martes, 19 de marzo de 2019

Santa Juana de Arco, plenamente vigente

Hoy el pensamiento dialéctico se nos ha colado hasta la médula, aún a los católicos, y esto es muy lamentable, y tiene consecuencias más que graves en diferentes ámbitos de la vida de la Iglesia. Lo estamos padeciendo, sin ir muy lejos, en el binomio sofístico que opone la justicia a la misericordia, el amor al castigo, la paz al combate, la Cruz a la alegría.  Y también, por supuesto, se cuela este criterio entre los santos. Me llega así, hoy, propuesto para “debate” en las redes sociales, un artículo de Manuel Morillo Rubio,  quien plantea una suerte de “competencia” entre Sta. Juana y Sto. Tomás Moro, como modelo para los políticos cristianos. Y creo que esto nos deja el alma dentro del “gallinero”, es decir, a un nivel muy por debajo de donde debemos apuntar como católicos, para mirar donde las águilas, y desde su perspectiva.
Benedicto XVI señalaba hace unos años precisamente que “con su luminoso testimonio Juana nos invita a una medida alta de la vida cristiana: hacer de la oración el hilo conductor de nuestras jornadas; tener plena confianza en cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que sea, vivir la caridad sin favoritismos, sin limites y sacar fuerzas del amor a Jesús para amar profundamente a su Iglesia”.
Traigo el tema no sólo en honor a la muy querida Santa Juana en su día, sino porque pienso que no se trata de un planteo aislado. Recuerdo que hace unos 20 años por lo menos, mantuve con una católica “progre” una discusión en la que ella planteaba -con la soberbia que sólo alcanza la ignorancia- que la Iglesia debería contar con algún tipo de ceremonia para “descanonizar” o al menos revocar como modelos a santos que “ya nada tienen que decir” a los católicos “evolucionados” de este pobre siglo. También un sacerdote -hoy obispo con cargos académicos…- me sugería que ni se me ocurriera acudir para mi formación espiritual a “santas  viejas” como Sta. Catalina de Siena, que ya nada pueden enseñar a los jóvenes de hoy. Y podría seguir dando ejemplos, que no alargo para no agotar ni deprimir al lector.
Dice el autor del artículo mencionado (con quien probablemente tengamos más coincidencias que diferencias) que “A mi me resulta mucho más atractiva como santa patrona de los hombres públicos, es decir como modelo para los políticos, Juana de Arco que Tomás Moro.
Aunque, bien pensado, quizá la Iglesia, que es muy sabia, considere, que, dado el tipo humano del político actual, es imposible ponerles como modelo lo bueno, como Santa Juana, por inalcanzable y se conforma con que algún polítco, llegado el momento, tras haber intentado salirse por la tangente, evitar el compromiso y el conflicto, y no poder, en ese momento,  no traicione la Verdad, como es lo corriente en la actualidad, y, fijándose en el ejemplo de Tomás Moro, al verse en esa tesitura dé la cara y se enfrente a las mentiras y la opresión, a las estructuras de pecado del Sistema.”
No soy quién para cuestionar su devoción particular preferente, completamente legítima, pero creo que como decíamos antes, el planteo queda rengo, si se habla entre católicos. Pues así como no nos es lícito mirar la realidad tan sólo desde el punto de vista natural, sabiendo perfectamente que lo sobrenatural no es puro “agregado” o complemento, no se puede tampoco apreciar a Santa Juana únicamente por el atractivo exterior de su figura, sin apuntar mejor a la raíz de sus virtudes, que son las que la Iglesia nos propone como ejemplares, y en donde reside su absoluta vigencia. Por otra parte, considerar a Sto. Tomás Moro como un mero ideal de “conformistas” me parece muy atrevido, y hasta ofensivo, soslayando el abanico de virtudes que enaltecen su figura no sólo en las horas del martirio, sino como católico íntegro y cabal, a lo largo de toda su vida.
juanavitral
Señala un amigo que Santa Juana “se plantó directamente contra los enemigos, mientras que Moro no enfrentó directamente a los enemigos sino hasta que no tuvo otra alternativa”, y la verdad es que no es así: el “plantarse” ante los enemigos no siempre puede tener el carácter de una guerra material, por supuesto. Moro no hubiese sido santo si no hubiese combatido a los enemigos de Cristo. El punto está en que hay diferentes modos de combatir, según lo que Dios da a cada uno. En ser fieles a ello (a lo que Dios da a cada uno) se cifra nuestra santidad. El modelo por antonomasia, único absoluto, es Cristo, no tal o cual santo. Cada uno de ellos representa, como solía decir el p. Alberto Ezcurra, lo que un cristal en un grandioso vitral donde armonizan muchos colores, formando entre todos el rostro inabarcable de Cristo, Rey del Universo, Camino, Verdad y Vida. La consigna es que cada uno ocupe el lugar que le corresponde, como en una sinfonía.
