Señor:
Tú que habitas en medio de las cosas,
para dar solidez a las piedras,
y fluidez limpia a las aguas,
y sutileza fuerte a los aires.
Tú que en su seno fecundas la tierra,
y germinar haces la espiga de trigo,
y al animal das el sentir y el moverse,
que la tierra y el agua y el aire pueblan.
Tú que al hombre hiciste de espíritu y cuerpo,
como resumen de todas las vidas,
con sus pasos marcados en el suelo,
y sus actos registrados por las horas.
Tú que Tu vida misma le diste a ese hombre,
con su conocimiento de la Trinidad,
y su amor de hijo hacia el Padre,
y la seguridad gozosa de la esperanza.
Tú que a nosotros Te diste, Señor,
como Maestro que con Verdad enseña,
y como Sacerdote que la Vida comunica,
y como Rey, hecho Camino, que conduce.
Tú que nos dejaste en el seno de tu Iglesia,
al abrigo del manto de tu misma Madre,
bajo el soplo de vida de tu Espíritu,
y al comando de tu Apóstol Pedro.
A Ti, Señor, hoy te pedimos,
el Fuego en el espíritu que es luz y que es calor,
la serenidad de la esperanza en la mirada,
y en la diestra fuerte, del Apóstol la espada.
Que ganemos para Ti la tierra:
la naturaleza que Tú hiciste pródigo,
y la cultura y la técnica que a nosotros
toca ir elaborando más y más y siempre.
Y que ganemos para Ti los hombres:
en sus vidas singulares inefables,
y en sus relaciones múltiples sociales,
copiadas de tu Vida Trinitaria amable.
A fin de que algún día, podamos con orgullo
mostrarte un mundo sacramentalizado,
donde naturaleza y hombre, trabajo e institución,
ciencia y técnica y arte, vida privada y social,
todo Señor, construcción sea de este tiempo,
y a la vez producto de la eternidad,
fomento de la vida de este mundo y prenda
de alabanza gozosa de Ti, por los siglos todos.
Que así sea.
Siervo de Dios Luis María Etcheverry Boneo
Tú que habitas en medio de las cosas,
para dar solidez a las piedras,
y fluidez limpia a las aguas,
y sutileza fuerte a los aires.
Tú que en su seno fecundas la tierra,
y germinar haces la espiga de trigo,
y al animal das el sentir y el moverse,
que la tierra y el agua y el aire pueblan.
Tú que al hombre hiciste de espíritu y cuerpo,
como resumen de todas las vidas,
con sus pasos marcados en el suelo,
y sus actos registrados por las horas.
Tú que Tu vida misma le diste a ese hombre,
con su conocimiento de la Trinidad,
y su amor de hijo hacia el Padre,
y la seguridad gozosa de la esperanza.
Tú que a nosotros Te diste, Señor,
como Maestro que con Verdad enseña,
y como Sacerdote que la Vida comunica,
y como Rey, hecho Camino, que conduce.
Tú que nos dejaste en el seno de tu Iglesia,
al abrigo del manto de tu misma Madre,
bajo el soplo de vida de tu Espíritu,
y al comando de tu Apóstol Pedro.
A Ti, Señor, hoy te pedimos,
el Fuego en el espíritu que es luz y que es calor,
la serenidad de la esperanza en la mirada,
y en la diestra fuerte, del Apóstol la espada.
Que ganemos para Ti la tierra:
la naturaleza que Tú hiciste pródigo,
y la cultura y la técnica que a nosotros
toca ir elaborando más y más y siempre.
Y que ganemos para Ti los hombres:
en sus vidas singulares inefables,
y en sus relaciones múltiples sociales,
copiadas de tu Vida Trinitaria amable.
A fin de que algún día, podamos con orgullo
mostrarte un mundo sacramentalizado,
donde naturaleza y hombre, trabajo e institución,
ciencia y técnica y arte, vida privada y social,
todo Señor, construcción sea de este tiempo,
y a la vez producto de la eternidad,
fomento de la vida de este mundo y prenda
de alabanza gozosa de Ti, por los siglos todos.
Que así sea.
Siervo de Dios Luis María Etcheverry Boneo
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