viernes, 17 de septiembre de 2010

Dios entronizado se manifiesta a Hildegarda (Visión del Señor sobre el monte santo) - Santa Hildegarda de Bingen


“Yo vi como una gran montaña de color ferroso, y sentado sobre ella un Ser tan resplandeciente, que Su resplandor reverberaba y me estorbaba la visión. A uno y otro de Sus lados se extendía una delicada sombra, como un ala, de anchura y largo asombrosos. Y ante Él, al pie de la montaña, se alzaba una imagen llena de ojos por todos lados, en la que yo no podía discernir forma humana alguna a causa de dichos ojos; delante de ésta había otra imagen niña, vestida con una túnica descolorida pero con calzado blanco, sobre cuya cabeza descendía –desde el Ser que estaba sentado sobre la montaña– una claridad tan grande que yo no podía ver su rostro. Pero del que se sentaba sobre la montaña salieron multitud de centellas vivientes, que volaban alrededor de las imágenes con gran suavidad. En la montaña misma se veían muchas como pequeñas ventanas en las que aparecían cabezas humanas, algunas de color desvaído y blancas las otras.
Y he aquí que Aquel que se sentaba sobre la montaña gritaba con voz fortísima y penetrante: Oh frágil ser humano, hecho del polvo de la tierra y de la ceniza que deja la ceniza: clama y habla del inicio de la pura e imperecedera salvación hasta que lo aprendan estos que, aunque ven la médula de la Escrituras, no quieren decirla ni predicarla porque son tibios y perezosos para cumplir [las disposiciones de] la justicia de Dios. Ábreles la puerta de los misterios, [puerta] que ellos mismos temerosamente ocultan sin fruto en un campo escondido. Ve pues hacia la fuente de la abundancia y fluye con místico conocimiento, para que la abundancia de tu riego sacuda y amedrente a quienes quieren despreciarte a causa del pecado de Eva. Porque tú no tomas del hombre el conocimiento que penetra esta profundidad sino que lo recibes del Juez supremo y temible, desde el cielo, donde con gloriosa luz esta serenidad brillará poderosamente entre las luces. Levántate, pues, clama y di lo que te manifiesta el fortísimo poder de la ayuda divina; porque Aquel que gobierna a toda creatura Suya con poder y benevolencia, inunda con la claridad de la luz celestial a quienes Le temen y Le sirven con dulce amor en humildad de espíritu, y a quienes perseveran en el camino de la justicia los conduce a los gozos de la eterna visión.”

SCIVIAS I, 1,

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