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miércoles, 19 de diciembre de 2012

“José, hijo de David, no temas.” - San Efrén

José abrazaba
al Hijo del Padre celestial
hecho un recién nacido
Y lo servía como a su Dios.
Se complacía
como en la bondad misma;
lo veneraba
como al justo por excelencia.

Grande fue su perplejidad
¿Cómo es posible,
Oh Hijo del Altísimo
de ver en ti a un hijo?
Contra tu madre me irritaba
y pensaba repudiarla.
Y no sabía
que en su seno posaba un gran tesoro
Que enriqueció
de improvisto  mi pobreza.

El rey David
surgió de mi raza
y fue coronado.
¡Qué gran despojo me alcanza!
En lugar de ser rey soy artesano;
Pero me ha tocado una corona
Ya que sobre mi corazón reposa
el Soberano de todos los reinos. 


San Efrén (c.306-373), diácono en Siria, exégeta de la Biblia, doctor de la Iglesia
Himno para Navidad

martes, 1 de mayo de 2012

San José, Obrero - 1 de mayo


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lunes, 19 de marzo de 2012

San José, esposo de la Virgen María - 19 de marzo


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domingo, 1 de mayo de 2011

San José, Obrero - 1 de mayo




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sábado, 19 de marzo de 2011

José, el hombre más cercano a Jesús



La genealogía termina en San José, que vimos en en la historia sagrada el hombre más cercano a Cristo, término de toda elección y predestinación (cf. Rm 8.28ss).

La historia sagrada ha concedido un amplio espacio a Abrahám. Isaac, Jacob y Judá considerados comos los “Padres” o los “Patriarcas del pueblo elegido. Pues la posición de José los supera a todos, porque él es justamente invocado en sus Letanías como “Lumen Partriarcarum”, el Esplendor de los Patriarcas”. Juan Pablo II en la Exhortación apostólica “Redemptoris Custos” afirma: “el hombre justo, que llevaba consigo todo el patrimonio de la Antigua Alianza, ha sido también introducido en el “comienzo” de la nueva y eterna alianza en Jesucristo” (n.32). Lo que significa que si por un lado reúne en sí todo el Antiguo Testamento, por otro lado se coloca claramente en el Nuevo, como su propio “comienzo”.

Con José, la genealogía humana de Jesús termina. Ya no está más escrito, como de todos sus antepasados, que él engendró”, porque la realidad ha superado infinitamente la promesa: la persona de Jesús, en efecto, preexiste en la eternidad, engendrada por el Padre antes de todos los siglos, como profesamos en el ”Credo”. Es perfectamente coherente con este dogma la afirmación de los evangelistas Mateo y Lucas acerca de la humanidad de Jesús, concebido por “obra del Espíritu Santo”. De este dato de facto viene la pregunta hecha por Jesús a los fariseos sobre su propio origen: ¿Por qué David llama al Mesías mi Señor? (Cf My 22, 41 ss).

Aunque José no engendra la existencia de la persona de Jesús, que es divina y eterna, se le reconoce su calidad de Patriarca y su nombre aparece en el árbol genealógico como un eslabón que no tiene sustitución: la supresión de su nombre consentiría, por sencilla coherencia, cancelar todos los otros nombres de la genealogía, incluidos a David y a Abraham.

La genealogía de Jesús es singular porque es la promesa misma de Dios, que se ha realizado de un modo singular en Jesús. En consecuencia, el título que autoriza a José a ocupar el lugar más importante en el árbol genealógico de Jesús es el hecho de ser “el esposo de María”, como el evangelista Mateo, para prevenir equívocos, subraya textualmente: “Jacob engendró a José, esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo” (1,16).

La Iglesia apostólica, autenticando la genealogía, no hace otra cosa que reconocer a José, esposo de María, el derecho que le compete sobre el hijo de ella, Jesús. Si a José ya le venían reconocido con pleno derecho los títulos de “hijo de David” y de “esposo de María, ¿cómo rehusarle aquel título supremo que procede de “padre de Jesús”? Si comparamos ahora los títulos de san José con los de los personajes más importantes de la historia, será fácil deducir que san José es entre todos la figura más insigne”.

