viernes, 1 de julio de 2011

Evangelio del día 1 de julio de 2011


Evangelio según San Mateo 11,25-30. El Sagrado Corazón de Jesús - Solemnidad

En esa oportunidad, Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana".

Comentario:

"Viendo que Jesús estaba muerto..., uno de los soldados con su lanza, le atravesó el costado; y salió sangre y agua" (Jn 19,33-34) - San Buenaventura



Han taladrado no sólo sus manos y pies (Sal 21,17), sino también atravesaron su costado y han abierto el interior de su corazón santísimo que ya se había herido por la lanza del amor... Acerquémonos, y estremezcámonos, nos alegraremos en ti, recordando tu corazón. ¡Qué dulzura, qué delicia convivir en este corazón! (cf Sal 132,2). Tu corazón, ¡oh buen Jesús!, es un verdadero tesoro, una perla preciosa, que hemos encontrado profundizando en el conocimiento de tu cuerpo (Mt 13,44-45). ¿Quién la rechazaría? Más bien, lo daría todo; a cambio, entregaré todos mis pensamientos y todos mis deseos para obtenerla, depositando todas mis preocupaciones en el corazón del Señor Jesús, y sin duda este corazón me alimentará.
En este templo, en este «santa santorum», ante esta arca de la alianza (1R 6,19), adoraré y alabaré el nombre del Señor, diciendo con David: "He encontrado mi corazón para pedir al Señor» (2S 7,27). Y yo, he encontrado el corazón de Jesús, mi Rey, mi hermano y mi tierno amigo. Y yo ¿no rezaré? Ciertamente rezaré. Porque su corazón está conmigo, le diré con audacia, e incluso más: porque Cristo está verdaderamente a mi lado, como mi jefe, mi cabeza (Col 1,18), ¿no estará conmigo?... Este corazón divino es mi corazón; está verdaderamente en mi. Realmente, con Jesús dispongo mi corazón. ¿Qué tiene de extraño esto? La «multitud de creyentes" formaban «un solo corazón" (Hchos. 4,32).
Habiendo encontrado, muy dulce Jesús, este corazón, que es el tuyo y el mío, te rezaré a ti que eres mi Dios. Recibe mis oraciones en este santuario donde te nos escuchas, o más bien, atráeme enteramente hacia tu corazón... Tú puedes hacerme pasar por el agujero de una aguja, después de haberme hecho depositar el peso de esta carga que llevo sobre los hombros (Mt 19,24; 11,28). Jesús, el más hermoso de toda la belleza humana, lávame aún más de mi inequidad y purifícame de mis pecados (Sal 44,3; 50,4) para que, purificado por ti, me pueda me acercar a ti que eres más puro, que merezca «habitar todos los días de mi vida» en tu corazón y pueda siempre ver y realizar tu voluntad (Sal. 26,4 ss).

San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia La Viña mística, §8-9

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