Domingo, 3 oct (RV).- El estatus de un sacerdote no lo fija el mundo y su necesidad de roles sociales sino su identidad en Cristo, afirmó Benedicto XVI en el discurso pronunciado tras el encuentro de Adoración del Santísimo Sacramento junto a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, en la majestuosa catedral de Palermo, dedicada a la Asunción de la Virgen María
Precisamente el monumental complejo arquitectónico, construido en 1185, fue motivo de inspiración para el Pontífice, quien al recordar a la comunidad eclesial siciliana que son ellos “las piedras vivas” donde se puede “admirar el rostro de la Iglesia”, les manifestó su “alegría de confirmarlos en la única fe y en la profunda comunión con el Señor Jesucristo”.
Dirigiéndose en primer lugar a los sacerdotes, el Papa reconoció el trabajo que con celo e inteligencia realizan sin descanso y por el cual Jesús está siempre junto a ellos. Sin embargo, les recordó que deben ser siempre “hombres de oración, para ser también maestros de oración” por lo que les recomendó que sus jornadas fueran intercaladas por “tiempos de oración”.
No es fácil mantenerse fieles a estas citas cotidianas con el Señor, sobretodo hoy que el ritmo de vida se ha hecho frenético y las ocupaciones nos absorben cada vez más. No obstante, debemos convencernos: el momento de la oración es fundamental. En ella, actúa con más eficacia la gracia divina, dando fecundidad al ministerio. Muchas cosas nos presionan, pero si no estamos interiormente en comunión con Dios no podemos dar nada mucho menos a los demás.
Luego el Papa se refirió a la eucaristía como fuente y culmen de toda la vida cristiana. Preguntándose si lo es verdaderamente en la vida sacerdotal, cuando se prepara la santa misa, cuando se celebra, cuando se permanece en adoración, Benedicto XVI se cuestionó si “nuestras iglesias son verdaderamente “casa de Dios” donde su presencia atrae a la gente que lamentablemente hoy con frecuencia siente la ausencia de Dios.
El Pontífice recordó que el “sacerdote encuentra siempre, y de manera inmutable, la fuente de su propia identidad en Cristo sacerdote. “No es el mundo- afirmó- el que determina su estatus según las necesidades y las concepciones de los roles sociales”, el sacerdote está al servicio de las almas para su salvación en Cristo y en la Iglesia porque Dios quiere que todos los hombres sean salvados, que ninguno se pierda.
El sacerdote está para los fieles: los ánima y los sostiene en el ejercicio del sacerdocio común de los bautizados, en su camino de fe, en el cultivo de la esperanza, en el vivir en la caridad el amor de Cristo. Queridos sacerdotes, tengan siempre una particular atención por el mundo juvenil. Como dijo en esta tierra el venerable Juan Pablo II, abran las puertas de sus parroquias a los jóvenes para que puedan abrir las puertas de su corazón a Cristo. Que no las encuentren nunca cerradas.
Benedicto XVI al puntualizar que el sacerdote no puede permanecer alejado de las preocupaciones cotidianas del pueblo de Dios sino que debe estar muy cerca, sin dejar de ser un sacerdote, recordó el aniversario del bárbaro homicidio de Don Giuseppe Puglisi, presbítero palermitano asesinado por la mafia.
El tenía un corazón que ardía en auténtica caridad pastoral; en su celoso ministerio ha dado largo espacio a la educación de los niños y de los jóvenes, y al mismo tiempo se encargó de que cada familia cristiana viviera la fundamental vocación de primera educadora de la fe de los hijos. El mismo pueblo confiado a sus cuidados pastorales ha podido saborear la riqueza espiritual de este buen pastor, del cual está en curso la causa de beatificación. Les exhorto a conservar viva la memoria de su fecundo testimonio sacerdotal imitando su heroico ejemplo.
Al dirigirse a los institutos de vida consagrada, en particular a los monjes y monjas de clausura, el Papa los animó a continuar siguiendo a Jesús sin compromisos, dando así un testimonio de la belleza de ser cristianos de manera radical, ya que su presencia infunde en la comunidad un precioso impulso hacia la “medida más alta” de la vida cristiana. “Es más- añadió el Santo Padre- podríamos decir que su existencia constituye una predicación, bastante elocuente, aunque casi siempre silenciosa.
Por último, al dirigirse a los seminaristas, Benedicto XVI los exhortó a responder con generosidad a la llamada del Señor, creciendo en la identificación con Cristo y preparándose a la misión con una sólida formación humana, espiritual teológica y cultural. Y pidiendo que vivan con compromiso y alegría este tiempo de gracia, el Papa se despidió de la comunidad eclesial de Palermo y Sicilia asegurando sus oraciones para que prosigan con renovado fervor y con mucha esperanza el camino de fiel adhesión a Cristo y de generoso servicio a la Iglesia.
