domingo, 3 de octubre de 2010

Diferencia de libros entre la Biblia católica y protestante


DESARROLLO DEL CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS

¿Quién estableció la lista de los libros que forman parte de la Biblia?
¿Por qué reconocemos el Evangelio de Juan y no el de Judas?

Veamos un poco de historia...

Por el año 605 Antes de Cristo, el Pueblo de Israel sufrió una dispersión o, como se le conoce bíblicamente, una "diáspora". El rey Nabucodonosor conquistó Jerusalén y llevó a los israelitas cautivos a Babilonia, comenzando la "Cautividad de Babilonia” (cf. 2 Reyes 24,12 y 2 Reyes 25,1).

Pero no todos los israelitas fueron llevados cautivos, un "resto" quedó en Israel (cf. 2 Reyes 25,12; 2 Reyes 25,22; Jeremías 40,11; Ezequiel 33,27). También un número de Israelitas no fueron cautivos a Babilonia sino que fueron a Egipto (cf. 2 Reyes 25,26; Jeremías 42,14; Jeremías 43,7).

El rey Ciro de Persia conquistó Babilonia (cf. 2 Crónicas 36,20; 2 Crónicas 36,23) y dio la libertad a los israelitas de regresar a Israel, terminando así su esclavitud. Algunos regresaron a Palestina (cf. Esdras 1,5; 7,28 y Nehemías 2,11) pero otros se fueron a Egipto, estableciéndose, en su mayoría, en la ciudad de Alejandría (fundada por Alejandro Magno en el 322 a.C, que contaba con la biblioteca más importante del mundo en esa época). Así que los judíos estaban disgregados aun después del fin del cautiverio, unos en Palestina y otros en la diáspora, sobre todo en Alejandría. En el tiempo de los Macabeos había mas judíos en Alejandría que en la misma Palestina (cf. 1 Macabeos 1,1)

La Traducción de los Setenta (Septuagésima)

En el siglo III antes de Cristo, la lengua principal de Alejandría, como en la mayor parte del mundo civilizado, era el griego. El hebreo cada vez se hablaba menos, aun entre los judíos (Jesús y sus contemporáneos en Palestina hablaban arameo)Por eso había una gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras.

La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 a.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría. La traducción se realizó a inicios del siglo tercero a.C. y se llamó la Traducción de los Setenta (por el número de traductores que trabajaron en la obra). Comenzando con la Torá, tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir todo lo que es hoy conocido por los católicos como el Antiguo Testamento. Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser más recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos. Se trata de siete libros, llamados hoy deuterocanónicos.

El canon de los Setenta (Septuagésima) contiene los textos originales de algunos de los deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirac) o completamente (Tobit, Judit, Baruc y 1 Macabeos).

El canon de la Septuagésima (Alejandrino) es el que usaba Jesucristo y los Apóstoles

El canon de Alejandrino, con los siete libros deuterocanónicos, era el más usado por los judíos en la era Apostólica. Este canon es el utilizado por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento. 300 de las 350 referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión alejandrina. Por eso no hay duda de que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros deuterocanónicos como parte de su canon (libros reconocidos como Palabra de Dios). Por ejemplo, Orígenes, Padre de la Iglesia (+254), afirmó que los cristianos usaban estos libros aunque algunos líderes judíos no los aceptaban oficialmente.

Los judíos establecen un nuevo canon después Cristo

Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía hizo un nuevo canon hebreo en la ciudad de Jamnia, en Palestina. Ellos querían cerrar el período de revelación siglos antes de la venida de Jesús, buscando así distanciarse del cristianismo. Por eso cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías (433 a.C.). Por lo tanto dejaron fuera del canon los últimos siete libros reconocidos por el canon de Alejandrino.

Pero en realidad no hubo un "silencio bíblico" (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al nacimiento de Jesús. Aquella era la última etapa de revelación antes de la venida del Mesías. Los judíos reconocían el canon alejandrino en tiempo de Jesús. Por eso la Iglesia siguió reconociéndolo.

De esta forma surgieron dos principales cánones del Antiguo Testamento:

1: El canon Alejandrino: Reconocido por los judíos en la traducción de los Setenta al griego. Este canon es el más utilizado por los judíos de tiempo de Cristo y por los autores del Nuevo Testamento. Este canon contiene los libros "deuterocanónicos" y es el reconocido por la Iglesia Católica.

2: El canon de Jamnia: Establecido por judíos que rechazaron el cristianismo y por lo tanto quisieron distanciar el período de revelación del tiempo de Jesús. Por eso rechazaron los últimos 7 libros reconocidos por el canon alejandrino.

XV siglos después de Cristo, Lutero rechaza el canon establecido por la Iglesia primitiva y adopta el canon de Jamnia. Este es el canon que aceptan los Protestantes.

La Vulgata de San Jerónimo

La primera traducción de la Biblia al latín fue hecha por San Jerónimo y se llamó la "Vulgata" (año 383 AD). El latín era para entonces el idioma común en el mundo Mediterráneo. San Jerónimo en un principio tradujo del texto hebreo del canon de Palestina. Por eso no tenía los libros deuterocanónicos. Esto produjo una polémica entre los cristianos de aquel tiempo. En defensa de su traducción, San Jerónimo escribió: "Ad Pachmmachium de optimo genere interpretandi", la cual es el primer tratado acerca del arte de traducir. Por eso se le considera el padre de esta disciplina. Ahí explica, entre otras cosas, el motivo por el cual considera mejor traducir directo del hebreo. San Jerónimo no rechazó los libros deuterocanónicos. La Iglesia aceptó su traducción con la inclusión de los libros deuterocanónicos. Por eso la Biblia Vulgata tiene los 46 libros.

La Iglesia establece el Canon de la Biblia

Es importante entender que la Iglesia fundada por Cristo precede al Nuevo Testamento. Es la Iglesia la autoridad que establece el canon de la Biblia y su correcta interpretación y no al revés, como creen algunos Protestantes. Cuando en el N.T. habla de las "Escrituras" se refiere al A.T. El nombre de "Nuevo Testamento" no se usó hasta el siglo II.

Con el tiempo, un creciente número de libros se presentaban como sagrados y causaban controversia. Entre ellos muchos eran de influencia gnóstica. Por otra parte, algunos, como los seguidores de Marción, rechazaban libros generalmente reconocidos por los Padres. La Iglesia, con la autoridad Apostólica que Cristo le dio, definió la lista (canon) de los Libros Sagrados de la Biblia.

Los concilios de la Iglesia Católica - el Concilio de Hipo, en el año 393 A.D. y el Concilio de Cartago, en el año 397 y 419 A.D., ambos en el norte de África - confirmaron el canon Alejandrino (con 46 libros para el Antiguo Testamento) y también fijaron el canon del Nuevo Testamento con 27 libros.

Para reconocer los libros del Nuevo Testamento los Padres utilizaron tres criterios:
1- que fuesen escritos por un Apóstol o su discípulo.
2- que se utilizara en la liturgia de las iglesias Apostólicas. Ej. Roma, Corintio, Jerusalén, Antioquía, etc.
3- que estuviera en conformidad con la fe Católica recibida de los Apóstoles.

Al no satisfacer estos criterios, algunos evangelios atribuidos a los Apóstoles (ej. Ev. de Tomás, Ev. de Pedro) fueron considerados falsos por la Iglesia y rechazados. Por otra parte fueron aceptados libros (ej. Evangelio de San Juan y Apocalipsis) que por largo tiempo habían sido controversiales por el atractivo que ejercen en grupos sectarios y milenaristas.