No es para nada casual que Sta. Juana haya sido la santa preferida de Sta. Teresita de Lisieux (doctora de la Iglesia), quien a su vez fue una de las “preferidas” del Papa San Pío X. Ni Sta. Teresita ni Tomás Moro tienen un ápice de pusilánimes, con el abismo de circunstancias que los separan aparentemente, porque en el santo las virtudes, siempre imperadas por la Caridad, no encuentran contradicción.
Tratando de superar odiosas comparaciones, me gustaría hoy recordar que hace pocos años Benedicto XVI, nos señalaba a Sta. Juana en su catequesis del 26-1-2011 como “ejemplo de santidad para los laicos comprometidos en la vida política sobre todo en las situaciones más difíciles”. 
¿Y a cuántos laicos de hoy, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, de tan diversas condiciones, no nos queda otra alternativa sino comprometernos en la vida política de alguna manera, cuando ella afecta tan profundamente la educación, la familia, la salud física, psíquica y espiritual y hasta nuestra salvación eterna? Como Santa Juana, tal vez no buscamos directamente ese compromiso, pero no podemos eludirlo.
Como Santa Juana, muchos nos sentimos muy solos ante el combate de cada día, y aunque no toque a todos el martirio físico -aunque cada día es más frecuente también…-, el espiritual está a la orden del día, sobre todo dentro de la propia Iglesia, frente a los Judas de turno. Rescatamos algunos párrafos del Papa emérito para seguir meditándolos al pie del Santísimo:
-"La compasión y el compromiso de la joven campesina francesa ante los sufrimientos de su pueblo son todavía más intensos gracias a su relación mística con Dios. Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es este lazo entre experiencia mística y pasión política.”
¿Cuántos laicos, sacerdotes, obispos y teólogos, pretenden encontrar hoy soluciones y respuestas al sufrimiento humano descartando de plano sus resonancias espirituales, sin aludir al pecado, la gracia, los sacramentos, que no son la añadidura sino la raíz de los planteos más eficaces?
-“Su propuesta es de verdadera paz en la justicia entre dos pueblos cristianos, invocando los nombres de Jesús y María (…)El Nombre de Jesús que la Santa invocó hasta en los últimos instantes de su vida terrenal era como el continuo respiro de su alma (…) el centro de su vida. Esta Santa había entendido que el Amor abraza toda la realidad de Dios y del ser humano, del cielo y de la tierra, de la Iglesia y del mundo.
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Sería interesante ver qué sucedería si los católicos más comprometidos en los organismos internacionales dejaran de omitir y silenciar sistemáticamente el Nombre de Cristo, rubricando con él sus limitadas palabras humanas… Y ya espero que algún lector reaccione sosteniendo que deliro con cuestionamientos “anacrónicos”. Y lo más cómico es que estamos en la “era” de la libertad de expresión….Sí, claro: por eso, admitamos retirar los crucifijos y todo signo sagrado, hasta de los templos mismos, en cualquier momento, para no ofender a los turistas.
-“(Su) proceso es una página terrible en la historia de la santidad y también una página que ilumina el misterio de la Iglesia, que (…) al mismo tiempo es siempre santa y siempre necesitada de purificación (…) A diferencia de los santos teólogos que habían iluminado la Universidad de París, como Buenaventura, Tomás de Aquino o Duns Escoto, (…) estos jueces son teólogos que carecen de caridad y humildad para ver en esta joven la acción de Dios” y no ven “que los misterios de Dios son revelados en el corazón de los pequeños mientras permanecen ocultos a los sabios y doctos.”
Este párrafo no tiene desperdicio; ¿cuántos “doctos” quieren hoy cambiar la fe de la Iglesia, y hasta las propias palabras de la Escritura, para escándalo de los fieles? Y es que sencillamente no entienden nada, porque “carecen de caridad y humildad” para hacer aquello de lo que Juana da ejemplo: obediencia inquebrantable a la Verdad, sin rebelarse jamás ante la Iglesia, aún cuando ésta la abandone a sus propios enemigos y a la muerte.
