sábado, 22 de enero de 2011

Sobre los ataques a la Iglesia


Hay principalmente tres actitudes que ayudan de manera especial al católico ante los ataques a la Iglesia: la serenidad, la sinceridad y la caridad.
Le serenidad nace de la conciencia de que Cristo sigue estando presente en su Iglesia y que la fe es un don que “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para los que le aman”. (1 Cor 2,9). Así, dado que la fe de la Iglesia no es una lección de matemáticas básica, no hay que extrañarse si no todos la comprenden. Siempre habrá ataques, pues a la Iglesia le toca el mismo destino que a Cristo: “Éste está puesto para ser señal de contradicción”. (Lc 2,34)
Muchas veces los ataques a la Iglesia no son de mala voluntad, sino que surgen de la ignorancia de los atacantes. Hay que evitar los juicios y escucharlos con atención y respeto, tratando de iniciar juntos, un camino para encontrar la verdad. Por eso es necesario que cada cristiano conozca siempre mejor su fe, la profundice y sobre todo la viva cada día para poder dar respuesta a todo el que le pida razón de su esperanza (1 Pedro 3,15). El católico no tiene porque temer la sinceridad pues tiene su seguridad en Cristo que dijo: “Yo soy la verdad”. (Jn 14,6)
Conviene que un católico responda a los ataques, no con la discusión, ni con la agresión, sino con la caridad. El cristianismo no ha logrado sus grandes victorias por medio de la fuerza o del poder. Es el amor el que hizo diferente y deseable su estilo de vida. La caridad debe ser el distintivo de los cristianos, porque en la caridad el católico muestra que es un hijo de Dios. Debemos buscar el error y falsedad de las críticas, pero, a su vez, amar al hombre o mujer que las dice. El cristiano debe odiar el pecado, pero amar al pecador.
“Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que los odian, orad por los que los persiguen…” Este es el mandato de Jesús.
Por eso el cristiano debe defender a la Iglesia siempre como institución divina fundada por Jesucristo y como medio de santificación para todos los hombres, consciente de que está formada por seres humanos con fallos y debilidades pero que por encima de ella está la gracia de Dios. “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella”.
No hay que preocuparse. Es lo de siempre, por los de siempre y como siempre. Si quieren Vs. ver a la Iglesia renacer y prosperar no hay más que empezar a echar a los cristianos a los leones. Los leones actuales, más feroces y rugientes que los de los tiempos de los romanos son hoy algunos medios de difusión: TV, radios, prensa… dirigidos por los Herodes y Fariseos de todos los tiempos.
En el caso reciente de los curas pedófilos, les remito al escrito de Deal Hudson : “Sobre la pedofilia de los sacerdotes”. (Puede verse aquí)
Entre otras falsedades en curso desmonta los 10 mitos más utilizados, haciendo notar que: “…la pedofilia (el abuso sexual de niños preadolescentes) entre los sacerdotes es extremamente rara, pues afecta solamente al 0.3% del clero.”
Por un puñado de sacerdotes pecadores, descalificar a más de mil millones de católicos es injusto y mezquino, olvidando a los miles de misioneros, y a los miles de religiosos y religiosas que sirven en hospitales, en colegios, en diferentes ONGs, cumpliendo una función impagable. Para los medios de difusión cuando se trata de protestantes o mahometanos no hay caso. El verdadero enemigo a batir es la Religión Católica. Ese pobre sacerdote, que como hombre tiene sus traspiés, será denunciado y enredado por quienes manejan y dirigen la opinión pública. El pueblo, bien movido y promovido por los fariseos de siempre, por los que juegan a ir convenciendo a Pilatos y enardeciendo a las turbas hasta que estas gritan: “A ese ¡crucifícale!”
Prensa y grupos de presión dirigen desde hace algunos años una colosal campaña de persecución contra la Iglesia Católica. ¿Por qué los hombres que dicen no creer en Dios no paran de hablar sobre El y de atacarle? ¿Por qué quieren volver a crucificar a quien, según ellos, no existe? ¿Es una estupidez o es algo peor? Estas personas, en muchos casos, son aquellas que están encadenadas por algún vicio, dominados por las pasiones, las que se arrastran animalizadas por el fango insoportable de una vida miserable. Sus razones han estado siempre encubiertas con motivos ideológicos, políticos y de defensa de la moral o de la libertad; hasta que estudios psicológicos recientes han encontrado más profundas motivaciones en nuestra propia conducta, en nuestra moralidad. Para todos esos las normas evangélicas, la Iglesia, los religiosos son los dedos acusadores que les hace insufrible verse retratados como lo que son. Y son:
• Los que viven de la explotación de burdeles engañando a jóvenes mujeres necesitadas
• Los que hacen firmar a sus trabajadores nóminas falsas y vacaciones no concedidas
• Los que abandonan a su pareja y a sus hijos por otra persona, dejándolos en la miseria
• Los ladrones de guantes blancos que roban millones impunemente y presumen de ello
• Los funcionarios que prevarican, roban o engañan “legalmente”
• Los políticos que se sirven de la política para medrar ellos, sus familiares y afines.
• Los profesores que empujan a la juventud a la droga y al sexo so pretexto de libertad y educación
• Los sacerdotes o religiosos que desertan de sus funciones, traicionando y escandalizando a sus rebaños
• Los violentos y criminales que extorsionan, asesinan y roban bajo excusas nacionalistas u otras
• Los que se enriquecen prostituyendo a la juventud con el comercio de drogas y sexo
• Los que asesinan a sus hijos antes de nacer
• Los que denigran al matrimonio tradicional igualándolo con las parejas de homosexuales
Todos estos, y los que Vs. quieran añadir más, necesitan, necesitamos, justificar, ante nosotros mismos y ante los demás, una vida que nos repugna y no tenemos coraje para cambiar. Entonces, mientras llenos de cólera rechinamos los dientes ante el dedo acusador, contraatacamos “Matando al mensajero”, revolviendo el charco con el “Tu eres más” o, como pasaba en el Antiguo Testamento, “persiguiendo y destruyendo al profeta” – hoy la Iglesia- que se atrevía a enfrentarse a los poderosos. Teólogos antiguos precisaron que “Si la Iglesia ataca al vicio, el vicio ataca a la Iglesia”. En esa estamos.
¿Saben estos a qué y a quienes atacan? La grandeza y la debilidad del cristianismo reside en que Jesús manda: “…Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian… perdonad hasta 70 veces siete….amar al prójimo como a ti mismo…” Y esto no hay quien lo aguante. ¿En los estatutos de que ideología o programa político hay nada parecido? ¿No es una inmensa estupidez atacar a esta maravilla de doctrina? Intelectualmente no es válido el pretexto de que algunos de sus miembros no la cumplen. Díganme una sola religión, doctrina o ideología política cualquiera que no tenga sus traidores. El mismo Jesús tuvo su Judas. Y seguirán existiendo los Judas mientras los hombres no sean ángeles. Aplíquese la ley sin contemplaciones a “cualquiera” que se la salte, sea quien sea; pero esto no autoriza a eliminar al Ministerio del Ejército porque haya militares traidores, ni al Ministerio de Justicia porque existan jueces prevaricadores, ni a eliminar al Gobierno porque haya políticos corruptos. ¿Por qué no se trata a la Iglesia con análogo sentido común y de justicia? ¿Tendrán razón los que creen que la virtud, la perfección y la excelencia son insoportables para muchos?
Los ataques a la Iglesia bien orquestados han adormecido a muchos católicos, que andan acongojados, escondiéndose por los rincones, avergonzados, sin dar la cara “Porque el ambiente no es propicio”, “ Porque no es lo políticamente correcto”, “ Porque no está de moda”… ¿Lo era cuando Cristo vino al mundo? ¿Lo era cuando los cristianos defendían su fe ante las fieras en los circos romanos? Jesús ante la violencia nos invitó a poner “la otra mejilla”; pero después de “la otra” no dijo más, y nos toca a nosotros resolver. Además, Cristo advierte: “Si alguien se avergonzare de mi y de mis palabras… también el Hijo del Hombre se avergonzará de él…”. “No se complacerá ya mi alma en el que cobarde se oculta”.
A pesar de los pesares, la Iglesia católica es el escudo más fuerte que le queda a esta sociedad contra la desmoralización, la desesperanza y la carencia de un norte; por eso se la ataca con tanta saña y furia. Eliminad la Iglesia, y el mundo perderá su brújula y andará a la deriva de las manos de cuatro poderosos sin más leyes que las suyas. ¿Qué la sustituiría? ¿Esas ideologías que duran unos años, mueren y dejan tras sí un rastro de miseria, ruina y muerte? Cada siglo hay quien cree haber matado a la Iglesia. La Iglesia se levanta y sigue andando, mientras los huesos de sus matadores yacen en las orillas de la Historia.
Recientemente, “Leonardo Mondadori, el hombre más poderoso del mundo editorial italiano y hasta hace poco uno de los millonarios más cínicos, antirreligiosos y “pendones” de Europa, acaba de hacer pública su conversión al catolicismo. En su libro: “Conversión. Una Historia personal” nos cuenta como ha encontrado sentido a su vida, y la paz y la alegría de vivir. En los Evangelios, dice, se encuentra todo lo que hace falta para hacer frente a los problemas vitales de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos.” El día que los gobernantes los lean, encontrarán en ellos el mejor programa político y de gobierno. Dos exigencias: Han de ser hombres de buena voluntad, y leerlos diariamente, como si fuese la primera vez con los ojos y el corazón limpios, como los niños.


