San Pío de Pietrelcina
Todos los consuelos se unen a todos los sacrificios y todas las esperanzas a todas las virtudes. Ahora bien, ¿quién hará que también nosotros participemos en tan hermosa comitiva? ¡Alabado sea Dios, pues el mismo Jesús, a pesar de todo nuestro demérito, nos ha puesto en tan hermosa compañía! Esforcémonos por incorporarnos, cada vez mejor, entre sus filas, y apresurémonos a caminar con ella por el sendero del Calvario. Miremos a la meta de nuestro viaje; no nos separemos de esta bella comitiva y nunca rehusemos recorrer su mismo camino, escogiendo otro diferente.
Tengamos siempre fija la mira en aquella noble, augusta y santa comitiva que sigue a Jesús hacia el Calvario; no se ve a ninguno de ella que no lleve grabada en su frente la profesión de la verdadera fe, la abnegación en el corazón y sobre sus espaldas la cruz. Animémonos a seguir a este pueblo venturoso, en el que todos los consuelos van unidos a todos los sacrificios y todas las esperanzas a todas las virtudes.
¡Viva Jesús, que, a pesar de toda mi indignidad, así quiere hacerme participar de sus dolores! ¡Oh, padre mío, y qué insoportable es el dolor sufrido lejos de la cruz!, mas ¡cuán suave y llevadero se hace cuando se sufre junto a la cruz de Jesús! Entonces todo se hace fácil para el alma, a pesar de sentirse oprimida e inundada de toda clase de sufrimientos; y si no existiera, en el fondo del alma el grande temor de caer y desagradar al esposo divino, pensaría que estaba en el cielo. ¡Tanta es la dulzura que le procura este modo de sufrir! ¡Oh, cuántas veces el alma puesta en este estado, llena de júbilo, se dirige al divino Maestro y le dice: Si, oh Jesús, verdaderamente tu yugo es suave, tu carga ligera!
Pensamientos, Experiencias, Sugerencias. Padre Pío de Pietrelcina. Selección de textos ordenados y traducidos por el P. Melchor de Pobladura. Centro de Propaganda. Madrid. 1973.
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