Dios, pastor y guía de todos los fieles, mira propicio a tu siervo Benedicto, a quien has querido hacer pastor y jefe de tu Iglesia; haz que con su ejemplo y su palabra aproveche a los que preside, y que en unión con la grey que te has dignado confiarle, consiga la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo. R. Amén.



PRO AGONIZANTIBVS


O Clementissime Iesu, amator animarum, obsecro te per agoniam Cordis tui sanctissimi et per dolores Matris tuae immaculatae lava in sanguine tuo peccatores totius mundi nunc positos in agonia et hodie (seu hac nocte) morituros. Amen.

Cor Iesu in agonia factum, miserere morientium.
Cor Mariae dolorossisimum, esto solacium omnibus agonizantibus.

Oh, clementísimo Jesús, Amador de las almas, suplícote por la Agonía de tu Corazón Santísimo, y por los Dolores de tu Madre Inmaculada, que laves en tu Sangre Preciosa,a todos los pecadores que estén agonizantes y hayan de morir en el día de hoy (o en esta noche).

Corazón agonizante de Jesús, tened misericordia de los moribundos.
Corazón dolorido de María, sed consuelo de todos los agonizantes.



PRO ANIMABVS DEFVNCTORVM


De profundis clamavi ad te, Domine; Domine exaudi vocem meam.
Fiant aures tuae intendentes in vocem deprecationis meae.
Si iniquitates observaveris,Domine, Domine, quis sustinebit?
Quis apud te propitiatio est, et propter legem tuam, sustinui te, Domine.
Sustinuit anima mea in verbo eius; speravit anima mea in Domino.
A custodia matutina usque ad noctem, sperat Israel in Domino.
Quia apud Dominum misericordia, et copiosa apud eum redemptio.
Et ipse redimet Israel ex omnibus iniquitatibus eius.

V. Requiem æternam dona eis, Domine.
R. Et lux perpetua luceat eis.
V. Requiescant in pace.
R. Amen.

Desde lo más profundo, yo clamo a ti, Señor, oye mi llamada.
Inclina tus piadosos oídos hacia mí y acoge mis súplicas.
Porque, si miras todos los pecados e injusticias cometidos, quién, Señor, podrá permanecer delante de Ti?
Por muy grandes que sean nuestros pecados la gracia de Dios es mucho mayor;Su mano nunca deja de ayudar por muy grande que sea el daño.Él solo es el buen pastor que redimirá a Israel de todos sus pecados.

V. Dadles, Señor, el descanso eterno.
R. Y que la luz perpetua les alumbre.
V. Que descansen en paz.
R. Amén.

domingo, 17 de octubre de 2010

Cuando el sacerdote se colocaba "detrás" del altar como San Pedro de Roma, ¿no tenía lugar una celebración "cara al pueblo"?


¡No! En efecto, durante la plegaria eucarística (canon misae), no sólo el celebrante sino también los fieles se volvían hacia el Oriente. Como lo hizo observar San Juan Crisostomo [24] en los primeros tiempos los fieles extendían sus manos para rezar a la vez que el sacerdote (Cf. fig. 9).

Todos miraban en dirección a las puertas abiertas de la iglesia, por donde penetraba la luz del sol naciente, símbolo de Cristo resucitado, que vuelve. A parte de la veneración particular que el constructor de estas Basílicas, el emperador Constantino, tenía por el Sol naciente, un pasaje del profeta Ezequiel (43, 1) influyó también de manera especial: "El me ha conducido al pórtico oriental; y he aquí que la gloria del Dios de Israel llega del Oriente". Así estando abiertas las puertas de la Basílica hacia el oriente, se esperaba que Cristo viniese a participar en la celebración de la Eucaristía, de la misma manera que después de su resurrección él se apareció varias veces a sus discípulos mientras comían (Luc. 24, 36‑49; In. 21; Act. 1,4).