Precisamente el monumental complejo arquitectónico, construido en 1185, fue motivo de inspiración para el Pontífice, quien al recordar a la comunidad eclesial siciliana que son ellos “las piedras vivas” donde se puede “admirar el rostro de la Iglesia”, les manifestó su “alegría de confirmarlos en la única fe y en la profunda comunión con el Señor Jesucristo”.
Dirigiéndose en primer lugar a los sacerdotes, el Papa reconoció el trabajo que con celo e inteligencia realizan sin descanso y por el cual Jesús está siempre junto a ellos. Sin embargo, les recordó que deben ser siempre “hombres de oración, para ser también maestros de oración” por lo que les recomendó que sus jornadas fueran intercaladas por “tiempos de oración”.
No es fácil mantenerse fieles a estas citas cotidianas con el Señor, sobretodo hoy que el ritmo de vida se ha hecho frenético y las ocupaciones nos absorben cada vez más. No obstante, debemos convencernos: el momento de la oración es fundamental. En ella, actúa con más eficacia la gracia divina, dando fecundidad al ministerio. Muchas cosas nos presionan, pero si no estamos interiormente en comunión con Dios no podemos dar nada mucho menos a los demás.
Luego el Papa se refirió a la eucaristía como fuente y culmen de toda la vida cristiana. Preguntándose si lo es verdaderamente en la vida sacerdotal, cuando se prepara la santa misa, cuando se celebra, cuando se permanece en adoración, Benedicto XVI se cuestionó si “nuestras iglesias son verdaderamente “casa de Dios” donde su presencia atrae a la gente que lamentablemente hoy con frecuencia siente la ausencia de Dios.
El Pontífice recordó que el “sacerdote encuentra siempre, y de manera inmutable, la fuente de su propia identidad en Cristo sacerdote. “No es el mundo- afirmó- el que determina su estatus según las necesidades y las concepciones de los roles sociales”, el sacerdote está al servicio de las almas para su salvación en Cristo y en la Iglesia porque Dios quiere que todos los hombres sean salvados, que ninguno se pierda.
El sacerdote está para los fieles: los ánima y los sostiene en el ejercicio del sacerdocio común de los bautizados, en su camino de fe, en el cultivo de la esperanza, en el vivir en la caridad el amor de Cristo. Queridos sacerdotes, tengan siempre una particular atención por el mundo juvenil. Como dijo en esta tierra el venerable Juan Pablo II, abran las puertas de sus parroquias a los jóvenes para que puedan abrir las puertas de su corazón a Cristo. Que no las encuentren nunca cerradas.
Benedicto XVI al puntualizar que el sacerdote no puede permanecer alejado de las preocupaciones cotidianas del pueblo de Dios sino que debe estar muy cerca, sin dejar de ser un sacerdote, recordó el aniversario del bárbaro homicidio de Don Giuseppe Puglisi, presbítero palermitano asesinado por la mafia.
El tenía un corazón que ardía en auténtica caridad pastoral; en su celoso ministerio ha dado largo espacio a la educación de los niños y de los jóvenes, y al mismo tiempo se encargó de que cada familia cristiana viviera la fundamental vocación de primera educadora de la fe de los hijos. El mismo pueblo confiado a sus cuidados pastorales ha podido saborear la riqueza espiritual de este buen pastor, del cual está en curso la causa de beatificación. Les exhorto a conservar viva la memoria de su fecundo testimonio sacerdotal imitando su heroico ejemplo.
Al dirigirse a los institutos de vida consagrada, en particular a los monjes y monjas de clausura, el Papa los animó a continuar siguiendo a Jesús sin compromisos, dando así un testimonio de la belleza de ser cristianos de manera radical, ya que su presencia infunde en la comunidad un precioso impulso hacia la “medida más alta” de la vida cristiana. “Es más- añadió el Santo Padre- podríamos decir que su existencia constituye una predicación, bastante elocuente, aunque casi siempre silenciosa.
Por último, al dirigirse a los seminaristas, Benedicto XVI los exhortó a responder con generosidad a la llamada del Señor, creciendo en la identificación con Cristo y preparándose a la misión con una sólida formación humana, espiritual teológica y cultural. Y pidiendo que vivan con compromiso y alegría este tiempo de gracia, el Papa se despidió de la comunidad eclesial de Palermo y Sicilia asegurando sus oraciones para que prosigan con renovado fervor y con mucha esperanza el camino de fiel adhesión a Cristo y de generoso servicio a la Iglesia.
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