jueves, 19 de marzo de 2009

¿Por qué hacer penitencia durante la Cuaresma? - San Luis María Grignion de Montfort



Te es necesaria la mortificación

La Sabiduría —dice el Espíritu Santo— no mora en quienes viven cómodamente,(1) es decir, en quienes viven a sus anchas, concediendo a las pasiones y sentidos cuanto apetecen, porque los que viven sujetos a los bajos instintos son incapaces de agradar a Dios (2) y la tendencia a lo bajo significa rebeldía contra Dios.(3) Mi aliento no durará por siempre en el hombre, puesto que es de carne.(4)

Los que son de Cristo —la Sabiduría encarnada— han crucificado sus bajos instintos con sus pasiones y deseos,(5) llevan ahora y siempre en su persona la muerte de Jesús,(6) se hacen violencia continuamente,(7) llevan la cruz todos los días,(8) están, finalmente, muertos y hasta consepultados con Jesucristo.(9) Son éstas, expresiones del Espíritu Santo, que muestran con luz más que meridiana cómo para obtener la Sabiduría encarnada, Jesucristo, es necesario que te mortifiques y renuncies al mundo y a ti mismo.

No pienses que la Sabiduría —que es más pura que los rayos del sol— vaya a entrar en un alma y cuerpo manchados por los placeres de los sentidos. Ni te imagines que conceda descanso y paz inefables a quienes aman la compañía y vanidades del mundo. Al que salga vencedor le daré el maná escondido.(10) Aunque esta amable Soberana —gracias a su luz infinita— conoce y distingue en un instante todas las cosas, busca, no obstante, a quienes son dignos de ella: Ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen.(11) Busca, porque el número de éstos es tan reducido, que encuentra a muy pocos bastante desapegados del mundo, suficientemente interiores y mortificados y, por tanto, dignos de ella: de su persona, de sus tesoros y de su amistad.


CÓMO MORTIFICARSE

La Sabiduría exige para comunicarse una mortificación universal y continua, valerosa y discreta. No se contenta con una mortificación a medias y de pocos días.

Para alcanzar la Sabiduría te es necesario:

1. Vivir en auténtica pobreza interior y exterior

Renunciar efectivamente a los bienes del mundo, como lo hicieron los apóstoles, los discípulos, los primeros cristianos y los religiosos. Es el modo más rápido, mejor y más eficaz, para alcanzar la Sabiduría; o, por lo menos, desligar el corazón de esos bienes y poseerlos como si no los poseyeras, sin afanarte para adquirirlos, sin inquietarte por conservarlos, sin impacientarte ni lamentarte cuando los pierdas. Todo esto ciertamente es bien difícil de practicar.

2. Romper con lo mundano

No adoptar las modas de los mundanos en vestidos, muebles, habitaciones, comidas, costumbres o actividades de la vida: No se amolden al mundo este.(12) Es práctica más necesaria de lo que se cree.


3. Romper con la falsas máximas del mundo

No creer ni secundar las falsas máximas del mundo. Estas tienen una doctrina tan contraria a la Sabiduría encarnada como las tinieblas a la luz, la muerte a la vida. Examina atentamente sus sentimientos y palabras. Los mundanos piensan y hablan mal de las más sublimes virtudes. Es verdad que no mienten abiertamente, pues revisten sus mentiras con apariencias de verdad. Piensan que no mienten, pero en realidad están mintiendo. Por lo general, no aconsejan abiertamente el pecado, pero lo consideran como acto de virtud, honesto, indiferente o sin consecuencias.

En esta sutileza, que el mundo ha copiado del demonio para disimular la fealdad del pecado y de la mentira, consiste aquella malicia de que habla San Juan: El mundo entero está bajo el poder del malo,(13) hoy más que nunca.


