martes, 1 de diciembre de 2009

Las "voces" de Santa Juana


Uno de los puntos más polémicos en la historia de Juana de Arco fue su relato acerca de las voces y visiones que le guiaron a realizar la hazaña por la cual se convirtió en la heroína más grande de la Historia Universal.

A Juana le hablaron, además del Arcángel San Miguel, las vírgenes y mártires Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquía. Juana era, como ellas, virgen y se convertiría en mártir y santa.

En los registros que se conservan del juicio a que fue sometida por sus enemigos, ha quedado sentado que ella, de alguna manera, se negó siempre a dar detalles sobre estos mensajes. Poco ha sido lo que se ha logrado esclarecer al respecto, pero una pequeña reflexión podría arrojar algo de luz: si Juana, a pesar de su ignorancia y de su humilde origen como pobre pastorcilla, mantuvo la ferviente voluntad de no irrespetar lo que Dios le había transmitido a través del Arcángel San Miguel y de las Santas Catalina y Margarita, al negarse a emitir ningún tipo de juicio o consideración al respecto, nos debe llevar a un sólo punto, Juana se consideró siempre un medio y no un fin.

Si bien se negó a dar detalles sobre el contenido de los mensajes, sí declaró bajo juramento inquisitorial que empezó a oír y ver cosas a partir de los doce años de edad, más o menos. Ésa era la que ella creía tener por entonces. Nunca hasta el juicio había contado la verdad total de lo que había vivido realmente a nivel extraordinario con las voces que escuchó a lo largo de su corta vida.

Al parecer, la primera vez, estaba en la parte trasera del huerto de su padre, tranquila, mientras realizaba algunas faenas de labriega, sabiendo que un poco más lejos, a su derecha la protegía la figura estática y pétrea de la iglesia del lugar. De repente un crujido estruendoso y una luz resplandeciente aparecieron de la nada proveniente exactamente de allí. Miró y no vio nada. Por encima de su cabeza, alguien empezó a hablar desde arriba. Ella quedó paralizada, llena de miedo y sin poder moverse. A pesar de que la voz era cálida y le susurró palabras de alegría, además de algunas de consuelo: "Sé buena y piadosa Juana. Grandes cosas se esperan de ti".

Días después sucedería el mismo fenómeno paranormal y luego una tercera ocasión. Pero en esta, la muchacha quiso entender que quien le hablaba era el Arcángel San Miguel. El Capitán de las huestes de los ejércitos celestiales, blandidor de la espada divina de la justicia, y cómo no, curiosamente el mismo San Miguel que estaba desde hacía años elegido como patrón de Francia. Al parecer esta voz nunca le dijo quién era ni ella lo preguntó. Por un tiempo tuvo dudas, pero como lo que le enseñó y aleccionó era para defender a su país llegó un momento en que la duda se desvaneció. Debió ser por los días en que lo vio por primera vez.

Ella lo describió como un ser alado y luminoso que descendía de los cielos. Manteniendo siempre el diálogo suspendido en el vuelo. Los encuentros terminaron siendo tan asiduos que eran hasta de tres por semana. Sin embargo, un día el ángel no vino sólo. Dos mujeres elegantemente ataviadas y con coronas de oro le acompañaban. Ella entendió que eran Santa Catalina y Santa Margarita, dos vírgenes mártires que entregaron su vida por la pasión de su fe. Pero los nombres tampoco parece ser que se los puso, otra que no fuera, ella misma. El ángel le vaticinó que por un tiempo ellas y no él serían las que vendrían a verla, para instruirla: "Ellas te visitaran en mi lugar, porque han sido designadas para guiarte y aconsejarte. Cree cuanto te digan y haz lo que te ordenen, porque esta es la voluntad de Dios".

Ella había sentido desde la más tierna infancia predilección por las vidas de estas dos santas. Tal vez por eso quiso "reconocerlas en estas dos mujeres luminosas". Dijo en el juicio que desprendían una fragancia muy envolvente y seductora.

Se postró ante ellas y obedeció haciendo voto de castidad perpetua. Durante cuatro años nadie supo de las experiencias de Juana, a excepción de su confesor que pudo haberse llevado el secreto a la tumba.

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