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domingo, 1 de septiembre de 2013

El admirable Cura Brochero Modelo de Apóstol - Por Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría)

La Leyenda

El 16 de marzo de 1840 nació en la villa de Santa Rosa, del Río Primero (en la provincia argentina de Córdoba) José Gabriel Brochero, que había de ser el famoso cura de San Alberto.
“El señor Brochero” como se lo llamó siempre, ha entrado en la historia por la graciosa puerta de la leyenda. Antes de saber quién era, el público, no sólo de Córdoba, sino de toda la Nación, conocía anécdotas, dichos, episodios de su vida, algunos auténticos y muchos inventados.
Ha sonado ya la hora de situar esta gran figura de santo criollo en su verdadero marco histórico, mientras llega el día de venerarlo en los altares. Los más se imaginan que fue un simple cura rural, inculto y desarrugado en los modales, buen jinete y capaz de decirle malas palabras al gobernador y al presidente de la república; un caudillo de sotana, empeñado en una labor materialista, que se ganaba la voluntad de aquellos “gauchos bozales” entre quienes vivía, con cuentos de chalán y con beneficios de político lugareño: caminos, ferrocarriles, escuelas, amén de alguna capilla y de no pocos asados con cuero.

El apóstol

Todo eso, que puede ser cierto, es apenas una parte de la historia externa del famoso cura de San Alberto. Hay que decir la verdad. Brochero fue exclusivamente un apóstol, un ardiente evangelizador de los pobres, que hubiera mandado al diablo sus instrumentos de apostolado, sus caminos, sus ferrocarriles, sus escuelas, y hasta la célebre mula malacara en que anduvo miles de leguas por abruptas serranías y desiertos impresionantes, en cuanto hubiera advertido que eso no servía a su único propósito: ganar almas para Dios.

Los Ejercicios Espirituales como medio de apostolado

Y si no se ha penetrado la verdadera vocación de su vida, menos se ha advertido la extraña herramienta espiritual que utilizó. ¿A quién podría ocurrírsele que el mejor medio de convertir aquellos hombres y mujeres de las sierras, rústicos, recelosos, y a menudo analfabetos, fuesen los sutiles Ejercicios de San Ignacio?
Este recurso heroico, que comienza con un encierro de ocho o nueve días para realizar severa penitencia y que es difícil de aplicar a la generalidad de las gentes, ni siquiera en las grandes ciudades, donde hay más inteligencia del asunto y predicadores expertos, y casas adecuadas, con las comodidades indispensables, Brochero lo implantó desde 1878 en el Tránsito, aldehuela prendida en la falda occidental de las Sierras Grandes, al otro lado de la Pampa de Achala, en una región que no se comunicaba con el resto del mundo sino por dificilísimos caminos de herradura.
¿Cómo se le ocurrió al cura de San Alberto la idea de implantar los Ejercicios de San Ignacio y cómo la llevó a la práctica? Refieren que el Niño-Dios mismo le mostró en sueños el lugar indicado donde había de construir su edificio. Sería interesante recoger un día las versiones que aun corren de los sueños que tuvo.

Un poco de historia.

El joven cura de San Alberto

Había nacido —como dijimos— el 16 de marzo de 1840. Tenía, pues, 29 años cuando en 1869 se hizo cargo del curato del departamento de San Alberto, con sus quinientas leguas de serranías indómitas y casi desiertas, y una mísera capilla de techo de paja, situada en San Pedro, la población principal. Pronto había recorrido en mula todo su feudo, y empezaba a conocer a sus feligreses… muchos de ellos primera vez en su vida veían un hombre de sotana.
Los visitaba para saber sus necesidades y los invitaba a ir los domingos a la misa, donde él les platicaba con lenguaje pintoresco y transparente. Muchos accedían y consentían en cubrir la distancia de ocho, diez, quince leguas, que los separaba de San Pedro. El joven cura iba ganándolos, y no tardó en ver que su capilla era muy pequeña para la concurrencia de los domingos; y se puso a la obra de construir una verdadera iglesia.
Y como el apetito viene comiendo, y muchos de sus feligreses realizaban largas peregrinaciones sin más objeto que asistir a misa, se le ocurrió invitarlos a ir a la ciudad de Córdoba, para pasarse unos días de penitencia en la Casa de Ejercicios que allí existe.

