jueves, 19 de febrero de 2009

Fragmentos de la Obra del Beato Alano de la Roche"DE ORATIONIBUS ET PRECIBUS PSALTERII"


En el Arca de Noé se halla este número, porque —como dice la Escritura— a los ciento cincuenta días, que es el número sagrado del Rosario, los manantiales del Abismo que anegaban la tierra se cerraron; las nubes y las tormentas cesaron; fueron a menos las aguas del Diluvio; descansó el Arca sobre los montes, y se acordó Dios de Noé y de todos los animales; por donde se conoce cuántas son las maravillas que andan juntas con la sombra del Santísimo Rosario. Con él se cierran las puertas del Abismo infernal; con él se serena el Cielo, cesan las tempestades y rigores de la divina Justicia, van a menos las tribulaciones y descansa la Iglesia, se acuerda el Señor de los hombres y animales del Arca; esto es, de los buenos y malos Cristianos. Mira si es digno de eterna memoria el Santísimo Rosario y su sagrado número.

Está asimismo figurado en el Tabernáculo de Moisés —como lo dice la Escritura— en todos sus números, de diez, cincuenta, y ciento cincuenta, en las cortinas, hebillas, presillas y anillos, o coronas de oro con que se había de vestir el Arca, adornar el Santuario y perfeccionar todo el Tabernáculo; por todo lo cual debes entender las virtudes de que se vistió y adornó el Arca María Santísima, el Sancta Sanctorum, Altar de los Sacrificios, que es la Sacratísima Humanidad con todos los Misterios de su santísima Vida; y en las hebillas, presillas y anillos de oro, que eran ciento cincuenta, y unían las cortinas y vestuario del Arca y Santuario, has de considerar las ciento cincuenta Avemarías del Santísimo Rosario, que unen y juntan en uno entero las virtudes, obras y Misterios de Cristo y su Madre de que se vistieron sus Santísimas Almas y se visten todas las de los Cristianos; y advierte que, como de aquellos anillos, hebillas y presillas pendían toda la firmeza, disposición y hermosura del Tabernáculo; porque de otra manera se llevara el viento las cortinas y se confundieran unas con otras, y más andando por los desiertos, como andaba aquel Pueblo; así también lo has de entender de las Avemarías y del Santísimo Rosario, que con él se enlazan las virtudes, se consigue la fortaleza, y consiguientemente la disposición para todo lo bueno; porque entra de por medio María Soberana, que es el medio más poderoso que puedes escoger para conseguir y conservar las virtudes; mas si te falta esta santísima devoción, teme al viento de la vanidad y soberbia, que se te ha de llevar las virtudes y te ha de llenar de confusión. Mira que andas por el desierto del mundo en donde corren los vientos muy fuertes, las tormentas y tempestades, y si las virtudes no estuvieren muy firmes, se las llevarán.

Está asimismo contenido en los ciento cincuenta Salmos de David, porque viene a ser el Santísimo Rosario como alma de aquel Salterio. Aquél contenía las profecías de todos los Misterios de la Vida, Muerte y Glorias de Cristo y su Madre; y el Santísimo Rosario contiene el cumplimiento de esas profecías, los Misterios y verdades todas cumplidas; y así se llama Cántico nuevo y Salterio de la Ley de Gracia. Y, como los Misterios y verdades en profecía se cantaban en ciento cincuenta Salmos, en la Ley de Gracia se cantan en ciento cincuenta Avemarías. Mira tú cuan célebre es y ha sido aquél en toda la Iglesia, pues son las comunes alabanzas con que es en ella alabado el Señor; y advierte que la misma celebridad se debe al nuevo Salterio de la Ley de Gracia, que es el Santísimo Rosario, cuyas alabanzas deben ser comunes a todos los Fieles por la misma razón: pues uno y otro Salterio contienen los mismos Misterios; unos profetizados, y otros cumplidos. Ahí tienes la razón por qué en el Cielo es el Santísimo Rosario tan celebrado; y pues que los Ángeles y Bienaventurados hacen de él el aprecio que has oído, justísimo es que en la tierra sea apreciado de todos los Fieles, y mayormente de todos aquellos que se precian de ser verdaderos devotos de esta Soberana Reina.