4. Vivir en contacto con la Sabiduría

Huir cuanto te sea posible de la compañía de los hombres. No sólo la de los mundanos, tan peligrosa y nociva, sino también la de las personas de piedad cuando es inútil y hace perder el tiempo. Si deseas llegar a ser santo y perfecto, debes poner en práctica estas tres palabras de oro que la Sabiduría eterna dijo a San Arsenio: “¡Huye, escóndete, calla!”.(14)

Huye en lo posible de la compañía de los hombres, como han hecho los mayores santos.(15) Su vida está escondida con Cristo en Dios.(16) Guarda, en fin, silencio con los hombres para dialogar con la Sabiduría: Hay quien calla y pasa por sabio.(17)


5. Poner en juego una ascesis cuidadosa

Para alcanzar la Sabiduría te es necesario mortificar tu propio cuerpo, no sólo sufriendo con paciencia las enfermedades corporales, las inclemencias del tiempo y las molestias de las criaturas durante la vida, sino también imponiéndote algunas penalidades y mortificaciones, como ayunos, vigilias y otras austeridades propias de los santos penitentes.

Se necesita valor para ello, porque la carne –por naturaleza– se idolatra a sí misma y el mundo considera y desprecia por inútiles todas las mortificaciones corporales. ¡Cuánto no dice y hace para apartarnos de las austeridades de los santos! De cada uno de los cuales se dice proporcionalmente: “El sabio o el santo redujo su cuerpo a servidumbre con vigilias, ayunos, disciplinas, por el frío, la desnudez y toda suerte de austeridades. Tenía hecho un pacto consigo mismo de no darse reposo en este mundo”.(18)

El Espíritu Santo dice que todos los santos aborrecían hasta de las ropas manchadas por su propio cuerpo.(19)



6. Unir mortificación interna y externa

Te es absolutamente necesario unir la mortificación externa y voluntaria, para que sea buena, a la del juicio y a la de la voluntad mediante la santa obediencia. Sin la cual toda mortificación queda manchada de voluntad propia y frecuentemente es más agradable al diablo que a Dios. Por eso, no debes hacer ninguna mortificación extraordinaria sin pedir consejo. Yo, la Sabiduría, convivo con la prudencia.(20) El que se fía de sí mismo es un necio.(21) El sabio actúa con prudencia.(22) Si no quieres tener que arrepentirte de lo que haces, no debes obrar sino después de haber pedido consejo a un hombre prudente; es lo que te aconseja el Espíritu Santo: No hagas nada sin reflexión; así no te arrepentirás de lo que hagas.(23) Pide consejo al sensato.(24)

Gracias a la obediencia, eliminas el amor propio, que todo lo malogra; haces muy meritorio lo insignificante, quedas a salvo de las ilusiones del demonio, vences a todos los enemigos y llegas con seguridad —casi como dormido— al puerto de la salvación.(25)

Cuanto acabo de decir se resume en este precioso consejo: “Déjalo todo, y al encontrar a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, ¡lo encontrarás todo!”.(26)


NOTAS
1. Ver Job 28,12-13. // 2. Rm 8,8. // 3. Rm 8,7. // 4. Gn 6,3. // 5. Gal 5,24. // 6. II Cor 4,10. // 7. Mt 11,12. // 8. Lc 9,23. // 9. Rm 6,4.8. // 10. Ap 2,17. // 11. Sb 6,16. // 12. Rm 12,2. // 13. I Jn 5,19. // 14. De vitis Patrum, III. Verba seniorum, nº 190: PL 73,801 // 15. Imitación de Cristo l.1 c. 20, nº 1; ver GS 1. // 16. Col 3,3. // 17. Eclo 20,5. // 18. Ver Breviario Romano, en la fiesta de San Pedro de Alcántara. // 19. Jds 23. // 20. Pr 8,12. // 21. Pr 28,26. // 22 . Pr 13,16. // 23. Eclo 32,24. // 24. Tb 4,18. // 25. "La obediencia es una navegación sin peligro, una peregrinación que se realiza durmiendo." (San Juan Clímaco, Escala del paraíso, PG 88,679.) // 26. Ver Imitación de Cristo, l. 3, c 2 nº 1.

Texto de San Luis María Grignion de Montfort,
tomado de “Amor de la Sabiduría Eterna”,
Capítulo Décimosexto: “Tercer medio para alcanzar la sabiduría: mortificación universal”

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