Originariamente los fieles, separadas las mujeres de los hombres, permanecían no en la nave central, sino en las naves laterales (Esta afirmación, que corre el riesgo de sorprender al lector no avisado, sin embargo está totalmente fundada. A título de ejemplo reproducimos un croquis de la iglesia de San Clemente de Roma. El espacio central ante el altar estaba ocupado por la schola cantorum (recinto reservado a los chantres o cantores), los fieles se colocaban en las naves laterales. Esta disposición está atestiguada por numerosos documentos. Notemos sin embargo, una hipótesis diferente debida al profesor Cyrile Vogel, que en el caso de una basílica, en la que los fieles estuvieran de hecho en la nave central, piensa que "en Roma, hacia la mitad del siglo V, la conversio ad orientem (volverse hacia el oriente) implicaba una aversio a mensa (dar la espalda al altar), no era o dejo de ser costumbre entre los fieles". ("La Orientación hacia el este del celebrante y de los fieles, durante la celebración eucarística" publicado en L'Orient syrien, vol. IX, 1964, pág. 29).; que en las grandes basílicas podían ser hasta seis (las de San Juan de Letrán y San Pedro de Roma sólo tienen cuatro). La colocación en las naves laterales corresponde a la costumbre de sentarse a lo largo de los muros laterales en las iglesias pequeñas de la cristiandad primitiva. Esta costumbre pervive aún en las iglesias de Oriente; la nave o el espacio central bajo la cúpula queda libre para las funciones del culto. Los fieles de más edad se situaban en los asientos (stasidien) a lo largo de los muros de la Iglesia; y en las naves laterales, el resto de los asistentes al oficio, de pie. En Oriente, la posición de pie y no de rodillas, como antes entre nosotros, es la actitud corporal más conveniente a la participación litúrgica, actitud que además exige una gran disciplina física, sobre todo durante los largos oficios religiosos.

Como lo muestran ciertas excavaciones y las representaciones en las basílicas constantinianas y norteafricanas el altar estaba cerca del centro de la nave. Se le rodeaba por los cuatro costados con una verja y, por regla general, se le cubría con un baldaquino que se han encontrado en ellas, (Según el diccionario de arqueología y liturgia cristiana, de Dom Cabrol y Dom Leclercq, IV, 2, p. entre col. 2232-2233, artículo iglesia). El altar está en medio de la nave).

El coro (schola cantorum) se colocaba cara al celebrante. En las iglesias de Rávena, todas ellas orientadas en dirección al este, se conservó durante mucho tiempo esta posición del altar y de la schola en medio de la nave central y de ello existen testimonios hasta el siglo VIII. (Siempre a título de ejemplo, reproducimos el plano de la iglesia de Sabratha, en Libia. El celebrante, vuelto hacia el este, se coloca de espaldas al ábside y de cara a las puertas de la iglesia. Los fieles no están colocados delante del sacerdote (se ve que tampoco tenían sitio), sino más bien en las naves laterales. Ellos, al igual que el celebrante, no tienen dificultad en volverse hacia el este).

En la iglesia constantiniana de San Pedro de Roma el altar no se encontraba encima de la tumba del Apóstol, en contra de lo que se pudiera creer, sino un poco más al centro de la nave. Sobre el lugar en que estaba enterrado el Príncipe de los Apóstoles, había una "memoria" sin altar, un baldaquino sostenido por columnas, como lo muestra la antiquísima representación del cofrecillo de marfil de Pola. La suposición con frecuencia aducida que habría habido en otro tiempo un altar mayor amovible allí por donde entraban y salían los peregrinos que visitaban la tumba del Apóstol no ha podido ser probada.

Puesto que en las basílicas, que tenían su ábside en dirección al Occidente y el altar en medio de la nave, los fieles, como hemos visto, se colocaban en las naves laterales (entre las columnas de las cuales colgaban tapices, que se abrían durante la misa), no volvían la espalda al altar. Cosa en todo caso impensable, por el respeto que se tenía a la santidad del altar. Sin embargo, podían volverse sin dificultad hacia el Oriente (en dirección a la entrada) con una ligera rotación del cuerpo.

Aún en el caso inverosímil de que, durante la plegaria eucarística, los fieles no hubiesen mirando hacia la entrada sino hacia el altar, no hubiese existido sin embargo un cara a cara con el sacerdote, pues el altar, como hemos dicho, estaba en la antigüedad oculto por las cortinas, durante este período de la misma.

