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lunes, 1 de abril de 2013

Evangelio del día 1 de abril de 2013






Evangelio según San Mateo 28,8-15. Lunes de la Octava de Pascua


Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.


Comentario:



“Id, avisad a mis hermanos (...). Allí me verán.” - San Pedro Crisólogo



   El ángel dijo a las mujeres (...): “Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis”. “Ya os lo he dicho” (Mateo 28,7). Al decir esto, el ángel no se dirigía a María Magdalena ni a la otra María, sino que a estas dos mujeres, Él encomendaba la misión para la Iglesia, él estaba enviando a la Esposa en busca del Esposo.

    Mientras ellas se marchaban, el Señor salió a su encuentro y las saludó diciéndoles: “Os saludo, alegraos” (griego)... Él le había dicho a sus discípulos: “No saludéis a nadie en el camino” (Lucas 10,4); ¿cómo es que en el camino Él acudió al encuentro de estas mujeres y las saludó con tanta alegría? Él no espera ser reconocido, no busca ser identificado, no se deja cuestionar, sino que se adelanta con gran ímpetu hacia este encuentro...

    Esto es lo que provoca la fuerza del amor; ésta fuerza es más fuerte que todo, la que todo sobrepasa. Al saludar a la Iglesia, es al mismo Cristo al que saluda, porque Él la ha hecho suya, ésta es su carne, su cuerpo, como lo atestigua el apóstol Pablo: “Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia” (Col. 1,18). Sí, es a la Iglesia en su plenitud a la que personifican estas dos mujeres... Él dispone que estas mujeres ya han alcanzado la madurez de la fe: ellas dominaron sus debilidades y se apresuraron hacia el misterio, ellas buscan al Señor con todo el fervor de su fe. Este es el motivo por el que merecen que Él se entregue a ellas al ir a buscarlas y decirles: “Os saludo, alegraos”. Él les deja no solo tocarle, sino también aferrarse a Él en la misma medida de su amor... Estas mujeres son en el seno de la Iglesia, un ejemplo de predicación de la Buena Noticia.


San Pedro Crisólogo (c.406-450), arzobispo de Ravenna, doctor de la Iglesia. Sermón 76,2-3; CCL 24A, 465-467

lunes, 30 de julio de 2012

San Pedro Crisólogo - 30 de julio


Para conocer su hagiografía clickear sobre la imagen.

domingo, 17 de junio de 2012

Evangelio del día 17 de junio de 2012


Evangelio según San Marcos 4,26-34. Undécimo Domingo del tiempo ordinario


Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra".
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.


Comentario:


"Más cuando se la siembra, crece y sobrepasa a las demás hortalizas" - San Pedro Crisólogo


Hermanos, habéis aprendido cómo el Reino de los cielos, con toda su grandeza, se compara a un grano de mostaza... ¿Es esto lo que los creyentes esperan? ¿Lo que los fieles entienden ?... «¿Es lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre puede entender ?... ¿Es lo que promete el apóstol Pablo y que ha estado reservado en el misterio inexplicable de salvación, para aquellos que le aman?» (1Co 2,9). No nos dejemos desconcertar por las palabras del Señor. Si, en efecto, "la debilidad de Dios es más fuerte que el hombre, y si la locura de Dios es más sabia que el hombre" (1Co 1,25), esta pequeña cosa, que es propiedad de Dios, es más espléndida que toda la inmensidad del mundo. Nosotros solamente podemos sembrar en nuestro corazón esta semilla de mostaza, de modo que llegue a ser un gran árbol del conocimiento (Gn 2,9), sobrepasando su altura para elevar nuestro pensamiento hasta el cielo, y desplegando todas las ramas de la inteligencia...

Cristo es el Reino. A manera de una semilla de mostaza, ha sido sembrado en un jardín, el cuerpo de la Virgen. Creció y llegó a ser el árbol de la cruz que cubre la tierra entera. Después de que hubiera sido triturado por la Pasión, su fruto produjo bastante sabor para dar su buen gusto y su aroma a todos los seres vivos que lo tocan. Porque, mientras la semilla de mostaza permanezca intacta, sus virtudes quedan escondidas, pero despliegan toda su potencia cuando la semilla es molida. De igual modo, Cristo quiso que su cuerpo fuera molido para que su fuerza no quede escondida... Cristo es rey, porque es el principio de toda autoridad. Cristo es el Reino, porque en él reside toda la gloria de su reino.