Caravanas de ejercitantes

La proposición ahora nos parecerá inconcebible. ¿Cómo abandonar ocupaciones, hogares, familias; transponer treinta leguas de cordillera, en pleno invierno, cruzar desiertos o páramos nevados, en que ni los pumas ni las águilas encuentran su alimento? Y la invitación se hacía a todos, hombres y mujeres, y el joven sacerdote se comprometía a guiarlos él mismo, montado en su mula, como un San Bernardo, predicador y guía de esta rara cruzada.
Tiene fe ciega en los prodigiosos resultados de los Ejercicios Espirituales. Desde los tiempos en que era seminarista los conoce por experiencia propia, y ahora que es cura de almas, son su permanente obsesión. Sabe que nada se opone tanto a la vida espiritual como el hecho casi trivial de que nadie se desprende, ni siquiera por un día, de los cuidados temporales; nadie se zambulle enteramente en una atmósfera de libertad absoluta que le permita poseer su corazón al menos durante una hora.
Dos veces cada año condujo numerosísimos grupos de jinetes, hombres y mujeres, por arriba de la Pampa de Achala, nevada con frecuencia, pues era en los meses de julio a agosto. Marchaban lentamente, por caminos de cabras, el día entero, y de noche acampaban al raso, bajo la palpitante y helada luz de las estrellas, alrededor de hogueritas menguadas, porque la leña escasea mucho en la región.

Casa de Ejercicios en El Tránsito

Como fuesen cada año más numerosos los que se alistaban para aquella inverosímil cabalgata, de cincuenta o sesenta leguas en redondo, después de la iglesia pensó en construir una casa para hacer los Ejercicios en el Tránsito, otra aldea de su curato. Puso manos a la obra. Fue una construcción sencilla y barata, pero de grandes medidas: una capilla, muchas habitaciones y un gran comedor de 60 varas de largo.
Formando cuadro con ella edificó otra, de 48 varas por 100, para colegio de niñas, y trajo de Córdoba a las monjas Esclavas del Corazón de Jesús, a quienes encomendó el cuidado de ambas. La fama del Colegio y de la Casa de Ejercicios se difundió por toda la región y acudieron colegiales y ejercitantes de los más remotos lugares de la provincia de Córdoba y aun de la de San Luis y de La Rioja.

Brochero era ya hombre de inmensa popularidad. Fue tal su alegría cuando se abrieron los cimientos de la Casa de Ejercicios, que quiso poner él mismo la primera piedra, y previendo la oposición del infierno contra el edificio del que esperaba tantos frutos, la arrojó con brío, como si con ella aplastase la cabeza de una serpiente, y exclamó: “¡Te fregaste, diablo!”

Cien mil ejercitantes en sesenta años

La inauguró en el invierno de 1878 y tuvo que dividir a los ejercitantes en cinco tandas, pues pasaron de 3.000. Al año siguiente fueron ocho tandas, con más de 4.000.
Ya han transcurrido más de sesenta años y todavía funciona aquel prodigioso mecanismo en el caserón primitivo, harto destartalado ya. No menos de 100.000 personas han “tomado” (como allí dicen) los Ejercicios Espirituales más severos que puedan imaginarse, en esa aldehuela de escasísima población. Nada más pintoresco, y a las veces nada más extravagante, que los medios de que se valió el cura de San Alberto para propagarlos.

El “Gaucho Seco”: conversión de un bandolero

Había en las Sierras Grandes, allá por 1887, un gaucho malo, jefe de bandoleros, famoso por sus robos y crímenes. El señor Brochero se empeñó en hacerle “tomar” los Ejercicios al “Gaucho Seco”, y fue a buscarlo en su escondrijo como quien busca a un puma en su cubil.

De entrada, no más, le dijo que iba a curarle la lepra de que estaba cubierta su alma. El Gaucho Seco oyó estupefacto semejantes palabras y tuvo curiosidad de asistir a unas ceremonias tan extrañas, de que hacía diez años se hablaba tanto en el país.