-“En Jesús Juana contempla también toda la Iglesia, la Iglesia triunfante del cielo, como la Iglesia militante en la tierra. Según sus palabras, “es todo uno Nuestro Señor y la Iglesia”. Esta afirmación tiene un carácter realmente heroico en el contexto del proceso de condena, frente a sus jueces, hombres de iglesia que la persiguieron y condenaron”. 
Esa mirada suya es posible gracias a la pureza de su mirada sobrenatural, seguramente favorecida también por su castidad. No hay que perder de vista el cuidado que ella tenía de esta virtud al frente de sus tropas -lo mismo que su vigilancia estricta para que no hubiera blasfemias o juramentos- a las que instaba gravemente a la confesión o contrición perfecta antes de la batalla, no perdiendo nunca de vista el fin principal de toda alma: el Cielo.
¡Miren ustedes qué hermoso, cuando al llegar Allí, nos estrechemos en abrazo interminable con el mismo Rey al que ha servido Juana!… Para levantar los corazones, pues, les traigo aquí uno de los poemas más hermosos del p. José Rivera(sacerdote toledano a quien espero ver algún día también en los altares), que muy bien podrían aplicarse a la Doncella de Orleáns, y a toda alma que quiera imitar su fidelidad:
XV
El Rey de los siglos empuña su espada,
Salta en su caballo, galopa violento,
Cual viento que sopla por la encrucijada,
Cómo sopla el viento…
 El Rey de los siglos de gloria se viste.
“A la tierra entera dictaré mi ley”.
¿Quién de sus legiones el choque resiste?
El Rey de la gloria. Su nombre es: “El Rey”.
 La regia trompeta los héroes convida
A sacra cruzada que el mundo liberte;
Los siervos mortales gozarán la vida,
El Señor eterno sufrirá la muerte…
“Salud a los pobres. Desprecio. Pobreza”.
Al roce del viento canta su pendón.
Bandera que anuncia nueva realeza,
Donde en campo blanco sangra un corazón.
Oí su llamada, juré su bandera,
Lloré sus derrotas, gocé su alegría,
Borracha de sangre, de gloria guerrera,
Soñé la victoria final, cuando un día…
“Escucha hija, y mira: si ayer amazona
El casco ceñiste, vestiste armadura,
Hoy viste de seda, tu frente corona,
Que el Rey de los siglos amó tu hermosura.” 
Olvida el palacio, la casa paterna,
Pretéritos gozos, y oye mi verdad;
Por su amor caduco, mi pasión eterna
Te abrirá misterios en la soledad.
Déjale a otras manos el puñal sangriento,
El pesado escudo y el gesto violento,
La espada, la lanza, que en férreos excesos
La carne traspasa, quebranta los huesos.
De tus manos pido caricias, terneza,
Corona de flores para mi cabeza,
Ojos vigilantes, corazón despierto
Para la sangrienta soledad del huerto.
Cabalga a mi grupa y en mi potro mismo,
Dime tus amores, tu mano en la mía,
Que de mis pesares en el negro abismo
Sean tus palabras llamas de alegría…
Cabalga a mi grupa…¿Por qué te detienes?
La dura jornada gloriosa se torna;
Mañana en mi triunfo ceñirá tus sienes
La corona misma que mis sienes orna.
juanaecues
Si el dolor te rinde, sobre mi caballo
En mi firme pecho tranquila reposa.
No en mis escuadrones llamarte vasallo,
Quiero entre mis brazos saludarte esposa.”
Tal la voz divina resonó en mi oído;
Yo sentí mi débil corazón herido.  
¿Dejaré cariños, que la mente halagan?
¿Callaré mi grito de guerra sonoro?
¿Sufriré que vientos divinos deshagan
Placenteras nubes de mis sueños de oro?
Inefablemente su palabra me urge:
“¡Ven, paloma mía; surge, amiga, surge!".
Oh voz poderosa, que encadena al diablo,
Tal vez temblorosa de amorosa pena;
Hórrida tormenta si derriba a Pablo,
Brisa refrescante si alza a Magdalena!
Hundióse ya el férreo torrente guerrero,
Apenas diviso la blanca bandera,
Sofrenando el potro, firme en el sendero,
El Rey de los siglos, me espera, me espera…
Luz es su mirada que alumbra mi duda,
Fiesta su palabra que alegra mi pena;
De sus armaduras mi alma se desnuda,
Vístese de mirtos, rosas y azucenas.
Dejaré cariños que la mente halagan;
Callaré mi grito de guerra sonoro;
Sufriré que vientos divinos deshagan
Placenteras nubes de mis sueños de oro…
El Rey de los siglos galopa, galopa,
Cabalga a su grupa, gozoso, mi amor.
Y en el férreo estruendo triunfal de la tropa
Aun vibra mi grito: ¡Voy, Emperador!.
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domingo, 1 de septiembre de 2013

