domingo, 14 de marzo de 2010
SS Benedicto XVI señala durante el Ángelus que el ateismo esconde la exigencia de descubrir el verdadero rostro de Cristo
Domingo, 14 mar (RV).- La parábola del hijo pródigo del Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma, ha centrado la alocución de Benedicto XVI previa al rezo mariano del Ángelus. Ante cientos de fieles y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa ha evidenciado cómo esta página de san Lucas constituye un vértice de la espiritualidad y de la literatura de todos los tiempos. "De hecho, ¿qué sería de nuestra cultura, arte, y más en general de nuestra civilización, sin esta revelación de un Dios Padre lleno de misericordia?”. Ante esta pregunta el Santo Padre ha señalado que el texto evangélico de hoy “tiene el poder de hablarnos de Dios, de hacernos conocer su rostro, y sobre todo su corazón”. Y por este motivo Dios aparece “como un Padre que por amor nos ha creado libres y dotados de conciencia”, un Padre que “sufre si nos perdemos y celebra nuestro regreso”.
"Por eso, la relación con Él se construye a través de una historia, del mismo modo que ocurre a cada hijo con sus propios padres: al inicio depende de ellos; después reivindica la propia autonomía; y al final –y éste es el desarrollo positivo- se alcanza una relación madura, basada en el reconocimiento y en el amor auténtico”. Precisamente estas mismas etapas son las que marcan la relación del hombre con Dios. Primero, ha enumerado el Papa, se vive una etapa que es como la infancia, “una religión movida por la necesidad, por la dependencia”. Después, ha proseguido el Santo Padre, el hombre crece, se emancipa, y quiere ser libre, adulto, capaz de realizar sus propias elecciones de forma autónoma, “pensando incluso poder prescindir de Dios”.
Esta fase, ha dicho Benedicto XVI, “es delicada, porque puede llevar al ateismo, pero también por este motivo, a menudo esconde la exigencia de descubrir el verdadero rostro de Dios”. “Por suerte, Dios sigue siendo fiel e incluso si nosotros nos alejamos y nos perdemos continua a seguirnos con su amor, perdonando nuestros errores y hablando interiormente a nuestra conciencia para llamarnos hacia Él”.
En la parábola del hijo pródigo, los dos hijos se comportan de manera opuesta. El menor se va y cae siempre más bajo, mientras que el mayor se queda en casa, pero él también tiene una relación inmadura con el padre. De hecho, cuando el hermano regresa, el mayor no está contento como el padre, sino que se enfada y no quiere entrar en casa. “Los dos hijos representan los dos modos inmaduros de relacionarse con Dios: la rebelión y una obediencia infantil. Ambos modos se superan a través de la experiencia de la misericordia. Sólo experimentando el perdón, reconociendo que hay un amor gratuito que nos ama, más grande de nuestra miseria y también de nuestra justicia, conseguiremos una relación realmente filial y libre con Dios”.
“Queridos amigos –ha concluido el Papa- meditemos sobre esta parábola. Reflejándonos en los dos hijos, y sobre todo contemplando el corazón del Padre. Caigamos entre sus brazos y dejémonos regenerar por su amor misericordioso. Que la Virgen María, Mater misericordiae, nos ayude”.
Y tras el rezo mariano del Ángelus y el responso por los fieles difuntos Benedicto XVI ha saludado, como es tradicional, en varios idiomas. En particular en polaco, el Santo Padre ha recordado que hoy finaliza en Gniezno, el VIII Congreso dedicado a “La familia, esperanza de Europa”. “Espero que este congreso –ha matizado el Papa- contribuya a la renovación de la familia como comunidad instituida por Dios y fundada en Su ley. Que Dios bendiga a todas las familias”.
En español, éstas han sido las palabras del Papa: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular los grupos de las parroquias de Nuestra Señora del Sagrado Corazón y de Nuestra Señora del Tránsito, de Madrid, de San Isidro, San Francisco y Santa María, de Almería, y de la Inmaculada Concepción y de Santiago, de Sevilla. En este cuarto domingo de Cuaresma, la liturgia nos propone la parábola del hijo pródigo y, con ella, una invitación la conversión para todos, que saben haberse alejado de Dios por el pecado, y toman con humildad y valentía la decisión de volver a Él, experimentando la misericordia y la ternura insospechada del Padre, que los recibe con los brazos abiertos. Que la Santísima Virgen María nos acompañe en este camino hacia la Pascua. Feliz domingo”.
Tomado de: http://www.oecumene.radiovaticana.org/
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