A partir de la edad media, el altar de estas basílicas fue desplazado hacia el ábside. En la iglesia de San Pedro esto se hizo, como se sabe hacia el 600, bajo el Papa San Gregorio el Grande, quien al mismo tiempo emprendió importantes modificaciones en el coro e instaló una cripta circular, con objeto de que los peregrinos pudiesen llegar libremente a la tumba del Apóstol, sin tener que penetrar en el presbiterio.

Más adelante, poco a poco, el pueblo se colocó en la nave central. En una época (imposible hoy de determinar) cuando en las basílicas constantinianas, los asistentes dejaron de volverse hacia Oriente, para permanecer vueltos hacia el altar, se llegó a una especie de celebración "cara al pueblo".

sábado, 16 de octubre de 2010

¿Se puede decir que estaba bien que el sacerdote rezara vuelto hacia una pared? ¿no parece mejor que lo haga vuelto hacia la asamblea?


En cuanto se coloca ante el altar, el sacerdote no reza en dirección a una pared, sino que todos los que están allí presentes lo hacen conjuntamente en dirección al Señor, tanto más cuanto que hasta ahora lo que importaba, no era formar una comunidad, sino rendir culto a Dios por intermedio del sacerdote, representante de los participantes y unido a ellos.

Por esto, hablando de la dirección de la oración, San Agustín, obispo de Hipona, escribe: "Cuando nos levantamos para orar, nos volvemos hacia el Oriente (ad orientem convertimur) desde donde el cielo se eleva. No que Dios sólo se encuentre allí, o que haya abandonado las otras regiones de la tierra... sino para exhortar al espíritu a volverse hacia una naturaleza superior, es decir, hacia Dios" [17].

Esto explica porque los fieles, después del sermón, se levantaban de sus asientos para la plegaria, que a continuación se hacía y se volvían hacia el oriente. San Agustín les invitaba a ello frecuentemente al terminar sus sermones, empleando, a manera de frase ya consagrada, las palabras: "Conversi ad Dominum " (vueltos hacia el señor).

Se puede evocar aquí una palabra de San Pablo. Consciente de que "El tiempo que pasamos en nuestro cuerpo es un exilio lejos del Señor, porque caminamos en la fe, no en la visión ", él desea estar "ausente de su cuerpo y presente cerca del Señor " (ad Dominum) (2 Cor. 5,6‑8).

Así pues, volverse hacia el Señor y mirar hacia el Oriente, para la Iglesia primitiva era una misma y sola cosa.

En su obra fundamental Sol Salutis (1920), Joseph Dólger dice que está convencido de que la respuesta de la asamblea "Habemus ad Dominum " (Nos volvemos hacia el Señor) a la apelación del sacerdote "Sursum torda" (¡Elevemos los corazones!), significaba que se volvían hacia el Oriente, hacia el Señor (pág. 256).

A este respecto Dólger observa que ciertas liturgias orientales proceden expresamente a esta invitación por una llamada del diácono antes de la plegaria eucarística (pág. 251). Este es el caso de la anáfora copta de San Basilio que comienza así: "¡Aproximaos, vosotros los hombres, levantaos con respeto y mirad hacia el Oriente"; y de la anáfora de San Marcos, donde una exhortación análoga ("¡Mirad hacia el Oriente!") se dice en medio de la plegaria eucarística, justo antes de la transición que lleva al Santus.

En la breve descripción litúrgica del segundo libro de las Constituciones apostólicas, que son unas instrucciones del Siglo IV, se menciona igualmente que hay que ponerse de pie para rezar y volverse hacia el Oriente [18]. El libro octavo nos aporta la apelación del diácono: "¡Poneos de pie hacia el Señor!" [19]. Como se ve, aquí también hay un paralelismo entre el hecho de mirar hacia el Oriente y el de volverse hacia el Señor.

La costumbre de rezar en dirección al sol naciente es inmemorial, como igualmente lo ha demostrado Dólger; se la encuentra tanto entre los judíos como entre los romanos. Por ello el romano Vitrubio, en su tratado sobre arquitectura, escribe: "Los templos de los dioses deben estar orientados de tal forma que ... la imagen que se encuentre dentro del templo mire hacia el ocaso, para que los que vayan a hacer sacrificios estén vueltos hacia el Oriente y hacia la imagen; y así al hacer sus oraciones vean todo el conjunto, el templo y la parte del cielo que está a levante, y que las estatuas parezcan levantarse con el sol para mirar a los que rezan durante los sacrificios".

