sábado, 10 de julio de 2010

Misa por la Patria - Reverendo Padre Alberto Ignacio Ezcurra


La realidad del Misterio Eucarístico

Festejamos el Corpus Christi, la fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. El símbolo de esta fiesta Patria, de esta Misa que como mensualmente realizamos, la destinamos de manera principal también a orar por la Patria.
La realidad del signo, la realidad de ese Sacramento que es el misterio grande de Fe y que es al mismo tiempo el misterio grande del Amor de Cristo. Esa realidad que nos muestran las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy: «Mi carne es verdadera comida, mi sangre es verdadera bebida». Es realmente el Cuerpo de Cristo y la Sangre de Cristo lo que por las palabras el sacerdote y el poder de Dios que pasa a través de él, se hacen presentes sobre el Altar en cada Misa.
No hay allí algo simbólico, como han querido interpretar algunos, protestantes y católicos con mentalidad protestante. La Eucaristía piensan que es un signo, que es algo que nos recuerda lo que hizo Jesús, que es una memoria solamente de esta Última Cena o de la Pasión. Y entonces, si bien se acercan con respecto a comulgar, se acercan como si fueran a recibir una cosa santa, un papelito, la imagen de un santo. No. Es mucho más que eso. El que se hace presente sobre el Altar es Cristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Y lo que recibimos en la Comunión no es solamente una cosa digna de respeto, como el pan de San Antonio, sino que es el mismo Señor que se hace presente.
Y sobre el Altar se actualiza el único Sacrificio de la Cruz. Como Cristo en la Cruz dio hasta la última gota de Su Sangre, así sobre el Altar el pan y el vino que se consagran separadamente, afirmando de una manera incruenta, pensando, actualizando de una manera incruenta el Sacrificio del Señor.
Es, como decíamos, un misterio tremendo de Fe, porque los ojos del cuerpo son ciegos para las cosas de Dios. Si hay un misterio grande aquí en la tierra es el de esa presencia de Jesús en la Eucaristía.
No lo podemos comprender con nuestra inteligencia. No lo tocamos con nuestros sentidos. Pero lo creemos apoyados en la Palabra del Señor y en la luz de la Fe que nos ilumina internamente y entonces cuando se alza la Hostia caemos de rodillas y adoramos diciendo: «Señor mío y Dios mío».
Es un misterio grande de amor también, porque el Señor inventó la Eucaristía por amor. Cuando iba a volver al Cielo después de su muerte y su resurrección quiso quedarse en medio de nosotros y entonces hizo lo que hizo en la Última Cena y entonces constituyó a los apóstoles en sacerdotes para que a lo largo de toda la historia y a lo ancho de todo el mundo, repitieran lo que Él iba a hacer.
Pidámosle al Señor en esta fiesta que aumente nuestra Fe. Tratemos de acompañar mañana por la mañana en procesión el Cuerpo de Cristo que recorre nuestras calles, como una manifestación pública en esa Fe que tenemos en este misterio de Amor. Pidámosle al Señor que aumente en nosotros nuestra Fe, pidámosle que venga siempre sobre nuestros altares en la Misa y a nuestras almas en la Comunión y que al venir a nosotros transforma.
El pan que comemos para alimentar el cuerpo se transforma en nosotros en carne, en sangre, en huesos. Cuando nosotros con la debida disposición comemos a Cristo en la Eucaristía, es Cristo el que nos va cristificando. Nos transformamos en Cristo. «Crece y me comerás», decía San Agustín, «pero Yo no me transformaré en ti como el pan de tu cuerpo, sino que tú te transformarás en Mí ». La realidad de la Eucaristía.

