Santa Faustina nació en Polonia el 25 de agosto de 1905. Su nombre de bautismo era Elena Kowalska. Sus padres la criaron con mucha disciplina y fueron gran ejemplo de vida espiritual. A la edad de siete años la pequeña Helena escuchó la llamada del Señor en su alma invitándola a una vida más perfecta. Cuando recibió su primera Comunión, a los nueve años de edad, experimentó una fusión intima con Jesús Eucarístico. Desde entonces, fueron los momentos más solemnes los que pasaba en adoración y cuando recibía la Santa Comunión.
La educación que tuvo Santa Faustina fue corta, menos de dos años escolares. Sin embargo toda su vida fue profundamente influenciada por visiones y locuciones internas de Jesucristo. Desde muy joven sintió la llamada a la vocación religiosa, pero al tener la oposición de sus padres empezó a llevar una vida secular, tratando de acomodarse a las cosas del mundo. A la edad de dieciocho años tuvo una experiencia que marcó su vida. Fue invitada a una fiesta junto con su hermana Josefina. Mientras bailaba tuvo una visión de Jesús quién, cubierto de heridas y con sus vestiduras rasgadas, se dirigió a ella con estas palabras: "¿Cuánto tiempo hace que te estoy esperando y tu siempre me pones a un lado?". Al oír estas palabras no pudo seguir bailando y lo disimuló con un dolor de cabeza. Se dirigió a la Iglesia de San Stanislau Kostka a postrarse ante el altar. Estando en oración escuchó estas palabras: "Ve a Varsovia, allí entrarás en el convento". Al día siguiente se despidió de sus tíos, con quienes vivía en ese entonces, y con mucha determinación se dirigió a Varsovia dejando todo atrás, únicamente llevaba lo que tenía puesto. Pidió a la Santísima Virgen que la guiara y le dejara saber donde dirigirse. Así llegó a la Iglesia de Santiago en las afueras de Varsovia y, al finalizar las misas, habló con un sacerdote que la envió donde la Sra. Lipzye, una señora muy católica, y se hospedó con ella. Durante su estadía con la familia Lipzye visitó varios conventos pero todas las puertas le fueron cerradas. Pidiéndole al Señor que no la dejara sola, buscaba una respuesta a su oración, pero el Señor quería enseñarle que El siempre responde a nuestras oraciones solo en su tiempo, no en el nuestro.
Santa Faustina se dirigió a las puertas del convento de Las Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, donde la Madre general la interrogó. Madre Micaela le dijo que fuera a preguntarle al Señor de la casa si El la aceptaba. Santa Faustina se dirigió a la Capilla y le preguntó al Señor si la aceptaba y escuchó en su corazón: "Yo te acepto; tu estas en mi Corazón". Ella se dirigió donde la Madre General y le dijo lo que había oído, la Madre repuso , "si el Señor te acepta yo también te acepto, esta es tu casa".
Alma Víctima
Durante su tercer año de noviciado le fue revelado lo que era ser Alma Víctima. Anota ella en su diario: "El sufrir es una gracia grande; a través del sufrimiento el alma se hace como la del Salvador; en el sufrimiento el amor se cristaliza, mientras más grande el sufrimiento más puro el amor". (57)
Durante una hora particular de adoración, Dios le reveló a Santa Faustina todo lo que ella tendría que sufrir: falsas acusaciones, la pérdida del buen nombre, y mucho más. Cuando la visión terminó, un sudor frío baño su frente. Jesús le hizo saber que aun cuando ella no diere su consentimiento a esto, ella se salvaría y El no disminuiría Sus gracias y seguiría manteniendo una relación íntima con ella. La generosidad de Dios no disminuiría para nada. Consciente que todo el misterio dependía de ella, consintió libremente al sacrificio en completo uso de sus facultades. Luego escribió lo siguiente en su diario: "De repente, cuando había consentido hacer el sacrificio con todo mi corazón y todo mi entendimiento; la presencia de Dios me cubrió, me parecía que me moría de amor a la vista de su mirada."
