lunes, 16 de febrero de 2009
Ensayo de aproximación a la doctrina de Santo Tomás de Aquino sobre la Eucaristía y su proyección espiritual
Lorenzo Galmés, O.P.
Prior del convento dominico Cardenal Xavierre, de Zaragoza
La carta apostólica Quédate con nosotros de Juan Pablo II, del 7 de octubre
de 2004, finalizando el Año del Rosario, inaugura el Año de la Eucaristía. Inicia un camino de perspectiva eucarística, como continuación de la contemplación de los andes misterios de Cristo en el Rosario de María, cuya luminosidad y fecundidad recalca el Santo Padre en la expresión María mulier tota sua vita est eucaristica, hilo de oro que enlaza en la Iglesia el Mysterium fidei: Eucaristía- María-Iglesia. El Papa se complace en invitarnos a recoger algunas perspectivas que se nos proponen, para vivir bien este Año, y ayudarnos a orientar nuestras vidas hacia actitudes luminosas y profundas.Es, pues, mi propósito en esta conferencia secundar los deseos del Santo Padre hacia la luminosidad eucarística, en orden a ilustrar, con María, el talante de nuestra andadura cristiana. No tendría mucho sentido ceñirnos al aspecto dogmático resuelto en Trento, ni abordar el complejo filosófico, propio de especialistas y materia de cátedra. Nuestra exposición más modesta se limita a abrir una cala en la doctrina eucarística expuesta por Santo Tomás sobre su
dimensión y proyección para la vida cristiana en nuestros tiempos. Creo que es la mejor colaboración que podemos prestar, siguiendo la pastoral de Juan Pablo II.
Tomás de Aquino escribió sobre la Eucaristía mucho y en muy diversos lugares. Lo ratificó a la hora de la muerte: ʺYo he enseñado y escrito mucho sobre este Santísimo Cuerpo y sobre los otros sacramentos. Según mi fe en Cristo y en la Santa Iglesia Romana, a cuyo juicio yo someto toda mi enseñanzaʺ. Oportunamente ha escrito Javier González: ʺSanto Tomás trata la cuestión de la Eucaristía en numerosos lugares de sus obras, si bien son tres los que recogen el tema de manera completa y sistemática en forma de tratado: en el Comentario a las Sentencias del Maestro Pedro Lombardo, escrito entre los años 1254 y 1256, en la Suma contra los Gentiles, compuesto el año 1259, y en la Suma Teológica, redactado el último año de su vida y que constituye el tratado más acabado de los tresʺ.
Aún contando con el tratado amplio y sólido que el Maestro dedicó al Sacramento de la Eucaristía, incluido en la tercera parte de la Suma teológica, es conveniente cotejarlo con los comentarios sobre Sagrada Escritura, en que se trata de nuestro tema. Como buen teólogo el Maestro tuvo que abordar el comentario de la Palabra de Dios, base de toda teología. De marcado interés son los comentarios de los Evangelios. Recordemos los de Mateo y de Juan, escritos entre 1256-1259 y 1269-1272, que se trata de obras tomadas en apuntes mientras Tomás enseñaba, que después eran revisadas por el Santo. De mayor alcance podemos considerar la conocida Catena aurea, o Glosa continua sobre los cuatro Evangelios, escrita entre 1262 y 1264 por encargo de Urbano IV. Para algún historiador representa el momento decisivo en la forja de la doctrina de Santo Tomás, y que algún otro lo ha catapultado hasta
considerarlo momento culminante del dogma católico. Amplia y aguda selección de textos patrísticos, nítida, expresión de la tradición, cuyo contenido es tan admirable como difícil de evaluar.