Considera cómo María Sacratísima, constituida Emperatriz de los tres Imperios y Señora de los quince Reinos, trató de gobernar a sus vasallos, esto es, a todos aquellos que en los quince Reinos, como siervos y vasallos fieles, le tributan las cincuenta Rosas en los cinco Misterios Gozosos, las cincuenta Piedras preciosas en los Dolorosos, y las cincuenta Estrellas en los Gloriosos —que estos son los tres Imperios representados en las tres partes de Santísimo Rosario y los quince Reinos representados en los quince Decenarios y Misterios principales de que se compone —así lo explica Nuestra Señora a su nuevo Esposo el Beato Alano—; y, por consiguiente, aquellos son sus vasallos, que le sirven en las tres partes y quince Misterios del Santísimo Rosario. Esto supuesto, vamos a considerar el gobierno de esta Altísima Emperatriz, el cual, junto con la antecedente visión, fue revelado al Beato Alano de Rupe, como él mismo lo refiere en la segunda parte de la vida, que es en esta forma. Vio que, coronada Nuestra Señora para gobernar sus Imperios y Reinos, puso el Trono en el Tribunal de la Misericordia y se acompañó de quince Reinas con las cuales había de entablar el Imperio de la Misericordia en los quince Reinos.

Y así se intitulaban: 1ª, Bendición; 2ª, Iluminación; 3ª, Gracia; 4ª, Plenitud; 5ª, Libertad; 6ª, Hospitalidad; 7ª, Buena Fama; 8ª, Medianera; 9ª, Piedad; 10ª, Buena Fortuna; 11ª, Fructuosidad; 12ª, Fecundidad; 13ª, Abundancia; 14ª, Liberalidad; 15ª, Salvación. Vio asimismo el Beato Padre que enfrente del Trono y Tribunal de la Reina y Madre de Misericordia estaba en su Trono la Justicia, acompañada de otras quince Reinas con unas varas grandes de hierro en las manos, determinadas a castigar y herir a los pecadores, y con estas tenía la Justicia entablado su gobierno en el mundo. Y eran: 1ª la Maldición; 2ª la Ceguedad; 3ª la Dureza de corazón; 4ª la Pobreza; 5ª la Esclavitud; 6ª la Peregrinación; 7ª la Infamia; 8ª la Severidad; 9ª el Rigor; 10ª la Mala Fortuna; 11ª la Esterilidad; 12ª la Infecundidad; 13ª las Penurias; 14ª la Cautividad; y 15ª la Perdición y Mala Muerte…

Quienesquiera que al Rosario de Cristo y su Madre sirvieren con fidelidad en los quince Misterios, que son los quince Reinos de la Misericordia, estos queden exentos del Imperio de la Justicia y del rigor de sus quince plagas, Reinos de castigo, y vivan eternamente Bienaventurados en el Imperio de María. Al Poder, a la Justicia y Verdad désele también su lugar: domine y mande la Justicia con el Poder y la Verdad sobre aquellos que no quisieren servir en los quince Reinos de la Misericordia debajo del Estandarte del Rosario de Cristo y su Madre, ahora lo rehúsen por desprecio, ahora por soberbia, o negligencia, si otro cualquier vicio. Sobre estos rebeldes a los quince Reinos de Misericordia domine la Justicia y ponga el pesado yugo de su rigor; pues es justo que la Justicia reine sobre quien huye de la Misericordia. Así se da a la Misericordia lo que es suyo y a la Justicia lo que le toca.…

Tres son mis Imperios: uno es del Poder del Padre, otro de la Sabiduría del Hijo, y otro de la Bondad del Espíritu Santo, y estos Imperios resplandecen en las tres partes de mi Rosario. El Imperio del Poder en la Encarnación, obra propia del Poder y Omnipotencia del Altísimo; el de la Sabiduría infinita del Verbo y el de la Bondad y Amor en los Misterios Dolorosos y Gloriosos, obra especialísima del Amor del Espíritu Santo. En estos tres Imperios tengo quince Reinos: en los cinco primeros se gozan mis vasallos; en los cinco segundos pelean y batallan; y en los cinco terceros descansan. Éste es el ejercicio y trato de mis Reinos; y la vida de mis vasallos, gozos y penas; victorias y descansos. Con los gozos se alientan, con las penas se ejercitan, con las victorias se coronan, y con la Gloria por último descansan.

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