El valor de los símbolos patrios

Si luego decíamos el símbolo… Hoy es el día de la Bandera y la Bandera es el símbolo de esa realidad que amamos y por la cual rogamos que es la Patria. El símbolo es aquello que representa algo. Es algo que puede ser constituido por los hombres, pero sin embargo es una cosa muy seria. Nos basta pensar solamente que la cruz es una cosa muy seria. Nos basta pensar solamente que la cruz es el símbolo de nuestra Fe cristiana y católica, y nos hace referencia a la tragedia del pecado y al amor inmenso de Cristo que muere en la cruz para salvarnos.
La cruz antes de Cristo era un signo de ignominia, era la peor condena que se podía dar a los delincuentes, pero cuando Cristo muere en la cruz cargando sobre sus espaldas nuestros pecados, Cristo muriendo en la cruz nos salva, la cruz se transforma en el símbolo de la salvación. Y cuando nosotros miramos una cruz, a través de ella adoramos a Dios y nosotros hacemos sobre nosotros mismos la Señal de la Santa Cruz. La Cruz es un símbolo y es una cosa seria, es una cosa sagrada, representa a Cristo, la fe de Cristo, nuestra condición de cristianos. La señal del cristiano es la Santa Cruz, aprendíamos en el Catecismo.
Y así como la Cruz es símbolo de la Fe de la Iglesia de Cristo, la Bandera es un símbolo de esa realidad humana que Dios quiso para nosotros que es la Patria. Es un símbolo, y un símbolo que está por encima de cualquier otro símbolo. Muchas veces hemos afirmado aquí que la Patria está por encima de las divisiones de clases y de las divisiones de partidos y de cualquier otra división. Porque el Bien Común de la Patria está por encima, tiene que estar por encima de todos los intereses particulares.
Puede haber símbolos que enfrentan a los hombres, que los distinguen, que los dividen. Los hombres se dividen a veces por banderías políticas y tienen un símbolo que los distingue a veces hasta en el deporte, los colores, el escudo, el distintivo, es un símbolo que está representando a ese club. Pero por encima de los distintos colores de boinas o de distintivos políticos, por encima de las diversas camisetas de los clubes, por encima de todos aquellos símbolos de realidades menores, está la Bandera que es el único símbolo que une a todos los argentinos en una empresa común, en la cual Dios nos quiere. Y esa empresa común es la Patria.
Decíamos que el símbolo es algo que hacen los hombres. Pero los hombres para hacerlo tienen algún motivo, y después ese símbolo que ha sido elegido pudo a lo mejor ser de otro color, de otra forma, pero ese símbolo que ha sido elegido se une a la historia de una Patria. Y van pasando los siglos, los años, va pasando el tiempo y ya no se puede decir de ese símbolo que se puede cambiar, que es sólo un pedazo de trapo, que es algo que podría ser distinto. No. ¿Por qué? Porque cuando ese símbolo ha pasado a ser el distintivo de una Nación y de una historia, ese símbolo de alguna manera está siendo consagrado por los hombres. Por los hombres en el cual mirándolo se reconocen, por los hombres que han derramado su sangre para defender ese símbolo sabiendo que defendían a la Patria, por los hombres que han prestado por generaciones y generaciones el juramento, por los que han sentido un día en su corazón la emoción al ver la Bandera que se iza en la mañana en el patio de la escuela, o en el mástil del cuartel. El símbolo que une a todos los argentinos por encima de cualquier otra cosa, el símbolo, que como decíamos, dependiendo de quienes han derramado su sangre, ya no es algo accidental, ya es algo importante, es algo que va unido de manera profunda a la historia de una Patria.

