[Nota de Fr. Nelson Medina: Soy consciente de que algunos de los puntos aquí expuestos son materia de discusión. Precisamente para que haya un diálogo amplio y equitativo, expongo con claridad y de manera abierta mi posición, que en todo quiere ser fiel a nuestra Iglesia Católica.]
Isabel Gómez, representante de la Editorial San Pablo en Colombia,
afirmó sobre el monje alemán Anselm Grün: “Es el escritor más famoso de espiritualidad que tenemos actualmente…” A juzgar por la presencia de las obras de este benedictino, es así. He visto con mis propios ojos librerías católicas que tienen estantes llenos de títulos suyos. Se trata de un autor prolijo, de enorme acogida y por lo tanto, de notable influencia.
Es un personaje polémico también, que ha llegado a nuestro país [Colombia] precedido por señales ambiguas. En efecto, quedó claro, ya entonces, que sus libros son leídos y traducidos ampliamente pero que su doctrina no da total confianza. Después de examinar los hechos, y de orar yo mismo, vi que era mi deber
recomendar a la gente que no asistiera a las actividades que se habían preparado en torno a su visita. Comprendo perfectamente que es una medida hasta cierto punto extrema, y también un planteamiento que pudo resultar seriamente antipático o agresivo para algunos. Pero, ¿qué alternativa había, si hasta la Conferencia Episcopal de Colombia parecía dar su “placet” a la predicación de este monje?Dificultades ya visibles antes de la llegada de Grün a Colombia.
Si una persona con la influencia de Grün
dice: “Debemos evitar ver la homosexualidad como un pecado,” ¿qué consecuencias tiene eso, cuando es clara la agenda del lobby gay en tantos de nuestros países? En el momento en que Colombia debate la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, ¿se puede traer a un autor que claramente niega lo que enseña la Iglesia? Esto dice el catecismo de la Iglesia, en el número 2357:
La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
¿Es ese el catecismo de Grün? En el mismo link señalado, Grün
dice: “Me veo en general en concordancia con la tradición católica.” ¿Es eso todo lo que se puede pedir de un predicador que es escuchado en decenas de países, traducido a muchas lenguas, y que es referencia de espiritualidad para miles y miles de personas? Para que alguien reciba el aval de la Conferencia Episcopal de Colombia, y para que se presente en el Canal Cristovisión (que se llama “el canal de la Iglesia”) basta con estar “en general en concordancia con la tradición católica”? Cuando yo veo que hay papás que luchan por ayudar a sus hijos e hijas a clarificar su identidad como personas y como seres sexuados, ¿el servicio que les prestamos es traer a este hombre para quien es suficiente concordar “en general” con la Iglesia?
Hay otro punto, que ya entonces me parecía muy preocupante. Grün viene de la meditación zen y del mundo del
psicoanálisis de Carl G. Jung. Es verdad que autores no cristianos pueden usarse, como Santo Tomás utilizó tantas categorías y estructuras de pensamiento de Aristóteles, pero por más intensa que fue mi búsqueda, no pude encontrar una sola referencia en que Grün se deslindara de las conocidas posturas “arquetípicas” o panteístas tan propias de Jung. Para que se sepa de qué hablamos aquí, tómese este pensamiento de Jung, a quien Grün reconoce como alguien que le ha animado y guiado en su espiritualidad: “Si era el Logos y el Cristo eternamente viviente, nosotros no lo sabemos. De todas formas no tiene importancia, ya que la imagen del hombre-Dios está viva en cada uno de nosotros…” No importa Cristo, su carne, su historia, su sacrificio: importa que hay una idea (una gnosis, de hecho) que nos inspira, nos sosiega, nos mueve a obrar. Veremos que eso exactamente es lo que propone Grün. Basta la idea. Si la idea tiene efecto para tu terapia, con eso es suficiente.
Hasta aquí he expuesto por qué veía, y sigo viendo, en Grün un caso de lobo con piel de oveja, y por qué pedí que no se asistiera a nada suyo. En asuntos tan serios como la sexualidad humana o la historicidad de la carne de Cristo no se espera que tengamos un acuerdo “general” con la Iglesia. Se espera de ti, Anselm, que seas claro en proclamar la verdad del que murió en la cruz para perdón de nuestros pecados.
Necesitamos vigilar más lo que emiten los canales católicos
En el mismo canal Cristovisión se dio amplio espacio a toda la agenda de Grün en Colombia. Es algo que lamento y lamentaré en público, porque el daño se hizo en público.
