martes, 26 de mayo de 2009
Reverendo Padre Alberto Ezcurra Uriburu a 16 años de su entrada a la Patria Celestial
por el Monseñor Alvaro Ezcurra
En la noche del 26 de mayo de 1993 falleció en San Rafael el Padre Alberto Ignacio Ezcurra. Su vida se apagó con la naturalidad con que se apagan las estrellas al despuntar el alba, con la suavidad con que se desprenden las hojas de un árbol acariciado por una brisa otoñal. Una muerte tranquila, serena, sin estertores. Coronamiento de una vida consagrada a Cristo con singular ardor. Broche de oro puesto a una existencia terrenal quemada en puro fuego de amor a Dios, al prójimo y a la Patria.
Durante su juventud militó en la política, entendida ésta como el conjunto de las actividades orientadas a la consecución del bien común, sin perder jamás de vista que todas esas actividades tienen un fin último sobrenatural que es alcanzar la bienaventuranza eterna. Tenía pues, una concepción católica de la política, aquella que mira a la instauración de todas las cosas en Cristo. Pero en su militancia descubrió la miseria de la clase dirigente, el fariseísmo hipócrita de tantos que decían estar al servicio del pueblo, cuando en realidad, a costa del pueblo, se servían a sí mismos en la búsqueda del vedetismo, del poder por el poder, del enriquecimiento ilícito. La política suele ser muy sucia, y él sintió asco. Su alma grande se asfixiaba en medio del estercolero y descubrió que no era ése su camino, porque entre tanta inmundicia se le hacía inútilmente cuesta arriba aportar lo suyo en bien de la comunidad. Fue entonces que Dios le inspiró el siguiente pensamiento: “No puedo cambiar las estructuras injustas de la Patria, pero puedo, sí, transformar mi corazón entregándoselo a Cristo enteramente, y de ese modo prestar el mejor servicio posible”. Así nació su vocación sacerdotal. Ingresó al Seminario de Paraná, donde estudió Filosofía, y luego fue profesor, prefecto y vicerrector. Allí estuvo varios años como un recio árbol espiritual plantado a orillas del río de la gracia, hundiendo muy profundas raíces en la fe, sentando cátedra con el testimonio de ejemplar vida sacerdotal y rindiendo abundantes frutos... ¡Cuántos sacerdotes, seminaristas y laicos lo llamaron y seguirán llamando siempre PADRE, no por mera formalidad o título que se acostumbra dar al sacerdote, sino por una convicción profunda nacida del verdadero amor filial!
El Padre Alberto alternaba sus actividades seminarísticas con la predicación de triduos, novenas, misiones populares y ejercicios espirituales; dictando conferencias y empleando su poco común talento oratorio, con el cual iluminaba la inteligencia y enardecía el corazón de sus oyentes.
Por esas cosas de Dios, un día se trasladó del Paraná a los Andes y se afincó en San Rafael, donde fue partícipe de la fundación del Seminario Diocesano, que presidió como rector durante varios años, donde continuó su tarea de formador, llevándola a cabo con espontánea humildad, inocultable maestría y pasión. Hasta que un día la Providencia quiso acrisolarlo con una enfermedad incurable, que él sobrellevó durante más de dos años con admirable fortaleza, sin hacerse la víctima, trabajando, en la medida de sus fuerzas hasta el final. Cierta vez dijo que no le pedía a Dios la curación, sino que cumpliera su voluntad. La voluntad de Dios dispuso que partiera de este mundo. Y el Padre Alberto, confesado, comulgado y ungido con el óleo de los enfermos se aprestó a partir con una aceptación. Es por eso que murió, pero Vive. Y un dejo de sana envidia quede al contemplar la ejemplaridad de su muerte: ¡Ojalá tengamos toda gracia semejante!
Los que quedamos, recogemos su antorcha, redoblamos el paso en pos de la meta, y retemplando el espíritu con su testimonio decimos:
PADRE ALBERTO IGNACIO EZCURRA, ¡PRESENTE!
El pensamiento del padre Ezcurra
Cristianismo y Orden Burgués
"Todo un mundo antiguo, que es precisamente el de la civilización burguesa esta a punto de hundirse. Hablando de este mundo empleamos con plena razón la expresión agonía. Pero la agonía a la que estamos asistiendo es la agonía de una civilización determinada y la agonía de lo que en la iglesia es solidario con esa civilización. Es ese cristianismo burgués, superado ya en nuestros días y cuya vetustez sienten los cristianos" (J. Danielou S.J.)
Ante la crisis y agonía de las decadentes estructuras del liberalismo burgués, se abre para el mundo, agitado en el caos el camino de la Revolución inevitable que, al romper con las viejas estructuras, instaura un nuevo orden, una nueva civilización, de indudable sentido comunitario.
Ante esta Revolución inevitable cual puede ser la postura de los católicos?
