viernes, 11 de junio de 2010

La cruz y el martillo (El Marxismo infiltrado en la Santa Iglesia)


Daniel Iglesias Grèzes

1. Introducción

Durante el período 1965-1985 gran parte de América Latina sufrió una tremenda crisis política, cuyos efectos negativos aún no han sido superados del todo. Simultáneamente se consolidó y tuvo su momento de auge en nuestra región un neo-catolicismo de cuño marxista, impulsado por la corriente principal de la llamada “Teología de la Liberación”. Un amplio sector del clero y del laicado latinoamericanos, al que podríamos llamar (en sus propios términos) “progresista”, apoyó a esa corriente en mayor o menor medida. Dentro de ese sector hubo una minoría más radical, “revolucionaria”, que llegó a tomar las armas, incorporándose a las guerrillas marxistas del continente.

El “Martirologio Latinoamericano” de “Servicios Koinonía” es una interesante fuente de información acerca de dicho grupo revolucionario, que fue algo así como “la punta del iceberg” del mencionado movimiento católico-marxista.
Véase: http://www.servicioskoinonia.org/martirologio/

No es difícil identificar la ideología que inspira a este pseudo-martirologio. Basta observar que entre los “mártires latinoamericanos” se incluye a Ernesto “Che” Guevara y al sacerdote uruguayo Indalecio Olivera, del Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros, muerto el 12 de noviembre de 1969 durante un operativo en el que también murió el agente policial Juan Antonio Viera. Por error, el “Martirologio Latinoamericano” llama Oliveira a este sacerdote.

Para comprender mejor el fenómeno del “clero revolucionario” del pasado reciente de América Latina, consideremos un ejemplo que encontré en el citado “Martirologio”: el caso de Fernando Hoyos, misionero jesuita que trabajó pastoralmente entre los campesinos indígenas de Guatemala, se sumó luego a la guerrilla guatemalteca y murió el 13 de julio de 1982 (en un enfrentamiento con el ejército) junto con Chepito, un monaguillo de 15 años de edad.

A continuación citaré dos cartas de Fernando Hoyos a sus compañeros jesuitas Juan Hernández Picó y César Jerez. Véase estas cartas en http://www.tinet.org/~fqi_sp02/hoyca_sp.htm, extraídas del siguiente libro de María del Pilar Hoyos [hermana de Fernando Hoyos]: Fernando Hoyos, ¿dónde estás?, Fondo de Cultura Editorial, Guatemala, 1997. Las citas del P. Hoyos figuran en letra itálica. Intercalo mis comentarios en letra normal.

2. Primera carta (del 9 de septiembre de 1980)

Dentro de las exigencias de la lucha revolucionaria actual, hoy doy el paso de integrarme más a la lucha revolucionaria donde lo exige la situación: en un lugar de la montaña de Guatemala. Pienso que es lo que de mí exige la lucha revolucionaria en este momento. Mi fidelidad es a ese pueblo en el que Dios está presente y lo demás son instrumentos para esa lucha.
O sea: el fin último de su acción es contribuir a la Revolución marxista; todo lo demás (incluso la Iglesia) es sólo un medio para alcanzar ese fin.

Mi decisión está tomada después de pensarlo suficientemente, es el resultado de un proceso de evolución y el fruto de la exigencia del momento de la lucha revolucionaria de nuestro pueblo. No es una decisión fácil, y, en todo caso, la menos cómoda, pero hoy es en ese puesto concreto donde pienso que debo estar y doy este paso con toda la decisión, alegría y esperanza con la que siempre he procurado dar los pasos decisivos en mi vida.
Para mí este paso no significa dejar la Compañía de Jesús, aunque estoy abierto al futuro y puede ser que dentro de unos meses no piense así. Pero si esto es incompatible con seguir siendo jesuita, tendré que aceptar, no sin dolor, el dejar de serlo.
Aquí se ve que Fernando Hoyos considera su vocación religiosa como algo secundario frente a su compromiso con la Revolución.

En todo caso, nunca dejaré de ser cristiano, pues pienso que aunque yo dejara de creer en Dios, Él nunca dejaría de creer en mí.
Argumento bastante pueril: que Dios siempre sea fiel a su alianza de amor con el hombre no implica que el hombre no pueda ser infiel a ella, despreciando radicalmente el amor de Dios.

Ahí está el principio y el secreto de mi esperanza para avanzar por la vida. Esperanza que no evita ningún sacrificio, ningún dolor, ni ninguna lágrima, pero que ayuda a transformar toda la vida, aunque sea dejando la de uno. Los principios cristianos que siempre me han guiado, seguirán guiándome en cualquier parte que esté y Dios, presente en el pueblo, seguirá siendo mi brújula hasta la victoria siempre, que está aquí y más allá.
Los “principios cristianos” suponen la adhesión confiada y humilde a la Divina Revelación, transmitida por la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición e interpretada según la enseñanza autorizada del Magisterio de la Iglesia. Un movimiento popular orientado hacia la lucha de clases y la toma del poder por la vía armada para construir un régimen socialista no es en modo alguno el Pueblo de Dios, según la doctrina cristiana rectamente entendida. Nótese la cita implícita del conocido slogan del Che Guevara: “hasta la victoria siempre”.