Una mañana del frío mes de agosto llegó al Tránsito, montado en una mula zaina, guiado por el cura, que montaba su invariable mula malacara, y seguido a cierta distancia por otros dos jinetes que le guardaban las espaldas.
– Vamos a ver – dijo el Gaucho Seco, apeándose a la puerta de la Casa de Ejercicios – cómo se me va a curar la lepra del alma.

Desensilló, entregó la mula a su lugarteniente, y llevando en sus brazos el apero que sería su cama durante ocho días, siguió a Brochero, que le hizo cruzar dos patios y palmeándole la espalda le indicó una habitación, donde dormiría con una veintena de hombres de su laya.

Más de setecientos paisanos habían llegado ya para esa tanda. Todos miraban, no sin recelo al Gaucho Seco, que pasaba arrogante entre ellos, haciendo sonar sus espuelas y arrastrando la cincha de su silla de montar, cubierta por ricos pellones.

Sólo se oía el ruido de aquellos pasos y de aquellas espuelas. Un silencio imponente dominaba a la extrañísima reunión.
– ¡Vamos a ver el milagro! – dijo para sí con sorna, arrojando sobre la tierra empedernida el copioso apero.
Sonó entretanto una campanita agitada por la mano de un viejo; y todos silenciosamente lo siguieron sin saber a dónde, y el “Gaucho Seco” detrás de ellos. Entraron en la capilla, que se hallaba a oscuras, no obstante ser de día, alumbrada escasamente por algunas velas de sebo y la mariposilla del Sagrario. Un sacerdote de negra sotana empezó a hablarles. Nadie más que él hablaba. El silencio era absoluto y comprimía hasta el latido de las sienes.

Del patio llegaba un olor a carne asada. El señor Brochero les preparaba el primer almuerzo en fogatas al aire libre. Terminó la plática y hubo rezos y cánticos. El Gaucho Seco asistió sin aburrirse, pero sin comprender ni los cantos, ni los rezos, ni las pláticas.

Sonó otra vez la campana y salieron a almorzar. Siempre el mismo silencio impresionante. A lo sumo, el ruido de un cuchillo, uno de esos largos y filosos cuchillos de los gauchos, que cortaba un hueso. Después cebaron mate, alrededor de anafes de barro cocido, en que se iban durmiendo rojas brasas de algarrobo. El Gaucho Seco, vencido por las ganas de tomar mate, se allegó a un grupo y aceptó que lo convidaran, sin atreverse a pronunciar una palabra, tan plúmbeo e imperioso era el callar de la muchedumbre.

De nuevo la campana, y el moverse en filas de la concurrencia, y el acudir a la capilla, y de nuevo la plática y los rezos y los cantos. Después, de nuevo a sus piezas, desnudas y frías, donde calentaron los estómagos vacíos con algunos mates, y se acostaron vestidos sobre sus aperos, en la tierra, pues, no había camas, ni las necesitaban personajes como ellos. Al alba, otra vez la campana, las mismas distribuciones y el mismo silencio.

Más que las pláticas de los dos jesuitas que sucesivamente les hablaban, llamaban la atención del “Gaucho Seco” las coplas que se cantaban, y cuyo trascendental sentido había comenzado a percibir: Perdón, ya mi alma / Sus culpas confiesa; / Mil veces me pesa / De tanta maldad. / Perdón, oh, Dios mío / Perdón y piedad…

¿Era, pues, cierto, era posible que Dios lo perdonase a él? ¿Era, pues, verdad que otros muchos, tan cargados como él de crímenes, habían encontrado misericordia al pie del Crucifijo?

Al tercer día el Gaucho Seco se azotó con furia los recios lomos y al sexto día se arrodilló sollozando a los pies de un misionero, que lo envolvió en el poncho de lana para que otros no lo viesen llorar.

– ¡Cayeron, mi curita, las escamas de la lepra! Hoy es el día de mi nacimiento.

Al otro año el Gaucho Seco volvió a los Ejercicios trayendo a catorce paisanos más que querían también hacer el maravilloso experimento de nacer de nuevo.