Todo esto se deduce de la genealogía, en apariencia árida, pero densa de significado y de doctrina. Los cristianos desarrollando Isaías 11,1 (Saldrá un vástago del trono de Jesé, y un rtetoño de sus raíces brotará”), han expresado su aprecio hacia los antepasados de Jesús representado en los libros o en las paredes de los templos la genealogía de Jesús y llamándola “Árbol de Jesé”, el nombre del Padre de David. Para subrayar la importancia reconocida a lo largo de los siglos a este tema, es útil llamar la atención sobre dos afamados Árboles de Jesé: el primero, un mosaico, está en la Basílica de la Natividad en Belén; el otro, un fresco, se encuentra en la Capilla Sixtina del Vaticano.

Era justo que en Belén, el lugar de nacimiento de Jesús, fueran recordados sus antepasados “según la carne”. Aproximadamente en el año 1100, sobre las dos paredes de la Basílica, el Árbol de Jesé se desarrollaba en dos ramas, que ilustraban respectivamente la genealogía de Lucas y la de Mateo. El visitante puede ver todavía las figuras de algunos descendientes de David; de san José ha quedado sólo la leyenda; “Ioseph virum Mariae”

En la capilla Sixtina el visitante encuentra el nombre de lso antepasados de Jesús en el centro de las “lunetas”, situadas bajo las historias bíblicas de la bóveda. También aquí Miguel Ángel ha querido “enmarcar” toda la historia bíblica del Antiguo Testamento en el Árbol de Jesé.

Sería hermoso que numerosos turistas, pero particularmente los peregrinos, conociera estos detalles para revivir con aquellos que nos han precedido la misma fe ene la encarnación del Verbo, en la que san José ha tenido un rol determinante.

Tarcisio Stramare O.S.J.

Evangelio del día 19 de marzo de 2011


Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24. San José, Esposo de María - Solemnidad

Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Angel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

Comentario:

La vocación de José - San José, San Josemaría Escrivá de Balaguer

Para san José, la vida de Jesús fue un continuo descubrimiento de la propia vocación. Recordábamos antes aquellos primeros años llenos de circunstancias en aparente contraste: glorificación y huida, majestuosidad de los Magos y pobreza del portal, canto de los Ángeles y silencio de los hombres. Cuando llega el momento de presentar al Niño en el Templo, José, que lleva la ofrenda modesta de un par de tórtolas, ve cómo Simeón y Ana proclaman que Jesús es el Mesías. Su padre y su madre escuchaban con admiración, dice San Lucas. Más tarde, cuando el Niño se queda en el Templo sin que María y José lo sepan, al encontrarlo de nuevo después de tres días de búsqueda, el mismo evangelista narra que se maravillaron.

José se sorprende, José se admira. Dios le va revelando sus designios y él se esfuerza por entenderlos. Como toda alma que quiera seguir de cerca a Jesús, descubre en seguida que no es posible andar con paso cansino, que no cabe la rutina. Porque Dios no se conforma con la estabilidad en un nivel conseguido, con el descanso en lo que ya se tiene. Dios exige continuamente más, y sus caminos no son nuestros humanos caminos. San José, como ningún hombre antes o después de él, ha aprendido de Jesús a estar atento para reconocer las maravillas de Dios, a tener el alma y el corazón abiertos.

Pero si José ha aprendido de Jesús a vivir de un modo divino, me atrevería a decir que, en lo humano, ha enseñado muchas cosas al Hijo de Dios...
José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús; le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de Él con abnegación alegre. ¿No será ésta una buena razón para que consideremos a este varón justo, a este Santo Patriarca en quien culmina la fe de la Antigua Alianza, como Maestro de vida interior?

San José María Escrivá de Balaguer (1902-1975), Padre y fundador
Homilía del 19/03/63. Es Cristo que pasa.

