viernes, 30 de marzo de 2012

Evangelio del día 30 de marzo de 2012


Evangelio según San Juan 10,31-42. Viernes de la quinta semana de Cuaresma

Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. Entonces Jesús dijo: "Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?". Los judíos le respondieron: "No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios".
Jesús les respondió: "¿No está escrito en la Ley: Yo dije: Ustedes son dioses? Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿Cómo dicen: 'Tú blasfemas', a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: "Yo soy Hijo de Dios"? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y abrán que el Padre está en mí y yo en el Padre".
Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos. Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí.
Muchos fueron a verlo, y la gente decía: "Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad". Y en ese lugar muchos creyeron en él.


Comentario:


«De nuevo buscaban prenderle, pero él se les escapó» - Odas de Salomón



Como las alas de las palomas sobre sus pequeños...,
así son las alas del Espíritu sobre mi corazón.
Mi corazón se alegra y exulta
como un niño salta de gozo en las entrañas de su madre.

He creído y he encontrado descanso;
es fiel aquel en quien he creído.
Me ha llenado de bendiciones
y mi cabeza se ha girado hacia él.
Ninguna lanza me separará de él
ni tampoco ninguna espada.

Me ha preparado antes que no llegue la pérdida,
me he colocado sobre sus alas incorruptibles.
La vida inmortal me ha apretado y abrazado,
de ella me viene el Espíritu que está en mí:
Él no puede morir, porque es la vida.

[Habla Cristo:]
Los que me han visto se han sorprendido
porque yo era perseguido.
Me creían anonadado,
porque les parecía perdido.
Pero la opresión se convirtió en mi salvación.

Llegué a ser objeto de menosprecio.
No había en mí nada que envidiar;
hacía el bien a todos los hombres,
y he sido odiado por ellos.
Me han cercado como a perros furiosos (Sl 21,17),
unos insensatos que van contra sus amos;
su inteligencia estaba corrompida, su espíritu pervertido.

En cuanto a mí, he retenido las aguas con mi derecha,
mi dulzura soportaba su amargura.
No perecí, porque no estaba comprometido con ellos,
mi nacimiento no tenía nada que ver con el suyo.
Buscaron mi muerte y no lo consiguieron;
yo era anterior a su memoria.

En vano se arrojaron sobre mí
los que me perseguían;
en vano buscaron suprimir
el recuerdo de aquel que existía antes que ellos.
El designio del Altísimo, nada lo supera,
su corazón es más grande que toda la sabiduría.
¡Aleluya!


Odas de Salomón (texto cristiano hebraico de principios del siglo II). Nº28

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