domingo, 15 de febrero de 2009

La Religión verdadera: El Catolicismo


P. Pedro de I. Muñoz

Este artículo del P. Muñoz fue publicado en el boletín de las hermanas del Oasis de Jesús Sacerdote con motivo del encuentro en Asís, en octubre de 1986, hace ya 15 años.

A poco de celebrarse el acto ecuménico de Asís, me dieron una hojita de un señor que literalmente decía así: «la reunión del Papa en Asís con 11 religiones no cristianas, consiguió parar los enfrentamientos en el mundo durante una tregua de 24 horas. Esto significa que todas las religiones son buenas para conseguir la paz en la guerra que nos amenaza, ¿no es así? Es más beneficioso probar de aplicar en la vida diaria el precepto de bondad común a todas las religiones que fijarse en sus diferencias circunstanciales».
Como se ve hay una gran confusión de ideas, porque por encima de la «bondad común» está «la verdad que nos hará libres» como dice Jesucristo. Se trata de saber si hay un Dios y una religión verdaderos, pues en ello nos va nuestra eterna salvación.
Efectivamente sólo existe un Dios verdadero, eterno, omnipotente, creador de cielos y tierra; los otros dioses son falsos y sus religiones igualmente. Es un error pensar que todos los dioses en el fondo son el mismo dios. ¿Cómo pueden ser el mismo dios si son esencialmente contrarios entre sí?
Así nuestro Dios es uno y trino, los otros no. Nuestro Dios ha creado cielos y tierra, los otros no. Nuestro Dios se ha revelado al mundo enviando a su Hijo Jesucristo, los otros no. Si todos los dioses fueran el mismo, se daría la paradoja de que el mismo dios ha inspirado libros sagrados como el Corán, la Biblia o los Vedas, que son contradictorios entre sí. Igualmente habría fundado estas religiones que son contrarias entre sí. Por ejemplo, el islamismo admite la poligamia, el cristianismo la condena. Entonces Dios se contradiría y seria un mentiroso.
No; sólo existe un Dios verdadero y una religión verdadera que El ha fundado. Los demás dioses son falsos, no existen; son creaciones de la fantasía del hombre. Por eso cuando Moisés recibió el Decálogo, le dijo Dios: «No tendrás otro Dios más que a Mí». En la Biblia se nos habla constantemente del Dios verdadero y de los dioses falsos que nunca han existido.
El profeta Jeremías dice: « El Señor es el verdadero Dios, el Dios vivo y Rey eterno. Si El se aíra, tiembla la tierra y todas las naciones son impotentes ante su cólera. Así, pues, habéis de decir a los gentiles: dioses que no han hecho ni los cielos ni la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos» (10, 10).
Y San Pablo nos amonesta a los cristianos a que no nos juntemos con los infieles: «No os juntéis bajo un mismo yugo con los infieles, que os son tan desiguales. Pues, ¿qué participación puede haber entre la justicia y la iniquidad?, ¿o qué comunicación de la luz con las tinieblas?, ¿qué armonía de Cristo y Belial?, ¿o qué parte del fiel con el infiel?, ¿y qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios vivo... por tanto, salid de en medio de ellos y apartaos -dice el Señor- y cosa impura no la toquéis, y yo os acogeré» (II Cor. 6, 14).
Si esto es así, ¿cómo se comprende el acto ecuménico de Asís de reunir todas las religiones en pie de igualdad aunque sea para pedir por la paz?
Porque, ¿qué Dios va a concederles la paz si no existen? El único que puede darnos la paz verdadera es Jesucristo: «mi paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, os la doy YO» (Jo. 14, 27). Por eso cuando nació en Belén los ángeles cantaron «gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad» como hace poco recordábamos en Navidad.
Pero hay más todavía. Detrás de esos dioses y religiones falsos se esconde el demonio, de modo que esos dioses falsos son los demonios. No lo digo yo, lo dice la Sagrada Escritura: «todos los dioses de los gentiles son demonios, pero el Señor, nuestro Dios, hizo los cielos» (Ps. 95). Por eso colocar a Jesucristo en medio de esos dioses falsos que son demonios, me parece una aberración monstruosa. Yo creo que Jesucristo debe estar irritado sobremanera al ver que hemos acudido a dioses falsos a pedir la paz y al verse a Sí mismo colocado en medio de ellos. ¿Nos dará la paz verdadera?
Algunos piensan que estos actos ecuménicos se hacen con buena intención, es decir, para ganar a los infieles
Es posible. Nunca podemos juzgar las intenciones de las personas, esto está reservado a Dios. Pero el hecho en sí es reprobable. ¿Se puede hacer una cosa mala para conseguir un bien? «Nunca el fin justifica los medios» y estos actos ecuménicos van contra la Sagrada Escritura y la Tradición y contra el sentir de la Iglesia.
Oremos mucho por la Iglesia, por el Papa y los Obispos, por la conversión de los enemigos de la Iglesia y por los infieles, y pidamos a la Virgen Santísima acelere el triunfo de su Inmaculado Corazón y el de su Hijo como prometió en Fátima. n

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