Santas recomendaciones

El último día de los ejercicios el cura los despedía con una carne con cuero y un sermoncito de este jaez: “Bueno; vayan no más, y guárdense de ofender a Dios volviendo a las andadas. Ya el cura ha hecho lo que estaba de su parte para que se salven, si quieren. Pero si alguno se empeña en condenarse, que se lo lleven mil diablos…”

Benefactor y Santo

La obra de José Gabriel Brochero fue inmensa. Murió a los 73 años, el 26 de enero de 1914. Aunque, por decreto justiciero del gobernador Cárcano, el Tránsito lleva ahora su nombre y hay en la plaza del pueblo una estatua suya de bronce, todavía su país no ha reconocido en él a uno de sus más grandes benefactores. Algún día se escribirá su hermosa historia y veremos cómo se ha cumplido en él las palabras del profeta Daniel: “los que hayan conducido a muchos a la santidad serán como las estrellas, eternamente y siempre”.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

viernes, 4 de noviembre de 2011

La Exposición Del Libro Católico reivindica a Hugo Wast contra difamaciones y censura


Por Emilio Nazar Kasbo



En broma, alguien comentó recientemente: “parece que en la Argentina del Siglo XXI se puede ser cualquier cosa, desde lo más aberrante, lo más delictivo, hasta ser político… se puede ser cualquier cosa, menos católico”.

La Exposición del Libro Católico en la ciudad de Buenos Aires tiene su lugar con la participación del Cardenal Jorge Mario Bergoglio, y la Sala de Lectura siempre ha llevado el mismo nombre: Gustavo Martínez Zuviría. En la ciudad de La Plata, en esta oportunidad ha recibido la Bendición Apostólica de Su Santidad el Papa Benedicto XVI Pero no es una muestra exclusivamente católica, ya que institucionalmente desde diversos órganos públicos y privados se han hecho llegar sus adhesiones y declaración de interés local, provincial y nacional.

Muchos argentinos, católicos y no católicos desconocen quién fue en realidad Gustavo Martínez Zuviría, cuyo apodo fue Hugo Wast, y ni siquiera han leído sus libros para poder criticarlos con fundamento en su caso. A lo sumo, tienen una referencia del mismo basada en la Wikipedia, y dado que la mayoría de sus libros se encuentran agotados, resulta muy difícil hallarlos. ¿Usted ha tenido la oportunidad de leer algo de este autor?



CENSURA

Mientras tanto, una ola que pretende erradicar incluso el nombre de este escritor que publicara en La Nación así como en otros medios a la vez que participara de la vida pública del país. Acusado de “antisemita” y de “antidemocrático” tras su muerte, el mismo carece de defensa personal.

El Presidente de la Exposición del Libro Católico en La Plata, ha recibido prácticamente la exigencia (institucional y mediática) de retirar el nombre de Gustavo Martínez Zuviría con que se designa desde el inicio a la Sala de Lectura de la muestra, en un acto de completa censura, y manifestó que antes de realizar ese acto, dejaría de realizar la Exposición.

La muestra siempre ha tenido particular éxito en la ciudad, debido a la inexistencia de Librerías Católicas con variedad de bibliografía y temáticas en nuestra ciudad, y llena anualmente durante dos semanas un importante vacío en esa área.



EN EL PRINCIPIO…

Cabe destacar que desde la apertura de la muestra, se recibieron embates institucionales por el mismo tema, referido a que había en exhibición y venta un ejemplar del agotado “El Kahal – Oro” en la muestra. Polémica en el Concejo Deliberante y en los estrados judiciales de por medio, la cuestión fue zanjada, y parecía haberse logrado la calma.

Luego, en subsiguientes ediciones de la Exposición, comenzaron a recibirse ataques antivida, con daños a los libros que en años anteriores incluso llegaron a agresiones con pintadas en la puerta del edificio público en que la muestra se desarrolla, hasta tener que cerrarse las puertas durante un prolongado tiempo debido al ataque de hordas enardecidas, con el resguardo de personal policial, con todas las personas dentro que no podían salir debido a semejante manifestación.

El mismo intendente Pablo Bruera, en la inauguración de este año de la muestra, manifestó que la ciudad se engalana con una Exposición que tiene su lugar en el ámbito nacional. Su predecesor, el ex intendente Julio Alak, en cada uno de los discursos ofrecidos en la Exposición vertía conceptos similares. Verdaderamente sería dañoso para la cultura platense que dicho espacio cultural dejara de realizarse por el referido incidente, ya que es la sociedad toda la que se vería afectada por el mismo.



¿PRIVADO O PÚBLICO?