Las raíces marianas de la Bandera

Y también decíamos que el símbolo, si bien pudo haber sido de otra manera, sin embargo, los hombres que decidieron elegir ese símbolo, no la hicieron por casualidad. Y aquí hay algo que mira a las raíces más profundas de nuestra Patria y de nuestra Fe. Muchas veces se dice -y lo hemos dicho desde aquí en estas Misas por la Patria- que los colores de nuestra Bandera son los colores del manto de la Virgen. Pero algunos pueden creer que eso es una comparación poética. ¿No es cierto? Lo mismo que lo puede decir una maestra en un colegio: los colores de la Bandera, son los colores del cielo, las nubes blancas, el cielo azul, la nieve de las montañas. Es una hermosa comparación, pero es una comparación poética. Cuando decimos que los colores de la Bandera son los colores del manto de la Virgen, no estamos haciendo solamente una comparación poética, porque los colores de la Bandera argentina son los del manto de la Virgen, no por casualidad sino porque ésa fue la voluntad expresa del creador de nuestra Bandera y así nos lo señala la Historia. Cuando el Rey Carlos III consagra en 1761 España y las Indias a la Inmaculada y proclama a la Virgen como principal Patrona de sus reinos, creó la orden real que se va a llamar «Orden de Carlos III», cuyos Caballeros recibían como condecoración el medallón con la imagen azul y blanca de la Inmaculada, la cual estaba colgada al cuello, pendía del cuello de una cinta. Y el artículo 4º de los Estatutos de la Orden describe esta cinta: las insignias serán una bandera de seda ancha dividida en tres franjas iguales; la del centro blanca y las dos laterales color azul celeste. Los colores de la Inmaculada a la cual el Rey ha consagrado España y las Indias. Esta cinta la usaron los voluntarios que acompañaron a Pueyrredón en 1806 en la lucha contra los invasores ingleses y la llevaban anudada al cuello, como el pañuelo del criollo. Y habían elegido para esa cinta la medida de 38 centímetros que era el alto de la imagen de la Virgen de Luján. Y también, los mismos húsares de Pueyrredón, van a usar esta cinta en 1807 en la defensa de Buenos Aires contra los invasores ingleses. Pueyrredón y Azcuénaga usaban la cinta porque eran Caballeros de la Orden de Carlos III. Belgrano no la usaba porque él era Congresante mariano en las Universidades de Salamanca y de Valladolid. Y al recibirse de abogado, Belgrano juró defender el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, Patrona de las Españas.
Cuando en el año 1794 Belgrano es nombrado Secretario del Consulado, lo puso bajo la protección de Dios y eligió como Patrona a la Inmaculada Virgen María y colocó los colores azul y blanco en el escudo del Consulado que estaba en el frente del edificio.
Cuando emprende la marcha con sus tropas hacia el Paraguay para luchar por nuestra independencia, asiste a Misa con todo su ejército en Luján y pone al ejército bajo la protección de la Virgen.
No es por tanto por casualidad que Belgrano elige el color azul y blanco para dárselo a nuestra Bandera. Y de esto tenemos testimonios bien expresados. José Luis Gamboa, que era miembro del Cabildo de Luján junto con un hermano de Belgrano y que estaba allí cuando Belgrano pasa con sus tropas, escribe: « Al darle Belgrano los colores azul y blanco a la Bandera de la Patria había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, honrar a la Pura y Limpia Concepción de María de quien era ardiente devoto, por haberse amparado en su Santuario de Luján». Y el otro testimonio, que es el del Sargento Mayor Carlos Belgrano, hermano de Manuel Belgrano, desde 1812 Comandante Militar de Luján y Presidente del Cabildo de Luján. Y dice Carlos Belgrano: « Mi hermano tomó los colores de la Bandera del manto de la Inmaculada de Luján, de quien era ferviente devoto».
Por eso mismo, el Coronel Domingo French pudo decir en su proclama a las tropas de la Isla de Luján el 25 de septiembre de 1812: «Soldados, somos desde ahora en adelante el Regimiento de la Virgen; jurando nuestras banderas os parecerá que besáis su manto. Al que faltare su palabra, Dios y la Virgen por la Patria se lo demanden».

