lunes, 21 de junio de 2010

SS Benedicto XVI, firme con los sacerdotes que ambicionan el poder


El Pontífice advierte a los sacerdotes de que no deben utilizar el ministerio para aumentar el «prestigio personal».

Benedicto XVI marcó ayer el camino que deben seguir los sacerdotes en el ejercicio de su misión, por un lado, y el que nunca deberían tomar, por el otro. En la misa de ordenación de 14 presbíteros de la diócesis de Roma, que tuvo lugar en la basílica de San Pedro del Vaticano, el Pontífice expresó su «particular» alegría por acoger a nuevos sacerdotes. «La Iglesia os necesita a cada uno de vosotros», les confesó, al tiempo que les advertía de que el sacerdocio «no puede jamás representar un modo para conquistar una posición social».

«El que aspira al sacerdocio para un aumento del prestigio personal y el propio poder entiende mal en su raíz el sentido de este ministerio», consideró el Papa, explicando que quien quiere ante todo realizar «una ambición propia, alcanzar éxito propio será siempre esclavo de sí mismo y de la opinión pública».

Y es que, según el Santo Padre, en este mundo «para ser considerado, se debe decir todo aquello que agrada a la gente», hay que «adaptarse al cambio de las modas y de las opiniones», por lo que, siguiendo este camino, el presbítero se privará de «la relación vital con la verdad, reduciéndose a condenar mañana aquello que había alabado hoy», previno. Un sacerdote que siga este camino, «no ama verdaderamente a Dios y a los demás, sino sólo a sí mismo y, paradójicamente, termina por perderse a sí mismo», explicó.

Por el contrario, Benedicto XVI afirmó que el sacerdocio está fundado en la «valentía de decir sí a otra voluntad», la de Dios, sabiendo que con ello no sólo no se pierde la originalidad de cada individuo, sino que además se adentra aún más en la verdad del ser y del ministerio sacerdotal. El Pontífice confió en que los recién ordenados sacerdotes den «frutos abundantes de santidad y de bien».

Paz en Kirguizistán

En el posterior rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro, el Pontífice lanzó un «llamamiento urgente» para que la paz y la seguridad vuelvan al sur de Kirguizistán, país de Asia central donde los enfrentamientos étnicos de los últimos días han dejado al menos 195 muertos, aunque las autoridades locales reconocen que la cifra real puede ser de hasta 2.000. Además, según organismos humanitarios de la ONU, los choques étnicos han causado al menos 300.000 desplazados dentro de Kirguizistán y más de 100.000 refugiados en Uzbekistán, país vecino.

Ante estos acontecimientos, el Papa instó a todas las comunidades étnicas del país «a renunciar a cualquier provocación o violencia», y pidió a la comunidad internacional que intervenga «para que la ayuda humanitaria pueda llegar pronto a las poblaciones golpeadas». Por último, el Santo Padre se dirigió a «cuantos sufren por esta tragedia», a los que expresó su «especial cercanía» y dedicó su oración.

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