Insertamos aquí el texto de la referida leyenda que circula libremente en Internet: La oración a San Miguel del Papa León XIII: En Octubre 13, 1884, el Papa León XIII, experimento una visión horrible. Después de celebrar la Eucaristía, estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales en la capilla privada del Vaticano cuando de pronto se detuvo al pie del altar y quedo sumido en una realidad que solo el veía. Su rostro tenia expresión de horror y de impacto. Se fue palideciendo. Algo muy duro había visto. De repente, se incorporo, levanto su mano como saludando y se fue a su estudio privado. Lo siguieron y le preguntaron: ¿Que le sucede su Santidad? ¿Se siente mal?
El respondió: “¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!”, y se encerró en su oficina.
¿Qué vio León XIII? “Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que el podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo.” También León XIII pudo comprender que si el demonio no lograba cumplir su propósito en el tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.
Después de media hora, llamo al Secretario para la Congregación de Ritos. Le entrego una hoja de papel y le ordeno que la enviara a todos los obispos del mundo indicando que bajo mandato tenía que ser recitada después de cada misa, la oración que ahí el había escrito:

Oración a San Miguel Arcángel

(SS León XIII, 18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)

¡Oh glorioso príncipe de las milicias celestes, san Miguel arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha que debemos sostener contra los principados y las potencias, contra los príncipes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la tiranía del demonio. Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como en otro tiempo combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo.
Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y seguido de espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones. Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.
Te suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria. Este pueblo te venera como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de tenerte como defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud celeste. ¡Ah! Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud, ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo y Satán, encadénalo y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los pueblos. Amén

- He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
- Que tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de ti.
-Señor, escucha mi oración. Y que mis gritos se eleven hasta ti.
Oh Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia para que por la intercesión de María inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso san Miguel arcángel, te dignes auxiliarnos contra Satán y todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén

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