La carta del Papa S. Inocencio I en el 405, oficialmente recoge el canon ya fijo de 46 libros del A.T. y los 27 del N.T. El Concilio de Florencia (1442) confirmó una vez más el canon, como lo hizo también el Concilio de Trento.

A la Biblia Protestante le faltan libros

En el 1534, Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán. Pero rechazó los últimos siete libros del A.T. porque estos contradecían sus nuevas doctrinas. Por ejemplo, al quitar los libros de Macabeos, le fue mas fácil negar el purgatorio ya que 2 Macabeos 12, 43-46 da por supuesto que existe una purificación después de la muerte. Lutero dice que Macabeos no pertenece a la Biblia. Sin embargo Hebreos 11,35 (Nuevo Testamento) hace referencia a 2 Macabeos: "Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor". Los únicos en el Antiguo Testamento a quienes se aplica este pasaje es a los mártires macabeos, que fueron torturados por conseguir la resurrección (2 Mac. 7:11, 14, 23, 29, 36).

¡Lutero consideró conveniente optar por el canon de Jamnia que los judíos habían establecido para distanciarse del cristianismo!. Lo prefirió a pesar que le faltaban libros que Jesús, los Apóstoles y la Iglesia desde el principio habían reconocido (ver arriba). Agrupó los libros que quitó de la Biblia bajo el título de "apócrifos", señalando: "estos son libros que no se tienen por iguales a las Sagradas Escrituras y sin embargo son útiles y buenos para leer".

Lamentablemente Lutero propagó sus errores junto con su rebelión. Por esa razón a la Biblia Protestante le faltan 7 libros del AT. Los consideran libros que ellos llaman "apócrifos".

* Tobías
* Judit
* Ester (protocanónico con partes deuterocanónicas)
* Daniel (protocanónico con partes deuterocanónicas)
* I Macabeos
* II Macabeos
* Sabiduría
* Eclesiástico (también llamado "Sirac")
* Baruc

Lutero no solo eliminó libros del Antiguo Testamento sino que quiso eliminar algunos del Nuevo Testamento e hizo cambios en el Nuevo Testamento para adaptarlo a su doctrina.

Martín Lutero había declarado que la persona se salva sólo por la fe (entendiendo la fe como una declaración legal), sin necesidad de poner la fe en práctica por medio de obras. Según él todas las doctrinas deben basarse solo en la Biblia, pero la Biblia según la acomoda e interpreta él. Por eso llegó incluso a añadir la palabra "solamente" después de la palabra "justificado" en su traducción alemana de Romanos 3, 28. También se refirió a la epístola de Santiago como epístola "de paja" porque esta enseña explícitamente: "Veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe". (Ver: Fe y obras; Estado actual del diálogo Católico-Luterano al respecto)

Lutero además se tomó la libertad de separar los libros del Nuevo Testamento de la siguiente manera:

*

Libros sobre la obra de Dios para la salvación: Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, I Pedro y I Juan
*

Otros libros canónicos: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, el resto de las cartas de Pablo, II Pedro y II de Juan
*

Los libros no canónicos: Hebreos, Santiago, Judas, Apocalipsis y libros del Antiguo Testamento.

Gracias a Dios, los Protestantes y Evangélicos tienen los mismos libros que los católicos en el Nuevo Testamento porque no aceptaron los cambios de Lutero para esta parte del canon. Pero se encuentran en una posición contradictoria: Reconocen el canon establecido por la Iglesia Católica para el Nuevo Testamento (los 27 libros que ellos tienen) pero no reconocen esa misma autoridad para el canon del A.T.

Es interesante notar que la Biblia Gutenberg, la primera Biblia impresa, es la Biblia latina (Vulgata), por lo tanto, contenía los 46 libros del canon alejandrino.

El reformador español, Casiodoro de Reina, respetó el canon católico de la Biblia en su traducción, la cual es considerada una joya de literatura. Pero luego Cipriano de Valera quitó los deuterocanónicos en su versión conocida como Reina-Valera.

Posición de la Iglesia Anglicana
Según los 39 Artículos de Religión de la Iglesia de Inglaterra (1563), los libros deuterocanónicos pueden ser leídos para "ejemplo de vida e instrucción de costumbres", pero no deben ser usados para "establecer ninguna doctrina" (Artículo VI). Consecuentemente, la Biblia, versión "King James" (1611) contenía estos libros entre el N.T. y el A.T. Pero Juan Lightfoot (1643) criticó este orden alegando que los "malditos apócrifos" pudiesen ser así vistos como un puente entre el A.T. y el N.T. La Confesión de Westminster (1647) decidió que estos libros, "al no ser de inspiración divina, no son parte del canon de las Escrituras y, por lo tanto, no son de ninguna autoridad de la Iglesia de Dios ni deben ser en ninguna forma aprobados o utilizados más que otros escritos humanos."

Los Concilios modernos confirman el Canon

La Iglesia Católica, fiel a la encomienda del Señor de enseñar la verdad y refutar los errores, definió solemnemente, en el Concilio de Trento, en el año 1563, el canon del Antiguo Testamento con 46 libros siguiendo la traducción griega que siempre habían utilizado los cristianos desde el tiempo apostólico. Enseñó que los libros deuterocanónicos deben ser tratados "con igual devoción y reverencia". Esto fue una confirmación de lo que la Iglesia siempre enseñó.

Esta enseñanza del Concilio de Trento fue una vez más confirmada por el Concilio Vaticano I y por el Concilio Vaticano II (Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Sagrada Escritura). El Catecismo de la Iglesia Católica reafirma la lista completa de los Libros Sagrados, incluyendo los deuterocanónicos.

La Biblia es un regalo del Señor, presentado como obra terminada a través de un largo proceso en el que el Espíritu Santo ha guiado a la Iglesia Católica a la plenitud de la verdad. Por la autoridad de la Iglesia se establece el canon definitivo.

Ante los que quieren introducir libros en el Canon, por ejemplo, el "Evangelio de Judas", los protestantes más conocedores han tenido que recurrir a la autoridad de la Iglesia Católica para declarar que el canon de las Escrituras ha sido fijado en los Concilios del siglo IV y no se puede cambiar.

Oración por los sacerdotes


Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,
que quisiste perpetuarte entre nosotros
por medio de tus Sacerdotes,
haz que sus palabras sean sólo las tuyas,
que sus gestos sean los tuyos,
que su vida sea fiel reflejo de la tuya.
Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres
y hablen a los hombres de Dios.
Que no tengan miedo al servicio,
sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.
Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo,
caminando por las sendas de la historia con tu mismo paso
y haciendo el bien a todos.
Que sean fieles a sus compromisos,
celosos de su vocación y de su entrega,
claros espejos de la propia identidad
y que vivan con la alegría del don recibido.
Te lo pido por tu Madre Santa María:
Ella que estuvo presente en tu vida
estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes.
Amen

San Remigio de Reims, Obispo- 3 de octubre

Para conocer su hagiografía clickear sobre la imagen.

sábado, 2 de octubre de 2010

Los ángeles custodios - Santo Tomás de Aquino


Ahora hay que tratar lo referente a la guarda de los ángeles buenos y a la insidia de los malos. La cuestión referente a la guarda de los ángeles buenos plantea y exige respuesta a ocho problemas:

1. Los hombres, ¿están o no están guardados por los ángeles?
2. A cada hombre ¿le corresponde o no le corresponde un ángel custodio distinto?
3. Dicha guarda, ¿pertenece o no pertenece al último de los órdenes angélicos?
4. A todo hombre, ¿le corresponde o no le corresponde tener un ángel custodio?
5. ¿Cuándo empieza a guardar el ángel al hombre?;
6. El ángel, ¿custodia o no custodia siempre al hombre?-
7. ¿Sufre o no sufre el ángel cuando se pierde el hombre por él custodiado?
8. ¿Hay o no hay discrepancias entre los ángeles por motivos de la custodia?