El momento de lucha es tan grande, tan fuerte, tan importante que exige que los que estamos luchando, vayamos caminando hacia compromisos cada vez mayores, que exigen nuevas formas de lucha.

3. Segunda carta (del 19 de marzo de 1981)

Mi camino va por otro rumbo. Como las estaciones y la claridad del día, todo tiene su tiempo y es ahora que ese tiempo ha llegado.
La Compañía de Jesús era un instrumento para mí en la lucha revolucionaria, como forma de aportar en la liberación definitiva de nuestro pueblo.
¿Cómo fue posible que los superiores del P. Hoyos no notaran que, según esta transparente confesión suya, él había estado usando a la Compañía de Jesús con fines políticos (incompatibles con la fe cristiana, además)?

Instrumento que fue muy importante para mí durante muchos e importantes años de mi vida. Pero hoy, encuentro otro camino, mi participación en el EGP [Ejército Guerrillero de los Pobres]. Que me ayuda más a realizar el objetivo de mi vida.
Un sacerdote católico traiciona su vocación religiosa al convertirse en guerrillero. Abandona el camino cristiano de transformación del mundo mediante el amor y el perdón y pervierte su sacerdocio al elegir el camino de la violencia para cambiar las estructuras sociales.

Cuando hablo de instrumento, sé que puede haberlo mejores para cada uno. Hoy, para mí, en la lucha revolucionaria de Guatemala, el mejor camino, el mejor instrumento, es mi pertenencia al EGP. Eso no quiere decir que sea un instrumento sin defectos ni deficiencias, pero es el mejor que encuentro y en el que daré mi aporte a la lucha revolucionaria.
Es triste ver cómo alguien desprecia la “perla fina” del Evangelio de Jesucristo, que había adquirido vendiendo todo lo que tenía, para quedarse con una perla falsa.

Después que logremos el triunfo, seguiré en las tareas necesarias a la construcción de una nueva sociedad revolucionaria, siempre en las tareas que la revolución me asigne.
Aquí el P. Hoyos muestra su apego al erróneo dogma marxista sobre la inevitabilidad de la Revolución y de su triunfo.

Respeto y aprecio otros caminos, pero cada quien tiene la responsabilidad de hacer la opción por el camino que cree más apropiado para uno mismo. Una vez echada la suerte con la del pueblo, yo sentiría grandes contradicciones sabiendo que aún en el caso de no llegar al triunfo, podría sobrevivir. Si fracasa nuestro pueblo (cosa que no sucederá), prefiero correr todas sus consecuencias.
Gracias a Dios, la Revolución marxista no logró su objetivo ni en Guatemala ni en el resto de la América Latina (excepto en Cuba). Sólo ocho años después de que Hoyos escribió esta carta, cayó el muro de Berlín; y poco después desaparecieron los regímenes socialistas de Europa Oriental y hasta se desintegró la mismísima Unión Soviética, que en algún momento pareció una superpotencia invencible, un régimen totalitario destinado a perdurar por muchos siglos. Así se equivocan los falsos profetas. Así pasa la gloria de este mundo.

Donde quiera que me llegue la última hora, estaré sirviendo al pueblo con los mismos ideales y luchando siempre con la misma esperanza y seguridad del triunfo y haciendo que el amor esté presente por encima de las demás cosas en todo lo que haga. El hombre Nuevo tardará mucho en crecer en mí, pero al menos, daré los primeros pasos para lograrlo y contribuiré a que sea el hombre nuevo el que viva en la nueva sociedad.
El “hombre nuevo” referido por San Pablo nace de la gracia de Dios, acogida con fe, esperanza y caridad. No surgirá jamás del esfuerzo del hombre por alcanzar una salvación puramente terrena, al margen o en contra de Dios.

4. Conclusión

Pese a los notables acontecimientos del año 1989 y a sus grandes repercusiones sobre la popularidad del marxismo, la seria amenaza que el catolicismo marxista representó para la Iglesia latinoamericana no ha desaparecido todavía. Líderes de la teología de la liberación de tendencia marxista, como Leonardo Boff, continúan teniendo demasiada influencia dentro de la Iglesia Católica. En el caso de L. Boff, esta influencia se mantiene pese al profundo anti-catolicismo que él ha ido manifestando gradualmente. Véase una muestra del actual pensamiento de Boff en su artículo “La Iglesia Católica: ¿una gran secta?”, de fecha 31/08/2007: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=239. Más que refutar las numerosas falacias de este artículo, me interesa destacar que allí el autor, de forma no muy velada, invita a los “católicos progresistas” a consumar su separación de la Iglesia Católica, que se viene gestando ocultamente desde hace décadas.

Nuestro Señor Jesucristo, quien nos prometió que los poderes del infierno no prevalecerán contra Su Iglesia, la guarde hoy contra los errores de Boff y compañía, como antaño la guardó contra los errores de Arrio, Nestorio y Eutiques.

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