San José, esposo de la Virgen María - 19 de marzo


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sábado, 1 de mayo de 2010

San José, Obrero - 1 de mayo


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domingo, 28 de marzo de 2010

San José resucitado y glorificado


Jesús colmó de privilegios a su padre adoptivo en este mundo: lo honrará también en la otra vida. Cuando visitó los limbos, el Viernes Santo, ¿qué palabras le dirigiría y con qué miradas lo envolvería? Pero donde manifestó su más grande amor fue resucitándolo con él.

San Mateo relata, en efecto, que muchos cuerpos de santos, resucitados a la muerte, salieron de sus tumbas y fueron a la Ciudad Santa, donde fueron vistos por muchas personas después de la resurrección, Puesto que muchos hombres volvieron a la vida ¿cómo rehusar este favor a San José?

Hay escritores modernos que se inclinan a creer que los santos que resucitaron con Jesús, había practicado eminentemente la virtud de la pureza. ¿No es una razón más para creer que el casto esposo de María estuviera en el número de los privilegiados? Agregan que fueron los más calificados para dar fe, delante de los judíos, de la resurrección de Cristo mediante su propia resurrección: ¡que magnífica prueba a favor de la resurrección de Jesús, que aquella del hombre que se consideraba su padre, y que había dejado el mundo tres años atrás! Igualmente, autores muy serios, especialmente San Francisco de Sales y, en general, todos los modernos, estiman que José, en cuerpo y alma, goza de la beatitud del cielo.

¿No convenía que la familia tres veces santa de Jesús, tan unida aquí abajo en la tribulación, lo fuese igualmente, sin esperar al día postrero, en la plena gloria de los elegidos? ¿No convenía que hubiese allá en las alturas, una trinidad de persona de naturaleza humana: Cristo, la Virgen y san José, como hay una trinidad de Personas de naturaleza divina: el Padre, El Hijo y el Espíritu santo? Sin duda, debemos tomar en un sentido extenso, tanto como sea permitido hablar así, esta expresión de segunda trinidad. ¡Pero cuánto se impone!

Lo que favorece esta piadosa creencia en la resurrección de san José, es que en ninguna parte se han encontrado las reliquias de su carne venerable. Si su cuerpo hubiese permanecido en la tumba, Dios, tan liberal con los santos, ¿no le hubiera manifestado de alguna manera para que le fuesen rendidos los honores que se ronde a los bienaventurados? “Por tanto, no cabe duda”, como dice san Francisco de Sales, que nuestro patriarca resucitó con su Hijo Jesús.

¿Se apareció con Cristo a la Santísima Virgen en su carne glorificada, en el transcurso de cuarenta días que separan la Resurrección de la Ascensión? Lo único que podemos afirmar a este respecto es que era muy digno de la caridad del salvador procurar una alegría tan grande a los dos seres que amaba más. ¡Qué alegría y que consuelo para María! ¡Con qué piedad, si estuviesen escritos, leeríamos los detalles de esos dulces diálogos!

Llegó, finalmente, el día en que Jesús debía subir al cielo. Con él se elevaron, dichosos, los muertos que él había resucitado el viernes santo. Con él San José penetró en la morada celestial. ¿Cómo recibieron los ángeles al padre del Redentor? Cuando hubieron adorado a Cristo, cuya humanidad entraba soberanamente en la estancia de la gloria, se volvieron hacia él en un impulso de dicha extraordinario, se inclinaron con respeto delante de esta simple pretura que había merecido el título de padre de Jesús, de ese Jesús cuyas voluntades se honraban de cumplir humildemente.

Era el gran día de triunfo de Nuestro señor; pero José tuvo su parte; el divino Maestro quiso celebrar la victoria de aquel que le había servido tan fielmente de padre.

¿Cuál es el grado de gloria de San José en el cielo?

Los teólogos le atribuyen una gloriosa corona. Jean Gerson le asigna el primer rango delante de Nuestro señor, detrás de la Santísima Virgen. ¿Quien, en efecto, sirvió a Jesús con más amistad, cuidado y fidelidad que su padre de la tierra? Sí, creemos que si María se sienta a la derecha de Jesús, José está a la izquierda.