Durante la Cuaresma de ese mismo año, 1933, experimentó en su propio cuerpo y corazón la Pasión del Señor, recibiendo invisiblemente las estigmas. Únicamente su confesor lo conoció. Ella lo narra así: "Un día durante la oración, vi una gran luz y de esta luz salían rayos que me envolvían completamente. De pronto sentí un dolor muy agudo en mis manos, en mis pies, y en mi costado, y sentí el dolor de la corona de espinas, pero esto fue sólo por un tiempo bien corto"
Tiempo mas tarde, cuando Santa Faustina se enfermó de Tuberculosis experimentó nuevamente los sufrimientos de la Pasión del Señor repitiéndose todos los Viernes y algunas veces cuando se encontraba con un alma que no estaba en estado de gracia. Aunque esto no era muy frecuente; los sufrimientos duraban poco, pero eran dolorosos, y no los hubiera soportado sin una gracia especial de Dios.
Después de haber pasado por la escuela del sufrimiento durante gran parte de su vida, y de su larga enfermedad de tuberculosis, murió el cinco de octubre de 1938, su funeral tuvo lugar dos días mas tarde, en la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario que aquel año fue primer viernes de mes.
Apóstol de la Misericordia
En la biografía de Santa Faustina se cuenta, que el Señor le recordaba frecuentemente Su deseo que se establezca la Fiesta de la Divina Misericordia. Ella ofreció una novena por esta intención y el 23 de marzo de 1937, martes de Semana Santa, el séptimo día de la novena Santa Faustina tuvo la siguiente visión: "De pronto la presencia de Dios me invadió e inmediatamente me vi en Roma, en la capilla del Santo Padre y al mismo tiempo estaba en nuestra capilla...Yo tomé parte en la solemne celebración, simultáneamente aquí y en Roma...Vi al Señor Jesús en nuestra capilla, expuesto en el Sacramento de la Eucaristía en el altar mayor. La capilla estaba adornada como para una fiesta, y ese día todo el que quisiera, podía entrar. La multitud era tan grande que la vista no podía alcanzarla toda. Todos estaban participando en las celebraciones con gran júbilo, y muchos de ellos obtuvieron lo que deseaban. La misma celebración tuvo lugar en Roma, en una hermosa Iglesia, y el Santo Padre, con todo el clero, estaban celebrando esta Fiesta, y entonces súbitamente yo vi a San Pedro, que estaba de pie entre el altar y el Santo Padre...Entonces de repente vi como los dos rayos, como están pintados en la imagen, brotaron de la hostia y se extendieron sobre todo el mundo. Esto duró sólo un momento, pero pareció como si hubiese durado todo el día, y nuestra capilla estuvo repleta todo el día, y todo el día abundó en júbilo. Luego, vi en nuestro altar, al Señor Jesús vivo, tal como luce en la imagen. Luego, en un instante me encontré de pie cerca de Jesús, y me paré en el altar junto al Señor Jesús, y mi espíritu estuvo lleno de una felicidad tan grande...Jesús se inclinó hacia mí y dijo con gran bondad, ‘¿Cuál es tu deseo Hija mía’ Y yo contesté, ‘Deseo que toda adoración y gloria sean dadas a Tu Misericordia’. ‘Yo ya estoy recibiendo adoración y gloria por la congregación y la celebración de esta Fiesta: ¿Qué más deseas?’ Entonces yo miré a la inmensa multitud que adoraba la Divina Misericordia y le dije a Jesús, ‘Jesús, bendice a todos aquellos que están reunidos para darte gloria y venerar Tu infinita misericordia’. Jesús hizo la señal de la cruz con su mano y esta bendición fue reflejada en las almas como un rayo de luz"(1044-1049). Muchos ven esta visión en respecto a la canonización de Santa Faustina. Jesús le mostraba a su apóstol los frutos de su trabajos y sufrimientos.
En 1997 el Papa Juan Pablo II hizo una peregrinación a la tumba de la Beata Santa Faustina en Polonia, le llamó "Gran apóstol de la Misericordia en nuestros días". El Papa dijo en su tumba "El mensaje de la Divina Misericordia siempre ha estado cerca de mi como algo muy querido..., en cierto sentido forma una imagen de mi Pontificado."
Santa Faustina fue canonizada el 30 de abril del 2000, siendo la primera canonización del año jubilar.
Del Diario de Santa Faustina
En el momento en que el obispo me puso el anillo, Dios penetró todo mi ser...Desde los votos perpetuos mi relación con Dios se hizo mas estrecha que nunca. Siento que amo a Dios y siento también que El me ama. Mi alma, habiendo conocido a Dios, no sabría vivir sin El. -Diario 254
Oh Jesús mío, Tu sabes que desde los años mas tempranos deseaba ser una gran santa, es decir, deseaba amarte con un amor tan grande como ninguna alma Te amó hasta ahora -Diario 1372
Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. -Diario 1107
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