La Revolución Cultural: antipatriótica

Así nació nuestra Patria argentina. Así nació nuestra Bandera. Esos hombres de Fe, ardientes patriotas y grandes devotos de la Virgen, fueron los que fundaron esta Nación. Y eso es una realidad que nadie puede negar y que nosotros, por Dios y por la Patria, no tenemos derecho a olvidar y no tenemos derecho a traicionar.
Hoy vivimos en nuestra Patria una lucha que quiere destruir todos esos valores y olvidar nuestro pasado. Vivimos una revolución que de alguna manera es más peligrosa que la situación que vivió la Patria hace algunos años, cuando las guerrillas armadas querían apoderarse del poder para imponernos la bandera roja. Es más peligrosa porque mientras los montoneros o el ERP lo hacían empuñando las armas con atentados o crímenes, esta lucha es una lucha disfrazada y sutil. Lo que estamos viviendo hoy es una Revolución Cultural que quiere hacer un hombre nuevo, pero hacerlo desarraigándolo de su pasado, de sus valores, de su Fe, de la Historia. Es lo que se procura desde tantos medios de difusión en este tiempo. Personajes que tienen lugares importantes en la televisión o en la radio. Publicaciones periódicas como Humor, como El Periodista y como otra serie de revistas que hasta me daría vergüenza nombrar delante del Señor porque sería peor que decir malas palabras aquí delante de Él. Personajes que tienen lugares importantes en la formación de nuestra juventud, en la cultura, o que quieren manipular desde posiciones de importancia del Congreso Pedagógico para dar una indicación a nuestros jóvenes, desarraigados de todos los valores tradicionales de la Patria y de la Fe.
Se quiere crear un hombre nuevo sin raíces. Es lo mismo que pasa en todas aquellas cosas que tienden a destruir la familia a través de ese aluvión de inmundicia y de pornografía que tenemos. A través de la Ley de Divorcio que destruye la solidez que debería fundar a la familia. Junto con la Ley de Divorcio se ha aprobado la liberación de los anticonceptivos, y hay quienes ya están pensando en una nueva ley que sirva para aprobar el aborto, lo que afecta a la familia hasta en sus mismas raíces. Mañana es también el Día del Padre. ¿Qué podemos pensar de aquél que no tiene respeto por sus padres? De aquél que se avergüenza de su apellido. De aquellas familias que quieren fundarse no sobre la roca sólida de un amor definitivo y de una palabra que vale para siempre, sino sobre la arena movediza de las pasiones humanas. ¿Qué podemos pensar de aquellos que rechazan la vida? Dios perdona siempre, los hombres algunas veces perdonamos, pero la naturaleza no perdona nunca. Y cuando el egoísmo en una familia sin arraigo rechaza la vida, esa vida de alguna manera se venga. Y es lo que vemos en estos tiempos: los padres que no quieren hijos, o que no quieren hacerse responsables de los hijos, y que después se encuentran en la vejez, con que los hijos rechazan a sus padres. Y por eso nuestro tiempo, es el tiempo de las clínicas abortistas y es el tiempo de los asilos para ancianos. La vida, la naturaleza, se venga. El que ha sido egoísta con la vida que nace se va a encontrar después con el egoísmo que rechaza a la vida que declina. Y en lugar del respeto por los ancianos, el olvido, el abandono, y el desprecio.
Por eso en las naciones donde ya se ha aprobado la Ley del Aborto, se empieza a discutir una Ley de Eutanasia. Para la desaparición, para la eliminación. Si miramos con un criterio materialista, con un criterio que no sea un criterio de Fe, ni siquiera un criterio íntegramente humano, con un criterio por el respeto a la vida, por cierto hay que eliminar a los viejos y a los niños porque ninguno de los dos produce. Esa es la mentalidad egoísta.
Pero donde se toca a la familia se crea una situación de desarraigo. Aquí desde el Altar hemos señalado también el año pasado que el Papa Juan Pablo II nos da un ejemplo de amor profundo a su Patria polaca, y él decía en el Mensaje a los jóvenes del Año de la Juventud cómo el amor a la familia o el arraigo de la familia nace también del amor y nace del arraigo de la Patria. Porque la Patria es como una prolongación de la familia, es como una familia grande, porque la Patria es mi familia y son también todas aquellas otras familias que están ligadas a la mía por lazos de historia común, de tradición, de cultura, de lengua, de Fe. Entonces cuando se afecta a la familia, cuando se hiere a la familia, se está hiriendo a la Patria en sus mismas raíces, en sus células fundamentales.
¿Qué podemos pensar de aquél que se avergüenza de sus padres, de una familia que rechaza la vida? Es negro el futuro de esa familia. Y lo mismo podemos decir: ¿qué podemos pensar de una Patria que quiere renegar de sus orígenes? Pero no podrán hacerlo. Porque esto que decimos, esta referencia que hacíamos al espíritu, al alma de los próceres que hicieron la Patria, San Martín, Belgrano… Esa es la realidad de nuestra Argentina y estos ideólogos extranjerizantes, estos ideólogos sin Patria que quieren desarraigar esto del alma de los argentinos, no podrán conseguirlo. Nuestra Patria está hecha así, nuestra Patria nació así. Esa es la realidad de nuestra Patria.
Los señores laicistas que quieren arrojar a Dios de las escuelas, desde hace más de cien años trabajan para eso, los que quieren arrancar el Crucifijo de las escuelas, tendrán también que arrancar los retratos de San Martín y los retratos de Belgrano, que son los primeros que tenían el Crucifijo y la enseñanza de la Fe en las escuelas. Los que no quieren que en las escuelas se enseñe a conocer a Dios, se enseñe el Catecismo, tendrían que prohibir que en las escuelas se enseñe el Martín Fierro, la obra más grande de nuestra literatura porque en el Martín Fierro se refleja la Fe de nuestros criollos, se refleja la Fe de nuestros gauchos. Los que quieren arrancar en la reforma constitucional los tímidos rasgos o afirmaciones de catolicismo que tiene nuestra Constitución argentina, tendrían que cambiar también los colores de nuestra Bandera, porque son los colores del manto de la Virgen por la voluntad de su creador, el general Belgrano.
Pero si una familia que olvida sus raíces, sus orígenes, si un hijo que reniega de sus padres y de lo que ha recibido de sus padres, un hijo que se avergüenza de sus padres, tiene un negro futuro, también es negro el futuro de una nación que reniega de los orígenes y del espíritu de aquellos que la fundaron y del espíritu con el cual la quisieron y con el cual la fundaron.