Otros teólogos admiten en el cielo, debajo del trono de Dios, la existencia de una jerarquía que domina la de los ángeles y la de los elegidos; y en esta jerarquía, compuestas por dos órdenes, dicen el primer orden está constituido por la Virgen, el segundo es el privilegio de san José, su esposo. Nada más justo. Porque si la Madre de Cristo esta colocada por encima de toda criatura, José, que a los ojos de los hombres pasaba por su padre, y que había recibido por él el don de un amor verdaderamente paternal, posee una dignidad superior a la de los ángeles y a la de los otros santos, y que no cede sino ante la dignidad de María.

Según nuestras concepciones terrestres, dice un piadoso autor, nos parece que en el cielo, al paso de la Virgen delante de sus tronos, los serafines y los santos más gloriosos se levantan, la saludan y se prosternan a sus pies, proclamándola su Soberana. Pero cuando la Reina de las vírgenes, humilde hasta en el cielo, llega ante el trono de José, que es único que tiene el derecho de darle el nombre de esposa ¿no lo saluda ella primero, que lo sirvió y obedeció aquí abajo? Ante semejante espectáculo ¿qué homenaje no le tributará la corte celestial si así lo honra la Madre de Dios?

¡María! Ella es la primera que habría de descubrir un día a la mirada de una santa el incomparable resplandor del trono de su glorioso esposo, haciéndole notar cómo, al oír el nombre de José, todos los santos inclinan dulcemente la cabeza



Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa

viernes, 26 de marzo de 2010

Actuación de cada uno de los dones del Espíritu Santo en San José


Bonifacio LLamera , O.P

Sería prolijo analizar detalladamente esta actuación particular de cada don en San José; por eso nos limitaremos a recordar únicamente el objeto o materia propia de cada uno.

1. Don de entendimiento: Por el don de entendimiento, que purificó y perfeccionó su fe, obtuvo el santo Patriarca un conocimiento mucho más profundo, esclarecido y exacto de todos los misterios y verdades sobrenaturales, penetrando su íntimo sentido y conveniencia, especialmente en aquellos que tan íntimamente prestó su cooperación, como la encarnación y redención divinas.
2. Don de sabiduría: Este don perfeccionó la ardentísima caridad de San José, no intrínsecamente, sino dándole un conocimiento afectivo y experimental admirable y suavísimo de esa presencia e íntima unión con Dios por el amor, juzgando de todo lo demás y ordenándolo todo a su transformación de lo más profundo de sí mismo en Dios.
3. Don de ciencia: Este don completó el conocimiento y juicio que San José tuviera de las cosas humanas, capacitándole para juzgar con certeza sobre lo que debía obrar, es decir, como los debía utilizar en orden a Dios y a su aprovechamiento sobrenatural.
4. Don de consejo: Por el don de consejo el Espíritu Santo corroboró la virtud de la prudencia en San José, dando certeza y seguridad a sus juicios prácticos para elegir todas las cosas necesarias o convenientes en orden a la vida eterna, especialmente para juzgar en los casos concretos más difíciles e inesperados y obrar en ellos con toda confianza y decisión.
5. Don piedad: El espíritu Santo, por el don de piedad, imprimió constantemente en el alma de San José un afecto filial hacia Dios, como a verdadero Padre, sintiendo vivamente esa filiación divina amando a los demás hombres co o hijos también de Dios y a hermanos en él, abarcando en su afecto a todos los seres como a cosas de Dios, ofreciéndose también en sacrificio y redención por los demás hombres, unido al sacrificio de María de María y de Jesús.
6. Don de fortaleza: Con el don de fortaleza San José aceptó aquel divino ministerio tan superior a sus fuerzas perseverando en e cumplimiento de sus deberes a pesar de todas las dificultades, siempre seguro d ela ayuda divina, sereno y hasta gozoso en los trabajos en los trabajos y persecuciones, esperando del Señor la recompensa.
7. Don de temor de Dios: Por el don de temor el santo Patriarca vivió siempre sometido a Dios con filial reverencia, no temiendo precisamente su pecado o reparación, pero reconociendo su pequeñez ante la excelencia y majestad divinas y ante innumerables gracias con que incesantemente le favoreció.