Aferrarnos a formas superadas, condicionando la defensa de la Verdad permanente a la subsistencia de dichas formas decadentes, o procurar darle a la Revolución nuestro signo de Verdad, frente al marxismo que se empeña en darle el suyo?
La respuesta parece obvia. No lo es sin embargo para muchos católicos, a quienes toda transformación revolucionaria de las formas a las que están acostumbrados, les parece un signo satánico, en el cual creen escuchar las primeras pisadas del Anticristo.
La Iglesia, Sociedad Divina, tiene valores y verdades permanentes que defender, los cuales no son susceptibles de envejecimiento, cambio ni reforma o adaptación alguna, al contrario, conservan el primitivo valor revolucionario que tenían al salir de los labios del Maestro de Nazareth. La Iglesia, sociedad humana, tiene formas que varían y se adecuan a la necesidad de los tiempos, y vive en una sociedad cuyos esquemas políticos, sociales, culturales y económicos varían, a veces con ritmo vertiginoso.
El error consiste en dar a estas formas accidentales, para defenderlas o condenarlas, un valor dogmático y unir a su suerte la de las verdades divinas que forman el patrimonio permanente de la Iglesia. Algunos dan este valor dogmático a formas políticas, otros a corrientes culturales, a estructuras sociales o económicas. Este es el error de los jóvenes de "CRUZADA", para quienes la propiedad privada, las formas burguesas, el capitalismo y la "cultura occidental" fueron establecidos por Jesucristo casi con carácter sacramental, sin advertir que caen ( en otro campo) en el mismo error de quienes dogmatizan la democracia , por ejemplo, a quienes tanto ellos como nosotros combatimos.
En uno de los últimos números de esa publicación, el castizo Rodrigo de Nájera se nos descuelga con la tremenda afirmación de que los católicos que defienden la propiedad societaria de los medios de producción se colocan "en una línea paralela al marxismo", al aceptar uno de los "lemas fundamentales de la revolución anticristiana", para concluir fulminando una excomunión, basada en dos citas de León XIII, ninguna de las cuales contiene una condenación formal.
Afirma León XIII, que a los miembros de la sociedad, como los del cuerpo humano "hacerlos todos iguales es imposible; seguiríase de ahí la ruina de la sociedad". De acuerdo. Una empresa donde todos fueran obreros, o todos empresarios sería una ruina. Pero no creo que tal locura entre en la cabeza de nadie. La empresa de propiedad comunitaria (llámese a la comunidad sindicato, cooperativa, etc.) es una empresa jerárquica y armonicamente organizada, donde son distintas las obligaciones , el mando, las responsabilidades, el trabajo y la retribución. Lo que se busca con ella no es una "nivelación" absurda, sino suprimir una excesiva desigualdad, igualmente absurda.
Se busca el acceso de todos al derecho de propiedad, que Rodrigo de Nájera dice defender, lo cual, aparte de justicia es un incentivo para la producción. Se busca eliminar al parásito, que, sin producir, se enriquece sobre la miseria, o simplemente sobre el trabajo de los demás al que en la sociedad capitalista se llama patronal, o Sociedad Anónima y en el marxismo se llama Estado. No va hacia la supresión de las jerarquías, sino a que estas no estén regidas por lo económico.
En cuanto a lo que "es conforme a la ordenación de Dios que haya príncipes y vasallos, patronos y proletarios, ricos y pobres, sabios e ignorantes, nobles y plebeyos", si aceptamos que mas que la exposición de un estado de cosas es un ordenamiento intocable, entonces la actual desaparición de la división " nobles y plebeyos", es parte de la "Revolución Anticristiana"?. La educación, que tiende a "nivelar" sabios e ignorantes debe ser condenada?
Las respuestas son lógicas
Pero hay más. "La excomunión que Rodrigo de Najera vierte sobre los defensores de la propiedad comunitaria, alcanza nada menos que a los mismísimos apóstoles, quienes tenían todas las cosas en común; y vendían las posesiones y los bienes, y lo repartían entre todos, según que cada cual tenía necesidad" (Hechos II-43) y no solo esto, sino que influidos por las perversas doctrinas de Marx, llegaron a negar el sacrosanto derecho de propiedad , ya que "ninguno decía ser propia suya cosa alguna de las que poseía, sino que para ellos todo era común"(Hechos IV-32), ejemplo que fue seguido por las órdenes religiosas y por los bolcheviques de la Compañía de Jesús, que formaron el estado socialista de la Misión Guaraní.
Aterrado por hechos tan tremendos, me despido hasta la próxima, porque sobre esto hay rollo para rato.
(Publicado en "Signo", año 1, (2da. época), Numero 4, julio 1960, publicación mensual del Centro J. A. C. 40 (San Agustín) Registro Nac. De la Prop. Intelectual 648.689) Director: Carlos Alberto Falchi.)
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