El mismo canal ha publicado videos que nos ayudan a precisar qué tipo de daño puede venir de una persona tan culta, tan amable, con un lenguaje tan respetuoso y un tono de bondad tan cercano y cálido. No digo que sea una persona hipócrita; eso sólo Dios lo sabe. Digo que su apariencia cautiva pero su enseñanza desvía, o por lo menos no apunta con decisión en la dirección de la fe de la Iglesia.
¿Por qué ese lenguaje tan ajeno a nuestra fe?
Voy a lo concreto: En 45 minutos de entrevista, con preguntas serias y profundas hechas por el P. Zambrano, ¿oyó alguno de ustedes que el monje mencionara, siquiera una vez, alguno de los siguientes términos: pecado, redención, arrepentimiento, conversión, Cruz de Cristo, Sangre de Cristo, gracia, perdón (de Dios), sacramentos, magisterio, cielo, infierno? Pregunto: ¿cuántos párrafos puedo leer de San Pablo, de Santa Teresa, de San Agustín o de Santa Catalina de Siena sin que aparezcan uno o muchos de esos términos, que son el alfabeto en que se escribe el mensaje del Evangelio? Si alguien de veras representa la espiritualidad cristiana, y no necesita de ninguno de esos términos para presentar su mensaje, ¿no es ello demasiado extraño? ¿Qué diría usted de un matemático que hablara 45 minutos sin mencionar una sola ecuación, un solo teorema, una sola conjetura, un solo axioma? Esto lo comento porque no es un criterio superficial. Lectores todos: si un predicador no menciona pronto el amor de Cristo hasta el extremo de la sangre, y no menciona con gozo que esa efusión es la fuente de nuestra salvación, ¡cuidado! Probablemente estamos ante alguien que no necesita más que la “idea” de Cristo.
Con honestidad de su parte, Grün comenta que la tradición de la Iglesia
no le resultaba suficiente; aunque asegura que posteriormente logró vincular la psicología, la filosofía y los Padres de la Iglesia.
Una confusión inexplicable
Algo muy extraño sucede en el
minuto 6 de ese video, donde la traductora, Carolina Salamanca, dice literalmente, y como traducción de lo expresado por Grün:
Para la teología siempre ha sido importante estar en contacto con la filosofía, con la psicología, con las otras ciencias. Y eso lo hizo también, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino, quien no citó nunca a ningún autor cristiano sino que citó a Aristóteles, que no era cristiano.
Yo no logro entender cómo esa frase fue emitida al aire, y cómo no fue corregida ni por el P. Ramón, ni por Carolina, que además de traductora es filósofa, ni por el mismo P. Grün, que recibió todas las preguntas en español–prueba de que sí entiende nuestra lengua. Alguien con buen conocimiento del alemán podrá explicar qué sucedió ahí porque yo me niego a creer que este monje haya dicho que Tomás de Aquino “no citó nunca a ningún autor cristiano” Aún así, me duele que semejante frase no haya sido contestada o corregida de inmediato.
Algunos puntos positivos
Es de alabar, por el contrario, la claridad con que Grün dice que “es importante el diálogo con las otras religiones,
pero no podemos mezclarlas.” Dice seguidamente que está escribiendo un libro con una maestra budista. Como él mismo aclara que el budismo lleva al vacío, mientras que el cristianismo lleva al amor, un amor que es más que sentimiento, uno no entiende qué utilidad tiene crear la impresión de que un monje budista y uno cristiano están en lo mismo, puesto que escriben una misma obra.
Hablando de lo positivo, incluyo que Grün expresa con sencillez la tentación que todo consejero puede tener de creerse capaz de cambiar al ser humano. El papel del consejero o del terapeuta puede ser acoger, escuchar, sugerir, pero no cargar con los problemas del otro, ni menos suplantar a Dios. Debe en cambio orar, y ofrecer en su oración lo que conoce de los problemas de quienes se acercan.
Uno quisiera que todo fuera así de sano y claro, pero no es así. Lo cierto es que, aun en un programa relativamente corto, hay varios puntos doctrinales seriamente errados.
