Santo Angel, mi guía celestial,
a quien tantas veces he entristecido
con mis pecados. No me abandones. Te lo ruego.
En medio de los peligros, no me retires tu apoyo.
No me pierdas de vista ni un solo instante, sino que tus
amables inspiraciones dirijan y fortifiquen mi alma,
reanimen mi corazon desfallecido y casi apagado,
porque está sin amor: comunícale alguna chispa de las
llamas suaves y puras que te abrasan, a fin de que cuando
llegue el término de esta vida pueda en tu compañía y la
de todos los Angeles obtener la vida eterna y ver sin cesar
a Jesús, amarlo, alabarlo y bendecirlo.
Amen.
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