San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 98, 1-2; CCL 24A, 602

sábado, 2 de junio de 2012

Evangelio del día 2 de junio


Evangelio según San Marcos 11,27-33. Sábado de la octava semana del tiempo ordinario


Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?".
Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'. ¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas".


Comentario:


«Vino Juan el Bautista... y vosotros no creísteis su palabra» (Mt 21,32)- San Pedro Crisólogo



Juan Bautista enseña con palabras y obras. Verdadero maestro, que muestra con su ejemplo, lo que afirma con su lengua. La sabiduría hace al maestro, pero es la conducta lo que da la autoridad... Enseñar con obras es la única regla de aquellos que quieren instruir. Enseñar con palabras es la sabiduría; pero cuando se pasa a las obras, es virtud. El verdadero conocimiento está unido a la virtud: es esta, solo esta la que es divina y no humana...

"En aquellos días, se manifiesta Juan Bautista, proclamando en el desierto de Judea:"Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos"(Mateo 3:1-2). "Convertíos" ¿Por qué no dice: "Alegraos"? "Alegraos, más bien, porque las realidades humanas dan paso a las divinas, las terrestres a las celestes, las temporales a las eternas, el mal al bien, la incertidumbre a la seguridad, la tristeza a la felicidad, las realidades perecederas a aquellas que permanecen para siempre. El reino de los cielos está cerca. Convertíos".

Que tu conducta de conversión sea evidente. Tú que has preferido lo humano a lo divino, que has querido ser esclavo del mundo, en vez de vencer al mundo con el Señor del mundo, conviértete. Tú que has huido de la libertad que las virtudes te hubieran procurado, ya que has querido someterte al yugo del pecado, conviértete, conviértete de verdad, tú que por miedo a la Vida, estás condenado a muerte.


San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 167; CCL 248, 1025; PL 52, 636

jueves, 12 de abril de 2012

Evangelio del día 12 de abril de 2012


Evangelio según San Lucas 24,35-48. Jueves de Pascua


Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto.


Comentario:


«Tócame y mira» - San Pedro Crisólogo


Después de la resurrección, como el Señor había entrado con todas las puertas cerradas (Jn 20,19), los discípulos no creían que había recuperado la realidad de su cuerpo, sino suponían que sólo su alma había regresado bajo una apariencia corporal, como las imágenes que se presentan a los que tienen en su sueño. "Creían que veían un espíritu "...
"¿Por qué estáis turbados, y por qué tenéis pensamientos inquietantes en vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies". Ved, es decir: estad atentos. ¿Por qué? Porque no es un sueño lo que estáis viendo. Ved mis manos y mis pies, ya que, con vuestros ojos agobiados, no podéis todavía ver mi rostro. Ved las heridas de mi carne, ya que todavía no veis las obras de Dios.
Contemplad las marcas hechas por mis enemigos, ya que todavía no percibís las manifestaciones de Dios. Tócame, para que tu mano te dé la prueba, ya que tus ojos están cegados... Descubre los agujeros de mis manos, busca en mi costado, reabre mis heridas, porque no puedo negarles a mis discípulos con vistas a la fe, lo que no les negué a mis enemigos para mi suplicio. Tocad, tocad, ahondad entre los huesos, para confirmar la realidad de la carne, y que estas heridas todavía abiertas atestiguan que son bien mías...
¿Por qué no creéis que he resucitado, yo que devolví a la vida a varios muertos ante vuestros ojos?... Cuando estaba colgado en la cruz, me insultaban diciendo: "El que salvó a otros, no puede salvarse a sí mismo. Que descienda de la cruz y creeremos" (Mt 27,40). ¿Qué es más difícil, descender de la cruz arrancando los clavos o regresar de los infiernos pisoteando la muerte? Yo mismo me salvé, y rompiendo las cadenas del infierno, subí hacia lo alto.

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 31, 8º sobre la Resurrección del; PL 52, 427

miércoles, 21 de marzo de 2012

Evangelio del día 21 de marzo de 2012


Evangelio según San Juan 5,17-30. Miércoles de la cuarta semana de Cuaresma


El les respondió: "Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo". Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.
Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: "Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.
Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre no juzga a nadie: él ha puesto todo juicio en manos de su Hijo,
para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida.
Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán. Así como el Padre dispone de la Vida, del mismo modo ha concedido a su Hijo disponer de ella, y le dio autoridad para juzgar porque él es el Hijo del hombre.
No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio. Nada puedo hacer por mí mismo. Yo juzgo de acuerdo con lo que oigo, y mi juicio es justo, porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.



