Te rogamos, pues, Señor Jesucristo,
que entres en la casa de nuestra conciencia;
alejes al jefe de los fariseos, o sea,
los impulsos de los malos pensamientos,
que chocan uno contra otro y,
dividiéndose, dispersan el corazón;
que restituyas a nuestra mente el sábado de la paz
y del reposo y nos hagas comer el pan de tu voluntad.
Así mereceremos llegar a ti, pan de los ángeles.
Dígnate concedérnoslo tú,
que eres el Dios bendito
por los siglos de los siglos.
¡Amén! ¡Así sea!
que entres en la casa de nuestra conciencia;
alejes al jefe de los fariseos, o sea,
los impulsos de los malos pensamientos,
que chocan uno contra otro y,
dividiéndose, dispersan el corazón;
que restituyas a nuestra mente el sábado de la paz
y del reposo y nos hagas comer el pan de tu voluntad.
Así mereceremos llegar a ti, pan de los ángeles.
Dígnate concedérnoslo tú,
que eres el Dios bendito
por los siglos de los siglos.
¡Amén! ¡Así sea!
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