No hace falta realizar grandes hazañas para alcanzar la santidad. Solamente es necesario escuchar y seguir, con la ayuda de la gracia, el llamado de Dios.
Poco es lo que conocemos sobre Matías, quien ocupó un lugar entre los Apóstoles, luego de la muerte de Judas Iscariote. El libro de los “Hechos de los Apóstoles” guarda un gran silencio al rededor de este Apóstol. Sin embargo dejó a la Iglesia su valioso testimonio de fe.
La llamada
Nos cuenta el Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech. 1, 15-26), cómo Dios eligió a Matías para que ocupara el lugar de Judas Iscariote, completando así el número de los doce Apóstoles:
“Uno de aquellos días, Pedro tomó la palabra en medio de ellos -había allí como ciento veinte personas-, y les dijo: “Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura, pues el Espíritu Santo había anunciado por boca de David el gesto de Judas; este hombre, que guió a los que prendieron a Jesús, era uno de nuestro grupo y había sido llamado a compartir nuestro ministerio común.(...) Tenemos, pues, que escoger a un hombre de entre los que anduvieron con nosotros durante todo el tiempo en que el Señor Jesús actuó en medio de nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de nuestro lado. Uno de ellos deberá ser, junto con nosotros, testigo de su resurrección.” Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así: “Tú, Señor, conoces el corazón de todos. Muéstranos a cuál de los dos has elegido para ocupar este cargo, y recibir este ministerio y apostolado del que Judas se retiró para ir al lugar que le correspondía.” Echaron a suertes entre ellos y le tocó a Matías, que fue agregado a los once apóstoles.”
La muerte de Judas Iscariote produjo un vacío en el “colegio de los apóstoles”, cuya cifra de doce recordaba a los doce hijos de Jacob. Así como el Pueblo de Israel de la Antigua Alianza estaba sostenido sobre las doce Tribus, del mismo modo Dios dispuso que el Pueblo de la Nueva Alianza, la Iglesia, estuviera cimentado sobre doce columnas: los doce Apóstoles.
Judas Iscariote, al darse muerte, no acepta el perdón de Jesús. Se consideró indigno de seguir ocupando el lugar de Apóstol, después de haberlo traicionado y entregado. Este lugar queda vacante, y Dios elige, entre los discípulos, a Matías para que lo reemplace.
Pedro actúa aquí como responsable de la Iglesia primitiva. Expresa las condiciones que debe reunir el nuevo Apóstol: haber seguido a Jesús desde el Bautismo hasta el día en que nos fue quitado. El Bautismo en el Jordán y la Ascensión serán el punto de partida y el término de la predicación evangélica. Los Apóstoles debían ser testigos oculares de la Predicación y obras de Jesús.
Eran dos personas las que podían ocupar el lugar, y esto ocurre así para dejar en claro que es Dios quien elige, no los hombres. El Libro de los “Hechos de los Apóstoles” nos aclara que oraron y se pusieron en las manos de Dios, para que les indicara a quien designar. Esta designación por la suerte, siguiendo la costumbre del Pueblo de Israel, se acepta como signo de la Voluntad de Dios. No olvidemos que la Vocación es siempre un llamado Suyo.
Matías es el primero que no recibe el llamado de boca de Jesús. Dios se vale de Pedro, cabeza de la Iglesia, y de los demás Apóstoles, para realizar su elección. De este modo se viene realizando la sucesión Apostólica a lo largo de los siglos. Así Dios, a través de los hombres, va guiando a la Iglesia.
Cuando las Sagradas Escrituras dan los nombres de ambos candidatos, del primero, José, nos aclara algunas cosas; nos dice que es el llamado Barsabás, por sobrenombre el Justo. En contraste, nos presenta a Matías, sin decir de él más que su nombre. Quizá esto nos muestre que a Dios no le interesa que seamos personas importantes o conocidas, o que hagamos grandes hazañas. Solo quiere que, como Matías, seamos fieles al llamado.
La Sagrada Tradición nos provee algunos datos más sobre Matías. Nos dice de él que evangelizó Etiopía ¿No consiste en esto el mandato que Jesús le deja a sus Apóstoles, de ir a predicar y bautizar? ¿No es esto lo que hizo Matías, como el resto de los Apóstoles, recibiendo también el martirio, sellando sus palabras con su sangre?
Las reliquias del Apóstol Matías, por encargo de Santa Elena, fueron trasladadas a Tréveris. El Apóstol es Patrono de esta ciudad.
La fiesta de este santo se ubica poco después de la fiesta de la Ascensión de Jesús a los Cielos y antes de la de Pentecostés. Es que en este intervalo de tiempo los Apóstoles, encerrados en el cenáculo, orando y esperando, según narra el Libro de los “Hechos de los Apóstoles” sólo tomaron una iniciativa: buscar un sustituto para Judas. Jesús había elegido doce apóstoles y les había dicho que, a su regreso glorioso, los doce se sentarían sobre doce tronos para regir las Tribus de Israel. Y ahora faltaba uno.