Comentario:


"Los que están en las tumbas oirán su voz": "Lázaro, sal fuera " - San Pedro Crisólogo



El Señor había resucitado a la hija de Jairo, pero cuando el cadáver estaba todavía caliente, cuando la muerte estaba sólo a la mitad de su obra (Mt 9,18s)... Resucitó también al hijo único de una madre, reteniendo la camilla, tomando la delantera a la tumba, antes de que este muerto entrara completamente en la ley de la muerte (Lc 7,11s). Pero lo que pasó a propósito de Lázaro es único: Lázaro, en el que toda la fuerza de la muerte ha sido cumplida y en el que también resplandece la imagen completa de la resurrección... En efecto Cristo resucitó al tercer día como Señor; Lázaro, como servidor, ha sido devuelto a la vida el cuarto día...
El Señor decía y repetía a sus discípulos: "Estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los escribas; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea objeto de burla, para que sea flagelado y crucificado" (Mt 20,18s). Y cuando decía esto, los veía volverse indecisos, tristes, sin consuelo. Sabía que hacía falta que fueran agobiados por el peso de la Pasión, hasta que no quedara nada en ellos de su vida, nada de su fe, nada de su propia luz, sino que al contrario su corazón fuera oscurecido por la noche casi total de su falta de fe.
Por eso prolongó hasta cuatro días la muerte de Lázaro... De ahí, lo que les dice el Señor a sus discípulos: "Lázaro está muerto, y me alegro de que por vosotros, no he estado allí" (v. 15) - "Para que vosotros tengáis fe». La muerte de Lázaro era necesaria, para que con Lázaro la fe de los discípulos también saliera de la tumba
"Ya que no estaba allí. "¿Y había un lugar donde Cristo no estuviera?... Cristo - Dios estaba allí, hermanos míos, pero Cristo-hombre no estaba allí. Cristo - Dios estaba allí cuando Lázaro moría, pero ahora Cristo iba a acercarse al muerto, ya que Cristo, el Señor iba a entrar en la muerte: " en la muerte, en la tumba, en los infiernos, es allí donde hace falta que todo el poder de la muerte sea abatido, por mí y por mi muerte".


San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo de Rávena y doctor de la Iglesia. Sermón 53 ; PL 52, 375 ; CCL 241, 498

miércoles, 29 de febrero de 2012

Evangelio del día 29 de febrero de 2012


Evangelio según San Lucas 11,29-32. Miércoles de la Primera semana de Cuaresma


Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: "Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás.
Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.
El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y aquí hay alguien que es más que Salomón.
El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.


Comentario:

El signo de Jonás - San Pedro Crisólogo



Toda la historia de Jonás es como una prefiguración perfecta del Salvador... Jonás descendió a Joppe para subirse a un barco con destino a Tarsis; el Señor descendió del cielo a la tierra, la divinidad hacia la humanidad, el sumo poder descendió hasta nuestra miseria, para embarcarse en el buque de su Iglesia...
Jonás mismo es quien toma la iniciativa de tirarse al mar: "Tómame, dice, échame al mar"; anuncia así la Pasión voluntaria del Señor. Cuando la salvación de una multitud depende de la muerte de uno sólo, esta muerte está en las manos de este hombre que puede libremente retrasarla, o al contrario adelantarla para evitar el peligro. Todo el misterio del Señor está prefigurado aquí. Para él la muerte no es una necesidad; depende de su libre elección. Escúchalo: "Tengo el poder de entregar mi vida, y tengo el poder de retenerla: no me la quitan" (Jn 10,18)...
Ved el enorme pez, imagen horrible y cruel del infierno. Devorando al profeta, siente la fuerza del Creador y le ofrece con temor la estancia en sus entrañas a este viajero venido de lo alto... Y después de tres días lo devuelve a la luz, para darlo a los paganos... Este es el signo, el único signo, que Cristo consintió a dar a los escribas y en Fariseos (Mt 12,39), con el fin de darles a entender que la gloria que ellos mismos esperaban de Cristo iba a volverse también hacia los paganos: Los Ninivitas son el símbolo de las naciones que creyeron en él... ¡Qué felicidad para nosotros, hermanos! Lo que ha sido anunciado y prometido simbólicamente, es en realidad y con toda verdad, lo que veneramos, lo que vemos y poseemos.