Desde otra vertiente, de amplio alcance popular y espiritual, no podemos silenciar el escrito litúrgico Officium de festo Corporis Christi, atribuido con consentimiento tácito en general a Santo Tomás de Aquino por el mismo Romano Pontífice, y que el mismo Juan Pablo II ha calificado de summus theologus simulque Christi eucaristici fervidus cantor. A lo referido hay que sumar el extralitúrgico oracional del Santo, que incluye el conocido Adoro te devote,sumamente popular en otras décadas. El oficio encargado y promulgado por Urbano IV en 1264 ha sufrido todas las contingencias de las composiciones litúrgicas, revisado en las reformas a que los somete la Iglesia y atender las necesidades pastorales según tiempos y lugares. Hemos de tener presente que un texto litúrgico no presupone haber sido creado ex nihilo, sino que selecciona y combina material de otras liturgias. Toma préstamos de fragmentos de la Biblia y de los Santos padres, con las aportaciones personales que pueden hacer al caso. Supone a menudo la intervención de varios redactores. En el caso de Oficio del Corpus basta recordar las grandes reformas de San Pío V en el siglo XVI y de San Pío X en el siglo XX, con lo que ha significado además la obra del Vaticano II. No se puede decir que tal como lo tenemos hoy sea el Oficio del Corpus obra exclusiva de Santo Tomás de Aquino, pero tampoco sería correcto negarle la participación que tuvo el Santo a raíz de la Bula Transiturus del
Papa Urbano IV, del 11 de noviembre de 1264. Otro asunto es el de su contenido himnológico.
Mención aparte nos merecen los himnos de la Liturgia del Oficio y Misa de la fiesta de Corpus Christi en su redacción latina, atribuida al Maestro Tomas de Aquino, y comúnmente aceptada, pero que al mismo tiempo ha dado pie a que algún crítico se haya planteado el tema de la dimensión poética de Santo Tomás escritor. Lo que han significado el Pange lingua y el Tantum ergo en el culto al Santísimo Sacramento excede toda comparación. Estrofas como el Panis angelicus del himno Sacris solemniis, o como el O salutaris Hostia del cántico Verbum supernum, han acompañado muchas horas de adoración y devoción ante el Santísimo expuesto en la sagrada custodia. La secuencia Lauda Sion, meditada y bien cantada, pieza de inconmensurable contenido teológico, impacta y emociona. No podemos olvidar que todo el Oficio se relaciona con el culto al Misterio Eucarístico animado por movimientos populares en países del norte, en especial Bélgica, y que pregona una especial devoción hacia la
Sagrada Hostia expuesta en un Ostensorio, como objeto de veneración y devoción, y concluye con la bendición del Santísimo. El centro se polarizó en Lieja, y lo difundieron piadosas comunidades de Beguinas. En 1246 intervino el obispo de Lieja, Roberto Turote, después de haberse entrevistado con Santa Juliana de Mont Cornillon, y habiendo consultado a Santiago Pantaleón, futuro Urbano IV, y al dominico Cardenal Hugo de San Caro, el Obispo instituyó en su Diócesis la fiesta del Corpus, a pesar de las reticencias con que topaba. La respuesta definitiva la dio ya Urbano IV con la mencionada Bula Transiturus.Muchos recordarán sin duda la preciosa antífona O sacrum convivium, que tan a menudo acompañaba al sacerdote en el culto y administración del Sacramento. Pero si hemos de apuntar alguna preferencia especial,
pondríamos el acento en el Adoro te devote, oración del grupo de doce que legó
Santo Tomas, y que San Pío V insertó en el Misal Romano, entre las oraciones recomendadas a los sacerdotes a la hora de celebrar la Eucaristía. Ritmo sagrado, que el sabio Dom A.Wilmart cita como “maravilloso trofeo, composición armoniosa y general, que ha estimulado la piedad católica de muchas almas, más que muchos libros”. Wilmart dedicó un amplio y riguroso estudio sobre la tradición literaria y textual de esta pequeña joya espiritual del Aquinatense, como muestra del genio especulativo y poético del Santo.