Artículo 1: Los hombres, ¿están o no están custodiados por los ángeles? lat
Objeciones por las que parece que los hombres no están custodiados por los ángeles:
1. Se asignan guardas a algunos que no saben o no pueden custodiarse a sí mismos, como los niños y los enfermos. Pero el hombre puede guardarse a sí mismo por medio del libre albedrío; y lo sabe también por medio del conocimiento de la ley natural. Por lo tanto, el hombre no es custodiado por el ángel.
2. Donde hay un custodio más fuerte, sobra el más débil. Pero los hombres están bajo la custodia de Dios, según aquello del Sal 120,4: No durmió ni dormirá el que guarda a Israel. Por lo tanto, no hay necesidad de que el hombre sea custodiado por el ángel.
3. La perdición del custodiado se atribuye a la negligencia del que lo guarda; por lo cual se dijo a uno: Defiende a este varón, porque, si cae, será tu vida el precio de la suya (3 Reg 20,39). Pero cada día perecen muchos hombres, cayendo en pecado, en ayuda de los cuales podían venir los ángeles, apareciéndoseles visiblemente, o haciendo milagros, o por medios parecidos. Serían, pues, negligentes los ángeles si estuviesen encomendados a ellos los hombres. Esto es evidentemente falso. Por lo tanto, los ángeles no son custodios de los hombres.
Contra esto: está lo que se dice en Sal 90,11: Enviará a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos.
Respondo: Es evidente que, según el orden de la Providencia divina en todas las cosas, los seres mutables y variables son movidos y gobernados por las inmutables e invariables, como todos los cuerpos por las sustancias espirituales e inmóviles, y los cuerpos terrestres por los celestes, que son sustancialmente invariables. Nosotros mismos tenemos también por regla para las conclusiones, en las que podemos opinar diversamente, los principios, que son invariables. Pues bien, no se puede negar que, respecto al obrar, el conocimiento y afecto del hombre pueden variar mucho y apartarse del bien. Por lo tanto, fue necesario que se destinasen ángeles para la guarda de los hombres, por los cuales fuesen dirigidos y movidos hacia el bien.
A las objeciones:
1. Por medio del libre albedrío puede el hombre evitar el mal hasta cierto punto, pero no indefectiblemente; porque sus múltiples pasiones le debilitan el afecto hacia el bien. Asimismo, el conocimiento universal de la ley natural que posee el hombre naturalmente, le encamina también de algún modo hacia el bien, pero tampoco indefectiblemente, porque, al aplicar los principios universales del derecho a los casos particulares, sucede que comete el hombre muchos errores. Por lo cual se dice en Sab 9,14: Inseguros son los pensamientos de los mortales, y nuestros cálculos muy aventurados. Por eso se hizo necesaria para el hombre la custodia del ángel.
2. Para obrar bien se necesitan dos cosas. 1) Primero, que el afecto tienda al bien. Esto lo hace en nosotros el hábito de la virtud moral. 2) Segundo, que la razón dé con los medios más convenientes para obrar el bien de la virtud. Esto lo atribuye el Filósofo a la prudencia. Pues, en cuanto a lo primero, Dios guarda directamente al hombre, infundiéndole la gracia y las virtudes. Pero, en cuanto a los segundo, guarda Dios al hombre a modo de maestro universal, cuya instrucción llega al hombre por mediación de los ángeles, como dijimos (q.111 a.1).
3. Así como por el afecto al pecado se apartan los hombres del instinto natural del bien, así pueden también desoír las inspiraciones que los ángeles buenos les dan invisiblemente iluminándolos para obrar bien. De ahí que el perderse los hombres no se ha de atribuir a negligencia de los ángeles, sino a la malicia de los hombres. El que alguna vez se aparezcan los ángeles visiblemente a los hombres, fuera del curso ordinario, es por una gracia especial de Dios; como suceden también los milagros fuera del orden de la naturaleza.
Artículo 2: A cada hombre, ¿le corresponde o no le corresponde un ángel custodio? lat
Objeciones por las que parece que a cada hombre no le corresponde un ángel custodio:
1. El ángel es de mayor eficacia que el hombre. Pero un solo hombre basta para custodiar muchos hombres. Por lo tanto, con mayor razón puede un solo ángel custodiar muchos hombres.
2. Los seres inferiores son reducidos a Dios por los superiores por medio de los seres intermedios, como dice Dionisio. Pero, como todos los ángeles son desiguales, según dijimos (q.50 a.4), solamente hay un ángel entre el cual y los hombres no hay algún ángel intermedio. Por lo tanto, es uno sólo el ángel que directamente guarda a los hombres.
3. Los ángeles mayores son destinados a los oficios más elevados. Pero guardar a un hombre no es más elevado oficio que guardar a otro, porque todos los hombres son de igual naturaleza. Por lo tanto, no habiendo más que un ángel que no sea mayor que algún otro, según dice Dionisio, parece que los diversos hombres no son custodiados por ángeles diversos.
Contra esto: está lo que Jerónimo, explicando aquello de Mt 18,10: Sus ángeles en el cielo, dice: Grande es la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia.
Respondo: Angeles diversos están destinados a la custodia de los diversos hombres custodiados. El porqué de esto radica en que la guarda angélica es una ejecución de la divina Providencia sobre los hombres.: Pero la providencia que Dios tiene sobre los hombres es distinta de la que tiene sobre las otras criaturas corruptibles, por tener el hombre y las demás criaturas distinta relación a la incorruptibilidad, pues los hombres no sólo son incorruptibles en cuanto a su especie común, sino también en cuanto a sus propias formas singulares, que son las almas racionales, lo cual no puede decirse de las otras cosas corruptibles. Es evidente, por otra parte, que la providencia de Dios se ocupa principalmente de aquellas cosas que permanecen perpetuamente; en cambio, de las cosas transitorias se ocupa en cuanto las ordena a las perpetuas. Así, pues, la providencia de Dios está en relación con cada uno de los hombres en particular como está en relación con cada uno de los géneros o especies de las cosas corruptibles. Ahora bien, según Gregorio, diversos órdenes angélicos son destinados a los diversos géneros de cosas. Ejemplo: Las Potestades, a ahuyentar a los demonios; las Virtudes, a obrar milagros en las cosas corpóreas; y es también muy verosímil que estén destinados diversos ángeles de un mismo orden a la guarda de las diversas especies de seres. Por lo tanto, es también muy conforme a razón que sean destinados diversos ángeles en particular para la guarda de los diversos nombres.
A las objeciones:
1. A un mismo hombre se le destina guardián por muchos conceptos. Ya sea en cuanto hombre particular, y, bajo este aspecto, para cada hombre se necesita un guardián, y a veces a la custodia de uno solo se destinan varios. O ya sea en cuanto forma parte de una colectividad, y, en este concepto, la guarda de toda la colectividad se encomienda a un solo hombre, al que le corresponde proveer aquellas cosas que se refieren a cada hombre particular en relación con todo el grupo, como son las cosas que hace cada uno exteriormente, de las cuales otros pueden edificarse o escandalizarse. Pero la custodia angélica se destina, además, a los hombres con miras a las cosas invisibles y ocultas que se refieren a la salvación de cada uno en particular en cuanto tales. De ahí que a los diversos hombres se destinen diversos ángeles que les guarden.
2. Como dijimos (q.112 a.3 ad 4), todos los ángeles de la primera jerarquía son directamente iluminados por Dios acerca de algunas cosas, pero hay otras cosas sobre las cuales sólo son iluminados por Dios inmediatamente los ángeles superiores, los cuales las revelan a los inferiores. Y lo mismo se ha de entender de los órdenes inferiores, pues un ángel ínfimo es iluminado en cuanto a algunas cosas por otro supremo; y en cuanto a otras es iluminado por aquel que está inmediatamente sobre él. Y hasta es posible que directamente ilumine a un hombre algún ángel que tiene bajo sí a otros ángeles, a los que ilumina.
3. Aunque los hombres sean iguales en naturaleza, hay entre ellos desigualdad en cuanto que por la divina Providencia unos están destinados a más y otros a menos, conforme a aquello de Ecl 33,11-12: Con su gran sabiduría los distinguió el Señor y les fijó diferentes destinos: a unos los bendijo y los ensalzó, a otros los maldijo y los humilló. Es, pues, más elevado oficio guardar a un hombre que a otro.
Artículo 3: La guarda del hombre, ¿pertenece o no pertenece al último de los órdenes angélicos? lat
Objeciones por las que parece que la custodia del hombre no pertenece sólo al último de los órdenes angélicos:
1. Dice el Crisóstomo que lo dicho en Mt 18,10: Sus ángeles en el cielo, etc., hay que entenderlo no de cualquier ángel, sino de los más eminentes. Por lo tanto, guardan a los hombres los ángeles más eminentes.
2. El Apóstol en Heb 1,14 dice: Los ángeles son enviados para servicio, en favor de los que han de heredar la salvación; de lo cual parece deducirse que la misión de los ángeles se ordena a la guarda de los hombres. Pero cinco órdenes son enviados en ministerio exterior, como dijimos (q.112 a.4). Por lo tanto, todos los ángeles de estos cinco órdenes son destinados a la guarda de los hombres.
3. Para la guarda de los hombres es sobre todo necesario reprimir los demonios; lo cual de modo particular se atribuye a las Potestades, según Gregorio, y obrar milagros, que es lo propio de las Virtudes. Por lo tanto, también estos órdenes son destinados para la custodia, y no sólo el ínfimo.
Contra esto: está el hecho de que la guarda de los hombres se atribuye en Sal 90,11 a los ángeles, cuyo orden es el ínfimo, según Dionisio.
Respondo: Como ya se dijo (a.2 ad 1), la guarda del hombre es de dos clases. 1) Una es custodia particular, según que a cada hombre se destina un ángel custodio distinto; y esta custodia pertenece al ínfimo grado de ángeles, a los que les pertenece, según Gregorio, anunciar las cosas de menor importancia; pareciendo, por otra parte, que el ínfimo entre los oficios de los ángeles es procurar lo que se refiere a la salvación de cada hombre particular. 2) La otra custodia del hombre es la colectiva, a cuya gradación responde la de los diversos órdenes, porque, cuanto más universal es el agente, tanto más superior es. Según esto, la guarda del conjunto de los hombres pertenece al orden de los Principados, o también al de los Arcángeles, que son los príncipes entre los ángeles, por lo cual, a Miguel, que lleva nombre de arcángel, se le llama en Dan 10,13 uno de los príncipes. Después están las Virtudes, que tienen la guarda de todas las naturalezas corpóreas; a las Virtudes siguen las Potestades, que ejercen su dominio sobre los demonios; y, por último, los Principados o las Dominaciones están al cuidado de los espíritus buenos, según Gregorio.
A las objeciones:
1. Las palabras del Crisóstomo pueden entenderse de los ángeles supremos dentro del ínfimo orden, porque, como dice Dionisio, en cada orden hay primeros, medios y últimos. Es también probable que a los ángeles mayores esté encomendada la guarda de aquellos que han sido elegidos por Dios para mayor grado de gloria.
2. No todos los ángeles que son enviados ejercen una custodia particular sobre algún hombre determinado, sino que algunos órdenes la ejercen sobre comunidades de ellos, mayores o menores.
3. Los ángeles inferiores ejercen a veces algunos oficios propios de los superiores, en cuanto que participan algo de los dones de éstos y son respecto de ellos como los ejecutores de su poder. Así es como todos los ángeles del orden ínfimo pueden también reprimir los demonios y obrar milagros.