San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo de Rávena, doctor de la iglesia. Sermón 37 ; PL 52, 304-306

domingo, 19 de febrero de 2012

Evangelio del día 19 de febrero de 2012


Evangelio según San Marcos 2,1-12. Séptimo Domingo del tiempo ordinario.


Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?" Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".


Comentario:


«Sólo Dios, puede perdonar los pecados» - San Pedro Crisólogo




"Hijo mío, tus pecados te son perdonados".Por estas palabras, Cristo quiso ser reconocido como Dios mientras todavía se escondía a los ojos humanos bajo el aspecto de un hombre. A causa de las manifestaciones de su poder y sus milagros, se le comparaba con los profetas; y sin embargo era gracias a él y gracias a su poder, que ellos también habían hecho milagros. Conceder el perdón de los pecados no está en poder del hombre; es la marca propia de Dios. Así es como Jesús comenzaba a descubrir su divinidad en el corazón de los hombres - y esto provoca la rabia en los fariseos que replican: "¡Blasfema! ¿Quién puede borrar los pecados, si no sólo Dios?"
¡Tú, fariseo, crees que sabes y eres sólo un ignorante! ¡Crees que celebras a tu Dios y no lo reconoces! ¡Crees que das testimonio, y das golpes! ¿Si es Dios quien absuelve los pecados, por qué no admites la divinidad de Cristo? Si pudo conceder el perdón de un solo pecado, es pues él quien borra los pecados del mundo entero: "Este es el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Para que puedas comprender su divinidad, escúchalo – ya que él penetró el fondo de tu ser. Míralo: él alcanzó la profundidad de tus pensamientos. Acepta, al que desnuda las intenciones secretas de tu corazón.


San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 50; PL 52, 339

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Evangelio del día 28 de diciembre de 2011


Evangelio según San Mateo 2,13-18. Los Santos Inocentes, mártires - Fiesta


Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:
En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.


Comentario:


«Los mártires Inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte» (Oración del día)- San Pedro Crisólogo



¿Hasta dónde pueden llegar los celos?... El crimen de hoy nos lo demuestra: el miedo de un rival para su reino terrenal llena de angustia a Herodes; monta un complot para suprimir «al Rey que acaba de nacer» (Mt 2,2), el Rey eterno; lucha contra su Creador y hace matar a unos inocentes... ¿Qué mal habían cometido esos niños? Sus mantillas eran mudas, su ojos no habían visto nada, sus oídos nada habían escuchado, nada habían hecho sus manos. Sufrieron la muerte cuando todavía no habían conocido la vida... Cristo lee el porvenir y conoce los secretos de los corazones, juzga los pensamientos y escudriña las intenciones (Sl 138): ¿por qué les ha abandonado?... El Rey del cielo que acaba de nacer ¿por qué ha ignorado a sus compañeros tan inocentes como él, olvidado a los centinelas apostados alrededor de su cuna hasta el punto que el enemigo que ha querido herir al Rey ha devastado a todo su ejército?
Hermanos míos, Cristo no ha abandonado a sus soldados sino que les ha colmado de honor haciéndoles triunfar antes de vivir y llevarse la victoria sin haber luchado... Ha querido que posean el cielo y lo prefieran a la tierra..., les ha enviado delante de él como a sus heraldos. No les ha abandonado: ha salvado a los que eran su vanguardia, no se ha olvidado de ellos...
Bienaventurados los que han cambiado el trabajo por el descanso, los dolores por el bienestar, los sufrimientos por el gozo. Están vivos, están vivos, verdaderamente viven estos que han sufrido la muerte por Cristo... Dichosas las lágrimas que por estos niños derramaron sus madres: les han valido la gracia del bautismo... Que aquél que se dignado acostar en un establo nuestro quiera conducirnos también a nosotros a los pastos del cielo.


San Pedro Crisólogo (hacia 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 152; PL 52, 604

martes, 13 de diciembre de 2011

Evangelio del día 13 de diciembre de 2011


Evangelio según San Mateo 21,28-32. Martes de la III Semana de Adviento


"¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'.
El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.



