sábado, 30 de mayo de 2009

Santa Juana de Arco - 30 de mayo



La historia de Juana de Arco es muy interesante y hermosa, está llena de aventura y plagada de intriga. Esta joven campesina, que llegó a ser la más importante líder militar de la Francia de su momento, merece que conozcamos su vida, de solo 19 años. Juana vivió en el marco de una Francia acosada por la Guerra de los Cien Años, en contra de Inglaterra. Esta última estaba en posesión de gran parte de territorio francés, y pretendía obtener el resto.

"Nací en la aldea de Domrémy, que forma una sola con la de Greux", declara Juana en el proceso que hacia el fin de su vida le siguió la Inquisición. También dice: "Mi padre se llamaba Jaques d'Arc, y mi madre, Isabelle". Habría nacido hacia el año 1412, no hay seguridad en la fecha. Ella misma ignoraba su edad, como la mayoría de las personas de aquella época; no se le prestaba importancia como ahora, tampoco a los cumpleaños. El año nuevo ni siquiera comenzaba en la misma fecha entre una provincia y otra de Francia. Todos contestaban cuando se les preguntaba la edad: alrededor de 20; treinta y cinco, más o menos.

La verdadera otografía de su nombre no es segura, se puede encontrar en los documentos Darc, Tarc, Dare, Day, etc. La forma d'Arc ("de Arco" en español) aparecería un siglo y medio después de la muerte de Juana.

La mayor parte de su corta vida la pasó como campesina en la aldea de Domrémy, región de Lorena. Ella se ocupaba de los rebaños en algunas ocasiones, especialmente cuando se acercaban los soldados borgoñeses, aliados de los ingleses. Pero sobre todo, ella se encargaba de tareas domésticas. Su padre no era rico, pero sí un campesino acomodado, ya que alquilaba un castillo pequeño y derruido.

Juana era muy piadosa. No era alta, medía más o menos un metro y sesenta centímetros. Era hermosa, con morena cabellera y de ojos profundamente azules, contextura delgada y frágil, de mejillas sonrosadas y manos curtidas por el trabajo. Era virgen y muy religiosa.

Un día esta bella campesina, decidida por unas voces que escuchaba, emprende un largo viaje desde su aldea, con el objeto de presentarse ante el delfín de Francia, futuro rey Carlos VII. El 13 de Mayo de 1425 un tal Durant Laxart se presenta en la ciudad fortificada de Vaucoulers, con el objeto de ver a Robert de Baudricourt. Conduce a Juana, vestida con falda roja. Ella tiene algo que decirle a Baudricourt, dice que viene de parte de su Señor, para mandar al Delfín que se condujera bien, y que no hiciera la guerra a sus enemigos, pues el Señor le daría socorro antes de mediados de Cuaresma. Su señor era Dios, que le hablaba a Juana a través del arcángel San Miguel y de las santas Catalina de Alejandría y Margarita de Antioquía. Decía que el Señor quería que el Delfín fuese hecho rey y que dispusiera del reino y lo mandara, y que ella misma lo conduciría para hacerlo consagrar. No le dieron mucha importancia al asunto y la mandaron de vuelta a lo de su padre.

En 1429 Juana va de nuevo a Vaucoulers, otra vez acompañada por su tío Laxart. Baudricourt la recibe y constata que sigue con lo mismo, quiere ir a Chinon, donde se encuentra Carlos VII, aunque deba "usar sus piernas hasta las rodillas". Cuando Baudricourt le niega nuevamente ayuda a Juana, Jean de Metz, fiel de Carlos VII, que escuchaba, promete que la conducirá ante el rey.

Comienzan a organizar la partida. Ella cambia sus ropas de mujer por las de hombre, que ya no dejará de usar. La noticia corre rápidamente por Francia y la suegra de Carlos VII, Yolanda de Aragón, manda un mensajero diciendo que lleven inmediatamente a la doncella ante el delfín Carlos VII. En Vaucoulers la noticia produce un efecto enorme. Todos ofrecen ayuda a Juana, túnicas, calzas, polainas de cuero, espuelas y otras cosas. También un caballo. Es escoltada por varios hombres hasta Chinon. El 13 de febrero emprende la marcha. Andan durante las noches, para no ser detectados por los soldados ingleses y borgoñeses. En diez noches llegan a Chinon.