Artículo 4: A todo hombre, ¿le corresponde o no le corresponde tener un ángel custodio? lat
Objeciones por las que parece que a todo hombre no le corresponde tener un ángel custodio:
1. De Cristo se dice en Flp 2,7: Se hizo semejante a los hombres y en la condición de hombre. Si, pues, todos los hombres tienen un ángel custodio, también Cristo debió tener el suyo. Pero esto parece insostenible, por estar Cristo sobre todos los ángeles. Por lo tanto, no todos los hombres tienen su ángel custodio.
2. El primero de los hombres fue Adán. Pero éste no necesitaba de ángel custodio, al menos en el estado de inocencia, ya que entonces no estaba expuesto a peligros. Por lo tanto, no a todos los hombres se destinan ángeles para su guarda.
3. La razón de destinar ángeles a la guarda de hombres es para que los conduzcan a la vida eterna, los estimulen a obrar bien y los protejan contra las asechanzas de los demonios. Pero los hombres que de antemano sabe Dios que se han de condenar, nunca llegarán a la vida eterna; y los infieles, aunque alguna vez hagan cosas buenas, no obran bien porque no las ejecutan con intención recta, que está dirigida por la fe, como dice Agustín, y, finalmente, la venida del Anticristo será acompañada del poder de Satanás (2 Tes 2,9). Por lo tanto, no se destinan ángeles a la custodia de todos los hombres.
Contra esto: está la autoridad de Jerónimo que ya antes citamos (a.2 sedcontra), y que dice: Cada alma tiene un ángel destinado para su custodia.
Respondo: El hombre se encuentra en la vida presente como en un camino por el que ha de marchar hacia su patria. En este camino le amenazan muchos peligros, tanto interiores como exteriores, según aquello del Sal 141,4: En la senda por donde voy me han escondido una trampa. Por eso, así como a los que van por caminos inseguros se les pone guardias, así también a cada uno de los hombres, mientras camina por este mundo, se le da un ángel que le guarde. Pero cuando haya llegado al término de este camino, ya no tendrá ángel custodio, sino que tendrá en el cielo un ángel que con él reine, o en el infierno un demonio que le torture.
A las objeciones:
1. Cristo, en cuanto hombre, era regido directamente por la Palabra de Dios, no necesitando, por tanto, de la guarda de los ángeles. Además, en cuanto al alma, era bienaventurado, si bien por razón del estado de pasibilidad del cuerpo era viador; pero bajo este aspecto no le era debido un ángel custodio como superior, sino un ángel ministro como inferior. Por eso se dice en Mt 4,11: Se acercaron los ángeles y le servían.
2. En el estado de inocencia, el hombre no tenía ningún peligro interior, porque interiormente todo estaba en él bien ordenado, como se dijo (q.95 a.1.3). Pero le acechaba un peligro exterior, el de las envidias del demonio, como lo demostraron los hechos. Necesitaba, pues, de la guarda de los ángeles.
3. Así como los reprobos y los infieles e incluso el anticristo no están privados del auxilio interior de la razón natural, así tampoco están privados del auxilio exterior concedido por Dios a toda la naturaleza humana, es decir, la guarda angélica. Y aunque este auxilio, de hecho, no les sirva para conseguir por medio de sus buenas obras la vida eterna, les sirve, no obstante, para apartarse de ciertos males con que se podrían perjudicar a sí mismos y a otros, porque incluso los mismos demonios son reprimidos por los ángeles buenos para que no hagan todo el daño que quisieren. Tampoco será permitido al anticristo hacer tanto daño como pretenderá.
Artículo 5: El ángel custodio, ¿empieza o no empieza a guardar al hombre desde el momento de su nacimiento? lat
Objeciones por las que parece que el ángel no empieza a guardar al hombre desde el momento de su nacimiento:
1. Los ángeles son enviados para servicio, en favor de los que han de heredar la salvación, según el Apóstol en Heb 1,14. Pero los hombres comienzan a heredar la salvación al ser bautizados. Por lo tanto, el ángel custodio se asigna al hombre desde el momento del bautismo y no desde el momento de nacer.
2. Los hombres son custodiados por los ángeles en cuanto son iluminados por ellos doctrinalmente. Pero los niños recién nacidos no son capaces de ser adoctrinados, puesto que no tienen uso de razón. Por lo tanto, a los niños recién nacidos no se asignan ángeles custodios.
3. Mientras los niños están en el útero materno tienen en algún tiempo alma racional, como la tienen después de nacer. Pero, mientras están en el útero materno, se cree que no tienen ángeles custodios propios, como tampoco se les confiere en ese tiempo sacramento alguno por los ministros de la Iglesia. Por lo tanto, no se asignan ángeles custodios a los hombres desde el momento de nacer.
Contra esto: está lo que dice Jerónimo: Cada alma tiene señalado su ángel custodio desde el momento de nacer.
Respondo: Como dice Orígenes, sobre esto hay dos opiniones. Pues unos creen que los ángeles custodios se asignan a los hombres al momento de ser bautizados, y otros que al momento de nacer. Por esta segunda opinión se inclina Jerónimo, y no sin razón. Ciertamente que los beneficios conferidos por Dios al hombre en cuanto que es cristiano, comienzan desde el momento del bautismo, como el poder recibir la Eucaristía y otros semejantes; pero los que Dios le otorga en atención a su naturaleza racional, se le confieren desde el momento en que, al nacer, recibe la naturaleza. Ahora bien, según lo dicho (a.1.4), el beneficio del ángel custodio pertenece a la segunda clase. Por lo tanto, desde el momento mismo de nacer tiene el hombre asignado su ángel custodio.
A las objeciones:
1. Mirando al último efecto de la guarda angélica, que es la consecución de la salvación, sólo son enviados eficazmente en ministerio los ángeles custodios de los que consiguen la salvación. Sin embargo, no se niega el ministerio de los ángeles a los demás, aunque no tenga en ellos la eficacia de llevarles a la vida eterna. Es todavía eficaz el ministerio en cuanto que los libra de muchos otros males.
2. La función de custodiar se ordena a la iluminación doctrinal, como a su último y principal efecto. Pero tiene, además, otros muchos efectos que no se excluyen de los niños, tales como reprimir a los demonios e impedir otros daños, tanto espirituales como corporales.
3. Mientras el niño está en el útero materno, no está totalmente separado de la madre, sino que por virtud de cierto ligamen continúa siendo en algún modo algo de ella, como es algo del árbol el fruto que de él pende. No es, pues, improbable que el mismo ángel custodio de la madre guarde también a la prole que ésta lleva en su seno. Pero cuando al nacer se separa de la madre, se le asigna su propio ángel custodio, como dice Jerónimo.
Artículo 6: El ángel, ¿abandona o no abandona alguna vez al hombre? lat
Objeciones por las que parece que los ángeles custodios abandonan al hombre alguna vez:
1. Se dice en Jer 51,9 en persona de los ángeles: Hemos querido curarla, pero no se ha curado, dejémosla. Y en Isa 5,5: Derribaré su cerca, y será hollada, esto es, quitará la guarda de los ángeles, según la Glosa.
2. Más importante es la guarda de Dios que la de los ángeles. Pero Dios abandona alguna vez al hombre, según aquello del Sal 21,2: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Por lo tanto, con mayor razón abandonará al hombre el ángel custodio.
3. Dice el Damasceno: Los ángeles, cuando están aquí con nosotros, no están en el cielo. Pero algunas veces están en el cielo. Por lo tanto, nos abandonan alguna vez.
Contra esto: los demonios están siempre asediándonos, según aquello de 1 Pe 5,8: Vuestro adversario el diablo como león rugiente, anda rondando y busca a quien devorar. Por lo tanto, mucho más los ángeles buenos estarán siempre a nuestro lado.
Respondo: La guarda angélica, como dijimos (a.2), es cierta ejecución de los designios de Dios sobre los hombres. Ahora bien, es cierto que ni el hombre ni cosa alguna se sustrae totalmente de la Providencia divina, porque, en tanto participa algo de la providencia universal en cuanto participa del ser. Pero en tanto se dice que Dios deja a alguno abandonado del orden de su providencia en cuanto permite que tal hombre sufra algún defecto de pena o de culpa. Pues de igual modo se ha de decir también que el ángel custodio nunca se desentiende totalmente del hombre, aunque sí le abandona de algún modo a veces, a saber: en cuanto no impide que caiga bajo alguna tribulación e incluso en pecado, conformándose en esto el ángel con el orden de los juicios divinos. En este sentido se dice que Babilonia y el pueblo israelita fueron abandonados por sus ángeles custodios, porque éstos no impidieron que sufrieran tribulaciones.
A las objeciones:
1-2. La respuesta está incluida en lo expuesto.
3. Aunque alguna vez el ángel se aleja localmente del hombre, nunca le abandona en cuanto al efecto de la guarda, porque incluso desde el cielo sabe lo que le sucede al hombre, y no necesita intervalo para el movimiento local, sino que, instantáneamente, puede acudir a su lado.
Artículo 7: Los ángeles custodios, ¿sufren o no sufren por el mal que le sucede al custodiado? lat
Objeciones por las que parece que los ángeles custodios sufren por el mal que Le sucede al custodiada-,
1. Se dice en Isa 33,7; Llorarán amargamente los ángeles de paz. Pero el llanto es señal de dolor y tristeza. Por lo tanto, los ángeles se entristecen con los males de aquellos a quienes guardan.
2. La tristeza, dice Agustín, lo es de aquellas cosas que suceden a pesar nuestro. Pero la perdición del hombre custodiado es contra la voluntad de su ángel custodio. Por lo tanto, los ángeles se entristecen por la perdición de los hombres.
3. Como la tristeza se opone al gozo, así el pecado a la penitencia. Pero los ángeles gozan cuando el pecador hace penitencia, como se dice en Lc. 15,7. Por lo tanto, se entristecen cuando un justo cae en pecado.
4. A propósito de las palabras de Núm 18,12: todo lo que se ofrece de las primicias, dice Orígenes en su Glosa: Los ángeles son llamados a juicio para saber si por negligencia suya o por abandono de los hombres cayeron éstos en pecado. Pero con razón se duelen todos de aquellos males por los que son llamados a juicio. Por lo tanto, los ángeles se duelen de los pecados de los hombres.
Contra esto: donde hay tristeza y dolor, no hay dicha completa. Por eso se dice en Apoc 21,4: No habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor alguno. Pero los ángeles son completamente dichosos. Por lo tanto, de nada se duelen.
Respondo: Los ángeles no sufren ni por los pecados ni por las penas de los hombres. La tristeza y el dolor no son, dice Agustín, sino de aquello que sucede contra la voluntad. Pero nada sucede en el mundo contra la voluntad de los ángeles ni de los demás bienaventurados, porque su voluntad está perfectamente conforme al orden de la justicia divina, y nada se hace en el mundo sino aquello que es hecho o permitido por la justicia divina. Por eso, hablando en absoluto, nada acontece en el mundo contra la voluntad de los bienaventurados. Efectivamente, se denomina voluntario simplemente o en absoluto, según el Filósofo en III Ethic., aquello que alguno quiere de hecho al obrar en concreto después de consideradas todas las circunstancias, si bien no sería voluntaria tal cosa considerada sin esas circunstancias. Ejemplo: El navegante rehusa arrojar las mercancías al mar si considera tal acto sólo en absoluto y en abstracto, pero, ante la inminencia del peligro para su salvación, quiere tal acto, por lo cual tal acción es voluntaria más que involuntaria.