Sin duda que los siete dones del Espíritu santo, los que San José debió ejercitar pr razón de su ministerio fueron el don del consejo y el don de fortaleza, para dirigir y gobernar y defender a la Sagrada Familia entre tantas privaciones y adversidades, sin perder un momento de vista el supremo sacrificio de la cruz.

Cuánto haya sido el mérito que adquirió y la gloria que le corresponde por el ejercicio de tantas virtudes y la correspondencia a los dones del Espíritu Santo, hemos de deducirlo de la abundancia de la gracia y de la caridad con que estuvo siempre adornado, de la cantidad y excelencia de sus obras y de la perfección de cada uno de sus actos, sirviéndonos de suprema medida en todo aquello su excelsa aproximación a la Santísima Virgen.

Transcrito por José Gálvez Krüger para ACI Prensa.

martes, 23 de marzo de 2010

Oración a San José - San Pío X



San José, nos acercamos a ti con confianza
a pedir tu protección. Reconocemos en ti
a un poderoso intercesor ante Dios.

Te pedimos nos ayudes a nosotros, pecadores,
a obtener del Señor toda la gracia y misericordia
que necesitamos para trabajar celosamente
por el Reino de Dios, y servir a nuestro prójimo
en todas sus necesidades.

Te lo pedimos por Cristo, Nuestro Señor, Amén.

viernes, 19 de marzo de 2010

San José, figura fundamental en la historia de la salvación - SS Benedicto XVI


Ciudad del Vaticano, 19 marzo 2006.


¡Queridos hermanos y hermanas!

Hoy, 19 de marzo, es la solemnidad de San José, pero al coincidir con el tercer domingo de Cuaresma, su celebración litúrgica se pospone para mañana. Sin embargo, el contexto mariano del Ángelus invita a detenerse con veneración en la figura del esposo de la Santísima Virgen María y Patrono de la Iglesia universal. Me gusta recordar que de San José era muy devoto también el amado Juan Pablo II, quien le dedicó la Exhortación Apostólica Redemptoris Custos – Custodio del Redentor y con seguridad experimentó su asistencia en la hora de la muerte.

La figura de este gran Santo, aún permaneciendo más bien escondida, reviste en la historia de la salvación una importancia fundamental. Ante todo, al pertenecer a la tribu de Judá, unió a Jesús a la descendencia davídica, de forma que, realizando las promesas sobre el Mesías, el Hijo de la Virgen María puede llamarse verdaderamente «hijo de David». El Evangelio de Mateo, de manera especial, pone de relieve las profecías mesiánicas que hallaron cumplimiento mediante el papel de José: el nacimiento de Jesús en Belén (2, 1-6); su paso por Egipto, donde la Sagrada Familia se había refugiado (2, 13-15); el sobrenombre de «Nazareno» (2, 22-23). En todo ello él se demostró, como su esposa María, auténtico heredero de la fe de Abraham: fe en el Dios que guía los acontecimientos de la historia según su misterioso plan salvífico. Su grandeza, como la de María, resalta aún más porque su misión se desarrolló en la humildad y en lo escondido de la casa de Nazaret. Además, Dios mismo, en la Persona de su Hijo encarnado, eligió este camino y este estilo de vida en la existencia terrena.

Del ejemplo de San José llega a todos nosotros una fuerte invitación a desarrollar con fidelidad, sencillez y modestia la tarea que la Providencia nos ha asignado. Pienso ante todo en los padres y madres de familia, y ruego para que sepan siempre apreciar la belleza de una vida sencilla y laboriosa, cultivando con atención la relación conyugal y cumpliendo con entusiasmo la grande y no fácil misión educadora. A los sacerdotes, que ejercen la paternidad respecto a las comunidades eclesiales, les obtenga San José amar a la Iglesia con afecto y plena dedicación, y sostenga a las personas consagradas en su gozosa y fiel observancia de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Que proteja a los trabajadores de todo el mundo para que contribuyan con sus distintas profesiones al progreso de toda la humanidad, y que ayude a todo cristiano a realizar con confianza y amor la voluntad de Dios, cooperando así al cumplimiento de la obra de la salvación.