El Fundador y Presidente de la Exposición del Libro Católico, Sr. Manuel Outeda Blanco, respondió la nota al mismo por la comunidad judía platense.

En una nota, dirigida a Diario Pregón de La Plata, manifiesta que desde la AMIA las autoridades solicitan que sea reemplazada “en forma urgente” el nombre de la Sala de Lectura “Gustavo Martínez Zuviría” de la XIII Exposición del Libro Católico en La Plata. Manifiesta el Presidente de la Exposición que estimaba “que dicha nota quedaría en el plano privado”, motivo por el cual había manifestado que la misma sería respondida al culminar la muestra.

Sin embargo, al haber tomado estado público la carta, consigna que se ha “visto en la obligación de responder con premura”. Al final de esta nota se transcribe íntegramente el texto de la misiva dirigida a nuestro medio.

La carta entregada a la Comunidad Judía platense, señala que el Bautismo es un Sacramento que sólo puede ser recibido por personas, no por cosas, señalando de ese modo que “no se puede “bautizar una sala u otro objeto”. Asimismo, refiere que la Exposición “desde sus comienzos, se dedica a rescatar del olvido y de la deliberada o encubierta censura, o del silencioso ostracismo, a diferentes plumas del pensamiento católico nacional; entre ellos, obviamente, Gustavo Martínez Zuviría. Nos anima, además de un acto de estricta justicia, el claro objetivo de “practicar el diálogo y luchar contra los prejuicios”. Su nombre, por lo tanto, no será borrado de la Exposición. Y seguiremos difundiendo su obra; como la de tantos otros escritores y poetas desterrados de los planes oficiales de enseñanza, y del totalitarismo disfrazado de “pensamiento único” o “políticamente correcto”.”



DIFAMACIÓN ANTICATÓLICA

Finalmente, consigna que “sobre la acusación de “antisemita” hecha contra Hugo Wast, los remitimos a la nota “Tormenta en un vaso de agua”, escrita con motivo de la IV Exposición del Libro Católico, por Mons. Héctor Aguer”.

Concluye la nota convocando a la comunidad judía “a que nos ayuden a enfrentar la difamación anticatólica, que se extiende en nuestro país y en distintos países del mundo; con su consecuente ola de martirio y persecuciones”.

La respuesta a la Asociación Mutual Israelita (AMIA) platense es la siguiente:



La Plata, 3 de Noviembre A.D. 2011

“AÑO DE LA VIDA”



Sres. de la Comunidad Judía de La Plata

S/D



Nos dirigimos a Uds. En respuesta a su carta del 1° de Noviembre, Solemnidad de Todos los Santos, en la que nos solicitan “con carácter urgente que sea reemplazado el nombre de Gustavo Martínez Zuviría de la XIII Exposición del Libro Católico en La Plata”. Y donde sostienen, también, que “la iniciativa de bautizar una de las salas de exposición con el nombre de Gustavo Martínez Zuviría es un hecho indignante y constituye una afrenta a todos aquellos que sostenemos ideales democráticos, practicamos el diálogo y luchamos contra los prejuicios”.

Para los católicos, el Bautismo es un excelso Sacramento, de la iniciación cristiana; con el cual nos insertamos en el Misterio Pascual de Jesucristo, nuestro Rey y Señor. Y, obviamente, lo pueden recibir sólo las personas. Por lo tanto, no se puede “bautizar” una sala u otro objeto; por más que, en el lenguaje corriente, esto sea común.

Nuestra Exposición del Libro Católico, desde sus comienzos, se dedica a rescatar del olvido y de la deliberada o encubierta censura, o del silencioso ostracismo, a diferentes plumas del pensamiento católico nacional; entre ellos, obviamente, Gustavo Martínez Zuviría. Nos anima, además de un acto de estricta justicia, el claro objetivo de “practicar el diálogo y luchar contra los prejuicios”.

Su nombre, por lo tanto, no será borrado de la Exposición. Y seguiremos difundiendo su obra; como la de tantos otros escritores y poetas desterrados de los planes oficiales de enseñanza, y del totalitarismo disfrazado de “pensamiento único” o “políticamente correcto”.