Allí llega Juana, vestida como hombre (jubón negro y calzas ajustadas), a los diecisiete años, con sus cabellos cortados en redondo alrededor de las orejas, sienes y nuca rapadas. Habían entre 300 y 400 personas con Carlos VII. Todos esperan a la doncella que dice venir de parte de Dios, hace dos días que Juana esté alojada cerca de ahí.

El rey decide poner a prueba a esta doncella: un familiar tomará su lugar, y él se pierde entre la multitud. Ella entra con una mirada serena y segura, con sólidos pasos se dirige directamente a Carlos VII, se inclina y con vos clara dice: Dios os dé larga vida, gentil delfín. El Rey de los Cielos me envía, dice ella, pues por mí seréis consagrado y coronado en Reims. Eres el verdadero heredero de Francia e hijo del rey. El delfín la lleva aparte y charlan por un rato, le hace una pregunta que solo Dios puede saber y Juana pasa la prueba.

Casi de inmediato le dieron casa, un escudero, dos pajes, un limosnero, un mayordomo y dos heraldos de armas. Carlos VII le confía el mando de su ejército y se hace aconsejar por ella. Pero todo después de las pruebas.

Días más tarde se encuentra en Poitiers, ante un consejo que la examinará. El consejero del rey, Jean Rabateau, y abogado del parlamento presta su casa para el interrogatorio, que dura tres semanas. Ella responde a todas las preguntas viva y tranquila, y explica por qué ha contactado al delfín. Les cuenta sobre las voces que escucha, cómo le dijeron que acudiera en ayuda de Francia, cómo tenía que ir a Vaucoulers, etc. ¿Qué lenguaje habla tu voz?, preguntan, "mejor que el vuestro", contesta ella. ¿Crees en Dios? "Sí, mejor que vos", responde Juana altivamente. Se le pide un signo como prueba de que debe su misión a Dios, y ella dice "en el nombre de Dios, no he venido a Poitiers a mostrar signos, pero conducidme a Orleáns y os mostraré el signo para el cual he sido enviada". Orleáns estaba siendo sitiada por los ingleses y Juana pretendía salvar la ciudad. El interrogatorio llega a su fin, y los prelados reconocen que en ella no hay ningún mal ni nada contrario a la fe católica.

Pero todavía no puede asumir el mando del ejército, porque queda el examen de virginidad, reclamado por el arzobispo de Embrun. Él dice que si Juana es una enviada del demonio, seguramente no será virgen. También pasa este examen.

Parte finalmente hacia Tours, donde constituye su casa militar. Allí le fabrican una armadura. Y allí ella rechaza las espadas que le ofrecen, pide una que, según ella esta en Santa Catalina de Fierbois, "que busquen detrás del coro de la iglesia, allí habrá una espada enterrada", dice Juana. Van y la encuentran. "Supe que estaba allí porque me lo dijeron mis voces...".

También en Tours le otorgan un estandarte. Allí acuden sus dos hermanos Pierre y Jean a reunírsele, combatirán a su lado.

Se dirige a Blois, donde se le otorgarán soldados y dinero. Juana dirige a sus soldados de entrada, ríe con ellos, los comprende y se hace comprender. Es difícil creerlo en estos tiempos, pero sus soldados se dirigían a ella con total respeto. El duque de Aleçon dirá mas tarde: "A veces, durante la guerra, dormí con ella al aire libre; yo y otros hombres de armas. Pude verla cuando se ponía la armadura, y entrever su pecho, que era muy bello; no obstante, nunca sentí por ella malos deseos".

Al fin, Juana lidera el ejército hacia Orleáns. En solo ocho días se logra liberar la ciudad. Los franceses fueron vencidos en las primeras salidas, pero desde que Juana en persona encabezó el asalto todo cambió y la ciudadela fue tomada. Al comienzo del ataque Juana puso ella misma una escalera contra la muralla de la ciudad. Fue herida por un flechazo en el hombro, ella se arranco la flecha y se curo a si misma aplicando tocino y aceite sobre la herida.