Con el respeto y admiración debidos hemos de dejar aparte la consideración del pensamiento de Santo Tomás en bloque, para centrarnos en el tema de la Sagrada Eucaristía en particular, tema que nos ocupa. Ya hemos apuntado un leve sumario de los principales lugares en que el Santo trata del tema. Pero aún así el tema es de tal magnitud, que necesariamente hay que deslindar todavía más los campos que el desarrollo de la totalidad impone. El Santo, teólogo de excepción, tiene que abordar el alcance dogmático de la materia correspondiente, siempre dentro de la doctrina definida por la Iglesia. Igualmente ha de desmenuzar el contenido teológico moral y su irradiación social. Pero el Maestro que era a la vez un santo, atendía simultáneamente las implicaciones espirituales que la materia teológica le brindaba, es decir, su Teología espiritual. Contando que fray Tomás de Aquino era a la vez profesor responsable de una cátedra dedicado a formar peritos en Sagrada Teología, era también un dominico, fraile predicador, con la misión de enseñar a todos, a través de la predicación, desde la cátedra del pulpito. Sobre ello podemos contar con la profundidad, encanto y rica catequesis de los himnos del Oficio del Corpus. Sólo una mente privilegiada como la de Tomás de Aquino pudo hacer frente al compromiso que llevaba consigo la misión de maestro predicador. A nivel dogmático y al servicio del rationabile obsequium fidei, tuvo que abordar el problema y augusto misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía a través de la escolástica seguida en las Universidades medievales, apoyado en la filosofía aristotélica, para explicar la presencia real de Cristo en las especies sacramentales, no de una manera local, sino de modo sustancial. El Maestro propone el concepto de ʺtransubstanciaciónʺ, que hizo suyo el Concilio de Trento, recordado por Pablo VI, y recogido también en el Catecismo de la Iglesia Católica. No olvidemos ante el misterio ha de actuar la fe, praestet fídes supplementum sensuum deffectui. La fe basta, ad formandum cor sincerum, sola fides sufficit.
En un contexto más allegado al sentir humano el Santo nos legó la estrofa eucarística: Se nascens dedit socium, convescens in edulium, se moriens in pretium, se regnans dat in praemum. Jesús compañero, Jesús manjar, Jesús liberador con su vida, Jesús remunerador para siempre.
Ante la grandeza que presupone el hecho extraordinario del Misterio Eucarístico, Santo Tomás no duda en plantearse a nivel escolástico y académico el grado de necesidad que podría justificar su institución. Por lo que a Dios hace sabemos que no puede estar presionado por necesidad alguna.
Otro asunto es el de la humanidad creada. En el caso de naturaleza pura, antes
del pecado original, no cabe afirmar que fuera necesaria la institución eucarística. En el estado de naturaleza caída, y sometida a los efectos del pecado original, la naturaleza humana tenía que ser liberada y elevada. El colectivo humano necesitaba un refuerzo espiritual para penetrar en los límites de la naturaleza rehabilitada El misterio de la Encarnación puso a Jesucristo en el mundo, que con el sacrificio de su Pasión y Muerte redimió a la naturaleza humana del pecado, y con su doctrina, ejemplos, e institución de los sacramentos, puso en manos del género humano los instrumentos necesarios para que la criatura humana al formar parte de la comunidad cristiana pudiese recuperar el estado perdido.
Tomás de Aquino pone la Eucaristía en el mismo neurálgico de la Iglesia. Bonum commune spirituale totius Ecclesiae continetur substancialiter in ipso Eucaristiae sacramento, perfeccionando los demás sacramentos: Hoc sacramentum potissimum et perfectivum est omnium aliorum sacramentorum. El sello instrumental de los sacramentos se relaciona con la Humanidad sacratísima del Señor, instrumento de la divinidad. Humanitas Christi est divinitatis instrumentum, por lo que omnes actiones et passiones Christi instrumentaliter operantur in virtute divinitatis ad salutem humanam. En el Catecismo de la Iglesia Católica, el Santísimo Sacramento es llamado sacramentum sacramentorum.
Santo Tomás de Aquino, expositor insigne de la doctrina teológica del Misterio, y cantor inspirado en el Oficio litúrgico del Sacramento, que se prodigó en la cátedra, y en la alabanza del culto, maestro y poeta, vivió en plenitud el venerando misterio, dejando constancia de las dos maneras en que Cristo actúa en el sacramento de la Eucaristía, como sacrificio y como sacramento. Lo expone en su obra maestra: Hoc sacramentum non solum est sacramentum, sed etiam est sacrificium. Inquantum enim in hoc sacramento repraesentatur passio Christi, qua Christus obtulit se hostiam Deo, ut dicitur Ephes. V, habet rationem sacrificii, inquantum vero in hoc sacramento traditur invisibiliter gratia sub visibili specie, habet rationem sacramenti. Sic igitur hoc sacramentum sumentibus quidem prodest per modum sacramenti et per modum sacrificii, quia pro omnibus sumentibus offertur.