De igual modo, los ángeles no quieren los pecados y las penas de los hombres mirando esto en absoluto y en abstracto. Quieren que se guarde en esto el orden de la justicia divina, según el cual algunos sufren castigos y se les tolera el pecar.
A las objeciones:
1. Las palabras de Isaías pueden entenderse de aquellos ángeles o mensajeros de Ezequías que lloraron al oír las palabras de Rabsaces, y que se menciona en Is 37,2ss. Esto en cuanto al sentido literal. Pero, según el sentido alegórico, los ángeles de paz son los apóstoles y otros predicadores, que lloran por los pecados de los hombres. Y si estas palabras se quieren entender de los ángeles buenos, según el sentido anágogico, entonces son una expresión metafórica para expresar que los ángeles quieren la salvación de los hombres, considerada ésta sólo en sí misma. De este modo se atribuyen efectivamente a Dios y a los ángeles las pasiones de este género.
2. La respuesta está incluida en lo expuesto.
3. Tanto en la penitencia de los hombres como en el pecado, queda siempre una razón de gozo para los ángeles, esto es, el cumplimiento de los designios divinos.
4. Los ángeles son llamados a juicio por los pecados de los hombres, no como reos, sino como testigos, para convencer a los hombres de su dejadez.
Artículo 8: Entre los ángeles, ¿hay o no hay discrepancias por motivo de la custodia? lat
Objeciones por las que parece que entre los ángeles no pueden haber discrepancias ni discordia:
1. Se dice en Job 25,2: El mantiene la paz en sus alturas. Pero la lucha se opone a la paz. Por lo tanto, entre los ángeles del cielo no hay lucha.
2. Donde hay perfecta caridad y justa prelacia no puede haber lucha. Pues ambas cosas existen en los ángeles. Por lo tanto, no hay entre ellos discrepancia.
3. Si se dice que los ángeles luchan por aquellos a quienes guardan, es preciso que un ángel favorezca a una parte y otro a otra. Pero, si de una parte está la justicia, de la otra estará, por el contrario, la injusticia. Se seguirá, pues, que un ángel bueno sea promotor de la injusticia. Esto es inadmisible. Por lo tanto, no hay discrepancia entre los ángeles buenos.
Contra esto: está lo que se dice en Dan 10,13, en persona del arcángel Gabriel: El príncipe del reino de los persas me ha resistido por veintiún días. Pero este príncipe de los persas era el ángel custodio del reino persa. Luego un ángel bueno resiste a otro. Por lo tanto, hay discrepancia entre ellos.
Respondo: Se suscita esta cuestión con ocasión de las citadas palabras de Daniel. Jerónimo las explica diciendo que el príncipe del reino de los persas era el ángel que se opuso a la liberación del pueblo israelita, por el que oraba Daniel, cuyas preces presentaba a Dios Gabriel. Esta resistencia pudo tener lugar porque algún príncipe de los demonios indujera a pecar a los judíos conducidos a Persia, por lo cual se ponía impedimento a la oración de Daniel, que oraba por aquel pueblo.

