jueves, 19 de agosto de 2010

El Beato Alano de la Roche y el Santo Rosario



Todas las cosas, inclusive las más santas – sobre todo cuando dependen de la voluntad humana –, están sujetas a cambio. No hay, pues, por qué extrañarse de que la Cofradía del Santo Rosario no haya subsistido en su primitivo fervor sino unos cien años después de su fundación. Luego permaneció casi sumido en el olvido. Además, la malicia y envidia del demonio han contribuido mucho seguramente para que se descuidara el santo rosario, a fin de detener los torrentes de gracia divina que esta devoción atrae el mundo. Efectivamente, la justicia divina afligió todos los reinos europeos en el año 1349 con la peste más temible que se haya visto jamás. Ésta se extendió desde Oriente por Italia, Alemania, Francia, Polonia, Hungría..., devastando casi todos estos territorios, ya que de cada cien hombres sólo quedaba uno vivo. Las ciudades, los pueblos, las aldeas y monasterios quedaron casi desiertos durante los tres años que duró la epidemia. A este azote de Dios siguieron otros dos: la herejía de los flagelantes y un malhadado cisma en el año 1376.

Después de que, por la misericordia divina, cesaron estas calamidades, la Santísima Virgen ordenó al Beato Alano de la Roche – célebre doctor y famoso predicador de la Orden de Santo Domingo del convento de Dinán, en Bretaña – renovar la antigua Cofradía del Santo Rosario, a fin de que – ya que la susodicha Cofradía había nacido en esa provincia – un religioso del mismo lugar tuviera el honor de restaurarla. Este bienaventurado Padre comenzó a trabajar en tan noble empresa en el año 1460, sobre todo después de que el Señor – como lo cuenta él mismo – le dijo cierto día desde la hostia consagrada, mientras celebraba la santa misa, a fin de impulsarlo a predicar el santo rosario: "¿Por qué me crucificas de nuevo? –¿Cómo, Señor?, respondió aterrado el Beato Alano. –Tus pecados me crucifican, respondió Jesucristo. Aunque preferiría ser crucificado de nuevo a ver a mi Padre ofendido por los pecados que has cometido. Tú me sigues crucificando, porque tienes la ciencia y cuanto es necesario para predicar el rosario de mi Madre e instruir y alejar del pecado a muchas almas... Podrías salvarlas y evitar grandes males. Pero, al no hacerlo, eres culpable de sus pecados. Tan terribles reproches hicieron que el Beato Alano se decidiera a predicar incesantemente el rosario".

La Santísima Virgen le dijo también cierto día para animarlo más todavía a predicar el santo rosario: "Fuiste un gran pecador en tu juventud. Pero yo te alcancé de mi Hijo la conversión. He pedido por ti y deseado – si fuera posible – padecer toda clase de trabajos por salvarte, ya que los pecadores convertidos constituyen mi gloria, y hacerte digno de predicar por todas partes mi rosario."

Santo Domingo, describiéndole los grandes frutos que había conseguido entre las gentes por esta hermosa devoción que él predicaba continuamente, le decía: "Mira los frutos que he alcanzado con la predicación del santo rosario. Que hagan lo mismo tú y cuantos aman a la Santísima Virgen, para atraer, mediante el santo ejercicio del rosario, a todos los pueblos a la ciencia verdadera de la virtud".

Esto es, en resumen, lo que la historia nos enseña acerca del establecimiento del santo rosario por Santo Domingo y de su restauración por el Beato Alano de la Roche.

Renovemos el fervor a la devoción a María Santísima y al Santo Rosario, y elevemos una oración de agradecimiento al Beato Alano de la Roche y por su intermedio a toda la multitud de Santos que lo han desgranado con tanta fe y pasión para salvación y bendición de las almas. Amén.

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