El que honra en culto sacramental y participa en el sacrificio, con ofrenda y comunión se hace acreedor de la salvación en Cristo para sí y los que comparten del Misterio de la Eucaristía. Insiste en la importancia de la participación: Hoc sacramentum simul est et sacrificium et sacramentum, sed rationem sacrificii habet inquantum offertur; rationem autem sacramenti inquantum sumitur. Et ideo effectum sacramenti habet in eo qui sumit, effectum autem sacrificii in eo qui offert, vel in his pro quibus offertur.
Para evaluar los efectos de la Eucaristía, Santo Tomás echa mano de su símil que puede parecer elemental pero que contiene notable profundidad de contenido y curioso sentido pedagógico. Es la semejanza de funcionamiento de la vida espiritual con la vida corporal, partiendo del principio de que los sacramentos de la Iglesia sunt propter homines, y se presentan al mantenimiento de la vida espiritual: Vita autem spiritualis vitae corporali conformatur, eo quod corporalia spiritualium similitudinem gerunt. Por lo tanto, oportet esse sacramentum Eucaristiae, quod est spirituale alimentum, o en otras palabras spiritualis refectio. De lo que el alimento significa para la vida del cuerpo, deduce el Maestro el fin de la Eucaristía para el alma: Omnem effectum quem cibus et potus materialis facit quantum ad vitam corporalem, quod scilicet sustentat, auget, reparat et delectat, hoc totum facit hoc sacramentum quantum ad vitam spiritualem. Es eminentemente operativo: Per hoc sacramentum, quantum est ex sui virtute, non solum habitus gratiae et virtutis confertur, sed etiam excitatur in actum. Evoca el Caritas Christi urget nos (2 Cor 5,14). Poderosa llamada a una revisión personal.
No basta para tranquilizar las conciencias, la participación plena en la comunión eucarística. Es menester asegurar su eficacia espiritual en el sujeto. El sacramento da la gracia, y la correspondencia del alma da los frutos adecuados. Eucaristía es mantenimiento, aumento y rendimiento de la gracia divina en el alma. El memorial vivo de la Pasión del Señor, la ofrenda que lleva consigo la comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo su integración en el Cuerpo Místico de Cristo, no pueden quedar inoperantes espiritualmente.
Sería presuntuoso por parte nuestra pretender esbozar una síntesis del pensamiento de Santo Tomás de Aquino sobre el misterio de la Eucaristía.
Amplísima, la materia; y denso el contenido, excede los límites de una conferencia, cuyo tema mira más a la parte espiritual, e intencionadamente ladea aspectos de su contenido de alta especulación teológica más propia de peritos. Es de resaltar sin embargo la incidencia que enseña sobre el aspecto social del amor cristiano, derivado de Cuerpo Místico, que sabe mirar siempre al bien común, superponiéndolo al bien particular. Para el Santo, seguro en la dinámica de los sacramentos recuerda que el sacramento de la Eucaristía se ordena como objetivo próximo a la santificación de la persona, pero que incide por naturaleza en la vida social, por la fuerza con que pregona la fuerza del bien común a través del Cuerpo Místico de Cristo, unión de todos, entre todos y para todos.