El admirable Cura Brochero Modelo de Apóstol - Por Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría)

La Leyenda

El 16 de marzo de 1840 nació en la villa de Santa Rosa, del Río Primero (en la provincia argentina de Córdoba) José Gabriel Brochero, que había de ser el famoso cura de San Alberto.
“El señor Brochero” como se lo llamó siempre, ha entrado en la historia por la graciosa puerta de la leyenda. Antes de saber quién era, el público, no sólo de Córdoba, sino de toda la Nación, conocía anécdotas, dichos, episodios de su vida, algunos auténticos y muchos inventados.
Ha sonado ya la hora de situar esta gran figura de santo criollo en su verdadero marco histórico, mientras llega el día de venerarlo en los altares. Los más se imaginan que fue un simple cura rural, inculto y desarrugado en los modales, buen jinete y capaz de decirle malas palabras al gobernador y al presidente de la república; un caudillo de sotana, empeñado en una labor materialista, que se ganaba la voluntad de aquellos “gauchos bozales” entre quienes vivía, con cuentos de chalán y con beneficios de político lugareño: caminos, ferrocarriles, escuelas, amén de alguna capilla y de no pocos asados con cuero.

El apóstol

Todo eso, que puede ser cierto, es apenas una parte de la historia externa del famoso cura de San Alberto. Hay que decir la verdad. Brochero fue exclusivamente un apóstol, un ardiente evangelizador de los pobres, que hubiera mandado al diablo sus instrumentos de apostolado, sus caminos, sus ferrocarriles, sus escuelas, y hasta la célebre mula malacara en que anduvo miles de leguas por abruptas serranías y desiertos impresionantes, en cuanto hubiera advertido que eso no servía a su único propósito: ganar almas para Dios.