En cambio, según Gregorio en XVII Moral., el príncipe del reino de los persas fue un ángel bueno, el ángel custodio de aquel reino. Para comprender, pues, cómo un ángel discrepa con otro, hay que tener presente que los divinos juicios se ejercen sobre diversos reinos y diversos hombres por medio de los ángeles. Estos se rigen, en sus acciones, por el juicio divino. Pero a veces sucede que hay contrarios méritos o deméritos en los diversos reinos o en los diversos hombres, por lo que tienen que someterse o ser mandados unos por otros. Cuál es en estos casos el orden de la divina Sabiduría, no pueden saberlo los ángeles sin que Dios se lo revele. Por eso necesitan consultar sobre ello a la Sabiduría de Dios. Se dice que discrepan entre sí en cuanto que consultan a la voluntad divina acerca de méritos contrarios e incompatibles entre sí, no porque sus respectivas voluntades sean contrarias, pues todos están acordes en que se cumpla la sentencia divina, ni porque los intereses sobre los que consultan sean incompatibles.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.

Santos Angeles Custodios de Pueblos o Naciones

Los grandes teólogos de la Iglesia Católica han sostenido, como presentada en la Sagrada Escritura, la doctrina de que la Divina Providencia ha encomendado a un Angel, la custodia y protección de cada pueblo o nación.

Estas son palabras de Mons. Leopoldo Eijo Garay, Obispo de Tuy, "Novena al Santo Angel Custodio de España", Madrid, 1917, imprenta Enrique Teodoro, 105 páginas.

Comentando sobre el capitulo décimo de la profecía de Daniel los Padres y escritores católicos toman ocasión de aquellas palabras “el Príncipe del Reino de los Persas, el Príncipe de los Griegos y el Príncipe de los Judíos” para exponer la común doctrina de que la Divina Providencia ha encomendado a la custodia y protección de un Angel cada uno de los pueblos o naciones.

“Que cada Nación tiene su propio Angel Custodio lo afirma la Escritura” dice Teodoreto. “Unos Angeles están al frente de las naciones, otros acompañan a cada uno de los fieles” afirma San Basilio.

Además de la contemplación de Dios que los beatifica, los buenos ángeles están ocupados en la guarda de la Iglesia, de las naciones y de los individuos; cada pueblo tiene su Angel al frente, dicen San Gregorio, Casiano y San Isidoro.

San Cirilo se hace eco autorizado de la general creencia de que cada Reino tiene un ángel particularmente encargado de guiarle.

San Gregorio Nacianceno, el Niseno, San Juan Crisóstomo enseñan que a cada Nación ha sido dado un Angel Guardián que la protege e inspira santos pensamientos a los que guía.

San Jerónimo, San Hilario y San Ambrosio describen al ángel de cada Reino intercediendo por sus hijos y cubriéndoles con su protección.

San Juan Damasceno dice de ellos: “Mensajeros y ministros de Dios ejecutan su voluntad, se muestran a veces a los hombres, están destinados para guardianes de ciertas regiones de la tierra, de ciertas naciones; se ocupan de nuestros intereses y nos prestan auxilio.”