Pero el Santo nos ha legado dos oraciones de gran contenido, que pueden ser consideradas como plenamente representativas. Por una parte, la Colecta del Oficio del Corpus, y por otra, la antífona-plegaria O Sacrum Convivium. El robusto tratado teológico sobre el sacramento de la Eucaristía, desarrollado en la tercera parte de la Suma Teológica, que va de la cuestión 73 a la 83, recuerda que la eficacia de la Eucaristía se ordena a la santificación de las personas, representada en tres momentos que conforman el cuerpo doctrinal del Santo en la materia, y que miran al pasado, al presente y al futuro. En principio tiene un momento rememorativum, en que revive la sagrada memoria de la Pasión de Cristo, centro neurálgico del sacrificio redentor; otro momento que denomina demostrativum, en el que se hace presente la acción de la gracia en el sacrificio del Cuerpo y Sangre de Cristo, con la participación de la persona humana, a cuya santificación se ordena; y un tercer momento que califica de praeanuntiativum, de visión escatológica, que anuncia la gloria futura. Tríptico magistral de una actividad sacramental única, pero con
inmensas posibilidades de irradiar la gracia santificante.
Juan Pablo II comienza su Carta Apostólica sobre el Año de la Eucaristía recordando la emotiva súplica de los discípulos en Emaús, Mane nobiscum Domine, según cita San Lucas (24, 29), dirigida a Jesús manifestado en forma de misterioso Viandante y compañero, que les había abierto la inteligencia para comprender las Escrituras, y al que reconocieron ante el gesto personal de ʺla fracción del panʺ. Excepcional manifestación de la Eucaristía. Encuentron enternecedor entre palabra y signo, médula esencial del sacramento. Motivo que inspiró al Papa el icono de los discípulos de Emaús, y que después se tradujo en el proyecto de dedicar todo un año íntegro a la Eucaristía, para secundar el misterio de la presencia real de Cristo en el mundo, según su promesa, Ego vobiscum sum omnibus diebus usque ad consummationem saeculi (Mt 28, 20). Clara manifestación de nueva presencia de Cristo en el mundo.
Sensible Santo Tomás de Aquino como buen teólogo a las catequesis ʺmistagógicasʺ, tan queridas en los antiguos Padres, que profundizan en el contenido de los misterios, a través de la observaciones de los gestos, análisis de las palabras, y evaluación de las fórmulas litúrgicas, por lo que pasan de lo sensible a lo inteligible, del signo a lo significado. En esta tesitura el Maestro de Aquino echa mano del principio elemental de que lo que significa el alimento corporal para el sustento del cuerpo lo significa la gracia del sacramento de la Eucaristía, para el sostenimiento de la vida espiritual. Este aspecto le permite ofrecer una apretada síntesis del fruto espiritual que reporta la Eucaristía, sacramento y sacrificio, para el mantenimiento y desarrollo de la vida espiritual, como elemento de reparación en caso de necesidad, y santa complacencia de la vida de comunión con Dios. El Papa ha querido ayudar a redescubrir ʺel don de la Eucaristía como luz y fuerzaʺ para todos los fieles. Ya Santo Tomás había comentado la idea en profundidad eclesial: Eucharistia est sacramentum totius ecclesiasticae unitatis. Et ideo specialiter in hoc sacramento, magis quam in aliis, debet fieri mentio de omnibus quae pertinent ad salutem totius Ecclesiae. Bien claro lo había escrito un poco antes: In hoc sacramento totum mysterium nostrae salutis comprehenditur. Siguiendo Juan Pablo II su piadosa costumbre de proponer constantemente el egregio ejemplo de la Virgen María, que tantos años colaboró al lado de Cristo, y que podemos decir que respiró espiritualidad eucarística, sibi assumpsit sacrificalem Eucharistiae dimensionem, recuerda una vez más que la Virgen “encarnó con toda su existencia la lógica de la Eucaristía”, a base de la dimensión y participación moral en el sacrificio de Cristo, habiéndola vivido en su corazón, y de la que dio un ejemplo único en la vida y en la historia en el Calvario, al pie de la Cruz de Cristo. Que con motivo del Año
de la Eucaristía, halle la Iglesia ante el Santísimo Sacramento del Altar nuevo
impulso para asumir con mayor empeño el gran Don Eucarístico, y que con la Iglesia los fieles se confirmen más y mejor en la Fe.
Conferencia pronunciada en la Fundación Balmesiana el 28 de enero de 2005, Año
de la Eucaristía, con ocasión de la conmemoración anual de la festividad de Santo
Tomás de Aquino
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