Comentario:


«Vino a vosotros Juan Bautista, viviendo justamente y no habéis creído en su palabra» - San Pedro Crisólogo


Juan Bautista enseña con palabras y obras. Verdadero maestro, que muestra con su ejemplo, lo que afirma con su lengua. La sabiduría hace al maestro, pero es la conducta lo que da la autoridad... Enseñar con obras es la única regla de aquellos que quieren instruir. Enseñar con palabras es la sabiduría; pero cuando se pasa a las obras, es virtud. El verdadero conocimiento está unido a la virtud: es esta, solo esta la que es divina y no humana...
"En aquellos días, se manifiesta Juan Bautista, proclamando en el desierto de Judea:»Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos"(Mateo 3:1-2). "Convertíos" ¿Por qué no dice: " Alegraos"? "Alegraos, más bien, porque las realidades humanas dan paso a las divinas, las terrestres a las celestes, las temporales a las eternas, el mal al bien, la incertidumbre a la seguridad, la tristeza a la felicidad, las realidades perecederas a aquellas que permanecen para siempre. El reino de los cielos está cerca. Convertíos".
Que tu conducta de conversión sea evidente. Tú que has preferido lo humano a lo divino, que has querido ser esclavo del mundo, en vez de vencer al mundo con el Señor del mundo, conviértete. Tú que has huido de la libertad que las virtudes te hubieran procurado, ya que has querido someterte al yugo del pecado, conviértete, conviértete de verdad, tú que por miedo a la Vida, estás condenado a muerte .

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 167; CCL 248, 1025, PL 52, 636

sábado, 24 de septiembre de 2011

Evangelio del día 24 de septiembre de 2011


Evangelio según San Lucas 9,43b-45. Sábado de la XXV Semana del Tiempo Ordinario


Todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
"Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres".
Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.


Comentario: «Los discípulos no comprendían sus palabras" - San Pedro Crisólogo




Escuchad lo que pide el Señor: "Reconoced en mí vuestro cuerpo, vuestros miembros, vísceras, huesos y sangre» (cf. Lc 24,39). Y si lo que pertenece a Dios os causa temor, ¿será que no os gusta lo que es vuestro? ... Tal vez, la enormidad de mi Pasión, de la que sois los autores, ¿os causa vergüenza? No tengáis miedo. Esta cruz no fue mortal para mí, sino para la muerte. Estos clavos no me penetran de dolores, sino de un amor más profundo hacia vosotros. Estas heridas no causan mis gemidos, sino que os permiten entrar más hondo en mi corazón. El acuartelamiento de mi cuerpo os abre los brazos, no aumenta mi tormento. Mi sangre no se ha perdido para mí, ha sido vertida para vuestro rescate (Marcos 10; 45).
"Venid, pues, volved a mí y reconoced a vuestro Padre, al ver que os da bien a cambio de mal, amor a cambio de ultrajes y mucha caridad a cambio de grandes heridas. Empuña la espada del Espíritu (Ef 6,17) haz de tu corazón un altar. Y así presenta tu cuerpo a Dios; ofréceselo, sin miedo en sacrificio."


San Pedro Crisólogo (v. 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia

sábado, 30 de julio de 2011

San Pedro Crisólogo - 30 de julio


Para conocer su hagiografía clickear sobre la imagen.

viernes, 29 de abril de 2011

Evangelio del día 29 de abril de 2011


Evangelio según San Juan 21,1-14. Viernes de la Octava de Pascua

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".
El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Comentario:

Jesús está en la orilla - San Pedro Crisólogo


Después de su Pasión donde la confusión invadió a la tierra, impresionado el cielo, sorprendido los siglos, desolado el infierno, el Señor viene a la orilla del mar y ve a sus seguidores vagando en la noche, en las olas oscuras. El sol se ha ido, ni el resplandor de la luna ni las estrellas podrán calmar la angustia de esta noche ...Al amanecer, dice el Evangelio, "Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que era Jesús". Toda la creación ha escapado a la indignación infligida a su Creador ... La tierra ve desmoronarse sus cimientos y tiembla, el sol desaparece para no ver y el día se retira para no estar allí; las piedras, a pesar de su dureza, se resquebrajan... El infierno ve penetrar en su seno al mismo Juez; derrotado, deja a sus cautivos en un grito de dolor (Mt 27,45-52)...
El mundo entero fue arrojado a la confusión y no duda que la muerte del Creador le ha hundido en el abismo y en el caos (Gen 1.2). Pero de repente, a la luz de su resurrección, el Señor trae el día y devuelve al mundo su rostro familiar. Resucita con Él y en su gloria a todos aquellos que ha visto tristemente abatidos...« Cuando amaneció, Jesús apareció en la orilla». En primer lugar para llevar a su Iglesia... a la firmeza de la fe. Encontró a sus discípulos faltos de fe, desposeídos de la fuerza del hombre... Estaba Pedro, quien le negó, Tomás que dudó, Juan que huyó; Por eso no les habla como a valientes soldados sino como a niños asustados...: "Niños, ¿tenéis algo que comer?". Así su humanidad les devuelve a la gracia, el pan a la confianza, el alimento a la fe. Ellos no creían en efecto que había resucitado con su cuerpo a no ser que le vieran sometido a las necesidades de la vida y la comida. Esto es por lo que uno que es la abundancia de todos los bienes pide alimentarse. Come pan porque tiene hambre, no de alimentos, sino del amor de los suyos:"Niños, ¿tenéis algo que comer?"."Ellos le responden: no". ¿Qué poseían, ellos que no tenían a Cristo --aunque esté entre ellos-- y no vean todavía al Señor --aunque se apareció delante?. "Les dijo: Tirad la red a la derecha de la barca y encontrareis".

