Evangelio según San Lucas 9,46-50. Lunes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario
Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande".
Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros".
Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes".
Comentario:
Jesús nos ofrece otro camino. Dejar de pretender ser los más fuertes y de querer estar al centro para sentiros seguros. Reconocer que en el reino los más pequeños, los niños en este Evangelio, son los más importantes. No marquéis fronteras, no estéis asustados frente a los extraños. Todos somos hermanos. Todos formamos un único pueblo. Ahí, en la relación, en la fraternidad, en los brazos abiertos, se encuentra la verdadera posibilidad, la única, de superar el temor ancestral, el miedo que nos termina llevando a la violencia fratricida.
Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.
Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande".
Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros".
Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes".
Comentario:
Jesús nos ofrece otro camino. Dejar de pretender ser los más fuertes y de querer estar al centro para sentiros seguros. Reconocer que en el reino los más pequeños, los niños en este Evangelio, son los más importantes. No marquéis fronteras, no estéis asustados frente a los extraños. Todos somos hermanos. Todos formamos un único pueblo. Ahí, en la relación, en la fraternidad, en los brazos abiertos, se encuentra la verdadera posibilidad, la única, de superar el temor ancestral, el miedo que nos termina llevando a la violencia fratricida.
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