I. El hombre está actualmente al arbitrio de la ausencia de los valores permanentes que son los que cultivan y fortalecen al mismo, e inmerso en una cultura sin fundamento en la “piedra”, el relativismo, y ha sufrido tal trastocamiento, que en los ambientes académicos se lo define como “Homo pavidus”, es decir, el hombre con pavura, con temor, con dudas, que genera en su corazón una realidad existencial de aceptar todo, por su hondo vacío espiritual.
Y así el hombre es víctima, que al no pisar la “piedra” se coloca sobre la arena de la inseguridad, de la insatisfacción y de una profunda deshumanización. ¡Porque hay una ausencia pavorosa de Amor!
La cultura moderna y postmoderna nos condiciona de muchas maneras, y a veces sin darnos cuenta, introduce en nuestras vidas con sutileza, un pensamiento relativista que se dice actual, moderno y levanta como bandera el humanismo, y por tanto, hay que aceptarlo si o si, de lo contrario se es “ultramontano”, desubicado, retrogrado, etc.
Y entonces nos damos cuenta que hoy empieza a sernos difícil vivir un parejo estado de espíritu: hay graves tribulaciones; se sufre indiferencias y apartamientos; no hay transparencias; falta coherencia; se tiene temor de proclamar la Verdad porque puede ofender….Y así nos desbarrancamos!
Porque lo grave e innegable es que el mundo se halla en un franco estado de desdivinizaciòn. Dios no cuenta, ya no es la “piedra” de nuestra existencia, y el hombre pisa la arena que no asegura nada, al contrario, lo voltea, lo trastoca, lo deshumaniza.
Y entonces el hombre actual en su mayoría, se montò sobre la soberbia de su éxito, que sabe revestirse de múltiples y distintas formas. Y como todo debe cambiarse, nos debatimos en el gran naufragio de los supremos y eternos valores como consecuencia de nuestro vacío espiritual, y nos agarramos al Progreso, creyendo que es la única tabla de salvación. Cuando el Progreso por la soberbia de su éxito, desdivinizò todo, comenzando por el hombre. Y nos disolvemos en la complicación de nuestra propia vida, que está muy ocupada en cumplir todo lo que marca el Progreso, el marketing, la moda, los vicios, los caprichos, y así no tenemos tiempo de llegar al fondo de nosotros mismos, ni levantar la mirada a Dios. Esta realidad es una crisis de intimidad con nosotros mismos y con Dios.
Por tanto, la deriva es nuestro presente y futuro, porque hemos perdido la brújula de nuestra existencia. Porque las ideas, las ideologías, expresadas en filosofías alejadas de la realidad, del realismo, nos han llevado, como profetizaba Chesterton, a deshumanizar al hombre en nombre del humanismo.
II. Se apartó a Dios, la única fuerza transformante, edificante, vivificante, sanadora, santificante, y con nuestro rechazo o indiferencia damos lugar a la otra fuerza que existe en la creación: El Mal, padre de la mentira, de la confusión, del egoísmo, de la indiferencia, de la injusticia, del trastocamiento, del retroceso humano, de la destrucción, de la muerte, que genera la negación, pero la negación trascendente, porque se rechaza libre, consciente y responsablemente, la gracia, el bien, la luz y la Verdad, que es el Amor Trascendente. Ésta es la causa más profunda de esta crisis sin parangón que sufrimos.
Porque detrás de toda cuestión humana, social, política, económica, etc., siempre se juega una razón teológica.
III. Se sostiene que el “matrimonio homosexual” no es una cuestión religiosa. Claro que no! Pero el matrimonio verdadero, si, y en primer lugar. Porque antes de ser una realidad civil, de identidad laica, de jurisprudencia positiva, de poseer su filosofía y antropología, de las ciencias y del racionalismo que lo avalan, era en su realidad primigenia existencial natural, expresión de la creación inteligente, no del azar o la evolución. Científicamente el Ser Necesario de los griegos, fue el Autor de la creación del hombre: Hombre y Mujer. Y solo en las Sagradas Escrituras desde su primer libro hasta el ultimo, enseñan que el hombre, el matrimonio y la familia tienen su origen en Dios.