Para Tertuliano (hacia el 200 D.C.) la oración hacia Oriente es cosa evidente. En su librito "Apologética ", menciona que los cristianos "rezan en dirección al sol naciente" (c.16). Esta orientación de la plegaria se señaló muy pronto en las casas por medio de una cruz en el muro. Se ha encontrado una cruz en la parte superior de una casa de Herculanum, sepultada cuando la erupción del Vesuvio, el 79 D.C. [21].

jueves, 29 de julio de 2010

SS Benedicto XVI celebra Misa Tridentina de manera privada - Monseñor Bernard Fellay


Monseñor Bernard Fellay afirma que el secretario del Santo Padre, Monseñor Georg Gänswein también utiliza el Misal de 1962; El sacerdote norteamericano John Zuhlsdorf, conocido blogger de ámbitos tradicionales, aunque no lefebvrista, sugiere que Gänswein podría ser el monaguillo del Papa cuando éste celebra. El columnista británico del Telegraph Damian Thompson, que se hace eco de la noticia, invita, no sin cierta flema británica, al obispo italiano a dimitir desde ya.

Los rumores de que SS Benedicto XVI celebra la Misa antigua en su propia capilla han circulado durante bastante tiempo -aunque, cuando la Rai pasó un día con el Papa, celebró forma ordinaria 'ad orientem', es decir, mirando al altar-. La semana pasada, un sacerdote de Westminster, relata Thompson, dijo que tenía razones para creer en las palabras del obispo lefebvrista.

viernes, 4 de junio de 2010

San Misa Tridentina en Mar del Plata



Se los invita a oir las Santa Misa celebrada según el Rito de San Pio V, el domingo 6 de junio a las 17 hs. en la Capilla Divino Rostro, ubicada en las calles Almafuerte y Sarmiento. Mar del Plata.

martes, 25 de mayo de 2010

Pablo VI le dio la razón al Cardenal Ottaviani en sus críticas a la primera edición del “Novus Ordo”


No vale la pena recoger las piedras que se lanzaron contra el cardenal Ottaviani cuando se le ocurrió dirigirse por escrito al Papa en 1969, a raíz de la promulgación del Nuevo Misal, para pedirle con amor filial una reconsideración del mismo, sobre todo de algunos números concernientes a la “Ordenación general del Misal romano". Los medios de comunicación y no pocos eclesiásticos trataron a dicho cardenal como si se tratara del más encarnizado enemigo de la Santa Iglesia católica. Pero en realidad todo se explica sabiendo la ojeriza que le guardaban los que estaban siempre prontos a acoger cualquier novedad y a darla por buena, o mejor, por la sola razón de ser nueva.

Es un acto de justicia recordar los titulares de protesta y de rechifla contra el gran cardenal, aparecidos en uno de los rotativos de Madrid, a cuenta de uno de estos clérigos “progresistas” que acusaba a Ottaviani de haber dado al Papa el mayor disgusto de su vida. Y hasta revista tan oficiosa como nuestra Ecclesia dio cabida en sus páginas a una crónica de Roma que rezumaba ira y casi desprecio para el cardenal. Su toma de posición acerca del Nuevo Misal se presentaba como exponente máximo de la corriente mas “ultra” del grupo tradicionalista, en un intento de bloquear, “aunque con ninguna posibilidad de éxito, el lento y gradual impulso de reforma en la Iglesia", patrocinado por Pablo VI. Y se recogían juicios y apreciaciones acerca de la postura del cardenal que no miraban a otra cosa sino a dejarle en mal lugar frente al Papa, tachándole, cuando menos, de indiscreto y reaccionario.

No faltaron otros que a cara descubierta le dijeron “soberbio y desobediente". Tampoco faltaron los que señalaron su distinto comportamiento cuando se trató de intervenciones pontificias en otra línea más tradicional, v. gr., la de la Mysterium fidei, Sacerdotalis coelibatus, Catecismo Holandés y Humanae vitae, como si no pudiera estar justificada la distinta toma de posición de una misma persona sobre problemas diversos y hasta sobre distintas decisiones de una misma autoridad, cuando lo que se discute no es la autoridad, sino la oportunidad o el acierto de lo que se ordena, que por lo demás se esta dispuesto a acatar.