Enseñanza gravemente insuficiente sobre la sexualidad
Al referirse a la sexualidad, Grün enfatiza dos peligros: adicción y represión. Son límites extremos para evitar, como creo que estaremos de acuerdo todos, pero además de ellos, y mucho antes de llegar a ellos, hay mucho más que la Iglesia ha dicho. Lamentablemente Grün no da un criterio claro sobre qué puede ser bueno o malo; la puerta al subjetivismo queda abierta de par en par. Habla él de “humanizar” la sexualidad. De acuerdo, pero ¿basta eso como criterio? Por ejemplo: ¿está “deshumanizada” la sexualidad en el hombre que deja su matrimonio, que le parece muy conflictivo, para “rehacer” su vida con una nueva esposa? Ese hombre, ¿qué entiende o saca de las palabras del benedictino? Casándose de nuevo, por la Iglesia o sin la Iglesia, él no está ni muy adicto, ni muy reprimido, ni muy deshumanizado.
Otro caso: los jóvenes que fornican sin vínculo de matrimonio, pero que tienen, por decir algo, dos o tres relaciones a la semana, ¿se sentirán adictos? ¿Se sentirán reprimidos? ¿No quedan entonces autorizados para seguir en lo que están? Quien se masturba pero “no demasiado,” según su propio criterio, ¿qué entiende de la perspectiva del conocido monje? Y pregunto yo: ¿no son las cámaras de la televisión una oportunidad magnífica para dar esperanza y consuelo, pero a la vez, para mostrar una dirección y para elevar el estándar moral de nuestra cultura? Personalmente me sentí muy decepcionado no por lo que Grün dijo sobre este tema, sino por lo muchísimo que dejó de decir, complaciendo tácitamente al espíritu de este mundo.
Confusión Jungiana en cuanto al demonio y al pecado
Lo que Grün dice sobre el diablo, o sobre los demonios, no es la enseñanza de la Iglesia.
El benedictino afirma que la teología dogmática [¿según los dogmas de quién?] enseña esto: “el diablo y los demonios son poderes personales pero no son personas; impiden mi desarrollo personal; pertenecen como a mi lado oscuro; pero el diablo no es persona como Dios es persona o como un ser humano es persona; pero el diablo es una imagen de la dimensión profunda del mal.” Ahí tienen ustedes a Jung: el arquetipo de la maldad no existe más que como arquetipo, o eso piensa Grün.
¿Cuál es la “teología dogmática” esa, que está por encima de lo que se lee claramente en tantos pronunciamientos del Magisterio de la Iglesia? Leemos, por ejemplo, en el Catecismo, números 2850 a 2852:
La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: “No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno” (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el “nosotros”, en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. [...] En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo. “Homicida [...] desde el principio [...] mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44), “Satanás, el seductor del mundo entero” (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota toda la creación entera será “liberada del pecado y de la muerte” (Plegaria Eucarística IV, 123: Misal Romano).
¿Por qué entonces dice Anselm Grün que el diablo no es una persona sino “una imagen de la dimensión profunda del mal”?
Una grave consecuencia de identificar el tema bíblico de los demonios con las partes oscuras de la personalidad humana es algo que aparece al final de la entrevista con el P. Zambrano. Según Grün, uno debe aprender a tener “paz” con esa parte oscura de uno mismo. Es decir: el mal no es para vencerlo sino para aprender a negociar y convivir con él. Según él, el pecado es algo que siempre va a estar, y lo que yo debo lograr es que los enemigos se vuelvan amigos,
algo así como que están pero sin poder.
Se ve que de la negación del demonio se pasa a la negación de la realidad del pecado, visto ingenuamente como una “parte oscura” con la que yo aprendo a vivir en paz. De hecho, Grün omite del todo la palabra “pecado.” Por eso mismo, el ser humano no necesita propiamente ser redimido, sino sólo ser iluminado, para que acepte su parte oscura.
¿Qué puede ser la fe en semejante esquema tan distorsionado? En la Biblia y en el Catecismo la fe es siempre “respuesta.” En el n. 154 se la describe como “depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por Él reveladas.” Por contraste, en el planteamiento de Grün, la fe queda reducida a una “fuerza interior,” de modo que el gran consejo para superar las crisis es este: “
Confía en tu fuerza interior.” No veo yo distancia alguna con el gnosticismo típico de la Nueva Era.
¿Y por qué la Iglesia no se ha pronunciado sobre estos errores de Anselm Grün?
Esa es una gran pregunta. El P. Martín Sepúlveda, Paulino,
dijo en un magazín de Cristovisión que no hay ninguna condena oficial sobre Grün. Tiene razón el P. Sepúlveda. Espero yo, sin embargo, que lo que se ha dicho aquí, y lo que puede leerse en otros lugares, mueva a las autoridades no a condenar a Grün sino los errores de su enseñanza. El primero que será beneficiado, y que un día podrá agradecerlo será el mismo monje.