Antes de conducir al rey hacia Reims para ser coronado, dice Juana que hay que limpiar el país del Loire de ingleses. En todas partes los ingleses son vencidos por Juana, se doblega, huyen. Toma varias ciudades en solo cinco días, del 12 al 17 de junio. El 18 se lleva a cabo la gran batalla de Patay, donde Juana vence a los ingleses, dejando 2000 de ellos muertos en el campo de batalla. Juana ya tiene muy mala fama en Inglaterra, y se la tacha "de un discípulo y espía del Maligno, llamado la Doncella".

Las ciudades caen ante Juana como frutos maduros. Troyes se rinde a Carlos VII. Unos años antes, Isabel (madre de Carlos VII) había firmado un tratado mediante el cual abandonaba Francia a los ingleses, pisoteando los derechos de Carlos al titulo de rey de Francia. Finalmente llegan a Reims, donde Carlos VII será coronado rey de Francia.

A Juana solo le queda un sueño: echar a los ingleses del suelo francés. El ahora rey Carlos irá junto a Juana a luchar los combates decisivos. Pero el rey negocia secretamente con los insurrectos que están del lado de los ingleses. Juana quiere pelear hasta el agotamiento, pero Carlos prefiere la diplomacia. Pronto Juana se convierte en una fastidiosa para el rey. Ellas sigue guerreando, los pueblos son liberados y la gente delira ante su presencia, besan sus vestimentas. Luego de mucho trabajo decide al rey a que la deje sitiar París, que estaba en poder de los ingleses. El 8 de septiembre, Juana recibe una herida, y el rey ordena la retirada. Se aleja hacia el Loire y el ejército real es licenciado.

El rey, acaso para cortarle las alas, le otorga blasón y títulos de nobleza. Juana sigue batiéndose, pero sólo le confían un pequeño ejército. Y se le autoriza a guerrear en operaciones secundarias. Pero ella igual se las arregla para tomar ciudades. Los fracasos llegan, pero por la falta de víveres y dinero, estaba casi abandonada por el rey.

Jean de Luxembourg amenaza a Compiègne (fiel al rey) en nombre del duque de Bourgogne. Juana se arroja sobre la ciudad en peligro. Entra en ella por el bosque muy temprano a la mañana. El mismo día, hacia las seis de la tarde, intenta una salida contra los sitiadores. Cuando ella se disponía a presentar batalla a Luxembourg, acuden los ingleses de Montgomery, cortándole toda posibilidad de retirada. Entre dos fuegos, los compañeros de Juana ceden. Guillaume de Favy y sus soldados se abren camino hasta las puertas de la ciudad y entran en ella. Juana, en la retaguardia, los sigue con su hermano Pierre y su intendente Jean d'Aulon. Cuando llega ante la puerta ve, enloquecida, que el puente levadizo se alza ante su nariz. Fue vendida. Los borgoñeses la rodean y es arrojada a tierra por un arquero, y por el peso de su coraza Juana no puede levantarse. Es tomada prisionera, ya no volverá a ser libre hasta su muerte.

Juana será entregada a los ingleses y conducida a Rouen. Luego de nueve meses de prisión, el 21 de febrero de 1431 comienza, como consecuencia de intrigas inglesas, un proceso iniciado por la Santa Inquisición, pero que mezcla religión y política. En este proceso, la pequeña campesina devenida líder militar, enfrenta a una jauría hambrienta. Solo quieren condenarla y difamarla. Ella los domina, les cierra el pico, los irrita. Les daba mucho trabajo. Respondía con mucha prudencia y sabiduría, demasiado para ser una campesina analfabeta. El obispo de Beauvais, Pierre Cauchon lidera el interrogatorio. Están presentes 45 hombres de iglesia como tribunal.

Juana permanece durante su cautiverio y durante los cuatro meses del proceso totalmente encadenada, no le sacan las cadenas ni para dormir. Duerme en una celda custodiada por soldados ingleses, que duermen dentro de la celda. Juana intentó escapar, por eso tantos recaudos. Antes de ser entregada a los ingleses trato de escapar de los borgoñeses, saltando desde lo alto de la torre de un castillo. Por suerte, no sabría decir si mala o buena, cayo en el agua de una zanja, tardó varios días en reponerse de la caída.

