viernes, 13 de febrero de 2009

Nadie discute la Autoridad del Soberano Pontífice Romano


En los límites de las exigencias
En la trasgresión material de la norma disciplinaria, Monseñor Lefebvre no traspasó los limites de las exigencias que impone el estado de necesidad por lo tanto, actuó en el cuadro del derecho de necesidad.
El 27 de Abril de 1987, el fundador de Econe escribía a sus sacerdotes los fieles que aún son católicos, en muchos lugares están en una situación espiritual desesperada. Este es el llamado que escucha la Iglesia; para estas situaciones da jurisdicción (ley de suplencia)... y por eso tenemos que ir a donde nos llaman y no dar la impresión de que tenemos una jurisdicción universal ni una jurisdicción sobre un país o sobre una región. Sería fundar nuestro apostolado sobre una base falsa e ilusoria. Y agrega Si un día fuera necesario consagrar Obispos, éstos tendrían sólo la función episcopal de ejercer su poder de orden y no tendrían ningún poder de jurisdicción al no tener misión canónica. A los consagrados les repitió: El fin principal de esta transmisión es conferir la gracia del orden sacerdotal para la continuación del verdadero Sacrificio de la Misa, y para conferir la gracia del sacramento de la confirmación a los niños y a los fieles que os la pidan.
Monseñor Lefebvre no se arrogó el derecho de conferir a los nuevos Obispos un poder de jurisdicción que emana directa o indirectamente del Papa. No organizó o pretendió organizar una jerarquía paralela (los Obispos consagrados obedecen al Superior General de la Fraternidad) ni aún menos una Iglesia paralela. Se limitó a transmitir el poder de Orden que el Obispo recibe directamente de Dios en el momento de la Consagración para que los nuevos Obispos puedan socorrer a las almas y a los candidatos al Sacerdocio que están en estado de necesidad. Puesto que en una situación normal el poder de orden se ejerce en conformidad con las normas establecidas, Monseñor Lefebvre agregó: Les conferiré esta gracia (del episcopado) confiando en que pronto la Sede de Pedro será ocupada por un sucesor de Pedro perfectamente Católica, en cuyas manos podrán poner la gracia de su episcopado para que él la confirme.
No se discute la Autoridad
Por lo que hemos dicho, tendría que estar también claro que Monseñor Lefebvre jamás discutió ni quiso discutir la autoridad del Papa, ni globalmente ni en ninguna de sus prerrogativas. Distinguió -como se puede hacer- entre la función de Papa y la persona del Papa: ésta puede, en todo o en parte, "renuere subesse officio papae" (Cayetano); negarse a cumplir los deberes de su propio cargo, queriendo, favoreciendo o permitiendo una orientación perjudicial para la Iglesia -por mala voluntad o por negligencia, por ceguera o por equivocación personal más o menos culpable, aquí no nos interesa, Dios es el que juzga. Por eso Monseñor Lefebvre en el momento en que iba a realizar las consagraciones episcopales, en ausencia de un mandato pontifical regular, escribió a los futuros Obispos: "Les conjuro que permanezcan unidos a la Sede de Pedro, a la Iglesia Romana, Madre y maestra de todas las iglesias, en la Fe Católica integra, expresada en los símbolos de la Fe, en el catecismo del Concilio de Trento, según lo que se les ha enseñado en su seminario".
La Consagración Episcopal sin mandato pontificio regular no implica la negación del Primado - como se ha dicho con una ligereza increíble -no sólo porque un estado real de necesidad motiva y efectivamente justifica esta consagración, sino también porque se puede y se debe presumir razonablemente que el Papa habría aprobado en circunstancias normales -es decir, fuera del curso extraordinario de las cosas en el que hoy se encuentra objetivamente la Iglesia -un acto razonable hecho para el bien de las almas y necesario por la situación. No se puede pensar que el Vicario de Cristo pueda querer o quiera la condenación a muerte de los únicos seminarios Católicos en los que florecen vocaciones, que no encontrarían otro marco donde poder recibir una recta formación sacerdotal. Es inconcebible que pueda querer o quiera la condenación a muerte de la única Obra Católica que socorre a tantas almas sumergidas en una extrema angustia y penuria espiritual. Como lo dijo de nuevo Monseñor Lefebvre en esa ocasión: "El Papa (en su función de Papa) no puede desear sino la continuación del sacerdocio católico", es decir de la Iglesia Católica, cuya edificación es precisamente toda la razón de ser del Papa.

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