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), Obispo de Rávena, doctor de la Iglesia
Sermón 78; PL 52, 420

domingo, 10 de abril de 2011

Evangelio del día 10 de abril de 2011


Evangelio según San Juan 11,1-45. V Domingo de Cuaresma A


Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta.
María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo".
Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea".
Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?".
Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él".
Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo".
Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará".
Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto,
y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo".
Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él".
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama".
Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro.
Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto".
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado,
preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás".
Y Jesús lloró.
Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!".
Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?".
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima,
y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto".
Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?".
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste.
Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado".
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!".
El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar".
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.

Comentario:

Entonces, Jesús lloró - San Pedro Crisólogo


"Cuando Jesús vio llorar a María, y que los judíos que llegaron con él estaban llorando, le embargó una profunda emoción..." María llora, los judíos lloran, el mismo Cristo llora. ¿Crees que todos sienten la misma pena? María, la hermana del muerto, llora porque no pudo retener a su hermano, ni evitar la muerte. Ella está bien convencida de la resurrección pero la pérdida de su mejor apoyo, el pensamiento de una falta cruel, la tristeza de una larga separación, son lágrimas que ella no puede evitar... La imagen implacable de la muerte no puede que no nos toque y moleste, cualquiera que sea nuestra fe. Los judíos también lloraron, en recuerdo de su condición mortal, porque no esperan la eternidad...
Un mortal no puede no llorar ante la muerte.
¿Cuál de estas penas siente Cristo? ¿Ninguna? entonces ¿por qué llora? Él dijo: Lázaro está muerto, y me alegro »... Pero he aquí que derrama lágrimas como los mortales, al mismo tiempo que Él difunde una vez más el Espíritu de la vida! Hermanos, este es el hombre: bajo la influencia de la alegría, como bajo el efecto de la pena, derrama las lágrimas ... Cristo no llora en la desolación de la muerte, en recuerdo de la alegría, aquel que por su palabra, una palabra, debe despertar a los muertos a la vida eterna (Jn 5,48) ... ¿Cómo podemos pensar que Cristo lloró por debilidad humana, cuando el Padre Celestial llora a su hijo pródigo, no cuando se marcha, sino a la hora del regreso? (Lucas 15,20) ... Él permitió que Lázaro muriera, porque quería resucitar a un muerto y así mostrar su gloria, permitió que su amigo descendiera a los infiernos para que Dios apareciera, liberando al hombre del infierno.

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), Obispo de Rávena, doctor de la Iglesia.
Sermón 64; PL 52, 379

miércoles, 9 de marzo de 2011

Evangelio del día 9 de marzo de 2011


Evangelio según San Mateo 6,1-6.16-18. Miércoles de Ceniza

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo.
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Comentario: Ejercicios de la Cuaresma: la limosna, la oración, el ayuno - San Pedro Crisólogo