En el proceso le preguntan sobre sus voces: "¿Cómo eran? ¿Qué decían?". Muchas cosas le preguntan durante todos esos meses de interrogatorio. Pero Juana se conduce muy hábilmente ante estos doctores. La quieren llevar por el camino del mal, quieren probar que es idólatra, o sea que adora a objetos en vez de a Dios. También quieren probar que es hereje, o sea que no reconoce a la Iglesia como intermediaria entre Dios y el pueblo. Juana dice que sólo obedece a Dios, el cual se manifiesta ante ella a través de las voces; esto les da pie para la acusación de herejía. Las demás acusaciones las inventan.

Finalmente, el 23 de Mayo se le pide que renuncie a todo lo que a dicho, que jure que es mentira que oye voces, pero Juana mantiene lo que ha dicho.

El 24, se la lleva ante una inmensa hoguera. A los lados de la hoguera hay dos tribunas, en una se ubican los miembros del tribunal y algunos dignatarios ingleses y en la otra está Juana. Mucha gente apretujada asiste al espectáculo. Juana, ante la amenaza de la hoguera, se resigna y dice "haré lo que ustedes quieran". De inmediato un inglés saca una hoja, preparada previamente, en la cual están las acusaciones. Juana tiene que firmar admitiendo que invento todo o será quemada en la hoguera. Coaccionada, admite ser hereje, que jamás escuchó voces y que no volverá a vestir ropas de hombre; firma con una cruz, ya que no sabía escribir.

Al terminar, Juana estalla en carcajadas. Los dignatarios ingleses se enfurecen. A Juana se le había prometido la libertad a cambio de la abjuración, pero el obispo Cauchon tranquiliza a los ingleses: la condena a prisión perpetua.

Tres días mas tarde Juana aparece vestida nuevamente como hombre. ¿Qué pasó? Esto la condenaría a la hoguera nuevamente. Pero lo que pasaba era que Juana seguía siendo prisionera de los ingleses, no la mandaron a una prisión eclesiástica ni a una de mujeres. Por lo tanto solo tenían que obligarla a vestir como hombre para que la Inquisición la condenara a la hoguera, los ingleses la querían muerta.

El 28 el tribunal se reúne en su celda y le pregunta por que se vistió otra vez como hombre, y ella contesta: "lo he hecho porque era lo mas indicado ya que me encuentro rodeada de hombres, y lo he hecho porque no se ha cumplido lo que se me prometió". La realidad era que los guardianes le habían confiscado los vestidos de mujer, y otros aseguraban que un oficial inglés había intentado violarla. Ella dice: "Prefiero morir antes que estar encadenada. Si se me permite ir a misa, que se me quiten las cadenas y que me custodien mujeres, me portaré bien". "¿Has oído tus voces?", le preguntan, y Juana contesta que sí. Con eso terminó de condenarse, ya que había jurado que era mentira. La hoguera la espera.

En el viejo mercado de Rouen se levantó la hoguera, en la cúspide del montón de leña la atan a Juana. Se dio un pequeño sermón, se leyó rápido la sentencia, y se prendió la hoguera. Las llamas comienzan a lamerla, la envuelven, le queman las carnes, los músculos, los huesos. Ella grita varias veces "Jesús". Pasan cuatro horas antes de que se reduzca a cenizas. Sus entrañas y su corazón no se quemaron. El cardenal inglés de Winchester ordenó que se los arrojase al río.

Veinticinco años después se inicia, en la misma ciudad que la vió arder, un proceso contra los que enjuiciaron a Juana, en el cual se la declara inocente de todos los cargos y se anula el anterior proceso. El 11 de Abril de 1909, más de 500 años después, se la beatifica, y el 16 de Mayo de 1920 el Papa Benedicto XV la canoniza como Santa Juana de Arco. ■


Santa Juana de Arco, ¡ruega por nosotros! †

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