Santos Angeles Custodios - 2 de Octubre

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viernes, 1 de octubre de 2010

Su Santidad visitará República Dominicana y Puerto Rico en 2011


El papa visitará la República Dominicana en 2011 para participar en la celebración de los 500 años de la diócesis de La Vega (norte), en un viaje en el también recorrerá Santo Domingo y Puerto Rico, informó hoy una fuente del obispado.

SS Benedicto XVI recorrerá el municipio de La Vega, especialmente el Santo Cerro, la Ruina de La Vega Vieja, la Catedral de la Concepción y otros monumentos históricos.

El pontífice también oficiará en La Vega una eucaristía con motivo de la conmemoración de la creación de la diócesis, que tuvo lugar el 8 de agosto de 1511 por el papa Julio II.

Durante el viaje también se conmemorará el establecimiento, hace 500 años, de las diócesis de Santo Domingo y Puerto Rico.

El pasado mayo, el presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández, adelantó, tras reunirse con el papa en el Vaticano, que el pontífice tenía la intención de visitar el país caribeño el próximo año "si su salud y las circunstancias lo permiten".

El obispo de Roma envió durante aquella reunión sus bendiciones al pueblo dominicano, al que deseó paz, prosperidad y progreso, al tiempo que resaltó ante Fernández que fue en Santo Domingo donde se formaron las primeras diócesis del Nuevo Mundo.

De concretarse el viaje, Benedicto XVI será el segundo papa en visitar la República Dominicana tras Juan Pablo II, que lo hizo en tres ocasiones.

Santo Domingo fue la primera ciudad no italiana que visitó Juan Pablo II, el 25 de enero de 1979, y volvió el 12 de octubre de 1984 para abrir los actos conmemorativo del V centenario del comienzo de la evangelización de América.

Su tercera visita fue del 9 al 14 de octubre de 1992, para presidir la asamblea general del Cela.

Santa Teresa del Niño Jesús y su caridad con el prójimo


Si me amáis, guardaréis mis mandamientos (Jn. 14, 95). Esto os mando: que os améis unos a otros (Ib. 15, 17). Mis mandamientos se reducen a uno: amaos los unos a los otros. Estos dos amores, amor de Dios y amor del prójimo, son inseparables.

Así lo comprendió Teresa. Oigamos sus confidencias:

Procuraba ante todo amar a Dios, y amándole a El comprendí el deber de la caridad en toda su extensión». «Cuando más unida estoy a Jesús, más amo a todas mis Hermanas». Había comprendido a su Maestro. Jesús ama a Dios su Padre, y en virtud de ese amor ama también a los hombres, porque el Padre los ama, y se entrega por ellos. Quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso (1 Jn. 4, 20). La razón es muy sencilla: ¿Pues quien no ama al prójimo a quien ve, cómo amará a Dios, a quien no ve?

Amar a Dios, que nos ama; amar a los hombres porque Dios los ama; es la esencia del Evangelio. Teresa lo comprendió y lo vivió.

Aquí palpamos la identidad de la ley de la renuncia y de la ley del amor en el espíritu del Evangelio y en el alma de Teresa. Observar la ley de la caridad es renunciarse a sí mismo, a fin de vivir para los demás.

La Sabiduría evangélica, que tan bien entendió Teresa, se reduce a una palabra: ¡Amor! Amor a Dios y, en El, a todos los hombres. La caridad es la plenitud de la ley (Rom. 13, 10). Pero, notémoslo, la práctica de esta Sabiduría es humilde y modesta. Condición esencial para que nuestra caridad sea real y no imaginaria, para que exista no en fórmulas y palabras, sino de hecho y en verdad. No amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y de verdad (1 Jn. 3, 18).

En nuestra vida real, nuestras relaciones con el prójimo, con nuestros hermanos, se reducen a una serie de circunstancias vulgares, insignificantes, de pequeños detalles; en ellos hemos de practicar la caridad, el olvido propio. Desperdiciar esas ocasiones es exponerse a vivir de ilusión, reduciendo nuestra caridad al terreno de la teoría. Al contrario, la verdadera práctica de la caridad consiste en estar alerta para descubrir y aprovechar esas pequeñeces. Así lo hizo Teresa, entregándose a sí misma y sobrellevando a los demás.

Veamos su caridad bajo este doble aspecto: entrega de si; paciencia con el prójimo.

1. Don de sí.

Con verdadero gusto os presento este botón de muestra: «Una palabra, una sonrisa amable, basta muchas veces para que un alma triste se desahogue». Nada más a nuestro alcance que esta forma de vivir el don total.

Otro detalle: «Mis mortificaciones consistían en romper mi voluntad, siempre dispuesta a imponerse; en no replicar; en hacer pequeños servicios sin darlo importancia». O bien: «Si me cogen una cosa de mi uso, no debo dar a entender que lo siento, sino, al contrario, mostrarme feliz de que me hayan desembarazado de ella». Estos rasgos tan insignificantes nos revelan la delicadeza de su caridad. Y nos enseñan que esta virtud implica el olvido propio. Y eso es lo que de ordinario nos falta. Aun en el deseo de practicar la caridad nos mueve a veces el secreto afán de parecer caritativos.

Nada de eso se advierte en nuestra Santa: «No debo ser complaciente para parecerlo o para ser correspondida». Y recuerda las palabras de nuestro Señor: Y si hacéis bien a los que bien os hacen, ¿ qué mérito es el vuestro? Puesto que aun los pecadores hacen lo mismo (Lc. 6, 33). Qué sugerente es su interpretación de estas otras palabras del Maestro: Al que te pida, dale..., y al que quisiera quitarte la túnica, alárgale también la capa (Mt. 5, 40). ¿Qué entendemos por «alargar la capa»? Dice Teresa: «Renunciar a los más elementales derechos; considerarse esclavo de los demás». Esto es puro Evangelio. Y, notémoslo, Teresa se da cuenta de que, «lejos de agradecer sus servicios, abusarán quizá de su amabilidad. Fácilmente cargarán de trabajo a las que siempre están dispuestas a ayudar».

¿Cuál será su conclusión práctica? Merece la pena subrayarlo: «No debo alejarme de las Hermanas que fácilmente me piden favores». Conoce los subterfugios del egoísmo y recuerda las palabras del Maestro: No tuerzas tu rostro al que pretende de ti algún préstamo (Mt. 5, 42). Nada tiene, pues, de extraño que se imponga como regla de conducta: «No basta dar al que me pida; es menester adelantarme y mostrarme muy honrada de que me pidan un favor».

Citemos un rasgo de cómo vivió nuestra Santa este principio. Había en el Carmelo una Hermana anciana y enferma que apenas podía andar. Era difícil contentaría; había que sostenerla por detrás, por delante; andar ni demasiado de prisa ni demasiado despacio; en llegando al refectorio había que instalarla de cierta manera, recogerle las mangas a su modo, disponer los cubiertos, cortar el pan también a su modo. La pobre enferma se quejaba constantemente. Teresa se ofreció a ayudarla y se hizo su esclavita. Y con paciencia llegó a hacer sonreír a la pobre Hermana. Qué ejemplo tan sugestivo! Para conquistar las almas no bastan los ademanes correctos, pero fríos; es preciso amarlas, es preciso entregarse. En eso consiste la caridad, en el don de sí, en el olvido propio. Es la enseñanza de Jesús en el Evangelio. ¡Y qué bien la comprendió Teresa!

