jueves, 20 de mayo de 2010

Al Sagrado Corazón - Beato John Henry Newman


Oh, Sagrado Corazón de Jesús,
te adoro en la unidad indivisible
de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Todo lo que pertenece a la Persona divina,
por lo mismo, pertenece a Jesús y debe ser adorado
en este mismo y único culto que rendimos a Jesús.
Él no tomó la naturaleza humana
como algo que fuera distinto y separado de Él,
sino la hace simple, absoluta y eternamente suya,
de forma que esta naturaleza sea incluida,
por nosotros, en la misma idea de su nombre.
Te adoro, oh Corazón de Jesús, pues eres Jesús mismo;
eres el Verbo eterno en la naturaleza
a la que se ha unido enteramente
y en la que vive para siempre y, por consiguiente, en Ti.
Tú eres el Corazón del Altísimo hecho hombre.

Adorándote a Ti, adoro a mi Dios encarnado, Emmanuel.
Te adoro en la función que has tenido en esta Pasión que es mi vida:
ya que Tú te rompiste y quebrantaste en la agonía
del Huerto de Gethsemani, donde tu sangre preciosa,
filtrándose por las venas y poros de la piel, corrió hasta la tierra.
Y has estado agotado hasta ser secado sobre la Cruz.
Y después de la muerte, fuiste atravesado por la lanza
para entregarnos los últimos vestigios de ese tesoro
inestimable que es nuestra Redención.

Mi Dios, mi Salvador, adoro tu Corazón Sagrado,
ya que este Corazón es la sede y la fuente
de todas tus más tiernos afectos por nosotros, pecadores.
Él es el instrumento y el órgano de tu amor.
Él ha latido por nosotros.
Ha suspirado con gran deseo de nuestro amor.
Ha sufrido dolores por nosotros y por nuestra salvación.
El celo lo inflama, para que la gloria de Dios
fuera manifestada en nosotros y por nosotros.

Él es el canal por el que tu afecto humano desbordante
ha venido a nosotros;
por el que nos ha venido toda tu desbordante caridad.
Toda tu compasión por nosotros, como Dios y como hombre,
como nuestro Creador, nuestro Redentor, y nuestro Juez,
ha venido a nosotros y viene siempre,
ya que este Sagrado Corazón, en un río,
mezcla las corrientes inseparablemente.

¡Oh símbolo muy sagrado y Sacramento del amor
divino y humano en su plenitud!
Me has salvado por tu virtud divina y por tu amor humano
y, en fin, por esta sangre milagrosa de la cual rebosas.
Oh muy santo y muy amante Corazón de Jesús.
Estás escondido en la Santa Eucaristía,
y allí lates siempre por nosotros Te adoro, pues,
con todo mi mejor amor y toda mi veneración;
con mi afecto ferviente y mi voluntad más sumisa y resuelta.
Oh, mi Dios, cuando condesciendes sufrir que te reciba,
te coma y beba y que, por un momento,
hagas tu morada en mí, oh, haz latir mi corazón con el tuyo!
Purifícalo de todo lo terreno, de todo orgullo y sensualidad,
de todo lo duro y cruel, de toda perversidad,
de todo desorden, de toda languidez!
Llénalo de tal forma de Ti que ni los avatares del día,
ni ninguna circunstancia pueda perjudicarle,
pero que en tu temor y amor pueda encontrar la paz.

Amén.

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