Sin embargo, Ottaviani no estaba solo: Aparte que su carta al Pontífice iba apoyada también por el cardenal Bacci, y un escrito adjunto de gran numero de teólogos de valía, otras muchas personalidades, de una forma u otra, expresaron también reservas o reparos. Sin ir más lejos, el mismo arzobispo de Madrid-Alcalá hizo, en una entrevista periodística, algunas puntualizaciones en este sentido. Y monseñor Guerra Campos, secretario del Episcopado español, en unas declaraciones concedidas al diario Ya, de Madrid, a raíz de la publicación en L’Osservatore Romano del comunicado de la Comisión de la Santa Sede, en que se apuntaba la posibilidad o conveniencia de corregir algunas redacciones del Nuevo Misal, vistos los reparos puestos por algunos, dijo entre otras cosas: La Ordenación o “Institución del Misal", no debe confundirse con el texto del Misal. Aquella son la instrucción y norma reguladora del uso de este. Generalmente no es doctrinal. De hecho, el mismo secretario de la Congregación, Bugnini, reafirmo que tal Ordenación no es un texto dogmático, sino mera y simple exposición de normas o ritos.

Pero lo que importa es saber ahora que, sin embargo, Ottaviani tenía razón, y no la tenían en absoluto los que arremetieron contra su escrito al Pontífice, metiéndose no solo con lo que en el se decía, sino también con quién lo decía y la intención con que lo decía. Sí, tenía razón y el Papa Pablo VI se dio cuenta: acogió la sustancia de las reservas de Ottaviani sobre el Nuevo Misal y exigió que en la nueva edición se hicieran los cambios necesarios.

Notaba nuestro obispo secretario que en la Ordenación había una veintena de números que innegablemente contenían materia doctrinal acerca de la Misa. Sobre todo los números 7 y 8. Y lo que ellos decían sería tornado por más de uno como síntesis doctrinal del misterio eucarístico. Y aunque era verdad que, bien leída, toda la Ordenación contenía recogida y dispersa a la vez toda la doctrina tradicional sobre la Misa, no obstante, había que reconocer que, si estos números (los 7 y 8 especialmente) se leían desligados de los demás, resultaban defectuosos, tanto por lo que tocaba al sentido de la memoria y presencia, como al carácter sacrificial de la santa Misa.

Si el equivoco hubiese sido buscado a propósito, no podría formularse mejor: era todo un monumento de ambigüedad. Y en aquella situación de la Iglesia era de temer la utilización parcial de estos textos, de buena o de mala fe; por ello la ocasión ofrecida a la ambigüedad era lamentable y no fácil de explicar. Palabras estas bien graves y significativas las del secretario de los obispos españoles, y que, desgraciadamente tuvieron, muy luego, comprobación práctica, pues protestantes hubo que dijeron poder hacer ya suya la doctrina católica sobre la Misa, y hasta decir “nuestra Misa", como un rito que valía para unos y otros.

Sobre dos puntos fundamentalmente recayeron las objeciones contra la Ordenación del Nuevo Misal: el de la doctrina acerca de la significación de la Misa, cuya definición o descripción, dada por el Nuevo Misal, no parecía fiel a la tradicional doctrina católica ni a lo definido por Trento; y el de lo que es y supone el sacerdote celebrante en orden a la celebración eucarística, tanto respecto a Cristo como respecto a la asamblea o pueblo. Quien conoce la fidelidad insobornable del cardenal Ottaviani a la tradición católica y sabe de la virtud personal que le adornaba (a la cual dedicaremos otro artículo), así como de la lealtad a toda prueba que tenía al Vicario de Cristo, en quien veía, como él mismo dijo, “la estrella salvadora que nos alumbra en esta noche que atraviesa la Iglesia”, comprenderá sin dificultad lo amargo que seria para él tener que dirigirse al Santo Padre para pedirle una reconsideración de la Ordenación del Nuevo Misal.