2. Soportar a los demás.

El olvido propio, es decir, la caridad, exige con el don total de sí mismo la benevolencia con el prójimo. La práctica de la caridad no será perfecta si no soportamos pacientemente al prójimo. «Pacientemente». No olvidemos que la paciencia es la raíz de toda virtud. San Pablo comienza el elogio de la caridad con estas palabras: La caridad es paciente (1 Cor. 13, 4).

La primera condición necesaria para practicar la caridad es resolverse a ser paciente cueste lo que cueste. Paciencia con todos y en todo; es preciso sufrir las flaquezas del prójimo, carácter, defectos, faltas, imperfecciones. Vemos cómo supo Teresa ejercitar esta virtud. Dejémosle la palabra.

Santa Teresa del Niño Jesús sentía una antipatía natural muy acentuada hacia una Hermana que tenía el don de desagradarle en todo. Para no dejarse llevar de sus sentimientos se valió de un medio ingenioso durante muchos meses, hasta conseguir una victoria completa. «Procuraba -dice la Santa- hacer por esta Hermana lo que haría por la persona más querida. Cada vez que la encontraba pedía a Dios por ella; no contenta con esto, procuraba prestarle cuantos servicios pudiera, y cuando se sentía tentada de contestarle bruscamente, le dirigía su más amable sonrisa. Con frecuencia, al yerme tentada con mayor violencia, para que ella no se apercibiera de mi lucha interna, huía como un soldado desertor». Y confiesa alegremente «que este medio, poco honroso quizá, le dio un gran resultado».

El ejemplo es típico. La Hermana en cuestión tenía el don de desagradar a Teresa «en todo». Este «todo» es categórico. La táctica de la Santa en este caso es aleccionadora: toma la ofensiva. No se contenta con evitar las manifestaciones exteriores de su antipatía natural, es decir, de sus impresiones egoístas. Para vencerse totalmente extrema las demostraciones de simpatía y de afecto. De hecho, esta táctica es la más eficaz y la más fácil; sólo ella proporciona al alma entusiasmo y alegría; la alegría del amor plenamente satisfecho. La victoria fue completa, tanto que su hermana mayor, María, le reprochó que amase a la religiosa en cuestión más que a sus propias hermanas, y aun la misma interesada, que naturalmente le era tan antipática, llegó a creer que era su mejor amiga. ¡Así combaten los santos!

Fácilmente comprenderemos, pues, las siguientes palabras de Teresa: «He comprendido que la verdadera caridad consiste en soportar los defectos del prójimo, en no extrañarse de sus debilidades». Pero Teresa no se contenta con esto. Su mirada, iluminada por el amor, ve en esas flaquezas del prójimo otros tantos instrumentos que Dios le depara para liberarla de si misma, de su amor propio, de su egoísmo. Consecuente con esta idea, pidió y obtuvo que la pusieran en la ropería, bajo la dependencia de una Hermana que, por su carácter difícil, inevitablemente -Teresa lo sabía- había de hacerla sufrir mucho. El resultado fue el mismo: la victoria o, mejor, una serie de victorias.

Conocía el valor de este consejo que daba a las Novicias: «Cuando sintáis una violenta aversión hacia una persona, pedid a Dios la recompense, porque os ocasiona sufrimiento. Este es el mejor medio de recuperar la paz». Si comprendiésemos el poder santificador de la paciencia, reconoceríamos que las personas que nos hacen sufrir tienen derecho a nuestra gratitud.

Es defecto bastante común que cuando vemos una culpa o equivocación en el prójimo nos empeñamos en hacérselo ver. Veamos qué piensa la Carmelita de Lisieux de estas impaciencias disfrazadas: «Querer persuadir a nuestras Hermanas de que son culpables, aun cuando esto sea cierto, no es buena táctica. No hemos de ser jueces de paz, sino ángeles de paz». Esta palabra, «ángel de paz», es muy evangélica, aun cuando no figure en el Evangelio.

La joven Maestra de Novicias sabia, por otra parte, que quienes desempeñan ciertos cargos tienen el deber de reprender, de corregir, de orientar a las almas. Ella lo hacía. Pero ¡con qué delicadeza! A impulsos de su caridad, curaba y fortalecía a las almas enfermizas. «Siento -escribía- que debo compadecerme de las enfermedades espirituales de mis Hermanas, como usted, Madre, se compadece de mi enfermedad física». La Santa estaba por entonces enferma, y los cuidados que le prodigaba su Madre Priora le sugerían esta reflexión.

¡Cuánta psicología sobrenatural y evangélica encierra esta su regla de dirección! « ¡Con cuántas precauciones hay que tratar a las almas que sufren! A veces, inconscientemente, se las hiere por falta de miramientos, por desatenciones o procederes poco delicados, cuando sería necesario prodigarles toda clase de alivios».

¡Qué aroma de Evangelio respiran estas reflexiones! Práctica del Evangelio en el contacto con las mínimas circunstancias de la vida real, de la vida cotidiana; práctica del Evangelio continua, ininterrumpida. Paciencia, comprensión con el prójimo; he ahí la caridad de Cristo.

Un último rasgo, que 'pone de relieve las delicadezas de la Santa, muestra al mismo tiempo cuánto le costaban las victorias de la caridad, lo cual no deja de ser alentador. Se trata de una Hermana que en la oración no cesa de menear el rosario, con el ruidito consiguiente. «Hubiera querido -dice- volver la cabeza (quién no lo hubiera hecho) para mirar a la interesada a fin de que cesara el ruidito. Pero comprendí que era mejor sufrirlo pacientemente para evitar a la Hermana una pena.» Y añade: «Procuraba, pues, quedarme quieta, pero a veces me inundaba el sudor y mi oración era de sufrimiento y de lucha.» Teresa hubiera sucumbido en ella si su caridad no le hubiera sugerido una estratagema eficaz, infantil quizá, pero que puede ser un recurso en casos análogos. «Procuraba aficionarme a ese ruidito desagradable. En lugar de esforzarme en no oírlo cosa imposible-, lo escuchaba atentamente como si se tratara de un maravilloso concierto. Y mi oración, que ciertamente no era de quietud, se reducía a ofrecer ese concierto a Jesús».

¿Ingenuidad? ¿Puerilidad? Quizá; pero no hemos de olvidar que de los niños es el reino de los cielos.

De creer es que la ofrenda de este concierto fue grata a Jesús. Nada es pequeño si tiene por móvil la caridad. Esa es la infancia evangélica. Y Teresa lo ha comprendido.

Tomado de http://www.lluviaderosas.com/santa_teresita/index.php

Festividades en honor a Santa Teresita


El sábado 2 de octubre culminan las fiestas patronales en honor a Santa Teresita del Niño Jesús, en la capilla ubicada en avenida Güemes entre Ayacucho y Caseros, en la ciudad capital argentina. Las mismas dieron inicio el lunes 27 de septiembre, bajo el lema “Los sacramentos, signos sensibles y eficaces de la gracia”.

Viernes 1 de octubre: Sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos. Intención: Para que encontremos en Jesucristo el perdón y la paz.
Sábado 2 de octubre. Sacramento del Orden Sagrado.

18.00- Procesión con la Imagen de Santa Teresita por avenida Güemes, calles Caseros, La Rioja, Ayacucho y avenida Güemes.

18.30- Santa Misa.
Intención: Por la santificación de los sacerdotes, el aumento de las vocaciones y la perseverancia de los seminaristas

Santa Teresita del Niño Jesús - 1 de octubre


Para conocer su hagiografía clickear sobre la imagen.
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