Sobre la acusación de “antisemita” hecha contra Hugo Wast, los remitimos a la nota “Tormenta en un vaso de agua”, escrita con motivo de la IV Exposición del Libro Católico, por Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, el 12 de noviembre de 2002. Y los invitamos, igualmente, a concurrir a nuestra Exposición; para que puedan comprobar, personalmente, los ideales que nos animan.

Además, como miembros de la comunidad judía, conocedores de la difamación, queremos convocarlos a que nos ayuden a enfrentar la difamación anticatólica, que se extiende en nuestro país y en distintos países del mundo; con su consecuente ola de martirio y persecuciones.

Sin otro particular, los saludo a Ustedes atentamente…

MANUEL OUTEDA BLANCO

Fundador y Presidente

Sello: Comité Ejecutivo – Exposición del Libro Católico





Recibido 3/11/11 – Marisa Parrondo

Sello: Asociación Mutual Israelita Argentina de La Plata







Ciudad de Ballester, 3 de Noviembre A .D. 2011.-

"Año de la Vida"





DIARIO PREGÓN de La Plata

Sr. Director

Presente



_________________________________



De mi mayor consideración:



En referencia a la solicitud presentada por la AMIA –Comunidad Judía de La Plata-, del 1º de noviembre donde sus autoridades solicitan a este Comité Ejecutivo que reemplacemos en forma urgente el nombre de la Sala de Lectura “Gustavo Martínez Zuviría” de la XIII Exposición del Libro Católico en La Plata que se desarrolla en el Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha (Calle 50 entre 6 y 7) y, estimando que dicha nota quedaría en plano privado, al recibirla he manifestado que la misma sería respondida al culminar la muestra.



Dado que la mencionada carta ha tomado estado público, me he visto en la obligación de responder con premura; por ello, para no restar el tiempo que las actividades diarias que la Exposición exige, he tenido ingresar al Pasaje Dardo Rocha fuera del horario de la muestra, a las 2 de la mañana.



Se adjunta a la presente, el texto con la respuesta del Comité Ejecutivo de la Exposición del Libro Católico, la cual he entregado personalmente en el día de la fecha en la Sede AMIA –Comunidad Judía de La Plata-, siendo recibida la misma a las 13.15 por la Sra. Marisa Parrondo.



Sin otro particular, le saludo cordialmente en Jesucristo Divino Maestro y Nuestra Señora del Libro, Patrona de la Exposición.-





Manuel Outeda Blanco



Fundador y Presidente

jueves, 3 de noviembre de 2011

La AMIA reclamó retirar por "antisemita" el nombre de Hugo Wast en exposición de libros católicos en La Plata


"Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió". Evangelio según San Juan 15,18-21.



La delegación platense calificó como “nefasto personaje, caracterizado por su antisemitismo” al escritor cuyo nombre era Gustavo Martínez Zuviría. Los organizadores de la exposición reivindicaron su figura y dicen que harán caso omiso a la solicitud.

Después de casi una década, el escritor Gustavo Martínez Zuviría vuelve a generar tensiones entre la comunidad judía platense y los organizadores de la Exposición del Libro Católico.
La delegación platense de la Asociación Mutual Israelita Argentina pidió ayer que el nombre del autor cordobés que vivió entre 1883 y 1962 -conocido por su seudónimo Hugo Wast- sea retirado de la sala de lectura y video de la muestra, por considerarlo “un nefasto personaje de la historia argentina, caracterizado por su antisemitismo”.
En este contexto, los organizadores de la Exposición cuya decimotercera edición se desarrolla en el Pasaje Dardo Rocha reivindicaron a Martínez Zuviría, y subrayaron que harán caso omiso de la solicitud.

Manuel Outeda Blanco, titular del Comité Ejecutivo de la Exposición del Libro Católico, dijo a la agencia AICA que “de ninguna manera” accederá a la exigencia de la AMIA y que estaría dispuesto a clausurar esta Exposición e incluso no volver a realizarla en la capital bonaerense.
En 2002, una polémica similar desembocó en un repudio unánime del Concejo Deliberante a una de las obras de Martínez Zuviría (El Kahal/Oro), y un fuerte cruce de argumentos del que participaron ediles, funcionarios y el arzobispo Héctor Aguer.