Poco es lo que conocemos sobre Matías, quien ocupó un lugar entre los Apóstoles, luego de la muerte de Judas Iscariote. El libro de los “Hechos de los Apóstoles” guarda un gran silencio al rededor de este Apóstol. Sin embargo dejó a la Iglesia su valioso testimonio de fe.
La llamada
Nos cuenta el Libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech. 1, 15-26), cómo Dios eligió a Matías para que ocupara el lugar de Judas Iscariote, completando así el número de los doce Apóstoles:
“Uno de aquellos días, Pedro tomó la palabra en medio de ellos -había allí como ciento veinte personas-, y les dijo: “Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura, pues el Espíritu Santo había anunciado por boca de David el gesto de Judas; este hombre, que guió a los que prendieron a Jesús, era uno de nuestro grupo y había sido llamado a compartir nuestro ministerio común.(...) Tenemos, pues, que escoger a un hombre de entre los que anduvieron con nosotros durante todo el tiempo en que el Señor Jesús actuó en medio de nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de nuestro lado. Uno de ellos deberá ser, junto con nosotros, testigo de su resurrección.” Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así: “Tú, Señor, conoces el corazón de todos. Muéstranos a cuál de los dos has elegido para ocupar este cargo, y recibir este ministerio y apostolado del que Judas se retiró para ir al lugar que le correspondía.” Echaron a suertes entre ellos y le tocó a Matías, que fue agregado a los once apóstoles.”
La muerte de Judas Iscariote produjo un vacío en el “colegio de los apóstoles”, cuya cifra de doce recordaba a los doce hijos de Jacob. Así como el Pueblo de Israel de la Antigua Alianza estaba sostenido sobre las doce Tribus, del mismo modo Dios dispuso que el Pueblo de la Nueva Alianza, la Iglesia, estuviera cimentado sobre doce columnas: los doce Apóstoles.
Judas Iscariote, al darse muerte, no acepta el perdón de Jesús. Se consideró indigno de seguir ocupando el lugar de Apóstol, después de haberlo traicionado y entregado. Este lugar queda vacante, y Dios elige, entre los discípulos, a Matías para que lo reemplace.
Pedro actúa aquí como responsable de la Iglesia primitiva. Expresa las condiciones que debe reunir el nuevo Apóstol: haber seguido a Jesús desde el Bautismo hasta el día en que nos fue quitado. El Bautismo en el Jordán y la Ascensión serán el punto de partida y el término de la predicación evangélica. Los Apóstoles debían ser testigos oculares de la Predicación y obras de Jesús.
Eran dos personas las que podían ocupar el lugar, y esto ocurre así para dejar en claro que es Dios quien elige, no los hombres. El Libro de los “Hechos de los Apóstoles” nos aclara que oraron y se pusieron en las manos de Dios, para que les indicara a quien designar. Esta designación por la suerte, siguiendo la costumbre del Pueblo de Israel, se acepta como signo de la Voluntad de Dios. No olvidemos que la Vocación es siempre un llamado Suyo.
Matías es el primero que no recibe el llamado de boca de Jesús. Dios se vale de Pedro, cabeza de la Iglesia, y de los demás Apóstoles, para realizar su elección. De este modo se viene realizando la sucesión Apostólica a lo largo de los siglos. Así Dios, a través de los hombres, va guiando a la Iglesia.
Cuando las Sagradas Escrituras dan los nombres de ambos candidatos, del primero, José, nos aclara algunas cosas; nos dice que es el llamado Barsabás, por sobrenombre el Justo. En contraste, nos presenta a Matías, sin decir de él más que su nombre. Quizá esto nos muestre que a Dios no le interesa que seamos personas importantes o conocidas, o que hagamos grandes hazañas. Solo quiere que, como Matías, seamos fieles al llamado.
La Sagrada Tradición nos provee algunos datos más sobre Matías. Nos dice de él que evangelizó Etiopía ¿No consiste en esto el mandato que Jesús le deja a sus Apóstoles, de ir a predicar y bautizar? ¿No es esto lo que hizo Matías, como el resto de los Apóstoles, recibiendo también el martirio, sellando sus palabras con su sangre?
Las reliquias del Apóstol Matías, por encargo de Santa Elena, fueron trasladadas a Tréveris. El Apóstol es Patrono de esta ciudad.
La fiesta de este santo se ubica poco después de la fiesta de la Ascensión de Jesús a los Cielos y antes de la de Pentecostés. Es que en este intervalo de tiempo los Apóstoles, encerrados en el cenáculo, orando y esperando, según narra el Libro de los “Hechos de los Apóstoles” sólo tomaron una iniciativa: buscar un sustituto para Judas. Jesús había elegido doce apóstoles y les había dicho que, a su regreso glorioso, los doce se sentarían sobre doce tronos para regir las Tribus de Israel. Y ahora faltaba uno.
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