¡Ay, cuánta ternura para sus devotos!
¡cuántos prodigios, cuantos consuelos 
ha derramado en los corazones 
Nuestra Señor del Valle!
La que libró a un infeliz del poder 
del demonio en este mismo templo,
¿no arrancará de nuestros pechos 
el fiero demonio de la discordia?
La que salvó tantas veces a nuestros padres 
de la ferocidad de los calchaquíes,
¿no hará cesar este ruido  de armas fraticidas?
¡Oh, Virgen del Valle!
¡Oh, Madre nuestra amantísima!
Haced que este tu pueblo y que todos tus devotos
muestren en la paz y en la concordia en que vivan,
que son hijos vuestros, y que en ti moran contentos y alegres.
Desterrad de nosotros y de todos nuestros hermanos
el espantoso azote de la guerra,
en que perecen eternamente tantas almas,
y se cometen tantos crímenes,
y nos cuestan tanta sangre y tan amargas lágrimas.
Mostrad en esta obra que sois verdaderamente
el Brazo de la divina misericordia y Madre nuestra.
Venerable Fray Mamerto Esquiú
 

 

 
 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
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