jueves, 11 de marzo de 2010
Las tentaciones de Jesús
Autor: P. Enrique Cases
Ni el demonio, ni los hombres pecadores estaban en condiciones de recibir a Jesús como Mesías. De ahí surge que intenten desviarlo de su misión.
Ni el demonio, ni los hombres pecadores están en condiciones de recibir a Jesús como Mesías. De ahí surge que intenten desviarlo de su misión.
Tentación significa prueba y, también, seducción. Puede tentar Dios, en el sentido de que prueba al hombre como hizo con Abrahán (cfr. Gn. 22, l) También puede tentar el diablo u otros hombres. Cuando es el diablo el que tienta, intenta seducir, engañar, hacer pecar al hombre y perderlo.
Todos los personajes clave de la historia sagrada son tentados: Adán y Eva, Abrahán, Moisés... el pueblo de Israel en su conjunto durante la peregrinación por el desierto. Las caídas del pueblo de Israel van a ser rectificadas por la fidelidad de Jesús. También la Iglesia será tentada y cada uno de los fieles.
Tentaciones del diablo en el desierto
Constituyen el primer intento diabólico de reducir la misión divina de Jesús a un plano humano.
Las tentaciones fueron tres. El denominador común de las tres es que Satanás intenta rebajar la misión de Jesús pretendiendo que actúe en beneficio propio. En concreto:
a) Quiere que ejerza sus poderes para remediar sus propios problemas, como tener hambre después de ayunar cuarenta días, convirtiendo las piedras en panes.
b) Induce a Jesús a la vanidad y la soberbia, moviéndole a que pida a Dios un milagro innecesario: que se lance desde el pináculo del Templo para que la espectacular intervención divina le dé un inmenso prestigio. Es una clara tentación contra la humildad propia del Mesías.
c) Le ofrece el dominio sobre todos los reinos del mundo para que se convierta así en un rey mesiánico terreno, como el que esperaban la mayoría de los judíos de aquel tiempo. Jesús contesta: «¡Márchate, Satanás! »
Estas tentaciones se repetirán durante la vida de Jesús. También se repetirán en la vida de la Iglesia y en la de cada cristiano. Jesús muestra el camino: fidelidad a la misión divina de salvación y no dejar que esta misión se reduzca a una tarea terrena. Ser creyente, ser cristiano, nunca será un modo de conseguir ventajas humanas. Más bien significará sacrificio para cumplir los planes de Dios.
Los escribas y fariseos tientan a Jesús
Le pedían una señal (un milagro) para tentarle, no para creer en El. Es la misma tentación del desierto. Jesús la rechaza enérgicamente; les llama generación malvada y adúltera. (Mt. 12, 39)
En otra ocasión los fariseos, aliándose con los herodianos, «le tientan»; para ello le preguntan si se debe pagar el tributo al César o no. Esta pregunta equivale a decir si han de rebelarse o no contra el César, y por lo tanto si él se sitúa como un líder político más, o no. La respuesta de Jesús es coherente con todo lo anterior: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Lc. 20, 25) Jesús no sólo da la regla áurea para la relación entre la Iglesia y el Estado, sino que rechaza la idea de que la salvación, que ha venido a traer, sea de orden político, en vez de religiosa.
Otras tentaciones Cuando el Señor multiplicó los panes, el pueblo quiso hacerle rey. Aquí se muestra que entienden el Mesías como portador de milagros y fuente de la felicidad terrena y le quieren dar el poder político; el rey Herodes desea verle obrar algún portento; sus mismos parientes le empujan a que se manifieste abiertamente con alguna de sus obras prodigiosas. A todos rechaza Jesús no sólo por su falta de rectitud de intención, sino porque el camino elegido por Dios no es ése, sino el de la humildad.
En otra ocasión, uno de la multitud le dijo: Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo. El respondió: ¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros? (Lc. 12, 13-14) Aquel hombre sólo se preocupa de sus problemas económicos. No ve en Jesús lo que de espiritual le ofrece. Sólo ve un maestro con autoridad, que puede favorecerle. Jesús deja claro que no ha venido a resolver los asuntos materiales, sino a dar los principios y criterios morales que deben inspirar las acciones de los hombres justos.
Tentación en la Cruz
Todas las tentaciones se concentran en una: «Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz y creeremos» (Mt. 27, 40-43) porque para los judíos era incompatible la cruz y el Mesías. La tentación de huir de la cruz resume las demás, porque en la cruz se dan cita la humillación más total, el dolor más agudo hasta la muerte, y la falta de poder político. La salvación a través de prodigios, felicidad terrena, y poder político, queda rechazado.
Tentación de los discípulos
Jesús anunció su Pasión. Entonces Pedro, tomándole aparte se puso a reprenderle diciendo: «Dios te libre, ¡Señor! ¡De ningún modo te debe ocurrir eso! Peto El, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Apártate de mi, Satanás!; eres escándalo para mí porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres» (Mt. 16, 21-23)
Jesús muestra a los discípulos claramente que El no es el Mesías-Rey-nacionalista que tantos judíos esperaban, ni la caricatura de Mesías que Satanás quería, sino el Mesías Hijo de Dios, que sería humillado, pero que salva por otros cauces distintos de los que creían los hombres y el diablo.
«Las tentaciones de Cristo son el intento de destruir la confianza incondicional que Jesús tiene en el Padre, a pesar de lo duro de su misión. La Iglesia, enseñada por el Señor, repite a diario en su oración: "no nos dejes caer en la tentación"»
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