Los Ejercicios Espirituales como medio de apostolado

Y si no se ha penetrado la verdadera vocación de su vida, menos se ha advertido la extraña herramienta espiritual que utilizó. ¿A quién podría ocurrírsele que el mejor medio de convertir aquellos hombres y mujeres de las sierras, rústicos, recelosos, y a menudo analfabetos, fuesen los sutiles Ejercicios de San Ignacio?
Este recurso heroico, que comienza con un encierro de ocho o nueve días para realizar severa penitencia y que es difícil de aplicar a la generalidad de las gentes, ni siquiera en las grandes ciudades, donde hay más inteligencia del asunto y predicadores expertos, y casas adecuadas, con las comodidades indispensables, Brochero lo implantó desde 1878 en el Tránsito, aldehuela prendida en la falda occidental de las Sierras Grandes, al otro lado de la Pampa de Achala, en una región que no se comunicaba con el resto del mundo sino por dificilísimos caminos de herradura.
¿Cómo se le ocurrió al cura de San Alberto la idea de implantar los Ejercicios de San Ignacio y cómo la llevó a la práctica? Refieren que el Niño-Dios mismo le mostró en sueños el lugar indicado donde había de construir su edificio. Sería interesante recoger un día las versiones que aun corren de los sueños que tuvo.

Un poco de historia.

El joven cura de San Alberto

Había nacido —como dijimos— el 16 de marzo de 1840. Tenía, pues, 29 años cuando en 1869 se hizo cargo del curato del departamento de San Alberto, con sus quinientas leguas de serranías indómitas y casi desiertas, y una mísera capilla de techo de paja, situada en San Pedro, la población principal. Pronto había recorrido en mula todo su feudo, y empezaba a conocer a sus feligreses… muchos de ellos primera vez en su vida veían un hombre de sotana.
Los visitaba para saber sus necesidades y los invitaba a ir los domingos a la misa, donde él les platicaba con lenguaje pintoresco y transparente. Muchos accedían y consentían en cubrir la distancia de ocho, diez, quince leguas, que los separaba de San Pedro. El joven cura iba ganándolos, y no tardó en ver que su capilla era muy pequeña para la concurrencia de los domingos; y se puso a la obra de construir una verdadera iglesia.
Y como el apetito viene comiendo, y muchos de sus feligreses realizaban largas peregrinaciones sin más objeto que asistir a misa, se le ocurrió invitarlos a ir a la ciudad de Córdoba, para pasarse unos días de penitencia en la Casa de Ejercicios que allí existe.

Caravanas de ejercitantes

La proposición ahora nos parecerá inconcebible. ¿Cómo abandonar ocupaciones, hogares, familias; transponer treinta leguas de cordillera, en pleno invierno, cruzar desiertos o páramos nevados, en que ni los pumas ni las águilas encuentran su alimento? Y la invitación se hacía a todos, hombres y mujeres, y el joven sacerdote se comprometía a guiarlos él mismo, montado en su mula, como un San Bernardo, predicador y guía de esta rara cruzada.
Tiene fe ciega en los prodigiosos resultados de los Ejercicios Espirituales. Desde los tiempos en que era seminarista los conoce por experiencia propia, y ahora que es cura de almas, son su permanente obsesión. Sabe que nada se opone tanto a la vida espiritual como el hecho casi trivial de que nadie se desprende, ni siquiera por un día, de los cuidados temporales; nadie se zambulle enteramente en una atmósfera de libertad absoluta que le permita poseer su corazón al menos durante una hora.
Dos veces cada año condujo numerosísimos grupos de jinetes, hombres y mujeres, por arriba de la Pampa de Achala, nevada con frecuencia, pues era en los meses de julio a agosto. Marchaban lentamente, por caminos de cabras, el día entero, y de noche acampaban al raso, bajo la palpitante y helada luz de las estrellas, alrededor de hogueritas menguadas, porque la leña escasea mucho en la región.

Casa de Ejercicios en El Tránsito

Como fuesen cada año más numerosos los que se alistaban para aquella inverosímil cabalgata, de cincuenta o sesenta leguas en redondo, después de la iglesia pensó en construir una casa para hacer los Ejercicios en el Tránsito, otra aldea de su curato. Puso manos a la obra. Fue una construcción sencilla y barata, pero de grandes medidas: una capilla, muchas habitaciones y un gran comedor de 60 varas de largo.
Formando cuadro con ella edificó otra, de 48 varas por 100, para colegio de niñas, y trajo de Córdoba a las monjas Esclavas del Corazón de Jesús, a quienes encomendó el cuidado de ambas. La fama del Colegio y de la Casa de Ejercicios se difundió por toda la región y acudieron colegiales y ejercitantes de los más remotos lugares de la provincia de Córdoba y aun de la de San Luis y de La Rioja.