Y así negando o apartando o aconsejando que no se debe defender el matrimonio verdadero, desde una posición religiosa, se le quita al hombre la madurez de si mismo, porque se le niega la experiencia más primigenia, más natural, más profunda y más difundida, desde siempre en la humanidad: la experiencia religiosa, diría Giussani.
Quienes se oponen al “matrimonio homosexual”, en su mayoría, sostienen fundamentos científicos y racionales y que solo es un debate público, laico y civil y exponen presupuestos biológicos y antropológicos, por cierto, muy acertados, pero se olvidan que el matrimonio es esencialmente una cuestión sacramental, trascendente, religada al principio y fin de toda vida, de lo creado, es decir, es una cuestión religiosa, de “religare”, estar unido, religado, a la trascendencia que da vida. ¡Y vaya que es importante este concepto! Porque la vida de toda nuestra existencia, de todos nosotros, no es un acontecimiento fortuito. Nadie, ninguna persona humana, nació o apareció espontáneamente debajo de una piedra o a la sombra de un árbol. No. Todos nosotros humanos, sin excepción, existimos, porque hemos sido “dado a luz” desde la matriz de nuestras madres (mujeres) y gracias a la complementación de nuestros padres (varones).
Y es una cuestión religiosa, porque el matrimonio es la sociedad primera conformada por un hombre y una mujer que creó Dios, y les dio el mandato: “Creced y multiplicaos!”. Matrimonio deviene de “matriz”: que da nueva vida. Es decir que esta primera sociedad creada por Dios por Amor, tiene como factor eficiente, como razón, como sustancia, como finalidad, desde el Amor, la procreación, la nueva vida humana.
Y descubrimos así, que Dios en su infinito Amor y Sabiduría hace que el hombre y la mujer en matrimonio, sean procreadores de la misma creación de Dios: la vida humana.
Es imposible cumplir este requisito, razón del matrimonio, entre personas del mismo sexo.
Por tanto, no es correcto utilizar la frase: “matrimonio homosexual”.
Si rechazamos el talento de la memoria histórica de la vida, aplanamos al hombre, y nos refugiamos sólo en las ciencias humanas y en el derecho positivo, trastocamos y desnaturalizamos la verdad del matrimonio, y entramos en el juego relativista donde todo está bien, por tanto, todo debe ser aceptado y no podemos exponer la verdad, porque se pueden ofender quienes sostienen el error, dejando el campo libre para su crecimiento con consecuencias devastadoras.
Y si existimos es gracias a la acción de Amor creadora de Dios y procreadora de nuestros padres (varones) y madres (mujeres). Porque entre varones y varones o entre mujeres y mujeres jamás podrá existir nueva vida humana.
Y si esto se acepta la humanidad comenzará a desaparecer, y esto es grave, y nos sumaremos nada más que al 4% de todas las naciones del mundo que han legislado positivamente sobre uniones homosexuales. Además la Argentina es uno de los países con más bajo índice de natalidad en el mundo.
A que jugamos?
Pero lo que se advierte, lo màs grave y depravado es que esta propuesta: frustra, desprecia y niega la creación amorosa de Dios y pisotea sacrílegamente el Sacrificio Perpetuo de Cristo que por Amor se entregó por todos los hombres, que lo anunció diciendo: “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”, y: “Yo Soy el pan vivo bajado del Cielo que da Vida al mundo”. Y esto se manifestó claramente el 1ª de agosto del 2003 en la Plaza San Pedro del Vaticano, cuando los homosexuales levantaron carteles con la consigna: “No a Dios. Ateismo es libertad”.
Está muy claro y evidente que toda esta escenografía de la unión homosexual, enmascara el inicuo odio a Dios y a su creación humana, porque su origen está en el Padre de la mentira, y a esto se llama: acedia.
Y cómo católicos, qué hacemos, frente a tamaña embestida de la Internacional Maligna?
Debemos volver a las fuentes, a la Doctrina, a la santidad, al coraje, a la militancia, al testimonio, como lo exhorta permanentemente SS Benedicto XVI.
Pero se nos habla de peregrinar y no de militancia. Porque “borraron” la “Iglesia Militante”. Sin embargo, todo lo contrario nos marca San Pablo en su segunda carta a Timoteo cuando le dice en el capitulo IV: “Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús….que prediques la Palabra, insta a tiempo y a destiempo, reprende, censura, exhorta con toda longanimidad y doctrina. Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la sana doctrina, antes bien con prurito de oír se amontonarán maestros con arreglos a sus concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán a las fábulas…Cumple bien tu ministerio.”
