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miércoles, 30 de enero de 2013

San Fulgencio de Ruspe, obispo - 30 de Enero


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sábado, 19 de mayo de 2012

Evangelio del día 19 de abril de 2012



Evangelio según San Juan 16,23b-28. Sábado de la sexta semana de Pascua



Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.
Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".


Comentario:


«...el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre» (Jn 15,16) - San Fulgencio de Ruspe



Al final de nuestras plegarias decimos: «Por Nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo» y no «Por el Espíritu Santo». Esta práctica de la Iglesia universal tiene su explicación. Se debe al misterio según el cual el hombre Jesucristo es el mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5) sacerdote eterno según el orden de Melquisedec, él que con su propia sangre ha entrado en el Santuario, no en aquel que es imagen del verdadero, sino en el cielo donde está sentado a la derecha del Dios e intercede por nosotros (Heb 6,20; 9,24).
El apóstol dice, refiriéndose al sacerdocio de Cristo: «Así pues, ofrezcamos a Dios sin cesar por medio de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que bendicen su nombre» (Heb 13,15). Por él ofrecemos el sacrificio de alabanza y de oración, porque gracias a su muerte fuimos reconciliados cuando aún éramos enemigos (Rm 5,10). Ha querido ofrecerse como víctima por nosotros. Por esto, desde entonces, nuestra ofrenda puede ser agradable a Dios. Por esto, San Pedro nos advierte con las siguientes palabras: «También vosotros, como piedras vivas, vais construyendo un templo espiritual, dedicado a un sacerdocio santo, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios» (1P 2,5). Por esto decimos a Dios Padre: «Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor.»



San Fulgencio de Ruspe (467-532) obispo. Carta 14, 36

lunes, 30 de enero de 2012

"La caridad es la fuente de todo bien" - San Fulgencio de Ruspe


"La caridad es la fuente de todo bien, la mejor defensa, el camino que lleva al cielo. El que camina en la caridad no puede errar ni temer, porque ella es guía, protección, camino seguro. Por esto, hermanos, ya que Cristo ha colocado la escalera de la caridad, por la que todo cristiano puede subir al cielo, aferráos a esta pura caridad, practicadla unos con otros y subid por ella cada vez mas arriba"


San Fulgencio de Ruspe

San Fulgencio de Ruspe, obispo - 30 de Enero


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domingo, 30 de enero de 2011

San Fulgencio de Ruspe, obispo - 30 de Enero

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sábado, 30 de enero de 2010

San Fulgencio de Ruspe, obispo - 30 de Enero


San Fulgencio de Ruspe nace en Cartago, Africa, hacia el año 468.Aprendió a hablar perfectamente el griego y el latín y resultó ser un excelente administrador. Por eso fue nombrado tesorero general de la provincia donde vivía. Pero alarmado ante los peligros de pecar que hay en el mundo, y desilusionado de lo que lo material promete y no cumple, dispuso dedicarse a la vida espiritual.

Lo conmovió profundamente el leer un sermón que San Agustín hizo acerca del bellísimo Salmo 36 que dice: "No envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor, y El te dará lo que pide tu corazón". Desde entonces se dedicó a leer libros espirituales, a orar, a visitar templos y a mortificarse en el comer y en el beber.

A los 22 años llegó a un monasterio y pidió ser admitido como religioso. El Superior, viendo que era un hombre de mundo y de negocios, le dijo: "Primero aprenda a vivir en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?". Pero Fulgencio le respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para soportar las penitencias de los religiosos? Esta amable respuesta impresionó al superior, el cual lo admitió a hacer la prueba de ser monje.

Esta noticia conmovió a toda la ciudad. Pero la mamá se fue a la puerta del convento a gritar que Fulgencio debía dedicarse a administrar los bienes materialds, porque para ello tenía muy buenas cualidades. Tanto insistió aquella mujer que Fulgencio tuvo que huir de noche e irse a un convento a otra ciudad.

El año 499 una tribu de feroces guerreros de Numidia obligó a los religiosos a salir huyendo. Fulgencio llegó a la ciudad de Siracusa en Sicilia, Italia. Luego llegó a Roma y allí al ver las impresionantes ceremonias llenas de tanta solemnidad exclamó: "Dios mío: si aquí hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?".

Volvió a su patria y fue nombrado obispo de la ciudad de Ruspe en Túnez. Como obispo siguió vistiendo pobremente y sacrificándose como un humilde monje. Siempre llevaba su traje pobre y desteñido de religioso mortificado. Jamás comía carne. Si alguna vez tomaba vino lo mezclaba con agua. Rezaba cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.

Pero las gentes admiraban su atractiva amabilidad, y su gran humildad. Era querido y estimado por todos. E invitaba a muchos jóvenes a irse de monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.

Un rey hereje expulsó a todos los jefes de la Iglesia Católica del norte de Africa y los envió a la isla de Cerdeña. Allí desterrado, Fulgencio se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (que niegan que Jesucristo es Dios) y al rey le impresionaron tanto los escritos de este santo que le pidió que no los propagara. Le permitió volver al Africa, pero allá los herejes al oír lo bien que hablaba Fulgencio en defensa de la religión católica, pidieron que fuera desterrado otra vez.

Al salir hacia el destierro les dijo a los católicos que lloraban: "No se afanen. Pronto volveré y ya no me volverán a desterrar". Y así sucedió. Poco después murió el rey hereje (Trasimundo) y su sucesor (Hilderico) permitió que todos los católicos desterrados volvieran a su país.

La gente de Cartago (Africa) salió en grandes multitudes a recibir a Fulgencio. Como durante el desfile se desató un fuerte aguacero, los cristianos hicieron un toldo con sus mantos y allí llevaron a su queridísimo obisplvieran a su país.

La gente de Cartago (Africa) salió en grandes multitudes a recibir a Fulgencio. Como durante el desfile se desató un fuerte aguacero, los cristianos hicieron un toldo con sus mantos y allí llevaron a su queridísimo obispo.

San Fulgencio predicaba tan sumamente bien, que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: "No puedo oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene, nombre que significa el resplandeciente, el brillante".

Los últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba frecuentemente: "Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y tu misericordia y la vida eterna".

Murió a los 66 años, en enero del año 533. Se había propuesto imitar en todo lo posible a San Agustín y lo consiguió admirablemente. Tanta era la estimación que la gente sentía por él que no le permitieron que fuera enterrado en otro sitio sino debajo del altar mayor en la Catedral. Aún hoy día, en los libros de oraciones de los sacerdotes hay varios sermones de San Fulgencio de Ruspe, gran sabio y gran santo.
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