Se desconocen detalles de su infancia, es conocido como hijo de padres de la nobleza alemana. Ellos le procuraron un rico ambiente cultural, y en su juventud le permitieron ingresar al seminario para recibir la ordenación sacerdotal. En el ejercicio de su ministerio y por sus virtudes, fue nombrado canónigo de la catedral de Colonia, Alemania. Se distinguió por su piedad y servicio a la feligresía. Sin embargo, el padre Adolfo, deseoso de dedicarse a Dios en vida contemplativa, ingreso en el monasterio de la orden cisterciense en Altancamp, durante un tiempo, hizo vida de oración y penitencia. Cuando la diócesis de Osnabruck (Alemania) quedo vacante y debido al buen recuerdo dejado por el entonces sacerdote, las autoridades eclesiásticas lo eligieron obispo de dicha sede, con el consecuente agrado del pueblo. Atendió su cargo con celo pastoral, en las necesidades Espirituales y materiales de los feligreses: apoyo con generosidad a los marginados; atendió a los leprosos; efectuó reformas positivas al clero diocesano y beneficio monasterios. Siempre active y diligente, se hizo amar por los pobladores, hasta su muerte acaecida en dicha diócesis. Fue sepultado, según su deseo, en el último lugar de la catedral de Osnabruck. Años después, sus restos fueron trasladados a un mausoleo en destacado del mencionado tempo y su culto inmemorial fue aprobado por la Santa Sede.
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