Brochero era ya hombre de inmensa popularidad. Fue tal su alegría cuando se abrieron los cimientos de la Casa de Ejercicios, que quiso poner él mismo la primera piedra, y previendo la oposición del infierno contra el edificio del que esperaba tantos frutos, la arrojó con brío, como si con ella aplastase la cabeza de una serpiente, y exclamó: “¡Te fregaste, diablo!”

Cien mil ejercitantes en sesenta años

La inauguró en el invierno de 1878 y tuvo que dividir a los ejercitantes en cinco tandas, pues pasaron de 3.000. Al año siguiente fueron ocho tandas, con más de 4.000.
Ya han transcurrido más de sesenta años y todavía funciona aquel prodigioso mecanismo en el caserón primitivo, harto destartalado ya. No menos de 100.000 personas han “tomado” (como allí dicen) los Ejercicios Espirituales más severos que puedan imaginarse, en esa aldehuela de escasísima población. Nada más pintoresco, y a las veces nada más extravagante, que los medios de que se valió el cura de San Alberto para propagarlos.

El “Gaucho Seco”: conversión de un bandolero

Había en las Sierras Grandes, allá por 1887, un gaucho malo, jefe de bandoleros, famoso por sus robos y crímenes. El señor Brochero se empeñó en hacerle “tomar” los Ejercicios al “Gaucho Seco”, y fue a buscarlo en su escondrijo como quien busca a un puma en su cubil.

De entrada, no más, le dijo que iba a curarle la lepra de que estaba cubierta su alma. El Gaucho Seco oyó estupefacto semejantes palabras y tuvo curiosidad de asistir a unas ceremonias tan extrañas, de que hacía diez años se hablaba tanto en el país.

Una mañana del frío mes de agosto llegó al Tránsito, montado en una mula zaina, guiado por el cura, que montaba su invariable mula malacara, y seguido a cierta distancia por otros dos jinetes que le guardaban las espaldas.
– Vamos a ver – dijo el Gaucho Seco, apeándose a la puerta de la Casa de Ejercicios – cómo se me va a curar la lepra del alma.

Desensilló, entregó la mula a su lugarteniente, y llevando en sus brazos el apero que sería su cama durante ocho días, siguió a Brochero, que le hizo cruzar dos patios y palmeándole la espalda le indicó una habitación, donde dormiría con una veintena de hombres de su laya.

Más de setecientos paisanos habían llegado ya para esa tanda. Todos miraban, no sin recelo al Gaucho Seco, que pasaba arrogante entre ellos, haciendo sonar sus espuelas y arrastrando la cincha de su silla de montar, cubierta por ricos pellones.

Sólo se oía el ruido de aquellos pasos y de aquellas espuelas. Un silencio imponente dominaba a la extrañísima reunión.
– ¡Vamos a ver el milagro! – dijo para sí con sorna, arrojando sobre la tierra empedernida el copioso apero.
Sonó entretanto una campanita agitada por la mano de un viejo; y todos silenciosamente lo siguieron sin saber a dónde, y el “Gaucho Seco” detrás de ellos. Entraron en la capilla, que se hallaba a oscuras, no obstante ser de día, alumbrada escasamente por algunas velas de sebo y la mariposilla del Sagrario. Un sacerdote de negra sotana empezó a hablarles. Nadie más que él hablaba. El silencio era absoluto y comprimía hasta el latido de las sienes.

Del patio llegaba un olor a carne asada. El señor Brochero les preparaba el primer almuerzo en fogatas al aire libre. Terminó la plática y hubo rezos y cánticos. El Gaucho Seco asistió sin aburrirse, pero sin comprender ni los cantos, ni los rezos, ni las pláticas.