“He peleado el buen combate….he guardado la Fe”.
El Obispo Timoteo era el discípulo preferido de San Pablo, quien lo dejó a cargo de la Iglesia en Efeso.
San Pablo es muy claro y sin atenuantes, cuando le indica a Timoteo que la Doctrina debe predicarla a tiempo y a destiempo, es decir, siempre. Y no solo cuando “las papas queman”.
Y si San Pablo ha guardado la Fe es porque dio “el buen combate”, milito, dio testimonio, sin tener en cuenta condicionamientos de ninguna naturaleza.
Si así no se cumple el mandato de Cristo, de la tradición apostólica y del Magisterio de la Iglesia, se puede aplicar muy bien lo que les decía el Profeta Isaías a los Sacerdotes de la Antigua Alianza: al no hablar y defender la Ley del Señor: “Sois como perros mudos”.
Luego, si la ley es aprobada, como es probable, no lloremos como victimas lo que no hemos sabido defender como mujeres y hombres católicos y argentinos, más allá del trabajo, del testimonio y del esfuerzo de muchos. Pero hay un dato muy esclarecedor en este sentido: al Senado de la Nación se presentarán solo 600.000.- firmas, peticionando no se apruebe la ley de “matrimonio antinatura”. Y estas firmas no solo son de católicos, sino de otros credos religiosos. Pregunto: ¿los católicos no somos más del 80% de la población, según nos indican las estadísticas oficiales? ¿Los habitantes de la Argentina no superan los 35 millones de habitantes? Luego, hay que concluir que nuestro catolicismo está desvirtuado y Light. Y así andamos!
Nos falta oración, formación y acción, así de simple.
Que el coraje producto de la mística, que es la conjunción de la Fe, del amor a Dios y a la Iglesia, nos genere siempre la militancia del testimonio, sin tener en cuenta todos los riesgos y arrostrando todas las consecuencias.
Autor: Juan José R. Laprovitta, Oriundo de Esquina, se crió en Goya - Ejerció su profesión de médico en distintos lugares del país - Ex Secretario de Culto de la Nación Argentina.
Tomado de: http://www.corrientesopina.com.ar
Y así el hombre es víctima, que al no pisar la “piedra” se coloca sobre la arena de la inseguridad, de la insatisfacción y de una profunda deshumanización. ¡Porque hay una ausencia pavorosa de Amor!
La cultura moderna y postmoderna nos condiciona de muchas maneras, y a veces sin darnos cuenta, introduce en nuestras vidas con sutileza, un pensamiento relativista que se dice actual, moderno y levanta como bandera el humanismo, y por tanto, hay que aceptarlo si o si, de lo contrario se es “ultramontano”, desubicado, retrogrado, etc.
Y entonces nos damos cuenta que hoy empieza a sernos difícil vivir un parejo estado de espíritu: hay graves tribulaciones; se sufre indiferencias y apartamientos; no hay transparencias; falta coherencia; se tiene temor de proclamar la Verdad porque puede ofender….Y así nos desbarrancamos!
Porque lo grave e innegable es que el mundo se halla en un franco estado de desdivinizaciòn. Dios no cuenta, ya no es la “piedra” de nuestra existencia, y el hombre pisa la arena que no asegura nada, al contrario, lo voltea, lo trastoca, lo deshumaniza.
Y entonces el hombre actual en su mayoría, se montò sobre la soberbia de su éxito, que sabe revestirse de múltiples y distintas formas. Y como todo debe cambiarse, nos debatimos en el gran naufragio de los supremos y eternos valores como consecuencia de nuestro vacío espiritual, y nos agarramos al Progreso, creyendo que es la única tabla de salvación. Cuando el Progreso por la soberbia de su éxito, desdivinizò todo, comenzando por el hombre. Y nos disolvemos en la complicación de nuestra propia vida, que está muy ocupada en cumplir todo lo que marca el Progreso, el marketing, la moda, los vicios, los caprichos, y así no tenemos tiempo de llegar al fondo de nosotros mismos, ni levantar la mirada a Dios. Esta realidad es una crisis de intimidad con nosotros mismos y con Dios.
