1. “El que me sigue no camina a oscuras”, dice el Señor (Jn 8,12).
Con estas palabras Cristo nos encomienda
que imitemos su vida y sus costumbres
si queremos estar iluminados y libres de toda ceguera interior.
Por eso, nuestro mayor afán
debe consistir en reflexionar sobre la vida de Jesús.
La enseñanza de Jesús está por encima de la de cualquier santo
y el que penetra en ella con buena voluntad encontrará un alimento escondido.
A muchos les sucede
que aunque escuchan con frecuencia el evangelio no descubren su significado
porque les falta el espíritu de Cristo.
Es conveniente que procure adecuar toda su vida con Cristo
quien quiere experimentar plenamente el sabor de sus palabras.
2. ¿De qué te sirve discutir cosas sublimes
a propósito de la Trinidad de Dios
si no eres humilde y desagradas a la misma Trinidad?
Verdaderamente,
las palabras hermosas no hacen santos ni justos
en cambio la vida correcta hace al hombre amable a Dios.
Prefiero sentir el arrepentimiento que me lleve a la conversión
en vez de poderlo definir.
Si conocieras las Escrituras de memoria
y te supieras todas las frases célebres de los filósofos
¿de qué te aprovecharía todo eso si no amas y agradas a Dios?
Vanidad de vanidades, todo es vanidad (Ecl 1,2)
sino amar y servir sólo a Dios.
En esto consiste la mayor sabiduría
dirigir la vida hacia los valores trascendentes
despreciando los que el mundo considera importantes.
3. Por eso, es vanidad buscar riquezas que se acaban y confiarse en ellas.
Vanidad es ambicionar el prestigio
y colocarse por encima de los demás.
Vanidad es dejarse dominar por los deseos naturales
y desear lo que después pueda ser
causa de grave castigo.
Vanidad es querer vivir muchos años
y preocuparse poco de vivir honestamente.
Vanidad es mirar únicamente esta presente vida
y no prever la que vendrá después.
Vanidad es amar lo que tan pronto acaba
y no buscar con interés la felicidad perpetua.
4. Recuerda frecuentemente este proverbio:
“No se cansan los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír” (Ecl 1,8).
Esfuérzate por desviar tu corazón de las tentaciones presentes
y dirigirlo a los valores perennes
porque los que siguen sus deseos desordenados manchan su
conciencia
y pierden la gracia de Dios.
Con estas palabras Cristo nos encomienda
que imitemos su vida y sus costumbres
si queremos estar iluminados y libres de toda ceguera interior.
Por eso, nuestro mayor afán
debe consistir en reflexionar sobre la vida de Jesús.
La enseñanza de Jesús está por encima de la de cualquier santo
y el que penetra en ella con buena voluntad encontrará un alimento escondido.
A muchos les sucede
que aunque escuchan con frecuencia el evangelio no descubren su significado
porque les falta el espíritu de Cristo.
Es conveniente que procure adecuar toda su vida con Cristo
quien quiere experimentar plenamente el sabor de sus palabras.
2. ¿De qué te sirve discutir cosas sublimes
a propósito de la Trinidad de Dios
si no eres humilde y desagradas a la misma Trinidad?
Verdaderamente,
las palabras hermosas no hacen santos ni justos
en cambio la vida correcta hace al hombre amable a Dios.
Prefiero sentir el arrepentimiento que me lleve a la conversión
en vez de poderlo definir.
Si conocieras las Escrituras de memoria
y te supieras todas las frases célebres de los filósofos
¿de qué te aprovecharía todo eso si no amas y agradas a Dios?
Vanidad de vanidades, todo es vanidad (Ecl 1,2)
sino amar y servir sólo a Dios.
En esto consiste la mayor sabiduría
dirigir la vida hacia los valores trascendentes
despreciando los que el mundo considera importantes.
3. Por eso, es vanidad buscar riquezas que se acaban y confiarse en ellas.
Vanidad es ambicionar el prestigio
y colocarse por encima de los demás.
Vanidad es dejarse dominar por los deseos naturales
y desear lo que después pueda ser
causa de grave castigo.
Vanidad es querer vivir muchos años
y preocuparse poco de vivir honestamente.
Vanidad es mirar únicamente esta presente vida
y no prever la que vendrá después.
Vanidad es amar lo que tan pronto acaba
y no buscar con interés la felicidad perpetua.
4. Recuerda frecuentemente este proverbio:
“No se cansan los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír” (Ecl 1,8).
Esfuérzate por desviar tu corazón de las tentaciones presentes
y dirigirlo a los valores perennes
porque los que siguen sus deseos desordenados manchan su
conciencia
y pierden la gracia de Dios.
Capitulo I - Imitación de Cristo
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