Sonó otra vez la campana y salieron a almorzar. Siempre el mismo silencio impresionante. A lo sumo, el ruido de un cuchillo, uno de esos largos y filosos cuchillos de los gauchos, que cortaba un hueso. Después cebaron mate, alrededor de anafes de barro cocido, en que se iban durmiendo rojas brasas de algarrobo. El Gaucho Seco, vencido por las ganas de tomar mate, se allegó a un grupo y aceptó que lo convidaran, sin atreverse a pronunciar una palabra, tan plúmbeo e imperioso era el callar de la muchedumbre.

De nuevo la campana, y el moverse en filas de la concurrencia, y el acudir a la capilla, y de nuevo la plática y los rezos y los cantos. Después, de nuevo a sus piezas, desnudas y frías, donde calentaron los estómagos vacíos con algunos mates, y se acostaron vestidos sobre sus aperos, en la tierra, pues, no había camas, ni las necesitaban personajes como ellos. Al alba, otra vez la campana, las mismas distribuciones y el mismo silencio.

Más que las pláticas de los dos jesuitas que sucesivamente les hablaban, llamaban la atención del “Gaucho Seco” las coplas que se cantaban, y cuyo trascendental sentido había comenzado a percibir: Perdón, ya mi alma / Sus culpas confiesa; / Mil veces me pesa / De tanta maldad. / Perdón, oh, Dios mío / Perdón y piedad…

¿Era, pues, cierto, era posible que Dios lo perdonase a él? ¿Era, pues, verdad que otros muchos, tan cargados como él de crímenes, habían encontrado misericordia al pie del Crucifijo?

Al tercer día el Gaucho Seco se azotó con furia los recios lomos y al sexto día se arrodilló sollozando a los pies de un misionero, que lo envolvió en el poncho de lana para que otros no lo viesen llorar.

– ¡Cayeron, mi curita, las escamas de la lepra! Hoy es el día de mi nacimiento.

Al otro año el Gaucho Seco volvió a los Ejercicios trayendo a catorce paisanos más que querían también hacer el maravilloso experimento de nacer de nuevo.

Santas recomendaciones

El último día de los ejercicios el cura los despedía con una carne con cuero y un sermoncito de este jaez: “Bueno; vayan no más, y guárdense de ofender a Dios volviendo a las andadas. Ya el cura ha hecho lo que estaba de su parte para que se salven, si quieren. Pero si alguno se empeña en condenarse, que se lo lleven mil diablos…”

Benefactor y Santo

La obra de José Gabriel Brochero fue inmensa. Murió a los 73 años, el 26 de enero de 1914. Aunque, por decreto justiciero del gobernador Cárcano, el Tránsito lleva ahora su nombre y hay en la plaza del pueblo una estatua suya de bronce, todavía su país no ha reconocido en él a uno de sus más grandes benefactores. Algún día se escribirá su hermosa historia y veremos cómo se ha cumplido en él las palabras del profeta Daniel: “los que hayan conducido a muchos a la santidad serán como las estrellas, eternamente y siempre”.

San Gil - 1 de septiembre


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sábado, 31 de agosto de 2013

Santo Dominguito del Val - 31 de agosto



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San Ramón Nonato - 31 de agosto


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jueves, 18 de julio de 2013

San Simón de Lipnica - 18 de julio


Nació en Lipnica Murowana (Polonia) entre 1435 y 1440. Desde niño destacó por su devoción a la Virgen y su afición al estudio. En 1454 fue a estudiar a Cracovia. Atraído por el ejemplo y la predicación de san Juan de Capistrano, que acababa de fundar en la ciudad el convento de San Bernardino, ingresó en la Orden franciscana el año 1457, y, terminados los estudios, recibió la ordenación sacerdotal hacia 1460. Se dedicó a la predicación, con palabra llena de fe, de sabiduría y de ponderación, reflejo de su vida de oración y del estudio de la Escritura. Como sus maestros Bernardino y Juan, fue un propagador de la devoción al Nombre de Jesús. Peregrinó a Tierra Santa, con la ilusión de dar la vida por la fe. En 1482 la peste asoló Cracovia. Simón se entregó al cuidado de los apestados; él mismo resultó contagiado y murió el 18 de julio de 1482. Lo canonizó Benedicto XVI el año 2007.