Oración a San José de SS León XIII



A vos, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación,
y después de invocar el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María,Madre de Dios, os tuvo unido y, por el paterno amorconque abrazasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos volváis benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con vuestro poder y auxilio socorráis nuestras necesidades.

Proteged, oh providentísimo Custodio de la Sagrada Familia la
escogida descendencia de Jesucristo; apartad de nosotros toda mancha de error y corrupción; asistidnos propicio, desde el Cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así, ahora, defended la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protegednos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo vuestro y sostenidos por vuestro auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzaren el Cielo la eterna felicidad.

Amén.

San José, esposo de la Virgen María - 19 de marzo

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sábado, 2 de mayo de 2009

San José, Obrero - 1 de mayo


Fiesta instituida por Pío XII el 1 de mayo de 1955, para que —como dijo el mismo Pío XII a los obreros reunidos aquel día en la Plaza de San Pedro — «el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias». — Fiesta: 1 de mayo.

San José, descendiente de reyes, entre los que se cuenta David, el más famoso y popular de los héroes de Israel, pertenece también a otra dinastía, que permaneciendo a través de los siglos, se extiende por todo el mundo. Es la de aquellos hombres que con su trabajo manual van haciendo realidad lo que antes era sólo pura idea, y de los que el cuerpo social no puede prescindir en absoluto. Pues si bien es cierto que a la sociedad le son necesarios los intelectuales para idear, no lo es menos que, para realizar, le son del todo imprescindibles los obreros. De lo contrario, ¿cómo podría disfrutar la colectividad del bienestar, si le faltasen manos para ejecutar lo que la cabeza ha pensado? Y los obreros son estas manos que, aun a través de servicios humildes, influyen grandemente en el desarrollo de la vida social. Indudablemente que José también dejaría sentir, en la vida de su pequeña ciudad, la benéfica influencia social de su trabajo.

Sólo Nazaret —la ciudad humilde y desacreditada, hasta el punto que la gente se preguntaba: «¿De Nazaret puede salir alguna cosa buena?»— es la que podría explicarnos toda la trascendencia de la labor desarrollada por José en su pequeño taller de carpintero, mientras Jesús, a su lado, «crecía en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres».

En efecto, allí, en aquel pequeño poblado situado en las últimas estribaciones de los montes de Galilea, residió aquella familia excelsa, cuando pasado ya el peligro había podido volver de su destierro en Egipto. Y allí es donde José, viviendo en parte en un taller de carpintero y en parte en una casita semiexcavada en la ladera del monte, desarrolla su función de cabeza de familia. Como todo obrero, debe mantener a los suyos con el trabajo de sus manos: toda su fortuna está radicada en su brazo, y la reputación de que goza está integrada por su probidad ejemplar y por el prestigio alcanzado en el ejercicio de su oficio.

Es este oficio el que le hace ocupar un lugar imprescindible en el pueblo, y a través del mismo influye en la vida de aquella pequeña comunidad. Todos le conocen y a él deben acudir cuando necesitan que la madera sea transformada en objetos útiles para sus necesidades. Seguramente que su vida no sería fácil; las herramientas, con toda su tosquedad primitiva, exigirían de José una destreza capaz de superar todas las deficiencias de medios técnicos; sus manos encallecidas estarían acostumbradas al trabajo rudo y a los golpes, imposibles de evitar a veces. Habiendo de alternar constantemente con la gente por quien trabajaba, tendría un trato sencillo, asequible para todos. Su taller se nos antoja que debía de ser un punto de reunión para los hombres —al menos algunos— de Nazaret, que al terminar la jornada se encontrarían allí para charlar de sus cosas.