El documento elaborado por la AMIA, que suscriben su presidente Ricardo Salomé y su secretario Diego Elías Lacki, manifiesta una “profunda preocupación” vinculada con “la iniciativa de bautizar una de las salas de la exposición con el nombre de Gustavo Martínez Zuviría”, hecho calificado como “indignante”.
Los dirigentes judíos creen que se está ante “una afrenta a todos aquellos que sostenemos ideales democráticos, practicamos el diálogo y luchamos contra los prejuicios”.

El comunicado de la mutual judía platense recuerda que “Gustavo Adolfo Martínez Zuviría alcanzó notoriedad por sus novelas, acción pública y militancia religiosa, teñida de un fuerte carácter nacionalista y antisemita”. Y apunta a “El Kahal”, publicado en 1935, como un “híbrido de novela y ensayo” de especial virulencia.
Además, advierte que Martínez Zuviría/Wast colaboró con “Clarinada”, revista autoproclamada “anticomunista y antijudía” que “mereció elogios de los órganos de prensa del nazismo en Alemania”, y que “en 1944 fue descubierto colaborando en tareas de espionaje para el Eje”.
Salomé y Lacki expresaron que “hace unos años, en una decisión inteligente, la hemeroteca de la Biblioteca Nacional dejó de tener el nombre de Martínez Zuviría”, y concluyeron en que “cualquier ámbito de la cultura que lleve el nombre del autor de ””Kahal”” y ””Oro”” nos producirá, como a muchos argentinos, la desazón, el malestar y el sufrimiento que provocan la mala memoria y el descuido por la dignidad humana”.

Outeda Blanco definió a Wast como un autor “de feliz memoria” que recibe un justo tributo.
“Responderemos la carta de la AMIA oportunamente, porque ahora estamos muy ocupados con la exposición, pero felicité a quién me la entregó por la perseverancia para defender sus ideas”, dijo Outeda Blanco. “No vamos a cambiar nada, porque la sala de lectura siempre se llamó igual, tanto en la capital federal como en La Plata… el cartel de madera que la señala tiene 30 años“.

“Las obras de Martínez Zuviría se exponen en un módulo especial, desde el justo homenaje que le hicimos en 2002, cuando se cumplieron 40 años del fallecimiento” repasó el dirigente católico: “ahora sólo nos quedan cuatro de las sesenta que escribió, porque lamentablemente están agotadas y hace varios años no se reeditan; ””El Kahal”” y ””Oro””, por ejemplo, no están”.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Cuando se piensa... (dignidad del sacerdote) - Hugo Wast


Cuando se piensa que ni la Santísima Virgen puede hacer lo que un sacerdote. Cuando se piensa que ni los ángeles ni los arcángeles, ni Miguel ni Gabriel ni Rafael, ni príncipe alguno de ellos que vencieron a Lucifer pueden hacer lo que un sacerdote....

Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la Última Cena realizó un milagro más grade que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.

Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el Cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.

Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuado eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se lo dé; y pedirán la absolución de sus culpas y no habrá quien las absuelva, y morirán con los ojos abiertos por el mayor de los espantos.

Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede remplazar a todos y ninguno puede remplazarlo a él.

Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.

Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.

Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.

Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se reflejaba en las leyes.

Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.

Uno comprende que provocar una apostasía es ser un Judas y vender a Cristo de nuevo.

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.

Uno comprende que más que una iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario.

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario es multiplicar los nacimientos del redentor.

Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del Cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo.

