domingo, 7 de junio de 2009

La Santísima Trinidad


Por R.P. Jorge Gandur.

La Santísima Trinidad es el misterio más profundo de nuestra religión y por eso nuestra oración es trinitaria.
Es un misterio porque la inteligencia humana no puede comprender en este mundo cómo puede haber tres personas y un solo Dios verdadero. Dice San Bernardo (De cons. 5-8): “Querer penetrar este misterio es atrevimiento; creer en él es hacer acto de piedad; conocerlo será vida eterna.”
No tenemos un Dios que viva en la soledad y en la inacción. No debemos imaginarnos a nuestro Dios como un gran Señor que está sentado en su trono, El solo, en una soledad eterna y con una inacción eterna.
Nos causaría temor, cobardía ese ser inmenso, infinito, majestuoso, que ha pasado en esa soledad toda la eternidad dedicado exclusivamente a sí mismo. Temeríamos presentarnos delante de El.
Sentimos confianza cuando sabemos -porque El mismo nos lo ha revelado- que nuestro Dios es una familia de personas que tienen la misma esencia divina.
Dios se conoce a sí mismo, y así como nosotros al conocer una cosa formamos en nuestra inteligencia una imagen de ella, también El, al conocerse, forma una imagen perfectísima de sí mismo que es el Hijo.
El Padre y el Hijo se aman con un amor infinito y ese amor con que se aman es el Espíritu Santo.
La fe nos dice que estamos destinados a vivir en el Cielo, que formaremos parte de alguna manera de la familia divina, porque en virtud de los méritos de ese Hijo de Dios hecho hombre, somos hijos de Dios por adopción.
Nos narra la Sagrada Escritura que en el momento de la creación del hombre, Dios dijo: “Hagamos”. No era uno solo el que hablaba, eran las Personas divinas las que deliberaban.
E hicieron al hombre a imagen de la Santísima Trinidad. Una sola alma, y en esa alma tres facultades: memoria, entendimiento y voluntad. Facultades con las cuales pudiera el hombre hacer una vida semejante a la de Ella.

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