lunes, 7 de junio de 2010

San Antonio María Gianelli, presbítero - 7 de junio


Por Mons. G.B. Pardini

San Antonio Gianelli nace en tierra Ligur, en Cereta, pequeña fracción de Carro, en una famila pobrísima que cultiva tierras arrendadas. En la escuela para niños fundada por el Párroco de Castello, realiza sus primeros estudios.

Hasta los 18 años distribuye su tiempo entre el estudio, la oración, el catecismo, el servicio de a las familias labriegas y las obras de caridad.

Una acaudalada genovesa propietaria de los terrenos que sus padres cultivaban, le facilita la entrada al Seminario de Génova, Continúa con éxito sus estudios, pero sobre todo cultiva la piedad y la mortificación.

En 1813, después de haber recibido la ordenación sacerdotal, es destinado como ayudante del Abad de la Iglesia de S. Mateo en Génova, donde permanece por dos años.

En Cáracari, Diócesis de Acqui se desempeña como profesor modelo, en el Colegio de los Escolapios durante el curso escolar 1815-1816.

Conocido y apreciado por el Cardenal Spina es llamado al año siguiente al Seminario de Génova y se le confía la Cátedra de Retórica, que Gianelli ejerce por 10 años. Años plenos de intenso trabajo y responsabilidad al servicio de futuros sacerdotes de los que quiere: "Sean doctos, sí, pero por sobre todo santos".

Al quedar vacante, en 1826, la colegiala de S. Juan Bautista en Chiavari, el nuevo Arzobispo de Génova, Mons. Luis Lambruschini escribe a los Chiavareses: "Os envío la más bella flor de mi jardín". Y vuelto a Gianelli: "haga de cuenta que emprende una misión, no de pocos días, sino de 10 o 12 años..."

¿Fue una profecía? Estos 12 años de intensa actividad apostólica sacerdotal son, al mismo tiempo, escuela de ascética y pastoral, que preparan a Gianelli para una más difícil y sublime misión.

En la Catedral de San Lorenzo, en Génova, Antonio María es consagrado Obispo el 6 de mayo de 1838 por S. Excia. el Cardenal Tadini. Aquella tarde un amigo suyo, rector del Seminario de Génova, confiaba a sus seminaristas: "Hoy he asistido a la consagración episcopal de un santo".

El 8 de julio, Monseñor Gianelli inicia su ministerio de Padre de la Fe en la Diócesis de Bobbio.

Consumido por las fatigas apostólicas vive pocos años y el 7 de junio de 1846 muere en Placencia.

La Iglesia lo cuenta entre sus Santos desde el 21 de octubre de 1951.

Padre en la Fe

Encontrándose en el Concilio Vaticano II durante una discusión de "Christus Dominus"; recordando algunas cosas de la vida de Gianelli pensé: "¡Todo estaba previsto por el antiguo Obispo de Bobbio!"

Una cosa no pudo hacer: renunciar a los 75, porque murió a los 57. Fue mártir, quizás sin quererlo de aquella seria renovación que debe constituir el programa de toda vida y servicio episcopal.

Si quisiera resumir todos los deberes que el Concilio Vaticano II recuerda a los Obispos, debería recurrir al Evangelio, a S. Pablo, al Concilio de Trento, al Vaticano I. El Obispo es el Padre de la Fe.

Sacerdotes, laicos, discípulos fieles, lo sintieron siempre padre, como ahora lo invocan, sus hijas esparcidas por todo el mundo. Lo vieron así los trabajadores, los labriegos, los pobres, los huérfanos, los niños, los enfermos, los moribundos.

Hombre de voluntad, lleno de desvelo: el primero en el trabajo; el último en el descanso, al cual concedía sólo lo indispensable. No era rico, ni adulaba a los ricos. No temía a los poderosos y no se inclinaba vilmente. Reavivaba en sí mismo y en los otros el recuerdo de que la vida de todos, del primero al último, es "diaconía" (servicio). Tuvo un solo impulso, estar siempre en vela: para verlo todo, saber guiar todo.

Cuando no estaba en correrías apostólicas, se lo encontraba en el Obispado con las puertas abiertas, sin horario, con una disponibilidad tal que más de uno abusó de ella. Así entendía ser Padre en la Fe. Salía con la bolsa llena y volvía al Obispado vacío.

Algunas veces, en sus frecuentes visitas pastorales, partía con el correspondiente atavío y retornaba con zapatos prestados. Pero era feliz: estaba cansado.

Un momento en la capilla, después al escritorio para meditar las propuestas que encomendará a sus colaboradores. Conocía el deber episcopal de servir a todos, los tenía en cuenta a todos y cumplía su oficio de Padre, de Pastor, de Maestro, de Evangelizador, de Custodio del depósito de la Fe.

Es deber nuestro conocerlo bien para emprender su camino, el que él recorrió: como labrador, como estudiante, como misionero, como Obispo, "forma factus gregis ex animo": un verdadero Padre en la Fe.

Canonización

En 1925 fue beatificado por Pío XI y el 21 de octubre de 1951, Pío XII al proclamarlo Santo afirma: "Un Obispo devorado por el celo pastoral". En el año 2000 fue proclamado Patrono de Val di Vara (Italia). En el año 2001 hemos celebrado los 50 años de su Canonización.

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