martes, 6 de enero de 2009
La lengua latina en la Misa y en las demás funciones litúrgicas
La Iglesia Católica usa la lengua latina en la Misa y demás funciones litúrgicas, para obtener la unidad en los divinos oficios, y, sobre todo, en la Iglesia.
Cuando el sacerdote o el simple fiel católico se encuentra en país extranjero, al entrar en un templo católico le parece hallarse en su propio país; pues todo el culto litúrgico es igual.
En la práctica, resultarían muchas y muy grandes dificultades, si se usara la lengua vulgar de cada pueblo para la Misa y demás funciones litúrgicas.
El latín, por lo mismo que es lengua muerta, esto es, no hablada ya por ningún pueblo, no está sujeto a variaciones, lo que constituye una gran ventaja.
El latín fue la lengua de Roma, en donde San Pedro estableció su cátedra, y desde allí han sido enviados a todas partes los predicadores de nuestra fe.
La Iglesia católica griega usa el griego antiguo, y en otros pueblos orientales se usa la lengua del país, por ser de los primeros siglos del cristianismo.
La lamor devoción que podrían inspirar al pueblo,la Misa y demás funciones litúrgicas, en lengua vulgar, no compensaría en manera alguna las grandes ventajas del uso de una sola lengua. A más, la devoción del pueblo se establece muy bien por las instrucciones religiosas y libros de devoción.
Al abandonar los protestantes la lengua latina para usar la vulgar, resultó, en vez de aumento, una grandísima disminución de piedad y fervor.
Es muy necesario fomentar el estudio del latín, para que esta lengua sea coonocida, no solamente por los eclesiásticos, sino también, en cuanto sea posible, por los seglares.
Algunas oraciones se suelen rezar en latín.
Conviene conocer el significado de las palabras, para obtener más facilmente la atención de la mente.
Amén, significa: Así sea o Así es.
Amén y Aleluya son palabras hebreas incorporadas a nuestra liturgia.
Aleluya significa: Alabad con alegría al Señor.
“Instrucción Religiosa, El Cristianismo: sus Dogmas, oraciones, mandamientos y Sacramentos. Con arreglo al Derecho Canónigo y a las últimas prescripciones de la Santa Sede”. Buenos Aires, 3 de septiembre de 1941. Editorial Don Bosco.
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