Este, sin decir herejías, parecía preferir el lenguaje de que gusta a la herejía al otro que se había elegido cuidadosa e intencionadamente a la hora del Concilio de Trento para cerrar de modo definitivo el paso a una inteligencia herética de la Misa. Las palabras textuales de la famosa carta dirigida a Pablo VI por Ottaviani decía textualmente: “… el nuevo Ordo Missae, si uno considera los elementos nuevos, susceptibles de muy diversas apreciaciones, que en él aparecen sobreentendidos o implicados, se aleja de manera impresionante, en el conjunto y en el detalle, de la teología católica de la santa Misa, tal como fue formulada en la sesión XX del Concilio de Trento, que fijó definitivamente los ‘cánones’ del rito, levantando una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera poner en peligro la integridad del Misterio.”

Y como prueba se referían al examen crítico que acompañaban, preparado por un grupo escogido de teólogos, los que comenzaban, en efecto, diciendo que el Nuevo Misal venia redactado de manera que “puede, en muchos puntos, contentar a los protestantes más modernistas". Y, puestos a señalar estos puntos, censuraban, en primer lugar, la definición de la Misa contenida en el n. 7 del Ordo, donde la palabra “Cena” jugaba con un exclusivismo o preponderancia sospechosos, sin que la presencia real, la realidad del sacrificio, la sacramentalidad del sacerdote (que mas que como presidente de la asamblea hay que ver como actuando en la persona y con la representación de Cristo mismo) y la identidad del sacrificio del altar con el sacrificio del Calvario que no venían debidamente expresados.

Como ya hemos dicho, Pablo VI prestó buena atención a las palabras de Ottaviani y las oportunas correcciones fueron hechas en la segunda edición típica vaticana del Novus Ordo, destacándose debidamente todos esos elementos antes en baja en la definición de la Misa. Así, por ejemplo, donde antes ponía:

“La Cena del Señor, o Misa, es la asamblea sagrada o congregación del pueblo de Dios, reunido bajo la presidencia del sacerdote para celebrar el memorial del Señor. De ahí que sea eminentemente valida, cuando se habla de la asamblea local de la Santa Iglesia, aquella promesa de Cristo: ‘Donde están reunidos dos o tres en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt. 18,20).’”

Después de la carta de Ottaviani y la revisión que mandó hacer Pablo VI, se cambió el tono y las expresiones y se puso:

“El pueblo de Dios, bajo la presidencia del sacerdote que representa la persona de Cristo, es convocado y reunido en la Misa o Cena del Señor, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico. En consecuencia vale de un modo eminente para esta reunión local de la Iglesia santa la promesa de Cristo: “Cuando dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt. 18,20). En la celebración de la Misa, en efecto, en la que se perpetúa el sacrificio de la Cruz, Cristo esta realmente presente en la misma asamblea reunida en su nombre, en la persona del ministro, en su palabra, y de modo sustancial y continuo bajo las especies eucarísticas.”

Y podríamos poner otros ejemplos similares. Dijeran, pues, lo que dijeran algunos hipercríticos del cardenal Ottaviani, que se atrevieron a tildarle de ignaro de la teología viéndole poner peros a la redacción del Novus Ordo, tenía toda la razon su examen critico y Pablo VI quiso insistir en la audiencia del 19 de noviembre de 1969, que aunque cambien gestos y expresiones en la Misa, la significación y realidad de esta no cambia: “La Misa del nuevo Ordo es, pues, y seguirá siendo, incluso con mayor evidencia en alguno de sus aspectos, la misma de siempre. La unidad entre la Cena del Señor, el sacrificio de la Cruz y la renovación representativa de ambos acontecimientos en la Misa es inviolablemente afirmada y celebrada en el nuevo orden, al igual que lo era en el precedente. La Misa es y seguirá siendo el memorial de la ultima Cena de Cristo, en la cual el Señor, convirtiendo el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre, instituyó el sacrificio del Nuevo Testamento, y quiso, que en virtud de su sacerdocio, conferido a los Apóstoles, fuera repetido en su identidad, aunque ofrecido en modo diverso; es decir, en modo incruento y sacramental, en memoria perenne de El hasta el día de su venida final” (L’Osservatore Romano, 20-11-69).
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