sábado, 30 de marzo de 2013

Agarrar a Cristo - San Agustín de Hipona

"Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quién el Padre envió y consagró al mundo, ¿decís vosotros: ¡blasfemas! porque he dicho: “Soy Hijo de Dios?" (Juan 10,35-36) ¿De hecho, si Dios habló a los hombres para que sean llamados dioses, cómo la Palabra de Dios, el Verbo que está en Dios, no es Dios? Si los hombres, porque Dios les habla, son hechos partícipes de su naturaleza y llegan a ser dioses, ¿Cómo esta Palabra, de la que les viene este don, no es Dios?... Tú, tú te acercas a la Luz, y la recibes, y te cuentas entre los hijos de Dios; si te alejas de la luz, te oscureces, y te cuentas entre los hijos de las tinieblas (cf 1Tes. 5,5)...

    "Creed a las obras. Para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” El Hijo de Dios no dice “el Padre está en mí y yo en el Padre" en el sentido en que los hombres pueden decirlo. En efecto, si nuestros pensamientos son buenos, estamos en Dios; si nuestra vida es santa, Dios está en nosotros. Cuando participamos en su gracia y cuando somos iluminados por su luz, estamos en Él y Él en nosotros.

    Mas reconoce lo que es propio del Señor y lo que es un don hecho a su servidor. Lo que es propio del Señor es la igualdad con el Padre; el don concedido al servidor, es participar en la Salvación. "Entonces intentaron detenerlo" ¡Si sólo lo habían detenido, pero la fe y la inteligencia, y no para atormentarlo y matarlo! En este momento en que os hablo, todos, vosotros y yo, queremos detener a Cristo. ¿Prenderlo, en qué sentido? Vosotros lo acogéis cuando lo comprendéis. Pero los enemigos de Cristo buscaban otra cosa. Vosotros lo agarráis para poseerlo, ellos querían detenerlo para desembarazarse de Él. Y porque querían detenerlo de esta manera, ¿qué hace Jesús? "Se escabulle de sus manos". No pudieron detenerlo, porque no tenían las manos de la fe... Verdaderamente agarramos a Cristo si nuestro espíritu acoge al Verbo.   


San Agustín (354-430), obispo de Hipona (Norte de África) y doctor de la Iglesia. Sermón sobre el evangelio de Juan, n° 48, 9-11; CCSL 36, 417

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