Hermanos míos, hoy empezamos el gran viaje de la Cuaresma. Por lo tanto llevemos en nuestro barco todas nuestras provisiones de comida y bebida, colocando sobre el casco misericordia abundante que necesitaremos. Porque nuestro ayuno tiene hambre, nuestro ayuno tiene sed, sino se nutre de bondad, sino se sacia de misericordia. Nuestro ayuno tiene frío, nuestro ayuno falla, si la cabellera de la limosna no lo cubre, si el vestido de la compasión no lo envuelve.
Hermanos, lo que es la primavera para la tierra, la misericordia es para el ayuno: el viento suave de la primavera hace florecer todos los brotes de las llanuras; la misericordia del ayuno siembra nuestras semillas hasta la floración, estas dan fruto hasta la recolecta celestial. Lo que es el aceite para la lámpara, la bondad es para el ayuno.
Como la materia grasa del aceite mantiene encendida la luz de la lámpara y, también con un pequeño alimento, la hace brillar para consuelo de todos en la noche, así también la bondad hace resplandecer el ayuno: desprende rayos hasta que alcanza el pleno esplendor de la continencia. Lo que es el sol para el día, la limosna es para el ayuno: el esplendor del sol aumenta la plenitud del día, disipa la oscuridad de la noche; la limosna acompaña el ayuno santificando la santidad y, gracias a la luz de la bondad, purifica de nuestros deseos todo lo que podría ser mortífero. En una palabra, lo que es el cuerpo para el alma, la generosidad es para el ayuno: cuando el alma se retira del cuerpo, le ocasiona la muerte; si la generosidad se aleja del ayuno, es su muerte.

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), Obispo de Rávena, doctor de la Iglesia. Sermón 8; CCL 24, 59; PL 52, 208

viernes, 30 de julio de 2010

San Pedro Crisólogo - 30 de julio


Para conocer su hagiografía clickear sobre la imagen.

jueves, 30 de julio de 2009

San Pedro Crisólogo - 30 de julio




Nació en Imola, en Emilia. El mismo nos dice que su padre había llegado a ser Obispo de esa ciudad (Sermón l65). Bautizado e instruido en la religión cristiana desde muy joven, pronto se ordenó de diácono. Bajo el pontificado de Sixto lll, entre 432 y 440, fue nombrado obispo de Revena. Como si hubiera sido designado por el propio apóstol Pedro, pues el Papa lo escogió en lugar del candidato que le presentaba el pueblo.

Rápidamente conocio del mundo católico por sus virtudes, su ciencia y su elocuencia, fue consultado por el heresiarca Eutiques cuando sus primeras disputas con el arzobispo de Constantinopla (449). Su respuesta, conservada en la colección de las cartas de San León, está enla línea de política de este gran Papa, puesto que declara que el juicio definitivo, tanto en materia doctrinal como disciplinaria, le corresponde al Romano Pontífice, porque “en su persona es siempre el Apóstol Pedro quien sebrevive y preside para ofrecer la Verdad de la Fe a cuantos la busquen”.

A mediados del siglo V, el Imperio Romano de Occidente se hallaba ya en franca decadencia. En Rávena, su capital, la tercera parte de los habitantes profesaban aún el paganismo o la religión judía; el resto eran cristianos, aunque no faltaban
entre ellos los que habían sido engañados por las herejías nestoriana y monofisita, que entonces se hallaban en auge.
En estas circunstancias, San Pedro Crisólogo fue consagrado Arzobispo de Rávena, bajo el pontificado de Sixto lIl (en torno al año 430). Había nacido en la actual Imola (Italia) hacia el año 380. Pocos datos más se conservan de su vida: en el 445
asistió a la muerte de San Germano de Auxerre y, tres o cuatro años después, escribió a Eutiques, presbítero de Constantinopla, que negaba que Cristo fuera perfecto hombre (que tuviera una naturaleza humana completa), invitándole a que se sometiera a las decisiones del Romano Pontífice. Murió en su ciudad natal, probablemente el 3 de diciembre del año 450.

Actualmente se consideran como obras auténticas, además de la carta a Eutiques, una colección de más de ciento ochenta sermones. Este elevado número testimonia la intensa labor pastoral del Crisólogo (apelativo que significa «palabra de oro», con el que es conocido). La mayor parte se centran en la explicación de los textos de la Sagrada Escritura leídos durante la Misa; otros—en número muy inferior—son directamente dogmáticos, y se refieren sobre todo a la Encarnación, a la gracia, a la vida cristiana y al reconocimiento del primado del Papa. Un tercer grupo recoge su predicación a los catecúmenos que se preparaban para ser bautizados, con explicaciones del Credo y del Padrenuestro.

De los 725 sermones que se le atribuyen, varios son de una autenticidad discutible, y por el contratrio se les podrían agregar otros inéditos o perdidos. Sólo algunos tienen un contenido dogmático, y tratan sobre de la Encarnación, refutando las herejías corrientes sobre esta materia: arrianismo, nestorianismo, eutiquismo. Siete son explicaciones del Símbolo (Sermones 56-62). Y siete son comentarios de la oración dominical (77-82), destinados verosímilmente a los catecúmenos para la víspera del baautismo. Los otros discursos, de ordinario muy breves, son homilías, cuyo tema está sacado de textos escriturarios leídos durante los oficios litúrgicos: son ante todo exhortaciones morales que de paso propercionan una descripción de las costumbres cristianas en la primera mitad del siglo V, recriminando su grosera depraavación. Una de sus sentencias se ha hecho célebre: “El que quiera holgarse con el diablo no podrá regocijarse con Cristo”.