miércoles, 26 de junio de 2013

Llegó la película en DVD "Monseñor Lefebvre, Un Obispo en la Tormenta"


Evangelio del día 26 de junio de 2013

Evangelio según San Mateo 7,15-20. Miércoles de la duodécima semana del tiempo ordinario
Cuídense de los falsos profetas: se presentan ante ustedes con piel de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Ustedes los reconocerán por sus frutos. ¿Cosecha rían ustedes uvas de los espinos o higos de los cardos?
Lo mismo pasa con un árbol sano: da frutos buenos, mientras que el árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, como tampoco un árbol malo puede producir frutos buenos. Todo árbol que no da buenos frutos se corta y se echa al fuego.


Comentario:



“Por sus frutos los conoceréis” - Santa Teresa de Ávila



    ¡Oh hermanas, cómo se ve claro adónde está de veras el amor del prójimo en algunas de vosotras, y en las que no está con esta perfección!
Si entendieseis lo que nos importa esta virtud, no traeríais otro estudio. Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, que parece no se osan bullir ni menear el pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el negocio.

    Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a tí; y si fuere menester,
lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta es la verdadera unión con su voluntad.



Santa Teresa de Ávila (1515-1582), carmelita descalza y doctora de la Iglesia. El Castillo interior, 5ª Morada 3, 10-11
Por lo tanto, ustedes los reconocerán por sus obras.

San Josemaría Escrivá de Balaguer - 26 de junio

Para conocer su hagiografía clickear sobre la imagen.

lunes, 1 de abril de 2013

Evangelio del día 1 de abril de 2013






Evangelio según San Mateo 28,8-15. Lunes de la Octava de Pascua


Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.


Comentario:



“Id, avisad a mis hermanos (...). Allí me verán.” - San Pedro Crisólogo



   El ángel dijo a las mujeres (...): “Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis”. “Ya os lo he dicho” (Mateo 28,7). Al decir esto, el ángel no se dirigía a María Magdalena ni a la otra María, sino que a estas dos mujeres, Él encomendaba la misión para la Iglesia, él estaba enviando a la Esposa en busca del Esposo.

    Mientras ellas se marchaban, el Señor salió a su encuentro y las saludó diciéndoles: “Os saludo, alegraos” (griego)... Él le había dicho a sus discípulos: “No saludéis a nadie en el camino” (Lucas 10,4); ¿cómo es que en el camino Él acudió al encuentro de estas mujeres y las saludó con tanta alegría? Él no espera ser reconocido, no busca ser identificado, no se deja cuestionar, sino que se adelanta con gran ímpetu hacia este encuentro...

    Esto es lo que provoca la fuerza del amor; ésta fuerza es más fuerte que todo, la que todo sobrepasa. Al saludar a la Iglesia, es al mismo Cristo al que saluda, porque Él la ha hecho suya, ésta es su carne, su cuerpo, como lo atestigua el apóstol Pablo: “Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia” (Col. 1,18). Sí, es a la Iglesia en su plenitud a la que personifican estas dos mujeres... Él dispone que estas mujeres ya han alcanzado la madurez de la fe: ellas dominaron sus debilidades y se apresuraron hacia el misterio, ellas buscan al Señor con todo el fervor de su fe. Este es el motivo por el que merecen que Él se entregue a ellas al ir a buscarlas y decirles: “Os saludo, alegraos”. Él les deja no solo tocarle, sino también aferrarse a Él en la misma medida de su amor... Estas mujeres son en el seno de la Iglesia, un ejemplo de predicación de la Buena Noticia.


San Pedro Crisólogo (c.406-450), arzobispo de Ravenna, doctor de la Iglesia. Sermón 76,2-3; CCL 24A, 465-467

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