Por tanto, la deriva es nuestro presente y futuro, porque hemos perdido la brújula de nuestra existencia. Porque las ideas, las ideologías, expresadas en filosofías alejadas de la realidad, del realismo, nos han llevado, como profetizaba Chesterton, a deshumanizar al hombre en nombre del humanismo.
II. Se apartó a Dios, la única fuerza transformante, edificante, vivificante, sanadora, santificante, y con nuestro rechazo o indiferencia damos lugar a la otra fuerza que existe en la creación: El Mal, padre de la mentira, de la confusión, del egoísmo, de la indiferencia, de la injusticia, del trastocamiento, del retroceso humano, de la destrucción, de la muerte, que genera la negación, pero la negación trascendente, porque se rechaza libre, consciente y responsablemente, la gracia, el bien, la luz y la Verdad, que es el Amor Trascendente. Ésta es la causa más profunda de esta crisis sin parangón que sufrimos.
Porque detrás de toda cuestión humana, social, política, económica, etc., siempre se juega una razón teológica.
III. Se sostiene que el “matrimonio homosexual” no es una cuestión religiosa. Claro que no! Pero el matrimonio verdadero, si, y en primer lugar. Porque antes de ser una realidad civil, de identidad laica, de jurisprudencia positiva, de poseer su filosofía y antropología, de las ciencias y del racionalismo que lo avalan, era en su realidad primigenia existencial natural, expresión de la creación inteligente, no del azar o la evolución. Científicamente el Ser Necesario de los griegos, fue el Autor de la creación del hombre: Hombre y Mujer. Y solo en las Sagradas Escrituras desde su primer libro hasta el ultimo, enseñan que el hombre, el matrimonio y la familia tienen su origen en Dios.
Y así negando o apartando o aconsejando que no se debe defender el matrimonio verdadero, desde una posición religiosa, se le quita al hombre la madurez de si mismo, porque se le niega la experiencia más primigenia, más natural, más profunda y más difundida, desde siempre en la humanidad: la experiencia religiosa, diría Giussani.
Quienes se oponen al “matrimonio homosexual”, en su mayoría, sostienen fundamentos científicos y racionales y que solo es un debate público, laico y civil y exponen presupuestos biológicos y antropológicos, por cierto, muy acertados, pero se olvidan que el matrimonio es esencialmente una cuestión sacramental, trascendente, religada al principio y fin de toda vida, de lo creado, es decir, es una cuestión religiosa, de “religare”, estar unido, religado, a la trascendencia que da vida. ¡Y vaya que es importante este concepto! Porque la vida de toda nuestra existencia, de todos nosotros, no es un acontecimiento fortuito. Nadie, ninguna persona humana, nació o apareció espontáneamente debajo de una piedra o a la sombra de un árbol. No. Todos nosotros humanos, sin excepción, existimos, porque hemos sido “dado a luz” desde la matriz de nuestras madres (mujeres) y gracias a la complementación de nuestros padres (varones).
Y es una cuestión religiosa, porque el matrimonio es la sociedad primera conformada por un hombre y una mujer que creó Dios, y les dio el mandato: “Creced y multiplicaos!”. Matrimonio deviene de “matriz”: que da nueva vida. Es decir que esta primera sociedad creada por Dios por Amor, tiene como factor eficiente, como razón, como sustancia, como finalidad, desde el Amor, la procreación, la nueva vida humana.
Y descubrimos así, que Dios en su infinito Amor y Sabiduría hace que el hombre y la mujer en matrimonio, sean procreadores de la misma creación de Dios: la vida humana.
Es imposible cumplir este requisito, razón del matrimonio, entre personas del mismo sexo.
Por tanto, no es correcto utilizar la frase: “matrimonio homosexual”.
Si rechazamos el talento de la memoria histórica de la vida, aplanamos al hombre, y nos refugiamos sólo en las ciencias humanas y en el derecho positivo, trastocamos y desnaturalizamos la verdad del matrimonio, y entramos en el juego relativista donde todo está bien, por tanto, todo debe ser aceptado y no podemos exponer la verdad, porque se pueden ofender quienes sostienen el error, dejando el campo libre para su crecimiento con consecuencias devastadoras.