Hugo Wast

jueves, 1 de octubre de 2009

Santa Teresita del Niño Jesús – Hugo Wast


De todas las cosas hoy vivientes sobre el inmortal suelo de Francia, nada más palpitante de vida sobrenatural que la tumba de Teresita, visitada a todas horas por gente de todos los pueblos del mundo y cubierta de flores frescas y al abrigo de la cruz y de las palabras que dijo el Señor cuando sus discípulos rechazaban a los niños: “Nisi efficiamini sicut parvuli, non intrabitis in regnum”: si no os hiciereis como niños, no entraréis en el reino.
Aquella jovencita que moría a los veinticuatro años, en la enfermería de un convento donde se sepultó a los quince, no conocía al mundo, ni el mundo la conocía a ella.
Pero según la palabra de Dios, “el Espíritu sopla donde él quiere” y estaba destinada su persona y su libro a conquistar en poquísimos años una prodigiosa popularidad. Por ella es universalmente glorioso el pueblecito de Lisieux, como Asís para Francisco, como Ávila por la otra Teresa, como Siena por Catalina.
Sin salir apenas del lugar, el peregrino en pocos momentos recorre todos los pasos de aquella vida breve y oculta. Su tumba primero, donde se guarda su cuerpo; el cementerio donde estuvo sepultado antes de la canonización, en el cuadrado de tierra cubierto de cruces donde duermen en paz otras carmelitas; su casita natal en los Buissonnets; su dormitorio, con su camita de caoba y sus juguetes: una muñeca, una carretilla, un pianito, la jaula de un pájaro…
¡Es todo! Encantadora peregrinación que se hace con el corazón conmovido y la sonrisa en los labios, porque uno camina, envuelto no por una atmósfera de muerte, sino en un aire vivificante y glorioso.
Ella adivinó su gloria. “Siento que mi misión va a comenzar”, dijo, al saber que se moría. “Quiero pasar mi cielo haciendo bien sobre la tierra”.
Tuvo también, por inspiración divina, la intuición de que su libro, escrito como un borrador de colegiala, sería un poderoso instrumento para mover los corazones, y a su Priora se expresó con estas palabras: “Lo que yo leo en este cuaderno es enteramente mi alma. Madre mía, estas páginas harán mucho bien. Se descubrirá en seguida la dulzura del Señor…” Y con su amable e inspirada sinceridad agregó: “¡Ah, ya sé bien que todo el mundo me amará!”
No se engañaba, no, la simple y juvenil doctora de la Iglesia, doctora a su modo y sin definición, porque había sido suscitada por Dios para enseñar a los hombres, no los grandes caminos de la santidad, como Teresa de Ávila, sino su caminito, como ella decía su petite voie d´amour…
¡Y el mundo entero la ama! Pensemos el significado de este amor que arrastra millones de peregrinos a su tumba, que es un viviente santuario, en los mismos días y bajo el mismo sol que alumbra la soledad y la triple muerte de otras tumbas sin epitafio y sin cruz.
Nunca los santos son figuras anacrónicas en el tiempo de su vida mortal. Por el contrario, han aparecido siempre en los primeros en los momentos en que el mundo los necesitaba, y aunque vivieran en un desierto o en un claustro han ejercido sobre su época una acción inmensa, desproporcionada con su aparente debilidad.
Recuérdense los nombres de Agustín, de Bernardo, de Francisco de Asís, de Domingo de Guzmán, de Ignacio de Loyola, de Juana de Arco, de Vicente de Paúl, de Teresa de Jesús, de Francisco de Sales, de Magdalena Sofía Barat.
Cada época tiene sus necesidades espirituales y materiales y tiene su santo. En la época actual, como en todos los siglos de decadencia, las cualidades de forma, la gracia y la elegancia del estilo y de la persona ejercen una sugestión mayor que las grandes hazañas.
Teresita de Lisieux, con la sonrisa exquisita de su rostro digno del pincel de Leonardo da Vinci, y con su libro, que es una flor de la literatura francesa, ha cautivado al mundo.
Las gentes, sorprendidas de este imperio repentino y universal, se dejan arrebatar por la impetuosa corriente que las lleva hacia ella y se complacen en decir que ha llegado a ser santa sin hacer nada, lo cual parece verdad, aunque no lo sea; y la propia Teresita sonreirá, porque ella, hija de estos tiempos, sabe que hoy es más fácil conquistar y santificar a los hombres convenciéndolos de que no hay que hacer nada extraordinario, que mostrándoles el camino de la Trapa o el martirio.
“¿Cómo quiere que la llamemos cuando esté en el cielo?”, le preguntaron un día las novicias, y ella contestó: “Llámenme Teresita”. Y a su hermana Paulina que la interrogaba: “Nos mirará desde el cielo?”, le responde: “No, bajaré a la tierra”.
Lo ha prometido y lo cumple, y sus manos no se cansan de repartir gracias sobre los corazones que la invocan, porque creen en ella, ablandados por la misteriosa dulzura de esta gota de miel que ha caído sobre la impenitencia y amargura del mundo moderno.

Hugo Wast
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