José, el varón justo, está totalmente compenetrado con sus conciudadanos. Éstos aprecian, en su justo valor, a aquel carpintero sencillo y eficiente. Aun después de muerto, cuando Jesús ya se ha lanzado a predicar la Buena Nueva, le recordarán con afecto: «¿Acaso no es éste el hijo de José, el carpintero?», se preguntaban los que habían oído a Jesús, maravillados de su sabiduría. Y, efectivamente, era el mismo Jesús; pero José ya no estaba allí. Él ya había cumplido su misión, dando al mundo su testimonio de buen obrero. Por eso la Iglesia ha querido ofrecer a todos los obreros este espectáculo de santidad, proclamándole solemnemente Patrón de los mismos, para que en adelante el casto esposo de María, el trabajador humilde, silencioso y justo de Nazaret, sea para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo.

jueves, 19 de marzo de 2009

San José - 19 de marzo


San José, castísimo esposo de la Madre de Dios, ilustre vástago de David, lo llaman las letanías. Era descendiente de una humilde familia y su nombre quiere decir “aumento” porque fue acrecentado por los dones de Dios.
“Manantial de todas las gracias es el Divino Redentor; cerca de Él está María Santísima dispensadora de todos los divinos favores. Pero, si hay algo que puede suscitar todavía más confianza, es sin duda alguna el reflexionar que es San José quien “manda” a los dos y que todo lo puede junto al Redentor Divino y a su Divina Madre de la manera y con un poder no solamente de mera custodia” (Pío XI, discurso del 19.III.1935)
San José, es, pues, el esposo de María y el padre virginal de Jesús, el Hijo de Dios. Ningún santo puede arrogarse semejantes privilegios: su gloria es única.
Los santos son discípulos de Jesús y a Él le obedecen humildemente, mientras que San José es el Jefe de la Sagrada Familia, donde Jesús y María están sumisos a él y lo obedecen con docilidad y esmerado amor.
José y María tuvieron que dejar la tranquilidad de Nazareth para encaminarse a Belén en un crudo invierno. Allí les negaron albergue y es por esta razón que el Salvador del mundo nació en un humilde pesebre. Luego tienen que huir nuevamente cuando Heródes buscaba al niño Jesús para matarlo. Deja el taller de carpintería y la clientela para irse a vivir con su esposa y su pequeño con gente extraña, pero apenas radicado José en Egipto, un mandato de Dios lo obliga a regresar a Israel. A su Misión de ser el protector de la Sagrada Familia, se une su humildad, haciendo sus trabajos tenaz y sin quejas.
Ejemplo de devoción y confianza hacia el santo es el de Santa Teresa de Ávila, en cuya autobiografía dice: “No recuerdo haber pedido alguna cosa a San José y que no me la haya concedido, como así también no he conocido persona devota de él que no haya obtenido alguna gracia por su gloriosa virtud, pues él ayuda muchísimo a las almas que a él se consagran”.

Oración a San José


Oh glorioso San José,
Por tu profundísima humildad,
Por tu mansedumbre inalterable,
Por tu paciencia invencible,
Por tu pureza angelical
Y por la perfectísima fidelidad
Que te hizo puntal imitador de las virtudes de Jesús,
Te pido que me consueles en todas mis penas,
Me defiendas en las tentaciones
Y extiendas tus brazos contra todos mis enemigos
Visibles e invisibles rompiendo y desbaratando
Todos los lazos y celadas que tienden y arman sobre mí.
Oh mi amado San José, ruega también a Jesús
Por el triunfo de la Santa Iglesia,
Por el romano Pontífice, los Obispos,
Los Sacerdotes y todas las Ordenes Religiosas
Y por el regreso de los herejes
y cismáticos al seno de la Iglesia.
Protege y defiende a nuestra Patria
Y haz que prosperen en ella
La Religión, la justicia, la paz, la virtud,
y las buenas costumbres.
Oye nuestras súplicas, escucha nuestros clamores,
Enjuga nuestras lágrimas
Y haznos dignos de alabar en el cielo
A la Santísima Trinidad, que te ha coronado
Con tanta gloria.
Querido San José, intercede ante Dios por esta gracia.
Que así sea.
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