Evangelio según San Juan 1,35-42. Segundo Domingo del tiempo ordinario
Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?". "Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.
Comentario:
«He aquí el Cordero de Dios» - San Cirilo de Alejandría
Juan ve a Jesús venir hacia él y dice: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Ya no es el tiempo de decir: "Preparad el camino del Señor" (Mt 3,3), ya que donde su llegada ha sido preparada, se deja ver: se presenta desarmado a las miradas de todos. La naturaleza del acontecimiento pide otro discurso: hay que dar a conocer al que está aquí, explicarse por qué descendió del cielo y vino hasta nosotros. Por eso Juan declara: "He aquí el Cordero de Dios".
El profeta Isaías nos lo anunció diciendo que él "es llevado al matadero como una oveja, como un cordero mudo delante del esquilador" (Is 53,7). La Ley de Moisés lo prefiguró, pero... esta proporcionaba sólo una salvación incompleta y su misericordia no se extendía a todos los hombres. Entonces, hoy, el Cordero verdadero, representado antaño por símbolos, la víctima sin mancha, es llevado al matadero.
Esto es para desterrar el pecado del mundo, derribar al Exterminador de la tierra, destruir a la muerte muriendo por todos, quebrantar la maldición que nos golpeaba y poner fin a esta palabra: "Eres polvo y al polvo devolverás" (Gn 3,19). Llega a ser así, el segundo Adán, de origen celeste y no terrestre (1Co 15,47), es la fuente de todo bien para la humanidad, el camino que lleva al Reino de los cielos. Porque un solo Cordero murió por todos ellos, recobrando para Dios Padre, todo el rebaño de los que habitan la tierra. «Uno sólo murió por todos, «con el fin de someterlos a Dios"; «Uno sólo murió por todos» con el fin de ganarlos a todos, con el fin de que todos " los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos»(2Co 5,14-15).
San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia Comentario al Evangelio. Comentario al Evangelio de San Juan 2, Prol. ; PG 73, 192
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