lunes, 3 de octubre de 2011

La doctrina mariana


Para entender a María la Iglesia busca contemplar la forma en que Dios la mira. Ella es en cierta manera "el secreto del Rey" en el corazón mismo de la Trinidad, siendo absolutamente la única de las criaturas que es al mismo tiempo hija del Padre, madre del Hijo y "Esposa" del Espíritu Santo, capaz de vivir los tres amores más fuertes (filiación/ paternidad-maternidad/matrimonio) en plenitud con Dios mismo.



María es la Nueva Eva que ha compartido la vida y la obra redentora del Nuevo Adán de una manera absolutamente única (concepción virginal en su seno durante nueve meses, infancia y vida secreta durante treinta años, comunión permanente durante la vida pública, comunión perfecta después de la Ascensión). Ella sola pasó mas tiempo con Nuestro Señor que todas las demás criaturas juntas.



La Madre de Cristo, que es la cabeza de la Iglesia, con una vocación maternal única hacia todos los hombres, es también la madre de su Cuerpo que es la Iglesia. Dios respondió al "Fiat" perfecto que fue toda su vida, dándole una gloria superior a la de toda otra criatura : Reina del Cielo y de la Tierra, es ante todo Madre de Dios y Madre de los hombres. Dios quiere que nosotros vayamos hacia El pasando por Ella, así como El vino a nosotros por medio de Ella. Es muy difícil hablar de María sin disminuir su esplendor y su grandeza. Por esta razón el Himno Acatista canta :



¡Salve, altura inaccesible a la razón humana!

¡Salve, profundidad insondable aun a los ojos de los Ángeles!

¡Salve, trono del Rey!

¡Salve, portadora de Quién lo lleva todo!

¡Salve, estrella que anuncia al Sol!

¡Salve, seno de la divina Encarnación!

¡Salve, renovadora de la Creación!

¡Salve, Madre del Creador!

¡Salve, Esposa siempre Virgen!

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