Y si existimos es gracias a la acción de Amor creadora de Dios y procreadora de nuestros padres (varones) y madres (mujeres). Porque entre varones y varones o entre mujeres y mujeres jamás podrá existir nueva vida humana.
Y si esto se acepta la humanidad comenzará a desaparecer, y esto es grave, y nos sumaremos nada más que al 4% de todas las naciones del mundo que han legislado positivamente sobre uniones homosexuales. Además la Argentina es uno de los países con más bajo índice de natalidad en el mundo.
A que jugamos?
Pero lo que se advierte, lo màs grave y depravado es que esta propuesta: frustra, desprecia y niega la creación amorosa de Dios y pisotea sacrílegamente el Sacrificio Perpetuo de Cristo que por Amor se entregó por todos los hombres, que lo anunció diciendo: “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”, y: “Yo Soy el pan vivo bajado del Cielo que da Vida al mundo”. Y esto se manifestó claramente el 1ª de agosto del 2003 en la Plaza San Pedro del Vaticano, cuando los homosexuales levantaron carteles con la consigna: “No a Dios. Ateismo es libertad”.
Está muy claro y evidente que toda esta escenografía de la unión homosexual, enmascara el inicuo odio a Dios y a su creación humana, porque su origen está en el Padre de la mentira, y a esto se llama: acedia.
Y cómo católicos, qué hacemos, frente a tamaña embestida de la Internacional Maligna?
Debemos volver a las fuentes, a la Doctrina, a la santidad, al coraje, a la militancia, al testimonio, como lo exhorta permanentemente SS Benedicto XVI.
Pero se nos habla de peregrinar y no de militancia. Porque “borraron” la “Iglesia Militante”. Sin embargo, todo lo contrario nos marca San Pablo en su segunda carta a Timoteo cuando le dice en el capitulo IV: “Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús….que prediques la Palabra, insta a tiempo y a destiempo, reprende, censura, exhorta con toda longanimidad y doctrina. Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la sana doctrina, antes bien con prurito de oír se amontonarán maestros con arreglos a sus concupiscencias. Apartarán de la verdad el oído, pero se volverán a las fábulas…Cumple bien tu ministerio.”
“He peleado el buen combate….he guardado la Fe”.
El Obispo Timoteo era el discípulo preferido de San Pablo, quien lo dejó a cargo de la Iglesia en Efeso.
San Pablo es muy claro y sin atenuantes, cuando le indica a Timoteo que la Doctrina debe predicarla a tiempo y a destiempo, es decir, siempre. Y no solo cuando “las papas queman”.
Y si San Pablo ha guardado la Fe es porque dio “el buen combate”, milito, dio testimonio, sin tener en cuenta condicionamientos de ninguna naturaleza.
Si así no se cumple el mandato de Cristo, de la tradición apostólica y del Magisterio de la Iglesia, se puede aplicar muy bien lo que les decía el Profeta Isaías a los Sacerdotes de la Antigua Alianza: al no hablar y defender la Ley del Señor: “Sois como perros mudos”.
Luego, si la ley es aprobada, como es probable, no lloremos como victimas lo que no hemos sabido defender como mujeres y hombres católicos y argentinos, más allá del trabajo, del testimonio y del esfuerzo de muchos. Pero hay un dato muy esclarecedor en este sentido: al Senado de la Nación se presentarán solo 600.000.- firmas, peticionando no se apruebe la ley de “matrimonio antinatura”. Y estas firmas no solo son de católicos, sino de otros credos religiosos. Pregunto: ¿los católicos no somos más del 80% de la población, según nos indican las estadísticas oficiales? ¿Los habitantes de la Argentina no superan los 35 millones de habitantes? Luego, hay que concluir que nuestro catolicismo está desvirtuado y Light. Y así andamos!
Nos falta oración, formación y acción, así de simple.
Que el coraje producto de la mística, que es la conjunción de la Fe, del amor a Dios y a la Iglesia, nos genere siempre la militancia del testimonio, sin tener en cuenta todos los riesgos y arrostrando todas las consecuencias.
Autor: Juan José R. Laprovitta, Oriundo de Esquina, se crió en Goya - Ejerció su profesión de médico en distintos lugares del país - Ex Secretario de Culto de la Nación Argentina.
Tomado de: http://www.corrientesopina.com.ar
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