Defender el manto de la Inmaculada

Por eso, tenemos motivos para rezar al Señor por esa Patria y en este día de la Bandera. Pero la oración tiene que darnos fuerza para cumplir con nuestro deber en la familia, en la escuela. Pero el testimonio, cualquiera que sea el lugar donde Dios nos pide que demos testimonio, digámoslo con las palabras del mismo General Belgrano: «La Patria está en peligro inminente de sucumbir. Vamos pues soldados a defenderla. Veis en mi mano la Bandera Nacional que os distingue de las demás naciones del globo. No olvidéis jamás que vuestra obra viene de Dios. Que Él os ha concedido esta Bandera y que nos manda que la sostengamos con el honor que le corresponde. Jurad no abandonarla. Jurad sostenerla para arrollar a nuestros enemigos. Nuestra sangre derramaremos por esta bandera».
Y para terminar, expresando este espíritu poéticamente digamos:

«La Bandera es ese paño que simboliza la Patria,
y es el manto de la Virgen, Patrona de toda hazaña,
que por eso fue creada de color azul y blanca.
Cuando hizo falta una enseña justo previo a la batalla,
la que resistió al demonio en las selvas tucumanas,
la que envolvió al camarada en ese último viaje,
hacia las mismas entrañas de la tierra americana,
la que ha tremolado al viento sobre tantas mentes claras,
defendiendo a la Nación de invasores de otras playas.
La que llena de crespones mordiendo penas y lágrimas,
Cada 2 de abril recuerda su gesta contemporánea.
Cuando jures la Bandera y te acerques a besarla,
Piensa que pones los labios en el rostro de la Patria.
Será el gesto más puro, la caricia más honrada,
Porque al besar la Bandera, besas la Argentina amada.
Entre sus pliegues de seda se quedarán tus palabras,
para que el Señor te premie si las cumples y las guardas.
Y si al fin mueres por ella, ella será tu mortaja.
Tu cuerpo descansará en los brazos de la Patria,
porque te juro hijo mío, Argentina está completa
en la enseña azul y blanca».

Como en la familia podemos decir que el hombre no separe lo que Dios ha unido, podemos decirlo también de nuestra Patria. Que nadie se atreva a separar a aquellos que están unidos desde el principio de nuestra Historia. El amor a la Patria en la Bandera y el amor de Dios en los colores del manto de nuestra Virgen Inmaculada.

P. Alberto Ignacio Ezcurra

(Misa por la Patria. Sermón pronunciado en San Rafael, Mendoza, en la Parroquia Nuestra Señora de Luján, un 20 de junio, conmemorando también el Corpus Christi).

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