Un día que predicaba él sobre el episodio evangélico de la hemorroísa, habló con tal vehemencia que pronto le faltó la voz. El auditorio se conmovió por ello de tan manera que estalló en sollozos, clamores y suplicaciones que reemplazaron la palabra del orador. El Santo dio gracias a Dios de que su desfallecimiento hubiese dado lugar a un ímpetu de arrepentimiento y de caridad.

La tradición que le ha puesto el nombre de “Crisólogo” ---palabra de oro--- lo hace así un émulo de San Juan “Crisóstomo” ----boca de oro----. No tiene sin embargo la misma envergadura que el Patriarca de Constantinopla, al menos en el dominio de la teología. Fue proclamado Doctor de la Igleisa por el Papa Benedicto Xlll en l729.

miércoles, 29 de julio de 2009

Oración, ayuno y misericordia son inseparables - San Pedro Crisólogo


De los sermones de San Pedro Crisólogo, obispo y Padre de la Iglesia.
(Sermón 43: PL 52, 320. 322)


La oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe

Tres son, hermanos, los resortes que hacen que la fe se mantenga firme, la devoción sea constante, y la virtud permanente. Estos tres resortes son: la oración, el ayuno y la misericordia. Porque la oración llama, el ayuno intercede, la misericordia recibe. Oración, misericordia y ayuno constituyen una sola y única cosa, y se vitalizan recíprocamente.

El ayuno, en efecto, es el alma de la oración, y la misericordia es la vida del ayuno. Que nadie trate de dividirlos, pues no pueden separarse. Quien posee uno solo de los tres, si al mismo tiempo no posee los otros, no posee ninguno. Por tanto, quien ora, que ayune; quien ayuna, que se compadezca; que preste oídos a quien le suplica aquel que, al suplicar, desea que se le oiga, pues Dios presta oído a quien no cierra los suyos al que le súplica.

Que el que ayuna entienda bien lo que es el ayuno; que preste atención al hambriento quien quiere que Dios preste atención a su hambre; que se compadezca quien espera misericordia; que tenga piedad quien la busca; que responda quien desea que Dios le responda a é1. Es un indigno suplicante quien pide para si lo que niega a otro.

Díctate a ti mismo la norma de la misericordia, de acuerdo con la manera, la cantidad y la rapidez con que quieres que tengan misericordia contigo. Compadécete tan pronto como quisieras que los otros se compadezcan de ti.

En consecuencia, la oración, la misericordia y el ayuno deben ser como un único intercesor en favor nuestro ante Dios, una única llamada, una única y triple petición.

Recobremos con ayunos lo que perdimos por el desprecio; inmolemos nuestras almas con ayunos, porque no hay nada mejor que podamos ofrecer a Dios, de acuerdo con lo que el profeta dice: Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias. Hombre, ofrece a Dios tu alma, y ofrece la oblación del ayuno, para que sea una hostia pura, un sacrificio santo, una víctima viviente, provechosa para ti y acepta a Dios. Quien no dé esto a Dios no tendrá excusa, porque no hay nadie que no se posea a si mismo para darse.

Mas, para que estas ofrendas sean aceptadas, tiene que venir después la misericordia; el ayuno no germina si la misericordia no lo riega, el ayuno se torna infructuoso si la misericordia no lo fecundiza: lo que es la lluvia para la tierra, eso mismo es la misericordia para el ayuno. Por más que perfeccione su corazón, purifique su carne, desarraigue los vicios y siembre las virtudes, como no produzca caudales de misericordia, el que ayuna no cosechará fruto alguno.

Tú que ayunas, piensa que tu campo queda en ayunas si ayuna tu misericordia; lo que siembras en misericordia, eso mismo rebosará en tu granero. Para que no pierdas a fuerza de guardar, recoge a fuerza de repartir; al dar al pobre, te haces limosna a ti mismo: porque lo que dejes de dar a otro no lo tendrás tampoco para ti.

-Del Oficio de Lectura, Martes III de Cuaresma.
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