viernes, 20 de marzo de 2009
Cruz, escándalo y gloria
El Hijo de Dios, el que vivía con el Padre y el Espíritu, y no podía morir, en un momento de aparente frenesí de amor se vistió con la naturaleza de hombre, anonadándose. Así es como pudo, primero, presentarnos el mensaje de salvación e ir avanzando hacia la muerte redentora, camino del Calvario ; y, después, mostrarnos su rostro de gloria, triunfante de la muerte, transfigurado en luz de vida. Esto es lo que celebramos en la Semana Santa: la muerte y la vida .
Pero hoy, martes, podemos atrevernos a preguntar si todo esto que celebramos en la Semana Santa no tiene un poco de locura colectiva bajo capa de fe. ¿Cómo es posible en el Hijo de Dios un morir, infamado, y un resucitar, glorioso?
¡Oh cruz! ¡Cuántos misterios encierras y nos ocultas! Si te abraza un hombre, y tú le abrazas, ambos morís. Pero si te abraza Dios, y tú le abrazas, ¿quién muere en tus brazos?
Nunca en la historia de las religiones se encontró tamaño problema: unir en un mismo ser y en un madero a quien, por un lado, no podía morir, por ser divino e inmortal, pero, por otro, estaba abocado a la muerte, por ser pasible y humano ..... La mente no alcanza a comprender este misterio de vida y muerte; el corazón se resiste a creerlo, y muchos que oyen la voz de los cristianos que lo narran menean la cabeza con desdén...
¡Duras palabras son esas!, decían los discípulos Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre, durante su predicación del Testamento Nuevo en el amor habló muchas veces a sus discípulos diciendo que, al final de las jornadas de su vida, se prepararan a presenciar un desenlace fatal, la muerte del Maestro. Éstos se resistían casi violentamente a que les quisiera catequizar y educar en ese sentido, previendo la dureza de tal acontecimiento... ¿Cómo es posible, se decían, que muera en cruz el Mesías, Hijo de Dios? ¿No vino a nosotros para vivir y dar vida a los demás? ¿A qué viene entonces decir que sube a Jerusalén y que allí le aguardan quienes serán sus verdugos y le crucificarán?
Ver en la cruz a Jesús ¿no sería como verlo despojado de su divinidad ...?
Sin embargo, Jesús insistía en que la muerte del Hijo del hombre sería camino de vida, paso previo a su transfiguración definitiva, y que ellos debían creerlo y tratar de comprenderlo.
En verdad, con Jesús se abría un mundo nuevo, un pensamiento nuevo, una actitud vital totalmente nueva. Pero ¿cómo comprenderlo? ¿cuál sería su precio?....
Escándalo y locura de la cruz
Para la mentalidad judía, "ser divino" y ser capaz de "morir en una cruz" eran realidades que no casaban; y lo mismo "ser Mesías" y "sucumbir en una cruz". El salvador de Israel estaba llamado a vestirse de poder y majestad, no de humillación y vergüenza. Por tanto, si Cristo moría en cruz, no era el Mesías esperado. La cruz era un escándalo, jamás un honor y gloria.
En esas perspectivas mesiánicas colmadas de gloria, ¡qué difícil tenía que ser para los judíos adherirse a Cristo y asumir el mensaje cristiano! Andaba por medio nada menos que la cruz. Por contraste, en la comunidad cristiana, como discipulado de Jesús, el misterio de que el Mesías, el Salvador, Cristo, muriera en una cruz se encontraba en la base de su fe, aunque no sólo la cruz, sino ella unida a la Resurrección del Crucificado.
Y ¿qué decir de la mentalidad pagana?. Para los cultos pensadores griegos que entraban en contacto con el judaísmo y cristianismo, hablar en religión nada menos que de una cruz era una locura. La cruz no podía decir relación alguna con lo divino, aunque se dijera encarnado. ¿Cómo podían los cristianos hablar de la oblación que hizo de sí mismo el Mesías, Jesús, fundador de la religión, y ser estimados sensatos, si esa actitud les colocaba fuera de la órbita de la razón humana?
El testimonio de san Pablo
Esa locura y escándalo las sufrió san Pablo en sus correrías fundacionales de comunidades cristianas. No sólo sufrió la burla de los paganos sino incluso la actitud escandalizada de algunos "judeo-cristianos" que, a pesar de haberse convertido a Cristo, seguían estimando "escándalo" el acontecimiento de la "cruz" a la que Jesús fue clavado (Gál 5,11). ¿No sería mejor, se decían, borrar semejante escena de las catequesis cristianas? Entre los fieles de Filipos llegó a haber, en el lenguaje de Pablo, algunos "enemigos de la cruz de Cristo" (Filp 3,18)
¿No era prudente que los cristianos dieran primacía a otras experiencias del Espíritu, evadiéndose de la cruz y de sus imposiciones? Tal vez fue este escándalo de la cruz lo que movió a algunos cristianos a negar incluso la verdadera humanidad de Jesús, reduciendo su imagen externa a mera apariencia de hombre (I Jn 5,6).
Sin embargo, para la auténtica fe cristiana, aunque produzca pavor y estremecimiento, la cruz es el signo máximo de la inmolación de Jesucristo, es un gesto incomparable por el que muestra que su vivir es un vivir para los demás....
¡Oh cruz, en que muere el Señor!
A pesar de las dificultades de comprensión de un Dios, hecho hombre, que muere en la cruz, ahí está la culminación de la obra redentora de Cristo, hijo de Dios e Hijo del hombre. Sin la cruz, no tendríamos en la historia de la religión cristiana las dos experiencias de mayor alcance: muerte y resurrección. Todos, Iglesia, comunidades cristianas, y cada cristiano en particular, morimos un poco con este Cristo que muere crucificado, y todos resucitamos con él. Esa es nuestra fe.
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